Decisión

Shun volvió a sus actividades regulares, todo parecía ir de maravilla con  el traumático evento del Inframundo finalmente en el pasado; salvo una que otra mirada curiosa que el Cabllero de Andrómeda recibía de vez en cuando en el trabajo, no obstante, Shun aparentaba no darles importancia alguna.

Los altos mandos del Santuario también sentían un peso menos sobre sus hombros. El asunto de Hades estaba bajo control.

Seiya y Shiryu estaban felices de que su amigo estuviera completamente recuperado y volviera a ser el de antes.

El único que notaba que algo andaba extraño con Shun, era Hyoga. El comportamiento que había mostrado durante su recuperación continuaba, pero por más que el ruso intentaba indagar qué sucedía, el peliverde se cerraba y aseguraba que todo estaba perfecto. Cada vez que Hyoga le preguntaba si estaba bien sentía que Shun se alejaba más y más de él, y lo peor era que no podía hacer nada al respecto. Se repetía a sí mismo que solo necesitaba dejar que Shun fuera hacia él voluntariamente, darle tiempo, demostrarle que estaba dispuesto a esperar cuanto fuera necesario y que podía confiar en él.

Seguían durmiendo en la misma cama, pero hacía semanas que no tenían ninguna clase de intimidad. Únicamente besos cortos y caricias, pero cuando Hyoga intentaba llegar más lejos Shun respondía:

-Hoy no, patito.

Ni hoy ni nunca más, al parecer.

Shun tomaba largas duchas, más largas de lo normal. A Hyoga le ponía los pelos de punta que tardara demasiado. Había momentos en los que no se escuchaba ningún ruido, ni el agua correr ni al japonés chapotear; entonces el rubio tocaba a la puerta, preguntando si Shun necesitaba algo. A veces tardaba en responder, y el corazón del Cisne se detenía durante esos segundos, pero siempre contestaba:

-No, gracias. Salgo en un momento.

Era el único momento del día en que Shun se encontraba completamente solo. En el que daba rienda suelta a sus pensamientos y sentimientos.

Se miraba en el espejo, y por más que trataba de verse a sí mismo como antes, le era imposible. Sus ojos se dirigían inconscientemente hacia el medallón que colgaba de su cuello. Odiaba verlo ahí, recordándole siempre lo que había sucedido. Lo que era ahora. Lo que siempre había sido.

¿Alguna vez lograría mirar su reflejo con normalidad de nuevo?








Atenas, Grecia, mayo 2012.

A principios de mes, a los 'nuevos' guerreros se les informó que a finales de junio se completaría su año de servicio obligatorio en Atenas. Con esto, su formación como Guerreros de Athena estaba cien por ciento completada.

A cada uno de ellos se les entregó un formulario, en el que deberían elegir la ciudad donde prestarían sus servicios de ahora en adelante.

Solicitud de cambio de residencia.

Título del solicitante:
División:
Rango:

País actual de residencia:
País al que solicita la residencia:

* Verifique que su selección sea válida. Si el Santuario no cuenta con oficinas en el territorio de su elección se le notificará por correo y la presente solicitud quedará anulada. Es importante recalcar que las oficinas del Santuario se encuentran en la ciudad capital del país elegido, por lo que se le insta al solicitante tomarlo en consideración. Esta solicitud sólo es vigente en el momento de su entrega en la oficina correspondiente y durante los meses de junio y diciembre para ser efectiva a partir del mes consecutivo pertinente.

-Los cambios de locación se pueden solicitar dos veces al año, en junio y diciembre. Si no envían su forma durante el mes de junio no podrán trasladarse a su país de preferencia hasta enero del año próximo.- explicó la mujer encargada en una reunión improvisada con la generación del 2011.

El Santuario tenía oficinas en la capital de 195 países, todos con una residencia similar a la de Atenas, aunque mucho más pequeña. El Santuario proporcionaba el alojamiento perfectamente amueblado y acondicionado con las necesidades básicas, además, se encargaba de tramitar las visas de trabajo u otro documento migratorio que el guerrero pudiera requerir; lo único que el individuo tenía que poner era el boleto de avión.

El idioma tampoco era impedimento, para la vida cotidiana y social tal vez, pero en la cuestión laboral, todos los integrantes del Santuario hablaban inglés y griego.

Todo aquello era, quizás, el mayor atractivo de la institución, uno al que Palaestra apelaba a menudo para atraer aspirantes.

La pandilla se reunió en el pub de siempre después de haber recibido las formas.

El motivo estaba claro, y las respuestas podían adivinarse fácilmente también. Era simplemente una rutina que tenían, para dejar todo dicho. Y en el caso de Seiya, Shiryu y Shun, una decisión que tendría un enorme impacto en sus vidas: su inminente separación.

Los cuatro contemplaron sus cervezas por unos momentos, preparándose mentalmente para externar su decisión o escuchar la de los demás.

-Y bien...- Seiya finalmente se atrevió a hablar. -¿Qué decidieron, chicos?

Shiryu respondió primero. -Iré a China. He querido ir allá desde la secundaria. Por fin cumpliré ese sueño.- Dragón sonrió satisfecho. Sabía que ninguno de sus amigos lo seguiría allá, pero su emoción era más grande que su nostalgia.

-Omedetō, Shiryu-kun!- expresó Shun con una ligera sonrisa.

-¿Y tú?- preguntó Shiryu a Seiya.

-Me quedaré en Atenas, chicos. Saori y mi hermana están aquí, entonces... será mi hogar también.

Hyoga sonrió melancólicamente ante la respuesta tan natural de Pegaso. Para Seiya y Marin, vivir en Atenas era casi obvio, pues sus almas gemelas residían ahí.

No podía decir lo mismo de él y Shun, no habían hablado del tema en absoluto, o de nada en realidad. Y a esas alturas, no estaba seguro si Shun quería seguir con él.

-¿Qué hay de ti, Hyoga?- continuó Shiryu.

-Pensaba en regresar a Moscú. Extraño mi casa. Aunque tenga que soportar la ira de mi papá.- respondió el ruso después de meditarlo unos segundos.

-Supongo que irás con él, ¿no, Shun?- argumentó Seiya. Shun se mostró desconcertado por la repentina pregunta.

-Yo... aaaa... bueno...- balbuceó, mientras su ojos bailaban entre su vaso de cerveza y Hyoga. -Yo no...

-Aún lo estamos platicando.- mintió Hyoga, tomando la mano de Shun.

El peliverde fingió una sonrisa y asintió. Seiya y Shiryu parecían haberse tragado la mentira del rubio.

De regreso en su departamento, Hyoga sintió la necesidad de aclarar las cosas con su novio.

-Shunny, yo... lamento haber decidido esto sin consultarte.

-¿Eh?- Shun desvió su mirada de la ventana y miró a su novio, tratando de retomar el hilo de la conversación.

-Pensé... que estarías molesto por que les dije a los chicos que regresaría a Moscú.- explicó Hyoga, sentándose a su lado en el sofá. -No hemos hablado del tema pero... si no quieres venir a Moscú conmigo, podemos ir a Japón o quedarnos aquí si lo prefieres. No he enviado la forma todavía.

Shun lo miraba atentamente. Era mucha información que digerir, y en su estado perdido le tomaba el doble de tiempo reaccionar. Sólo pudo absorber una cosa: Hyoga estaba seguro que a donde fuera uno le seguiría el otro.

Únicamente asintió con lentitud y sonrió.

-Claro, Hyoga-chan.

El Cisne ensanchó los labios, era la primera vez que Shun se refería a él de sea manera nuevamente.

Había esperanza.








Los días continuaron sin detenerse. Shun continuaba indeciso, aunque no se detenía a pensar en el asunto muy a menudo. Ambos Caballeros no volvieron a tocar el tema, Hyoga iría a donde Shun quisiera, solo aguardaba el momento en que este último le comunicara su decisión.

Sin embargo, al notar los días pasar sin novedad, el Cisne envió su solicitud de todas formas. No quería presionar a Shun, pero ya era junio y el peliverde no decía nada en absoluto. Si Andrómeda cambiaba el destino de último momento, simplemente enviaría la forma otra vez.

Mientras tanto, Seiya y Selene organizaron una última salida con los amigos de ambos. En el mismo pub, para celebrar su amistad y cerrar ese ciclo en el mismo lugar donde se conocieron en un principio. A Shun no le encantaba la idea, desde el asunto de Hades, no disfrutaba las salidas en grupo como antes.

Un día en la oficina, June se acercó muy vivaracha a Shun.

-¡Shun-chan! Acabo de colgar con mi papá. Dijo que encontró una promoción en Japan Airlines, dos boletos al precio de uno con el mismo destino. Quiere saber si vas a regresar a Tokio para aprovechar la oferta.

Shun suspiró ruidosamente. Estaba cansado de que le preguntaran que quería hacer. Lo que quería de verdad era desaparecer.

-Aún no lo sé, June-chan.- respondió desganado.

-¿No lo sabes? Shun... a junio le quedan dos semanas, creo que deberías empezar a pensar en esto, ¿no te parece?

Shun resopló y fingió una sonrisa.

-No te preocupes por eso, June-chan. Te avisaré para que le digas a tu padre.

El resto del día, el Caballero de Andrómeda tuvo que sopesar sus decisiones de vida. Por más que quisiera, no podía poner todo en pausa; además, no era justo para Hyoga tenerlo esperando al filo del asiento. Necesitaba decidir a donde iría, aunque fuera algo provisional. Un lugar donde pudiera comenzar de nuevo. Lejos de todo lo que le evocara su nueva situación. Un lugar donde las cosas fueran sencillas, como antes.

No podía ponerle pausa a su vida como tal, pero había una forma que podría servir a sus propósitos.








Esa noche fue de las peores que Shun había tenido. La misma pesadilla se repetía una y otra vez en su cabeza como un película de horror. Eso sucedía con frecuencia desde que le habían dado de alta en el hospital, sin embargo, esa noche parecía afectarle más.

¿Qué sucedería si el medallón fallaba?

¿Que pasaría si alguien intentaba robarlo en el metro o en la calle pensando que era una fina joya?

¿Que haría si lastimaba a sus amigos de nuevo?

Era demasiado.

Prefirió esperar el alba despierto. Tal vez aprovecharía para darle un par de vueltas al asunto de la nueva residencia.

A la mañana siguiente, Shun fue a la cocina a preparar el desayuno, completamente privado de sueño y con mil problemas en la cabeza. Intentaba concentrarse pero la pesadilla de la noche anterior seguía invadiendo sus pensamientos.

Distraído, el cuchillo con el que picaba los vegetales cortó su mano por accidente.

-¡Ay!- Shun soltó el utensilio de repente y ahogó un grito, admirando como la sangre escurría por la palma de su mano.

Hyoga fue inmediatamente a la cocina, para ver si su novio necesitaba ayuda. Estaba tranquilo, observando su mano izquierda. El Cisne se acercó y al admirar el líquido rojo que escurría por el antebrazo de Andrómeda, entró en pánico.

-¡Qué pasó!- exclamó, tomando la mano herida de su novio para observar mejor la cortada, así como un trapo para detener el sangrado.

-Me corté con el cuchillo.

Hyoga miró la palma ensangrentada y enseguida fijó los ojos en su novio.

Shun lo notó y quizás adivinó lo que pasaba por la cabeza del rubio.

-No lo hice a propósito, si es lo que piensas.- respondió secamente.

El Cisne lo contempló unos segundos más.

-¿Lo prometes?- dijo finalmente.

-¡Hyoga! ¡Por favor!- gritó Shun, casi ofendido por la insinuación. Liberó su mano bruscamente de la de su novio y se dio la media vuelta.

El ruso caminó detrás de él, tomando su brazo para que no se alejara más.

-¡Es que ya no sé qué pensar, Shun! ¡No se qué pasa por tu cabeza últimamente!

-Nada de eso. Todo está bien.- argumentó el peliverde, más tranquilo.

-¡No está bien!- Hyoga se acercó y tomó el rostro del japonés entre sus manos. -¡Háblame, mi amor!

Andrómeda quitó las manos de su novio, aguantando el llanto.

-No puedes hacer nada. En esto no puedes ayudarme.

Shun, decidido, siguió su camino hacia el baño para limpiar la herida, y aprovechó para dar rienda suelta a sus lágrimas.

La constante preocupación del ruso lo sofocaba; claro que no podía culparlo, de haber estado en su lugar seguro reaccionaría igual.

Necesitaba espacio desesperadamente. Espacio y tiempo fuera. Si quería sanar tenía que hacerlo a su modo y ritmo.








La noche de la reunión finalmente llegó. La próxima sería la última semana que todos estarían juntos en Grecia; algunos se quedarían, otros volverían en unos años, mientras que unos cuantos no volverían jamás.

La odisea de cinco años finalmente llegaba a su fin.

Las risas y charlas inundaban el pub que los había visto conocerse y crecer, en momentos de felicidad y de tristeza, en celebraciones y despedidas.

-¡Ziyi-chan! ¡Promete que cuidarás de Shiryu en China! Su chino es horroroso, seguro que nadie le va a entender cuando llegue.- bromeó Seiya mientras bebía de su cerveza.

-¿Ya empacaron?- preguntó Mina. -¡Yo nada!

-¡Voy a extrañar el clima!- exclamó Selda.

Por unos momentos, Shun olvidó todos los problemas que le acongojaban. Reía y hablaba como solía hacerlo, quizás la idea de estar con aquel grupo una última vez le ayudaba a disfrutar la reunión.

Después de un rato, decidió retirarse. Ya era suficiente convivencia por una noche, sin mencionar que tenía que empacar.

Se levantó de su asiento, Hyoga lo miró con curiosidad.

-¿Ya te quieres ir?- preguntó el rubio, buscando su abrigo con la mirada.

Shun negó con la cabeza. -Tú quédate. Me adelantaré, estoy cansado.

-¿Seguro?

-No te preocupes, patito.- Andrómeda depositó un beso en la frente de su novio y comenzó a despedirse de los demás.

Sabía que los vería a todos a lo largo de esa última semana, pero no volverían a reunirse de esa manera; aunque simbólica, aquella era la despedida definitiva.

A excepción de Seiya, Shiryu y Hyoga —a quienes seguiría viendo hasta que partieran en el aeropuerto— a quien extrañaría más de aquel grupo femenino sería a Mina. Había conectado con la muchacha a lo largo de los cuatro años en Palaestra, y su lazo se había fortalecido durante su último año de estudios.

Se despidió de la rubia y emprendió su camino a casa.








Apenas llegó a su apartamento, comenzó a empacar. Sus movimientos rápidos y poco precisos daban la impresión de que quería terminar antes de que alguien lo descubriera.

Al cabo de un par de horas, Hyoga llegó.

El caos se había adueñado de la sala, con cajas, bolsas y maletas por doquier.

Aquella actividad no era ninguna novedad, si Shun iba a dejar Grecia tenía que hacerlo tarde o temprano. Sin embargo, su destino seguía siendo un misterio para el Cisne.

La última vez que hablaron del tema, habían quedado en que Shun tendría la última palabra, que Hyoga lo seguiría a donde él quisiera.

No se quedaría en Atenas, eso era seguro. Quedaban dos opciones: Rusia o Japón.

El peliverde no le había dicho nada en absoluto. Sabía que su decisión preliminar era Moscú, si había cambiado el destino entonces tendría que haberle avisado.

Eso dejaba una opción.

A Hyoga se le aceleró el corazón y le brillaron los ojos.

-¡Vaya! Veo que estás ocupado.- exclamó el ruso al ver que Shun salía de la habitación con un montón de ropa mal doblada en las manos.

El japonés se sobresaltó, no había escuchado a Hyoga entrar.

-Hy-Hyoga...

El Cisne avanzó hacia él. Shun puso la ropa en el sofá y se llevó una mechón de cabello detrás de la oreja. Al rubio le dio mala espina su comportamiento.

-Entonces... supongo que esto significa que nos vamos de Grecia... ¿no?

La mirada de Shun bailó por la desastrosa estancia, luego asintió con la cabeza.

-¿Debo decirle a mi madre que compre dos boletos a Moscú?- preguntó con cautela, sujetando las manos de Shun.

No se podía decir quién estaba más nervioso.

Andrómeda lo contempló unos segundos, luego suspiró.

-Yo... regresaré a Tokio.

El corazón del Cisne se detuvo abruptamente.

-Oh... ¡de acuerdo! Entonces, le avisaré a mamá y cambiaré mi solicitud...

-No.- interrumpió Shun.

El rostro de Hyoga se tensaba cada vez más. Lo peor estaba por suceder.

-Regresaré a Japón. Solo.








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Holaaa!!!

Como están? 😃

Me alegra mucho que sigan por aquí 😄 y me alegra más notar que están emocionados por saber qué sigue en esta historia. Vi que algunos dejaron sus teorías y esperanzas para los próximos capítulos ☺️

De verdad espero que lo que venga cumpla sus expectativas y sea de su agrado.

Muchas gracias por leer! 💕

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