•cuatro•


Muchos se preguntan qué se siente al pasar por una depresión, un ataque de pánico o de ansiedad. Yo, por desgracia, los he vivido todos.

¿Y cómo te sientes? Eso no es fácil de expresar, es decir, no creo si quiera que haya palabras para describirlo.

Una depresión se denomina como tal porque sientes tal vacío en tu interior que se hace abismal y te destruye por dentro. Te crees insignificante, un estorbo en tu vida y en la de los demás. Es un sufrimiento existencial tan profundo como inexplicable.

Un ataque es algo muy distinto. Ya sea de pánico o de ansiedad, ambos te dejan paralizado, no sabes como pararlos ni controlarlos, simplemente esperas a que finalicen.

No es nada sencillo sobreponerte, decidir qué hacer a continuación. Estás cegado, no sabes que opción es la correcta, aunque a penas te das cuenta de lo que haces, es duro escoger lo mejor, porque no sabes qué es lo mejor y te encuentras perdido en tu propio laberinto.

Si alguien alguna vez ha sentido la angustia de no sentirse querido y ha pasado por el calvario de a penas poder respirar o reaccionar, entonces entiende por el porqué de que algunas personas se quiten la vida.

Las razones que lo causaron son otra cosa muy diferente.

Como por ejemplo el caso de Hannah Baker.

Una chica que según dicen se sentía tan sola e incomprendida que una mañana en la bañera de su casa se cortó las muñecas mientras esperaba con desesperación la muerte y veía como su sangre se mezclaba con el agua del grifo que no cesaba de correr.

Murió tan tristemente como vivió.

•••

A estas alturas de la historia es cuando de pronto todo lo que me rodea y todo lo que no, da un giro dramático e inesperado.

¿No es curioso como los detalles que la gente más pasa por alto, son los que más afectan a alguien a nivel emocional?

Sí, curioso y triste.

Pero no nos vayamos por las ramas, os empezaré a contar. Aquí es donde mi vida empieza a torcerse.

¿Preparados? Yo no. Allá vamos.

•••

Sábado por la noche. ¿Qué hace una adolescente de 17 años? La mayoría sale a beber, va de fiesta en fiesta, o simplemente sale con sus amigos. Yo, no.

Seguía esperando impacientemente el mensaje de cierto rubio, pero nunca llegaba.

Me levanté de mi deshecha cama y bajé al piso de abajo para ir a la cocina con el móvil  en el bolsillo por si a caso Alex se decidía a escribirme. Abrí la nevera y cogí el cartón de leche y me serví un vaso.

– Pásame el chocolate. – Lydia entró en la habitación.

– Cógelo tú. – respondí bruscamente a causa de mi enfado porque alguien pasaba de mi culo, aunque hubiese tenido la valentía de dar el primer paso.

– ¿Aún no te ha llamado? – preguntó mi hermana, supuse que lo había deducido por mi mal humor, me conocía demasiado.

– No. Pasa de mí, me está ignorando. – contesté con cierta decepción en mis palabras.

– Dale tiempo, igual aún ni siquiera ha visto la nota. – trató ella de animarme sin mucho éxito.

– Ya. ¿Tú no deberías estar durmiendo? – interrogué cambiando de tema.

– ¿Y tú? – respondió con otra pregunta.

– Vete a la cama. – le ordené mientras dejaba mi vaso de leche vacío en el fregadero.

Lydia se dio por vencida y regresó al piso de arriba donde estaba su cuarto y el mío.

Volví a encender mi móvil, comprobando desesperadamente que hubiese alguna nueva notificación, pero no había nada.

Cansada de preocuparme por algo tan insignificante decidí salir a dar una vuelta por el vecindario para despejarme. Cogí mis llaves y una chaqueta y salí de mi domicilio.

Las calles se encontraban pobremente iluminadas por la tenue luz amarillenta de las farolas enfiladas a lo largo de las aceras. Todo tenía una apariencia tétrica y tenebrosa, pero me no tenía miedo. Pronto descubrí que debería haberlo tenido.

Fui calle arriba, observando cada cosa a mi alrededor, pero eso no fue suficiente para prevenir lo que vendría a continuación. Oí un ruido tras de mí, me giré pero no vi nada fuera de lo usual.

Otra vez el mismo ruido.

Esta vez vi una sombra a mis espaldas reflejada por delante mío, si alguien verdaderamente me seguía no quería o no sabía pasar desapercibido.

Me volví a dar la vuelta con cautela y vi sin mucha nitidez una figura oscura de hombre, definitivamente era de un varón. Él me agarró la cintura con una mano, y con la otra me tapó la boca mientras me giraba espaldas a él y me juntaba contra su cuerpo.

Lo supe, me iban a violar.

– ¡SUÉLTAME! – a penas yo misma me oí, sus manos desnudas apretaban agresivamente mis labios que con gran dificultad podía vocalizar.

Entonces decidí rendirme, dejar de gritar, porque nadie me escucharía. Hize mil y una maniobras para intentar deshacerme de él, maniobras que resultaron inútiles.

Me llevó a un callejón oscuro y me tapó la boca con un esparadrapo. Sentí mi vida desmoronarse.

Empezó a quitarme la ropa, a tocarme. Yo no podía dejar de llorar. Cuando supe que se iba introducir en mí tuve una reacción inesperada.

A pesar de tener las manos sujetas aún me quedaban mis piernas  para pelear. Di una patada al azar que afortunadamente aterrizó en su estómago lo que me dio ventaja para salir corriendo, pero él rápidamente salió tras de mí.

Corrí y corrí hasta quedarme sin aliento, no podía seguir más y él se estaba acercando. No sabía en que parte del pueblo me encontraba, no era mi vecindario ni ninguno que conociese y no había lugar para esconderse.

En un movimiento arriesgado me acerqué a una residencia y aporreé la puerta con todas mis fuerzas.

– ¡AYUDA! – vociferé suplicando por un auxilio.

El violador se acercaba a pocos metros, cada vez eran menos y nadie abría. Volví a llamar. Oí unos pasos dentro de la casa. Rogué por que se diesen prisa.

El hombre estaba a punto de subir al porche y alcanzarme, pero un ángel se asomó tras el umbral de la entrada.


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Me gustaría decir que este tipo de cosas no pasan a menudo, lo de que las mujeres no sufrimos acoso callejero ni vejaciones misóginas y machistas a diario. Me gustaría decirlo, pero estaría mintiendo.

Es una desgracia que esto siga pasando, violaciones, secuestros, maltratos... Y para los que se creen que solo son casos poco comunes, debo avisarles de que se equivocan.

TODAS las mujeres hemos pasado alguna vez  por cualquiera de estas situaciones al menos una vez en la vida, y es vergonzoso.

Con este capítulo quería hacer una denuncia al patriarcado y a la sociedad machista aún presente en el siglo XXI.

Recordad que la culpa nunca es de la víctima por ir "así vestida" o por ir borracha, la culpa es del enfermo que la acosa.

Deberíamos empezar a educar a los hombres a respetar a las mujeres y dejar de decir a las chicas como vestir o comportarse.

Bueno eso es todo sobre el tema.

Ahora,

¿Quién será ese ángel? ¿Y ese hombre que persiguió a Sara por la calle e intentó violarla?

Os veo en el próximo capítulo :3

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