Espectros
El paso acelerado que llevaban las vidas de los nuevos Caballeros no disminuyó. En cuestión de días, sus escritorios se vieron repletos de papeleo pendiente y reportes preliminares y de investigación.
Las misiones no se hicieron más sencillas, pero la experiencia ayudaba poco a poco a su desempeño en el campo. Los cuatro parecían aprender rápido y agarrar el ritmo con facilidad.
Por otro lado, la fabulosa foto que Seiya tanto anhelaba tuvo que esperar un par de meses. La pandilla recibió una reprimenda por parte de Orphée de Lyra cuando este los pilló a la mitad de su sesión de fotos.
Fuera de los contratiempos propios y esperados del noble trabajo como Guerreros de Athena, sus vidas transcurrían sin novedad.
Una noche de octubre como cualquier otra, el Santuario dormía pacíficamente —a excepción de Aldebarán de Tauro, quien era el Santo de Oro en turno para custodiar los Doce Templos aquella noche, además de los guardias de seguridad nocturnos, Cassios incluido entre ellos.
El gigante heleno vigilaba con detalle su área designada; aunque no era el trabajo soñado, no quería decepcionar al Santuario ni a Shaina, daría lo mejor de sí en su labor, por intrascendente que esta fuera.
Notó movimiento en un arbusto cercano. Se puso alerta, normalmente eran palomas o ratas, pero aún así no dejaría pasar ningún detalle.
Su preocupación incrementó al percibir un Cosmo extraño. Extraño porque nunca había sentido uno igual. Era grande y aterrador, cada fibra de su cuerpo se alertó ante el peligro imninente que aquel Cosmo desprendía.
Su deber era intentar retenerlo y alertar a los demás, pero antes de que pudiera ver o hacer algo más, perdió el conocimiento.
Aldebarán iba de un lado a otro en su Templo, las guardias nocturnas eran de lo peor. Normalmente no había novedad alguna; eso era bueno, pero sólo hacía que el desgaste físico que aquella labor conllevaba fuera prácticamente en vano.
Sin embargo, la tranquila noche se vio interrumpida por un par de Cosmos oscuros.
Le habían advertido sobre algo así.
Cuando fueron investidos como Caballeros Dorados se les confió una alerta de seguridad de la que sólo los altos mandos tenían conocimiento.
Un alertamiento que no había sido requerido desde la Era del Mito.
El archienemigo de Athena.
Hades, Dios del Inframundo.
Un Dios que había codiciado la Tierra desde que Athena se entregó a ella.
Un Dios que había perfeccionado su estrategia después de haber visto a Poseidón y Odín pelear una Guerra Santa y fracasar en su cometido.
Para él no habría Acuerdos de Pélagos o Tratado de Æsir. No habría piedad o consideración alguna con los Guerreros de Athena. Su ejército no pasaría a formar parte de las filas de Athena como el de su hermano u Odín.
Un Dios que había deseado reencarnar, pero sus recipientes no habían logrado liberar su alma, hasta ahora.
Aún así, poco sabían los Caballeros Dorados sobre este tema. Lo único que el Consejo Galáctico les había dicho era que el ejército de Hades —llamados Espectros— intentaría una invasión al Santuario. De percibir un Cosmo peligroso, debían proteger las Doce Casas a toda costa y una vez que la situación estuviera contenida, alertar al resto de la organización.
Naturalmente, los once Templos restantes no estaban completamente abandonados. Cada Caballero Dorado dejaba una barrera —no tan poderosa como su presencia— que detendría a los enemigos por un momento, ayudando al Caballero en turno a defender el lugar y llamar refuerzos.
Aldebarán no tuvo que hacer mucho esfuerzo. Cuando los Espectros llegaron a la Casa de Aries, fueron detenidos por el Crystal Wall de Mū. Eso le dio tiempo a Tauro de bajar al primer Templo y rematar el ataque de Aries con el Great Horn.
El enemigo estaba lejos de ser derrotado, pero su repentina retirada fue suficiente para que el Santuario se preparara para lo que vendría.
El ejército de Hades había cumplido su misión: avisar al Santuario que estaban allí.
-Despierten al Consejo Galáctico y a Sailor Cosmos ¡de inmediato!- ordenó Aldebarán a los soldados rasos que habían llegado como refuerzos. -Yo me quedaré aquí por si se atreven a venir más.
En tiempo récord, los altos mandos del Santuario se reunieron en la casa de Athena.
-¿Están seguros de que eran Espectros?- inquirió Zoisite, un poco despeinado y desarreglado, no le hacía ninguna gracia que lo hubieran levantado en medio de la madrugada.
-¡Y cómo vamos a saberlo! ¡Jamás hemos visto uno!- espetó Nephrite. -Si Tauro dice que sí eran, yo le creo.
-Eso significa que Hades ha despertado.- agregó Sailor Cosmos tratando de preservar la calma.
-Eso ya lo sabíamos. Que los Espectros se hayan presentado era sólo cuestión de tiempo. El Santuario lo sabía y no hizo nada.- intervino Jadeite.
-¡Otra vez con eso!- exclamó Kunzite. -¡Creí que habíamos acordado que ya no hablaríamos más del tema!
Antes de que la pelea entre los miembros del Consjeo Galáctico se exacerbara, Saori llegó a la sala dónde se desenvolvía la reunión.
-¿Qué sucede aquí?
-Athena-sama, dos Espectros fueron vistos cerca de los doce Templos. Fueron ahuyentados, pero seguro volverán.- explicó Sailor Cosmos, saludando a Athena con una ligera reverencia y su puño derecho sobre su corazón.
-Debemos iniciar el protocolo de seguridad correspondiente.- añadió Saori, preguntándose internamente por qué no lo habían hecho ya.
Los altos mandos se miraron entre sí, dubitativos.
-Señora,- continuó Kunzite, -el protocolo está diseñado para entrar en vigor en cuanto se tengan las primeras pistas sobre la identidad del recipiente del Señor Hades.
-¿Y bien?
-Qué no sabemos quién es...
-¡Pamplinas!- vociferó Jadeite. -Perdóneme, Athena. Pero hay un sospechoso que todos aquí están dispuestos a ignorar.
-¡Qué no!- gritó Nephrite.
-No entiendo. ¿A qué te refieres?- preguntó Athena.
Sailor Cosmos suspiró y tomó la palabra. -Teníamos un sospechoso y llevamos a acabo una investigación. Pero el Patriarca determinó que la evidencia era circunstancial y no procedimos más con el asunto.
-Un error, claramente.- interrumpió Jadeite.
-¿Hay alguna posibilidad de que el recipiente haya logrado pasar desapercibido?- volvió a preguntar Saori.
-Es lo más seguro...
Sailor Cosmos fue interrumpida una vez más por Jadeite.
-Ninguna.- contestó tajante. -Athena, los dioses se caracterizan por un Cosmo gigantesco, mucho más grande y poderoso que el del más habilidoso de sus guerreros. Elevar el Cosmo es esencial para que el alma de un Dios despierte. Eso sólo se puede hacer en Palaestra. Si Hades despertó, entonces su cuerpo está aquí, y en los últimos años sólo ha habido una persona capaz de levantar semejantes sospechas, además del señor Julian y la señorita Hilda.
Athena lo meditó unos momentos. Las palabras de Jadeite parecían ser sinceras. En todo caso, era mejor pecar de precavidos.
-Xena, dijiste que la investigación no arrojó datos conluyentes.
-Así es, Athena.
-Pero sí arrojó algunos datos.
Sailor Cosmos meditó su siguiente respuesta. Odiaba el hecho de que posiblemente Jadeite hubiera tenido razón todo este tiempo.
-Lo suficiente para hacernos pensar que era Hades, señora.
Saori asintió. -¿Puedo saber quién es el sospechoso?
-Shun de Andrómeda.
Saori trató de mantener la compostura. Era imposible que Shun fuera Hades. Seiya jamás le había dicho nada sospechoso con respecto a su amigo. Incluso ella lo había tratado brevemente un par de veces; era un muchacho amable y de lo más agradable.
Ciertamente su pelea con Reda había dado muchos problemas al Consejo Galáctico; y aunque en ese entonces no estuvo involucrada en la investigación ni tenía idea del por qué de esta, lentamente comenzó a armar las piezas.
No quería hacerle pasar un mal rato a Shun, pero en estos momentos no era Saori Kido, la joven humana y novia de Seiya. Era Athena. La Diosa de la Guerra y la Sabiduría. La líder del Santuario.
Con determinación, agregó:
-Regístrenlo y asegúrense. Si los Espectros ya están aquí debe de haber más evidencia, ¿no lo creen?
Hyoga fue brutalmente despertado por un horroroso aporreo en la puerta de su apartamento.
-¿Qué rayos?- murmuró adormilado, mientras se levantaba torpemente y se dirigía a la entrada.
-¿Hyoga? ¿Qué es ese ruido?
Si Shun estaba despierto, entonces el barullo era infernal y lo suficientemente fuerte para sacar al peliverde de sus sueños.
-Si es Seiya lo mato.- gruñó el rubio.
Shun no tenía ganas de detener una riña; si de verdad era Pegaso, entonces se las tendría que arreglar solo. Aunque el ruido era tal que era alarmante.
Apenas Hyoga abrió la puerta, un grupo de soldados rasos ingresó al departamento.
-¡Manos dónde podamos verlas, péguense a la pared!
Mientras dos pares de soldados detenían a Cygnus y a Andrómeda, el Consejo Galáctico junto con Sailor Cosmos entraron en la vivienda.
-Registren todo el lugar, confisquen cualquier evidencia de un contacto sospechoso o indebido.- ordenó Jadeite, tan vehemente y tan seguro como si lo hubiera estado ensayando por meses.
-¡Qué demonios ocurre!- gritó Hyoga, no entendía nada y le molestaba la repentina intervención.
-¡Calla, Cygnus!- espetó Jadeite.
-Jadeite, cálmate. Despertarás a todo el edificio.- declaró Xena.
No obstante, ya era demasiado tarde para eso. Seiya y Shiryu estaban asomados en el umbral de su departamento, observando el alboroto.
Después de cerrar la puerta para tener más privacidad, Shun fue llevado a la sala, dónde fue interrogado por Sailor Cosmos, Zoisite y —naturalmente— Jadeite. Hyoga fue interrogado en la cocina por Nephrite y Kunzite. Al mismo tiempo, el grupo de soldados revisaba y revolvía las pertenencias de los Caballeros de Bronce.
-¿Tú amigo tiene comportamientos raros o erráticos?- preguntó Kunzite.
Hyoga lo miraba desafiante y se tomó su tiempo para responder.
-No.
-¿Habla solo? ¿Tiene cambios de humor violentos? ¿Se comporta hostil con los demás?- continuó Nephrite.
-Lo de hablar solo es de locos, lo demás suena a su hermano. ¿Seguros que no se confundieron?
-¿Ha contactado a alguien en las últimas semanas? ¿O salido a horas raras a caminar o algo parecido?- inquirió Kunzite nuevamente.
-Sólo a su padre y hermano, pero creo que eso no es un crimen, ¿o sí?
-¿Estás seguro de que eran ellos?
-¡SÍ!- Hyoga perdió los estribos. -¡Shun es perfectamente normal! ¡¿Por qué demonios me hacen estas preguntas?!
En la sala, las cosas no iban mejor.
Aunque eran tres personas encargadas de hacer las preguntas, únicamente Jadeite hablaba.
-¿Hablaste con alguien sospechoso acerca el Santuario?
-Es una pregunta muy rara, pero no.- Shun intentaba mantenerse sereno, pero el miedo e incertidumbre que sentía eran incomparables.
-No sirve de nada que lo niegues, sabemos que has estado en cosas turbias.
-Yo... no...
-¡Deja de mentir! ¡¿A quién le proporcinaste información sobre el Santuario?!
-¡Jadeite!- espetó Sailor Cosmos, inmediatamente después jaló al rubio del brazo. -Si sigues así haremos más mal que bien. Sigue siendo un asunto confidencial, mientras no tengamos pruebas contundentes debemos ser cautelosos.
Jadeite bufó, no quería desistir estando tan cerca.
Mientras Xena reprendía a Jadeite, Zoisite se encargó de seguir con el interrogatorio.
-Shun, no estás en problemas, ¿de acuerdo?- comenzó Zoisite con un poco más de tacto que su colega. -Sólo dinos si has frecuentado a ciertas personas además de tus conocidos.
Shun lo miró agotado. -¿Por qué no lo entienden? No he hecho nada.
-Cualquier cosa fuera de lo normal.- insistió Zoisite. -Recuerda que estamos registrando tu apartamento, si no nos lo dices de todas formas lo encontraremos. Será mejor para ti si nos ayudas.
-¿Qué están buscando?
Antes de que Zoisite pudiera responder, un soldado se aproximó a ellos y negó con la cabeza.
-¿Nada?- preguntó Sailor Cosmos preocupada; no tanto por el hecho de que Hades seguía suelto y en un cuerpo desconocido, sino porque ahora tendrían que explicarle todo a los Caballeros de Cygnus y Andrómeda.
Jadeite quedó mudo, desde que sintió el poderoso Cosmo de Shun estaba seguro de que era Hades. ¿Por qué seguía fallando? ¿De verdad no era él?
-Una disculpa.- declaró Sailor Cosmos, aunque sabía que aquello no era suficiente para compensar su comportamiento. -Les pedimos de la manera más atenta que no comenten nada sobre el asunto, por favor.
-Con riesgo de Corte Marcial si hablan de ello.- remató Jadeite.
Hyoga resopló enfadado y Shun únicamente asintió ligeramente y desvió la mirada al suelo.
Cuando todos se fueron, Andrómeda y Cygnus se quedaron solos en completo silencio, en medio de su departamento desordenado.
-¡¿Qué diablos les sucede?!- exclamó Hyoga, adimrando el desastre que era su apartamento.
Shun se desplomó en el sofá. Estaba exhausto y tenía sueño, se sentía ultrajado y decaído. Sin ninguna prueba o razón el Santuario había irrumpido en su hogar a desbaratar todo, tratándolo como a un criminal sin motivo alguno. Y encima de todo, no podía presentar ninguna queja.
-Ahora nosotros tendremos que limpiar. ¡Idiotas!- después de su berrinche, Hyoga se sentó al lado de su novio.
-No lo entiendo...- susurró Shun débilmente. Aunque había salido impune de lo que fuera que se le acusaba, la invasión a su privacidad estaba hecha.
-Están locos. Ni ellos se entienden.- agregó Hyoga con firmeza. Parecía que él estaba más enfadado que Shun.
Sin más, el peliverde se arrojó al pecho de su novio; quería llorar y gritar, jalar a Jadeite por los pelos y arrastrarlo de vuelta a su departamento para que pusiera cada cosa en su lugar. Tenía tantos sentimientos explotando en su interior, y lo único que los apaciguaba era el reconfortante abrazo de Hyoga. Su olor, sus caricias y su presencia.
-Mañana será un nuevo día, conejito. No te preocupes. Descansa.
Shun no le había dicho nada, aún así, Hyoga había parecido entender a su novio a la perfección.
Después de unos minutos, ambos Caballeros se quedaron profundamente dormidos en el sofá.
A la mañana siguiente, Seiya salió a tomar aire fresco y a conseguir algunas cosas para el desayuno.
En el estacionamiento, muy cerca de la salida de la residencia, se encontró a Aioros, vestido con su Armadura.
Primero, la "invasión" al apartamento de sus amigos; ahora, Aioros vestido con su Armadura en una mañana de domingo. Algo no andaba bien.
-¡Seiya!- saludó el Santo de Oro al ver al moreno aproximarse. -¿Qué te trae por aquí?
-¡Podría decirte lo mismo! Sabes que es domingo, ¿no?
Aioros rió. -Lo sé. Pero recibimos un llamado de Sailor Cosmos y debemos atender. Ya sabes, gajes del oficio.- explicó, guiñando un ojo al final.
-¿Tiene que ver con la inspección aleatoria de anoche?
Aioros frunció el ceño. -¿Qué cosa?
-¡Sí! Ayer llegaron unos soldados rasos junto con el Consejo Galáctico a hacer inspecciones sorpresa a algunos departamentos- explicó Seiya. -Bueno, creo que eran sorpresa porque yo no tenía idea.
-¿Te inspeccionaron?- preguntó Aioros cruzándose de brazos.
-A mí no, pero a Hyoga y a Shun sí. ¿No lo hicieron en tu edificio?
Aioros lo miró un momento y luego negó con la cabeza. -Pero seguro puedo averiguar una cosa o dos en esta reunión.
Seiya sonrió. -¿De verdad? ¡Sería genial!
Aioros le devolvió el gesto. -En fin, el deber llama.- dijo continuando su camino hacia la salida, pero antes de dar otro paso se volteó. -Seiya, ¿qué otros departamentos registraron?
-De mi piso, ningún otro. Pero le preguntaré a Marin.
-No.- intervino inmediatamente Sagitario. -Yo le pregunto a Aioria ahora que lo vea en la reunión.
En la Cámara del Patriarca Sailor Cosmos se reunió con los Caballeros Dorados.
-Gracias por venir, lamentamos hacerlos venir en domingo, pero era necesario.- explicó Xena. -Ayer, unos Espectros fueron avistados en el Santuario.
Los Caballeros Dorados intercambiaron algunas miradas sorprendidas y confusas, todos habían oído sobre el ejército de Hades, pero jamás creyeron verlo en acción algún día. Todos excepto tres: Aldebarán de Tauro, pues él los había visto con sus propios ojos; Aioros de Sagitario, sabía que algo andaba mal cuando Seiya le dijo sobre la supuesta 'inspección aleatoria'; y Aphrodite de Piscis, el hombre había tenido un extraño presentimiento desde hacía un poco más de tres años, un presentimiento que con el tiempo se hacía cada vez más alarmante.
-Fue muy fácil derrotarlos, asumimos que su misión no era atacar o invadir el Santuario, sino advertirnos que están aquí.- Sailor Cosmos suspiró, para tomar aire y dejar que los Caballeros asimilaran todo lo que acababa de decir. -Como saben, la aparición de Espectros significa que Hades ha despertado. Por eso, se implementarán medidas de seguridad en todo el Santuario. Todas sus misiones serán canceladas, deberán permanecer en sus Templos en todo momento hasta nuevo aviso.
Ninguno de los Caballeros respondió. No tenían nada que decir; quizás algunas objeciones por las largas jornadas de trabajo que les esperaban, pero no había nada que pudieran hacer al respecto.
El silencio fue roto por el Santo de Piscis.
-¿Saben dónde está Hades? O... ¿quién es?- preguntó el Santo de Oro, fingiendo demencia, pues sus preguntas estaban perfectamente formuladas para aclarar lo que le venía molestando desde hace tiempo.
Desde cierto combate en la Casa de Psicis.
Aioros frunció el ceño ante el tono peculiar de Aphrodite.
-No.
La respuesta de Sailor Cosmos desconcertó al sueco.
-¿Hay sospechosos?- continuó Aioros. Piscis lo miró, ¿acaso él también sabía algo?
-Ya no.
-¿Qué quiere decir con "ya no"?- intervino Shaka.
Xena respiró hondo antes de responder, no estaba orgullosa de sus acciones.
-Teníamos un sospechoso. Lo investigamos y revisamos apropiadamente.
Aioros comenzó a conectar las piezas. Seguro que tenía algo que ver con la inspección en plena madrugada al departamento de los amigos de Seiya.
-Andrómeda. ¿No es así?
Las miradas de todos se posaron sobre Aphrodite. Shaka y Saga parecieron realcionar las palabras del Santo de Piscis con la extraña cacería que Jadeite había encabezado algunos meses atrás.
Aioros lo miró extrañado. Con la información que Seiya le había dado podía reducir los sopechosos a dos: Hyoga y Shun. Él se habría decantado por el ruso, su mirada fría y comportamiento huraño podían ser indicios de algo más, pero... ¿Shun? Ni en un millón de años se lo habría imaginado. Aún así, Aphrodite lo había señalado sin duda alguna.
-Así es.
Por un momento todo cobró sentido para Aphrodite, Saga y Shaka.
-Pero no es él.- las palabras de Sailor Cosmos devolvieron el ceño fruncido al rostro de Piscis. -Lo investigamos a fondo. Está limpio.
Un silencio incómodo se apoderó de la habitación. Luego, Salior Cosmos continuó:
-Indagaremos más entre los alumnos de Palaestra. Quizás se encuentre entre los estudiantes de nuevo ingreso. Por el momento vayan a descansar. La guardia de tiempo completo comenzará mañana a primera hora. Pueden retirarse.
El lunes al mediodía, Aioros se escabulló de la Casa de Sagitario al edificio de oficinas del Santuario, donde Seiya trabajaba.
Pegaso estaba en su escritorio, a punto de entregar unos reportes, cuando Aioros los interceptó.
-¡Hey! ¿Averiguaste algo?
Sagitario lo tomó del brazo y lo jaló a un rincón.
-No tengo mucho tiempo.- le dijo en voz baja, casi susurrando. Seiya se desconcertó ante el comportamiento del Santo Dorado.
-¿Qué sucede?
-La inspección sopresa de la que hablaste. No estaba planeada y tampoco fue aleatoria. Registraron únicamente el departamento de tus amigos.
-¿Pero, por qué?
Aioros suspiró. No había manera fácil de decirlo, así que sólo lo escupió.
-El Santuario piensa que Shun es Hades.
El rostro de Seiya se descompuso de un momento a otro.
-Eso... es imposible...- murmuró Seiya, soltando una risa burlona. -Lo conozco de toda la vida. Se equivocan, no es él.
Aioros lo miró con detenimiento, la rotunda negativa de Pegaso parecía más un esfuerzo por no aceptar la verdad que una confesión sincera.
-Sí, bueno... la evidencia parece respaldarte, Seiya.- agregó Aioros, no muy convencido. -Una cosa más. Esta información es clasificada y confidencial. No le digas a nadie sobre lo que te acabo de decir. Ni a tus amigos, ni a tu hermana, ni a Shun. Sobre todo a Shun. ¿Está bien?
En el tiempo que Seiya conocía a a Aioros, había probado ser un sujeto divertido y agradable, esta era la primera vez que lo veía serio y —se atrevería a decir— preocupado.
Con la misma seriedad que las palabras del Caballero de Sagitario, Seiya asintió.
-De acuerdo.
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