Separación
Hyoga estaba perplejo. Las palabras de Shun lo habían azotado como un látigo.
Shun notó la inactividad del rubio y tomó la palabra de nuevo.
-Yo... necesito tiempo. Para pensar... para sanar...
Hyoga comenzó a negar con la cabeza, mientras intentaba reprimir las lágrimas que se asomaban por sus ojos.
-Entonces dime... dime que puedo hacer por ti.- imploró el ruso, las palabras se atoraban en su garganta al salir. -Porque estos últimos meses he intentado ayudarte, darte lo que necesitas... pero al parecer fallé.
Shun no resistió más y se soltó a llorar.
-¿Qué quieres de mí, Shun?
-Ya te lo dije, en esto no puedes ayudarme.
-¡Entonces al menos déjame estar contigo!
-Hyoga...- la mano del peliverde se posó sobre la mejilla del ruso. -Necesito estar solo por un tiempo. Yo... necesito hacer esto por mi cuenta, a mi ritmo. No es justo para ninguno de los dos que te quedes observando.
-¿Entonces me haces a un lado?
Shun no respondió.
-¿Estás terminando conmigo?
-No... bueno... no lo sé.
Esa respuesta hizo hervir la sangre de Cisne. Si lo iba a cortar por lo menos que lo hiciera bien. Con decisión.
-Podemos... ¿esperar y ver que sucede?- argumentó el peliverde sin esperar realmente una respuesta de Hyoga. -Perdóname.- concluyó.
-Yo te amo... ¡no quiero separarme de ti!- gritó Hyoga, abrazando al japonés con fuerza.
-¡Yo tampoco! Pero esto no es algo que quiera... es algo que necesito. Patito, por favor, entiende.
Shun posó sus labios sobre los de su novio. Quizás una última vez. Un beso agridulce. Una despedida más.
El día finalmente llegó. Los taxis afuera de la Hacienda de Athena hacían fila en la entrada, esperando recoger a sus clientes. Todos con un mismo destino: el aeropuerto Eleftherios Venizelos.
La pandilla se encontró en el pasillo, cuando cerraban las puertas de sus respectivos departamentos. Ese tiempo que vivieron los cuatro por su cuenta en el mismo edificio había sido —en su mayoría— como un sueño; ahora debían despertar y seguir su propio camino.
Seiya y Shiryu ya sabían de la decisión de Shun, y optaron por no decir nada para no empeorar la tensión entre el Cisne y Andrómeda.
El viaje en el taxi fue silencioso y pesado. No solo por la cara de pocos amigos que Hyoga traía, o los ojos llorosos de Shun. El futuro era aterrador, y ahora que se iría cada uno por su cuenta, lo era aún más.
Al llegar se encontraron con June. La rubia esperaba con una sonrisa al peliverde. No sabía muy bien por qué Shun había decidido regresar a Tokio, él no se lo había dicho, pero se iría con ella y no con Hyoga. Serían Shun y ella, como en los viejos tiempos.
Shun y Shiryu saludaron a June agitando la mano con una ligera sonrisa. Después, se miraron los unos a los otros.
-Bueno, chicos...- comenzó a decir Seiya, parecía que le costaba respirar. -Que tengan buen viaje.
Los tres amigos restantes asinitieron y sonrieron.
-Yo... los voy a extrañar. Atenas no será los mismo sin ustedes.
-Seiya...- Shun ahogó las palabras.
Pegaso se acercó a Hyoga y lo abrazó. Un abrazo largo y firme. El Cisne correspondió, Seiya había sido su primer amigo en Grecia —después de Isaak, claro, pero él lo seguiría a Moscú.
Luego, el ruso se despidió de Shiryu. La voz de la razón del grupo, el que lo había salvado de muchas tareas y exámenes. Alguien con quien hablar y pedir apoyo.
Hyoga retrocedió para dejar que su amigos se despidieran entre ellos.
Los tres japoneses se contemplaron unos momentos más, como si estuvieran grabándose unos a otros en su memoria. Un nudo subía por sus gargantas y las lágrimas amenazaban con salir desesperadamente.
Por primera vez se separarían. Siempre habían recorrido la vida juntos, lado a lado. Desde ese primer día de clases cuando los tres tenían tan sólo seis años.
Habían pasado por todo juntos: novias y novios, rupturas amorosas, problemas personales, crisis existenciales, buenos momentos y ocasiones especiales.
Se conocían a la perfección y congeniaban en casi todo.
Y cuando llegó el momento de elegir un camino en sus vidas, los tres amigos atravesaron ese sendero juntos.
Cuando pensaron que tendrían que separarse, los tres eligieron ir a Palaestra, y su amistad se fortaleció durante esos cuatro años. Luego, por una razón u otra, terminaron en la misma División en el Ejército de Athena, ostentando el mismo rango. Habían vivido en el mismo edificio y peleado codo con codo.
Ya no eran solo amigos, sino hermanos.
No obstante, el día en que tendrían que separarse finalmente había llegado. Por elección y convicción. El fin de una era, de una vida.
Los tres se abrazaron mutuamente, ninguno decía nada, todo lo que podían decirse ya lo sabían. Ahora sólo quedaba disfrutarse por última vez.
No dirían adiós para siempre, estarían en contacto frecuentemente, aunque no sería lo mismo.
Quién sabe si alguna vez volverían a estar los tres juntos, lado a lado. Quizás en unos años, cuando hubieran vivido sus propias aventuras.
Si el destino así lo quería, que así fuera.
Cuando se separaron, Shun se volvió hacia Hyoga. No quería despedirse, pero irse sin hacerlo era peor. Andrómeda planeaba hacerlo de manera rápida y sin mencionar detalles. Pero Hyoga tenía otra idea.
-Que tengas buen viaje.- murmuró Shun, apenas dirigiéndole a Hyoga la mirada.
El Cisne automáticamente cerró la distancia entre ellos y lo abrazó; sintió su cuerpo entre sus brazos una última vez, el aroma que desprendía, el ritmo de su respiración.
Shun se paralizó, no esperaba esa actitud de Hyoga, y no quería lidiar con ella en ese momento.
-Vuelo 2309 a Tokio, Japón. Favor de dirigirse a la sala de abordaje A-86, Puerta 01.
-Tengo que irme.- Shun intentó apartarse de Hyoga, pero el ruso lo retuvo.
Estaban frente contra frente. Shun luchaba por no echarse a llorar en ese momento.
-Déjame ir contigo.- suplicó Hyoga. Sus palabras desgarraron el alma del peliverde.
-Por favor, no hagas esto más difícil.- las lágrimas comenzaban a deslizarse por las blancas mejillas.
-No tienes que hacer esto solo.
-Sí tengo que.- finalmente, el japonés fue capaz de hacer contacto visual. -Adiós, Hyoga.- se armó de valor y besó la mejilla del rubio.
Se dirigió hacia el mostrador de la aerolínea, donde June ya lo esperaba. Hyoga aún sostenía su mano, hasta que le fue imposible.
El Cisne lo siguió con la mirada, tal vez esperaba que cambiara de opinión, pero el peliverde ni siquiera se volvió. Lo observó hasta que desapareció entre la gente.
Mil emociones agobiaron su cuerpo. Estaba desolado, como un niño pequeño que pedía a gritos afecto y atención, únicamente para ser ignorado. Estaba lleno de ira, contra Shun, por haberse dejado amar con tanta pasión, derrumbando y cuestionando todo lo que el rubio creía de sí mismo con su cara preciosa y personalidad adorable. Le había metido en un lío con su padre, ¿y para qué? Para que terminara huyendo a Japón, dejándolo solo con una familia rota. Había hecho tantas cosas por él, y le pagaba abandonándolo a su suerte.
Su furia también era contra Hades, el maldito seguía interponiéndose en su camino. Andrómeda tenía razón, el asunto no estaba terminado, y no lo estaría por un largo tiempo.
Sintió una urgencia terrible de ir tras él. De tomar el próximo vuelo a Japón y aparecerse frente a su puerta. Para sostenerlo en sus brazos una vez más, besarlo y conservarlo a su lado.
Tal vez aquello era egoísta, aunque desde su perspectiva, el egoísta era Shun por sólo pensar en sí mismo.
Pero no podía, Shun había pedido espacio, y quería respetar sus deseos. Lo amaba demasiado para contradecirlo, aún conociendo la necedad del japonés.
¿Qué era lo correcto? ¿Ir tras él? ¿Darle espacio? ¿Empezar de nuevo? ¿Esperarlo perpetuamente?
Le dolía la cabeza de tanto pensar.
-¿Listo?- la voz de Isaak lo obligó a regresar a la realidad y a limpiar las gotas que comenzaban a asomarse por los ojos azules.
Respiró profundo y tomó su equipaje, no sin antes dirigir un último vistazo al mostrador de Japan Airlines.
-Vamos.
Un nuevo capítulo iniciaba para la pandilla. El comienzo de una nueva vida. Cuatro caminos separados, esperando converger en algún momento.
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