Nuevo comienzo
Tokio, Japón. Diciembre, 2012.
June observaba nerviosa por la ventana. Intentaba distraer su mente pero era imposible, sólo lograba dar unas cuantas vueltas por la sala antes de regresar a la ventana a sufrir de nuevo. Ni siquiera podía enfocarse en la cena, el agua olvidada que hervía a borbotones llevaba un rato desbordadandose de la olla, y los vegetales permanecían a medio picar.
-Adelántate, voy a salir tarde.
Eso es lo que Shun le había dicho cuando lo tomó del brazo tan alegremente para volver a casa luego de otro día de trabajo.
-Te puedo esperar...
-No, June. Voy a tardar. Ve a casa.
Fue firme, casi cortante, en su respuesta.
Era tarde para ir a alguna misión, y no vio ninguna montaña de reportes pendiente sobre el escritorio. A decir verdad, solo había una hoja de papel. Un documento, volteado hacia abajo para que no pudiera leer su contenido.
Ya se imaginaba lo que era.
Cambio de residencia.
A Moscú, probablemente, o a cualquier otro lugar, no importaba realmente. Shun se iba a ir lejos y no la pensaba llevar.
No podía culparlo, nunca hicieron ninguna clase de promesa ni establecieron condiciones. Ella sola se había metido en eso.
Se había sentido Perséfone, atada a su lado por siempre, pero seguía siendo mortal.
Su alma regresó a su cuerpo cuando divisó al peliverde en la calle. Pensó rápidamente cómo lo iba a confrontar, ¿sería directa? ¿O haría como que nada pasaba y se comportaría naturalmente?
Antes de que pudiera decidirlo, Shun cruzó la puerta de entrada.
-Tadaima! -exclamó Shun, sin prestarle mucha atención al comportamiento de June.
-¿Dónde estabas?
Shun se paró en seco al escucharla, no estaba feliz.
-En la oficina.- respondió. -Te dije que me quedaría tarde.
Aquello era ridículo, ¿desde cuando June se comportaba como una esposa abandonada? No podía culparla totalmente, de haber establecido límites desde el principio, la chica no se habría sentido con el derecho de actuar de ese modo.
-¿Trabajando?- inquirió la muchacha. -No me mientas, Shun, por favor.
Andrómeda se acercó a ella, sí había hecho un poco de trabajo, pero esa no era la razón por la que se había quedado.
-No.- respondió, tendría que decirle tarde o temprano.
June se soltó al llanto inmediatamente, dejando al peliverde desconcertado, ¿acaso ya lo sabía todo?
-Te vas, ¿no es así?- sollozó. -Te vas lejos, a donde no pueda seguirte.
Shun negó con la cabeza rápidamente. -No es por eso que me voy. No tienes nada que ver en esto, June-chan, te lo prometo.
-¿No eres feliz? ¿Aquí conmigo?
-No podría ser infeliz contigo, June.- explicó, poniendo sus manos sobre los hombros de Chamaeleon. -Eres mi amiga, una de las mejores, y te quiero.- continuó, abrazándola. -Pero no me puedo quedar.
June pasó de un llanto sutil a uno verdaderamente desconsolado, Shun se asustó un poco, jamás la había visto así.
-¿Por qué no?- preguntó, aparatándolo para poder verlo a los ojos. -¡Déjame intentarlo otra vez! ¡Por favor!
-June, basta, por favor.
-Una vez fuiste feliz conmigo, ¿por qué no puedes volver a serlo?
-¡Eso fue hace años! ¡Los dos hemos cambiado desde entonces!- argumentó el peliverde, tratando de sonar lo más amable posible para no alterarla. -June, perdóname. Perdón si te di la impresión incorrecta. Estuvo mal, no debí seguirte la corriente y dejar que esto llegara tan lejos.
-No... no te disculpes. No por eso. No por amarme.
Hubo un silencio pesado que llenó la habitación y el pecho de ambos. Shun bajó la mirada, arrepentido.
-Es por él, ¿no es cierto?- agregó June, más calmada. -Hyoga.
Shun volteó repentinamente al escuchar su nombre. -Sí.
-¿Y si no te quiere?
Shun apretó los ojos para evitar que aquella posibilidad se anidara en su corazón.
-Ya veré que hacer.
Después de otro silencio que pareció interminable, Shun retomó la conversación.
-Te dejaré la renta de tres meses, en lo que encuentras otro compañero.
-No es necesario, de aquí a enero seguro encontraré a alguien.
-Me iré la próxima semana.
El corazón de la rubia se detuvo de un momento a otro. -P-pero... los cambios... son hasta enero...- balbuceó.
-Pedí estas semanas a cuenta de vacaciones.-aclaró, entregándole un sobre amarillo. -Sólo me llevaré algunas cosas, Ikki nii-san me enviará lo demás después.
June tomó el sobre con manos temblorinas y volvió a derramar lágrimas.
-¿Intentarás detenerme?- preguntó Andrómeda con cautela.
La rubia negó con la cabeza.
-Jamás podría interponerme en tu felicidad. Yo te amo, Shun. Desde el momento en que te vi bajar la escalera de tu casa, cuando nos conocimos.
Shun sintió un nudo en la garganta.
-Me has arruinado, ¿sabes?- continuó la chica. -Después de ti, jamás me imaginé con nadie más. Y nunca amaré a otro hombre como te he amado a ti.
El peliverde la abrazó nuevamente, más efusivo esta vez. El nudo en su garganta se apretaba más y más, y un gota se deslizó por su mejilla.
-¡Sí lo harás! Encontrarás a alguien mucho mejor que yo, que te ame como mereces, June-chan.
Quién sabe si aquel consuelo funcionó, o si June creyó una palabra. Después de unos minutos, se separó de él, limpió sus mejillas enrojecidas y se dirigió a su habitación.
-No hice la cena, tendrás que pedir algo para comer.- agregó al llegar a la puerta del cuarto.
-Está bien. ¿Tú comiste?
-No te preocupes por mí. Buena suerte, Shun-chan.
Ikki lo acompañó al aeropuerto, Daiki se había ofrecido, pero Shun insistió en que fuera su hermano nada más.
-Llama cuando aterrices, ¿sí?
Shun asintió, no sabía que decir. Se sentía como una molestia, desde principios de año no había hecho más que traer a todos de un lado a otro, tratando de cumplir sus caprichos.
-¿Ahora qué?- preguntó Ikki, como si pudiera leer su mente.
-Me siento mal por dejarte.
Ikki negó con una sonrisa. -No te apures por eso. Mi estancia en Japón es temporal. Estoy planeando mi próximo destino.
Shun sonrió. Sabía que las intenciones de Ikki eran ir a tantos lugares como pudiera, aunque fuera por trabajo; el Santuario cubría los gastos y lo iba a aprovechar.
-¿A dónde irás?
-España, o quizás Etiopía. Aún no estoy seguro.
-Avísame cuando te decidas.
-Claro. Ahora, debes irte, o perderás tu vuelo.
Ikki le entregó la maleta que cargaba. Shun la recibió pero inmediatamente después la puso en el suelo y abrazó a su hermano.
-Te voy a extrañar.
No sabía por qué actuaba de esa manera. Ya estaba acostumbrado a estar lejos de él, incluso cuando vivían bajo el mismo techo, eran más las veces que cada uno andaba por su lado que las que estaban juntos. Pero ahora, Shun lo sentía demasiado definitivo, él partiría a Moscú, y si todo salía bien, se quedaría allá por tiempo indefinido; Ikki viajaría por el mundo, de aquí para allá hasta que se casara o se cansara. No sabía si en algún momento volverían a coincidir, quizás solo en ocasiones importantes.
-¿De qué hablas? ¡Estaremos en contacto! A lo mejor sólo por mensaje, por eso de la diferencia de horario, pero ¡no es como que nos vayamos a volver ver!
Shun rió ligeramente. Volvió a tomar sus maletas y emprendió su camino.
-Shun...- el mencionado se volteó para ver a su hermano. -Dale al pato mis saludos.
Andrómeda ensanchó su sonrisa.
-Claro.
Cuando aterrizó en Moscú, Andrómeda no tenía idea de a dónde ir o qué hacer. No sabía la dirección de Hyoga y por supuesto que no había intentado llamarlo antes. Lo único que sabía de ruso eran las palabras que Hyoga ocasionalmente le decía, pero estas eran sobrenombres cariñosos o maldiciones, nada que le sirviera para comunicarse. No tenía el teléfono de su mamá y no conocía a nadie en ese país aparte de él
Suspiró ruidosamente, antes se había imaginado como sería su primera vez en Rusia: del brazo de Hyoga, quien le haría de su guía; nada más alejado de la realidad.
Se sentó sobre una de sus maletas a pensar en una solución —o a esperar a que una le cayera del cielo—. Y luego lo supo:
Hyoga no era la única persona que conocía en aquel país. Isaak y Ami estaban ahí también. Al primero no le hablaba mucho, pero a la chica sí, y además, tenía su celular.
-¿Hola?
Shun se levantó de un brinco al escuchar la voz de Mercury.
-¡Ami-chan!
-¿¡Shun!? ¡Por Dios! ¡Cuánto tiempo! ¿Cómo has estado?
-Bien, gracias. Disculpa, tengo un poco de prisa. ¿Me podrías ayudar?
-¡Claro! ¿Qué necesitas?
-Sabrás... de pura casualidad... y como quien no quiere la cosa... ¿dónde vive Hyoga?
Pegó el teléfono a su oreja para que no se le escapara nada, pero no lograba escuchar ningún sonido. Miró la pantalla para asegurarse que tenía línea o que Ami no había colgado. Mordió su labio inferior y temió lo peor.
-¿Ami-chan?
-Disculpa. Calle Malaya Gruzinskaya, número 29. Malaya Gruzinskaya ulitsa, dvadtsat devyat. Dile eso al taxi.
Shun lo repitió en voz baja esperando no olvidarlo o por lo menos decirlo bien.
-Es el departamento 6B.
-¡Muchas, muchas, muchas, gracias, Ami-chan! ¡Me has salvado!
-No pierdas más tiempo, Shun.
-¡No lo haré! ¡Arigato!
-¡Nos vemos!
Shun pidió un taxi como pudo y escupió las instrucciones que Ami le había indicado apenas se subió. No supo si lo dijo bien o no, o si lo llevarían a su destino, pero no escuchó quejas del conductor.
-Это здесь*.- dijo el taxista al detenerse en un edificio largo y no muy alto de ladrillos cafés.
-Ssspa...zibo...- respondió Shun, en un intento por decir "gracias".
No había tenido dudas en todo el viaje —y desde que se hizo a la idea— hasta que estuvo parado frente a la entrada. Aún podía echarse para atrás.
Tomó su teléfono, podía llamar a Hyoga primero para tantear el terreno y luego decidir si le decía o no que estaba en la entrada de su edificio. Pero era la primera vez que hablaban en meses, no quería hacerlo por teléfono.
Justo mientras pensaba, una señora abrió la puerta y salió con su perro. Era ahora o nunca.
Shun detuvo la puerta antes de que la mujer lograra cerrarla y se hizo pasar. Subió las escaleras, no tenía sentido atrasarlo más.
Cuando estuvo frente al departamento, suspiró. Su pecho subía y bajaba con rapidez, mientras sus manos temblaban y sus latidos retumbaban en sus oídos.No sabía si era emoción o angustia.
Finalmente tocó el timbre, empujado por su corazón y en contra de su voluntad. Mil pensamientos inundaron su mente: correr antes de que la puerta se abriera, volver a tocar por si no le habían escuchado, aporrear la puerta, dejar una nota y gritar el nombre de Hyoga.
Aquel tren de infinitos pensamientos únicamente se detuvo cuando la puerta se abrió.
Ambos quedaron perplejos al ver la imagen que sus ojos les ofrecían. Se contemplaron atentamente durante lo que pareció una eternidad; quizás trataban de asegurarse que era en verdad quien ellos creían, o simplemente estaban guardando en su memoria aquellos detalles preciosos que adorban del otro, en caso de que esta fuera la última vez.
-Hola...- Shun fue quien se atrevió a romper el silencio. Con eso, Hyoga se dio cuenta de que la persona frente a él no era ninguna ilusión provocada por la resaca u otra cosa, aunque eso sólo incrementó su asombro.
Shun sintió un escalofrío recorrer su espalda, Hyoga no decía nada, ni siquiera parpadeaba, y su mirada era siempre la misma, no podía distinguir si estaba feliz o enojado de verlo. La urgencia de huir lo invadió, esto había sido claramente un error.
-Yo... Ami me dijo donde podía encontrarte...- explicó, pero el rubio seguía sin reaccionar. -Hyoga...- sin pensarlo mucho, tomó la mano del ruso, el Cisne se volvió para admirar el contacto de sus manos, era bastante real. Shun no supo como interpretar aquello y soltó su mano. Antes de continuar, suspiró, intentaba mantener el contacto visual, peor este iba y venía. -Sé que soy la última persona a la que quieres ver... pero yo... necesitaba verte y decirte... que...
No había palabras para explicar todo lo que sentía, quería y había hecho, al menos no en el pasillo, ni siquiera tenía la certeza de que Hyoga estaba escuchando. La respiración del japonés comenzó a agitarse, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Sabía lo que quería hacer, la necesidad de hacerlo crecía dentro de su pecho, sólo necesitaba mandar todo a volar y atreverse.
-Yo... ¡perdóname!
En un abrir y cerrar de ojos, Shun se lanzó hacia Hyoga y lo abrazó, fuerte y en medio del llanto. Sintió su aroma una vez más, el detergente de su ropa, la firmeza de sus músculos, la calidez de su cuerpo. Era como si nunca se hubieran separado, como si los últimos cinco meses hubieran sido un sueño.
-¡Me equivoqué! Yo... estaba confundido y no sabía... ¡Hyoga! ¡No quiero separarme de ti nunca más!
Poco a poco, los brazos firmes del rubio comenzaron a subir por la espalda de Shun. Aquel cuerpo, delgado pero fuerte, lo reconocía claramente, aunque estuviera bajo una gruesa capa de abrigos y suéteres. Ese aroma, dulce y peculiar, y la sensación de la pequeña nariz en su cuello. Era Shun. Verdaderamente era él. Estaba en su puerta, abrazándolo, pidiéndole que se quedara a su lado. Finalmente, Hyoga apretó su abrazo, se aferró al peliverde para compensar el tiempo perdido, y derramó unas cuantas lágrimas en contra de su voluntad.
-Te extrañé... demasiado.
La voz hizo que Shun se estremeciera, Hyoga estaba vivo y al parecer feliz de verlo. Se separaron para poder verse las caras, húmedas y rojas por el llanto.
-No debí irme así...- Antes de que Shun pudiera seguir hablando, Hyoga lo calló.
-No sigas.
Cygnus cerró la poca distancia que quedaba entre ellos y presionó sus labios contra los de Shun. Era como oxígeno, que llenaba sus pulmones de aire nuevamente después de tanto tiempo, sentía como la vida le regresaba al cuerpo y le devolvía la existencia. Aquellos labios, delgados y dulces, suaves en todo el sentido de la palabra, presionaban los suyos como solían hacerlo, como sólo ellos sabían hacerlo. Si la falta de aliento no lo obligara a separarse de ellos, no lo haría nunca.
Aquel beso fue lo único que necesitaban para arreglar las cosas y explicar los errores. El resto eran detalles. Detalles que hablarían con más tranquilidad después.
-¿Tienes dónde quedarte?- susurró Hyoga.
-Esperaba que contigo...- argumentó Shun, ambos rieron.
-Por supuesto.
Hyoga lo ayudó a instalarse —en su recámara, por supuesto—, le mostró el departamento y le comentó sobre su compañero de cuarto. Shun sonrió, era justo como en Palaestra.
Una vez que Andrómeda se instaló, se sentaron en la sala con una enorme y caliente taza de té, para Shun, y café, para Hyoga.
-Debiste llamarme, te hubiera ido a recoger al aeropuerto. Mi celular no ha cambiado. ¿Cómo llegaste?
-En taxi.- respondió Shun, soplando ligeramente a su bebida. -Ami me dijo que decirle al conductor, ¡parece que lo dije bien!- Hyoga sonrió. -No te llamé porque no sabía si querías verme. Pensé que sería más difícil rechazarme si aparecía en tu puerta.
-Jamás quise que te fueras, yo te habría seguido a Japón si me lo hubieras permitido.- los dedos del ruso se entrelazaron con los del peliverde. -Pensé en ir tras de ti, más de una vez.
-¿Por qué no lo hiciste?
-Me pediste espacio. Quería respetar tus deseos. Shunny, no hay nada más que quiera en este mundo que tu felicidad, y si tenerme lejos era lo que querías, entonces no iba a interponerme.
-La cosa es que, cuando estuviste lejos, me di cuenta que no quería vivir sin ti.
Hubo un pequeño silencio.
-¿Me equivoqué?
Shun negó con la cabeza. -Si hubieras ido por mí, así como estaba en ese entonces, te habría odiado. Fue mi decisión, estúpida, pero mía.
-Y...- Hyoga dudó en preguntar lo siguiente. -¿Cómo sigues?
Una pregunta vaga, pero ambos sabían a que se refería.
-Mejor. Gracias, patito.
Continuaron charlando por varias horas, poniéndose al corriente de los últimos meses. Shun pensó en sacar a flote a June y todo lo que había ocurrido con ella, pero prefirió no hacerlo, como Ikki le había dicho: las personas cometían errores, y él había cometido muchos últimamente, pero había arreglado las cosas con June, y Hyoga no parecía que fuera a importarle.
El Cisne hizo lo mismo, omitió sus episodios con Ami. Ella lo había perdonado, le había dicho que avanzara e incluso le había mandado a Shun. Tan inteligente y amable como era, si ella estaba de acuerdo, entonces no haría nada para sabotear su nuevo comienzo con él.
La plática fue interrumpida por la llegada de Isaak.
-¡Ya llegué! ¿Estás sobrio?- exclamó despreocupado, dejando las llaves sobre la mesa. Hyogra gruñó y Shun intentó reprimir una risa. -Oh...- fue la respuesta de Kraken al ver quien estaba en el sofá. -Hola... ¡Qué milagro!- saludó, confundido. -No sabía que vendrías...- Isaak miró a Hyoga en busca de una respuesta.
-Ni yo.- secundó Hyoga.
-Lo siento, debí avisar.- agregó Shun.
-¿Te quedarás aquí?
-Si no es problema...
-Sí. Conmigo.- contestó Hyoga.
-¡Genial!- respondió Isaak alzando ambos pulgares. No le molestaba la presencia de Shun, pero no tenía idea de que estaba sucediendo. -Hablamos más tarde.- dijo, antes de ir a su cuarto.
-Puedo ir a un hotel en lo que te arreglas con él.
-¿Qué? ¡Claro que no! No le importa, sólo no lo esperaba. Y supongo que le preocupa lo que pasará con él después.
Shun miró al rubio confundido.
-Tres en este departamento ya somos demasiados, amor.
-¿Lo vas a echar? ¡Es tu amigo!
-¿Recuerdas lo terriblemente difícil que era tener privacidad en Palaestra? ¿¡Quieres volver a eso!?
-Era un cuarto, Hyoga-chan. Esto es un departamento, tendremos privacidad en tu habitación.
-Habitación con paredes finas. No le gustará escuchar lo que vamos a hacer.
Shun se sonrojó, el Cisne sonrió pícaramente.
-Después de esta noche, no tendré que echarlo, se irá solo.
El japonés rió.
-Además, quiero iniciar de nuevo. Una nueva vida, solo contigo, Shun. ¿Estás de acuerdo?
El peliverde asintió con una sonrisa y depositó un beso en los labios del ruso.
-Te amo, Hyoga.
-Y yo a ti.
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* Это здесь - (eto zdyes) "Es aquí."
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