•uno•
Hola. Mi nombre es Sara, Sara Honeycut. Tengo 17 años y me acabo de mudar a un pueblo no muy lejos de California.
Estas son las palabras que utilizaría si alguien me pidiese que me presentase, pero esas palabras realmente no me representan.
Si tuviese que presentarme honestamente, esas palabras se convertirían en aire, porque no se verían, porque no sé quien soy.
Desde que nací siempre me han dado unas instrucciones de como introducirme a los demás, pero cuando alguien me pregunta "¿quién eres?" no tengo una respuesta.
¿Quién soy? O ¿qué no soy? Tal vez la segunda pregunta sea más fácil de contestar. No soy tranquila, no soy excepcionalmente hermosa, no soy llevadera y no soy entusiasta.
Y realmente pienso que siempre que nos preguntan quiénes somos, todos acabamos mintiendo.
¿Quién eres? Yo soy... Yo. ¿Y quién es yo? Vaya, eso es tan existencial y filosófico...
Llanamente me dedico a decir mi nombre, mi edad y otros datos superficiales sobre mí. Pero las personas no somos llanas, las personas somos complejas, profundas y enigmáticas.
Da igual, no importa. Volvamos a la realidad.
— ¿Quién eres?
— Soy Sara, Sara Honeycut.
— ¿Eres nueva? — obvió el chico.
— Sí, creo que sí. — disimulé mi nerviosismo con una tonta risa.
— Soy Clay Jensen. — se presentó él, parecía bastante demacrado, como si hubiese perdido algo, o a alguien.
Ambos nos sonreímos falsamente y marchamos hacia nuestra clase de Sociales.
El aula estaba llena de adolescentes hormonados y con granos, se podía oler desde la puerta el hedor de aquellos que rehusaban a usar desodorante, mientras que se mezclaba con el perfume excesivo que llevaban otros.
En una esquina reconocí a los que comúnmente se les denomina como "populares" o "las estrellas del instituto". Al igual que en todos los centros, siempre llevan el típico uniforme compuesto por una simple beisbolera con el nombre de la escuela o trajes nuevos de animadora y mucho maquillaje.
Tras analizar brevemente la clase decidí coger asiento en el único pupitre libre que estaba situado hacia la mitad del aula, ni muy cerca ni muy lejos de la mesa del profesor.
— Buenos días alumnos. — la maestra entró en el aula pretendiendo un entusiasmo poco real.
Los alumnos fueron guardando silencio poco a poco, mientras que la profesora explicaba la lección de forma poco amena.
Todo parecía tan normal, pero podía notar como algo estaba mal en este lugar, como algunas personas desprendían un aura triste y desoladora.
De pronto la profesora se giró dejando de escribir repentinamente en la pizarra y me miró fijamente.
Oh no... Pensé que me había librado.
— Casi se me olvidaba... Chicos, hoy tenemos una alumna nueva en clase.
Mierda.
— Levántate, querida. — gesticuló ella dando a entender que me pusiese delante de todos.
Me puse en pie atrayendo la atención del resto y me sitúe donde la maestra me había indicado.
— Preséntate. — me ordenó poniéndose a un lado para observarme.
— Hola. Soy Sara, Sara Honeycut. Tengo 17 años y acabo de mudarme. — dije jugando tímidamente con mis manos.
Vi como los populares murmuraban entre ellos algo sobre mí, eso incrementó mis nervios.
— ¿De dónde vienes? — preguntó la profesora alargando la situación que resultaba muy incómoda para mí, pero como todos los adultos, no se dan cuenta de ello.
— San Diego. — contesté secamente.
— De acuerdo... ¿Quieres decir algo más? — insistió haciéndome perder los nervios.
— No. — negué cortantemente.
— Entonces puedes sentarte. — sonrió la maestra artificialmente.
Suspiré de alivió y volví a mi asiento.
Vi como Clay me miraba a través del aula, cuando nuestros ojos se cruzaron él asintió en forma de comprensión. Era un buen chico.
•••
Por fin sonó la bendita sirena, liberándome por cinco minutos de lo que para mí suponía una cárcel.
Al salir a los pasillos caminé hacia mi casillero intentando no chocarme con nadie, lo que fue inútil, porque acabé aplacando a siete estudiantes sin querer.
Al llegar junto a mi taquilla introducí la combinación y metí allí mis libros de Sociales, al mismo tiempo que comprobaba mi horario. Educación Física.
Al contrario que muchos, para mí Gimnasia era una de las pocas clases que me resultaban agradables y me ayudaban a liberar mi estrés. Como pude comprobar al llegar al pabellón la mayoría de las chicas ni siquiera levantaban su culo de los bancos y las gradas, se dedicaban a hacerse fotos y chatear.
Penoso.
Pero eso no fue lo único que me llamó la atención, había un chico jugando al voleibol que tenía el pelo rubio platino, prácticamente blanco.
Como el entrenador no había dado ninguna instrucción supuse que hoy habría juego libre, así que me acerqué al grupo de chicos jugando al voleibol con la esperanza de que me aceptasen abiertamente.
— Hola. — todos pararon y me miraron. Me percaté de que Clay estaba entre ellos.
— Hola, Sara. — Jensen fue el primero en reaccionar.
— ¿Me puedo unir? — pregunté observando al resto.
Se hizo un corto silencio en el que todos los chicos se lanzaron varias miradas cómplices hasta que de nuevo Clay habló.
— Claro.
— ¿De qué equipo voy? — me aproximé a la red apoyándome en los postes.
— Aquí nos falta uno. — comentó el chico del cabello plateado.
Sonreí levemente y me uní al equipo rival de Clay.
El jugador al lado de Jensen cogió el balón y sacó con fuerza desde el fondo del campo.
Lo vi volar por encima y venir hacia mí, yo estaba en la posición cerca de la red, tenía la oportunidad de rematar, y fue lo que hice.
Salté alzando el brazo y con la palma de mi mano le di con todas mi fuerzas hacia abajo consiguiendo que ninguno del equipo contrario llegase a él y marcando un punto. Mis compañeros se quedaron en shock, como si nunca hubiesen visto a una chica jugar así.
Haber practicado voleibol durante seis años tenía que traer ventajas.
— Seis a cuatro. — dijo el chico junto a Clay. - Ganamos.
— Saca tú, Tony. — un rival le pasó el balón al mismo que habló anteriormente.
Tony sacó y el chico rubio de mi equipo intercepcionó pasando el balón hacia delante, el chaval flacucho a mi derecha trató de mandarla al otro campo, pero solo logró enviarla hacia arriba de nuevo, iba a caer en nuestro lado, pero llegué a tiempo.
De un complicado remate marqué otro punto.
— Vaya Sara, no sabía que se te daba tan bien el vóleibol. — habló Clay con sorpresa.
— Se me dan bien los deportes. — dije sin darle más importancia.
Sin darme cuenta ya se había acabado la clase, así que fui al vestuario a cambiarme. Dentro encontré a un grupo de chicas riendo entre ellas, las saludé sin mucho ánimo y ellas hicieron lo mismo.
Al salir del pabellón vi al chico rubio unirse a la pandilla de los populares. Me desconcertó, no sabía que él fuese uno de ellos, ni siquiera parecía serlo. Le observé unos segundos hasta que se dio cuenta y muy poco disimuladamente miré hacia otra dirección.
Cuando volví mis ojos donde estaba hacía apenas unos minutos, él y sus amigos ya habían desaparecido.
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Lo sé ha sido una kk de capítulo, pero intentaré mejorar lo prometo.
¿Quién será ese chico rubio que tanto le llama la atención a Sara? En realidad no es ningún secreto xd está en el título de la novela.
¿Se conocerán más a fondo o Sara se dedicará a observarlo siempre de lejos como una acosadora?
¿Se llevarán bien?
¿Se convertirá en amiga de Clay? ¿Y de Tony?
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