Capítulo 2

Por mi espina dorsal recorre un ligero viento frío, ese que adjudico a la noche y que levanta mis vellos cual pasto alto. Pero no es hasta que escucho la vocecilla temblorosa de Alessia que reacciono.

Puedo oír su corazón palpitar como el constante ritmo de un tambor, zumbando en sus oídos y desconcertándola, de pie ahí con el rostro comprimido en recelo y molestia alcanzo a deducir las mil y un escenas que su mente fabrica.

Todas apuesto, son inciertas.

Irisiana se aparta de la puerta cuando ella da un paso adelante, con los ojos oscuros y llameantes hacia mí, su mirada lo grita todo y me sorprendo de que me sea tan trasparente lo que siente que me pregunto si para ella soy igual de fácil para leer.

–Al menos ahora sé que estás bien. –Señala el móvil en mi mano con un ademán flojo y suspira. –Y que esa cosa sirve. ¿Muy ocupado para siquiera hablarme?

La pregunta es ácida y no es desapercibido su desagrado para con la rubia quien observa la escena al igual que un espectador en juego de tennis.

Frunzo el ceño, reprimiendo las alas que estaba a punto de dejar salir. Y cruzo la habitación en silencio para tomar la camiseta de la mano de Irisiana. –¿Nos darías un segundo?

Ella asiente quedo y sale por la puerta principal casi que a trote. Alessia, cabreada y triste mira hacia un punto fijo detrás de las puertas abiertas en la terraza, a la noche, a la luna que se alza como un reflector neón listo para iluminar la escena.

Entonces sin previo aviso avanza hacia mí y me golpea en el rostro con una cachetada, si bien no provoca dolor físico, mi impulso es dar un paso atrás por la impresión.

–Eres un soberano imbécil. ¡Un idiota de primera! ¿Enserio estás haciendo esto? Es más fácil alejarse de mi sí, no te quito la razón. ¿Quién me quiere a mi con mis miles de problemas y amenazas que ni jodida idea porque no desaparecen? ¿No quieres ayudarme? ¡Bastaba con decirlo! ¿¡No me amas!? Bastaba con decirlo... pero esconderte de mí, ignorarme mientras muero del susto por la amenaza, mientras sigo esperando por ti, mientras soy una burla y tú jugueteas con esta chica... ¡Dios! Siempre escuché a las mujeres quejarse de que los hombres eran de lo peor, no llegue a pensar que ese mismo pensamiento aplicaría con los ángeles, a ti. –Suelta todo el aire acumulado en sus pulmones tratando de calmarse pero es inútil, tiembla y me quiebra, me duele verla así.

De lo poco que procesa mi mente me atasco en la patética opción de hacer lo primero que mi instinto dicta: Apartarla.

Explicarle solo la aterraría, la involucraría más en el pozo en donde no quiero que caiga, entonces preparo mi actuación desganada y hago que cada palabra que deje mi boca pueda definirse como: Basura.

–¿De verdad esperabas que estuviese ahí para ti después de todo? ¡Estoy harto de ayudarte, de sacarte de tantos problemas en primer lugar! Desgracia tras desgracia que hasta pareces un imán de cosas deplorables. No puedo ¿esperabas acaso alguna especie de futuro conmigo? ¿crees que de verdad es posible? Para empezar soy inmortal y al paso que vas harás que te maten mañana.

Yo mismo cortó las palabras por lo duras que sonaron, mi expresión se suaviza y avanzó hacia ella pero, es tarde.

La mirada que me brinda Alessia es algo que nunca olvidaré.

Algo que se quedó clavado en mi mente hasta después de que se marchó. Así como vino se fue, ni siquiera me miro otra vez, volviendo en sus pisadas hasta dar con la entrada en donde salió rozando apenas a la hechicera.

Contenía las lágrimas, el rojo alrededor y la quijada apretada en fingida indiferencia. Me sentí como un monstruo, como aquella pesadilla de la que en un principio escapaba.

La rubia entra de nuevo y me observa expectante como si tuviese algo que decirle, lo único que puedo hacer es finalmente colocar la pieza de tela en mi torso y desplomarme en el sofá, mis manos acunan mi cabeza en un intento desesperado para que mi mente no se vuelva un lío mayor.

Irisiana apoya una mano en mi hombro, desde su posición frente a mi, siento su evaluación directa. –¿Por qué hiciste eso?

Suspiro. –Porque es la única forma que tengo de protegerla.

Los días pasaron como gotas de agua en un grifo dañado, sin que los pudieras evitar, tormentosamente lentos y consecutivos.

Ese era el efecto que dejaba Azzio siempre que se iba. Y lo odiaba, de verdad creía que las palabras que me decía eran realidad. Entonces cada vez era peor el dolor en el pecho cuando recordaba lo que ví, cada vez creía menos en él.

Es como si apagaras un interruptor dentro de ti porque alguien te decepciona. De pronto ya no hay luz.

Entendí en ese instante que lo complicado del amor es que le damos importancia a una persona y esperamos lo mismo, pero cuando no lo recibimos, se pone a prueba el verdadero significado del querer.

Me duele admitir que Azzio tiene los hilos que me cosían, y ahora ando rota en partes, desmoronándome en otras.

Una muñeca de trapo.

Y la memoria por supuesto llega a mí en el peor momento, justo a cada instante como ahora, mientras a pasos quedos entro a la sala de práctica escultural.

Me recibe la habitación vacía y frunzo el ceño al ver la carpeta de trabajos finales abierta, el café a medio tomar en el escritorio. Fisgoneo un poco las hojas rayadas, entreteniéndome.

Apuntes detallados de las obras y técnicas de estudiantes, mi nombre resalta entre unas páginas con "descuido en sombreado" y "perfecta estructura" escrito en las notas.

–Señorita Laurín, no esperaba verla por aquí. –Doy un salto en mi lugar por el susto, Joshua, uno de los coordinadores de admisión y suplente, sale de la nada.

Mentiría si dijera que no estoy paranoica. Últimamente hasta una mosca me aterra.

–¡Ay! Hola... perdón entrar así, lo buscaba para entregarle la carpeta de mi trabajo final, se que la exposición será dentro de una semana pero mi papeleo está atrasado. Pensé que lo podría firmar usted.

El delegado de administración toma mi carpeta con una sonrisa felina, el cabello negro y engominado le da aspecto elegante y la acción deja que sus antebrazos se marquen por entre la camisa arremangada.

–Generalmente un profesor debe hacerlo pero como estoy supliendo en esta área, cuenta como lo mismo ¿no? –Vuelve a dejar salir esa sonrisa de comercial y me entrega la hoja ya firmada.

Le doy una mueca de agradecimiento, devolviéndome en mis pasos hacia la salida pero antes de poder hacer mi huida triunfal me detiene. –Señorita Laurín...¿Sabe algo del Señor Di'Magro? Su papeleo está pendiente también.

Mi mejor cara de póker sirve para negar y dejarle con más preguntas antes de que en efecto abandone la sala.

La compañera de la chica va directo de la cafetería a su habitación con contenedores de comida, le observo taconear con las botas de piel mientras como puede abre la puerta, todos los alumnos se encuentran en la cafetería por el almuerzo así que aprovecho la soledad del pasillo para pegarme a la puerta y escuchar.

Hay un silencio propio del jaloneo entre las chicas. La hija del arcángel refunfuña algo de su bienestar pero la compañera exasperada le grita.

Lo bueno de tener alianzas son los poderes que te conceden a cambio de que logres tus cometidos, en este momento agradezco mucho el poder que me permite ver a través de la puerta hacia la habitación.

Un simple truco que solo dura lo que puedas mantenerte concentrado pero muy útil en estos casos.

–¿Puedes parar? Tienes que comer algo, levantarte de esa cama y estudiar.

–Te dije que si te molestaba te fueras Nina, ya terminé mis asignaturas, no tengo hambre y menos ganas de hacer cualquier cosa.

–A ver Alessia, no es la primera vez que alguien rompe una relación no tienes que andar como un zombie y sintiendo pena de ti misma. No es el único hombre en el mundo ¿me entiendes?

Río sin ganas. "Relación" vaya palabra que no se le acerca para nada a lo que teníamos. "Desastre" tal vez "Confusión" esas se adaptan más.

–Ni... te dije que estoy bien. Pero no tengo ánimos de hacer nada. –Mi voz suena ahogada por el almohadón y ella solo recorre la habitación para quitarme el boceto de las manos y hacerme girar en el colchón. De mala gana me quita el cuaderno y descubre mi trabajo número cuarenta y nueve. Un retrato sin color, donde plasmé los ojos verdes del Ángel.

–No me molesta que drenes, soy tu amiga, tu compañera. Pero no es sano encerrarte y andar de robot por alguien.

Yo solo le miro sin expresión alguna, alternando del cuaderno a ella. –Bien, comeré. Pero no quiero salir ¿entiendes?

Nina rueda los ojos mientras me tiende lo que luce como pasta de lazos. –Este sábado ya estaba organizado. ¿Como que no irás?

Arrugo la cara. –Madyson y tú pueden ir solas, no me extrañarán.

Está dispuesta a refutarme pero los toques en la puerta interrumpen su sermón en progreso.

Al principio no me sorprendo, tal vez porque una especie de dejà vu me invadió, luego cuando mi cerebro quiso poner a funcionar sus neuronas, conseguí levantarme cual resorte de la cama para acercarme a la puerta.

Samuel estaba ahí, de pie con una sonrisa tímida, su cabello rubio y lacio caía en un delgado mechón por su frente y su tez se veía más oscura que la última vez como si hubiese pasado tiempo bajo el sol pero no de manera abrasiva. Él me decido una mueca de disculpa y fue entonces cuando Nina -quién le abrió la puerta- me miró.

–Bueno al menos te levantaste. –Fue lo que dijo.

No tuve tiempo de procesar, ella me dijo por lo bajo que tomaría una ducha y acto seguido tomó la toalla del vestidor y se metió al baño, dejándome sola con Samuel en la puerta.

Sus ojos azules, tan claros como el agua del río me detallaron completamente.

–Tengo mucho de que hablarte. –Dijo, sin rodeos.

Y yo asentí hasta que me extendió su mano, en un gesto familiar, diría amigable. Dejando de lado nuestro último encuentro.

Hubiese pasado desapercibido pero sus ojos brillaron con un tono anormal que me obligo a voltear el dorso de la extremidad, cuando detalle la marca, el agujero de sensaciones me provocó arcadas.

Una 'S' dibujada en su carne en un tono rosado leve y en relieve. La marca del sello.

La marca de una pesadilla recurrente.

Y le vi, asustada mientras el seguía el mismo patrón, pude divisar detrás de él apenas un movimiento pero fue tan rápido que lo descarté.

Muchas cosas me atormentaban ahora, esta se suma a la lista.

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