Cygnus
Hyoga aguardaba impacientemente la llegada de sus padres en el aeropuerto. Shun había insistido en acompañarlo pero el rubio se negó, quería un tiempo a solas con sus padres antes de presentarles a Shun y encender la mecha de una bomba que seguro explotaría violentamente en cuestión de segundos.
Bloqueó todos sus pensamientos al instante, sus padres caminaban hacia él saludando con la mano en alto. Hyoga fingió su mejor sonrisa y los alcanzó.
-¡Hyoshka, mi amor!- saludó su madre cuando se encontraron, llenando a su bebé de besos. -¿Cómo va todo, corazón?
-Bien, mamá, gracias. Qué gusto verte.- respondió sonriente.
-¿Preparado?- preguntó Kirill, al hombre se le notaba inusualmente sonriente y... ¿orgulloso?
Hyoga frunció el ceño e internamente entró en pánico, asintiendo lentamente con la cabeza.
Su padre jamás había aprobado sus decisiones de vida, ahora estaba ¿emocionado de que hubiera llegado tan lejos? Seguramente Natasha había tenido una larga conversación con él antes de llegar, o quizás Kirill Stepanovich había finalmente aceptado la carrera que su hijo intentaba perseguir. En cualquier caso, la presión que Hyoga sentía solo aumentó, en ninguno de esos posibles escenarios era prudente arrojarle a su padre la noticia de otra decisión poco ortodoxa que el hombre seguro consideraría reprochable.
Para bien o para mal, la pandilla se encontraba fuera ese domingo. Seiya había salido con Saori para una celebración extendida por su gran logro; Shiryu se había enclaustrado en el gimnasio con Marina Drago, aunque la chica era perfectamente capaz de derrotar a cualquier enemigo, le había insistido al Caballero de Dragón que la ayudara a entrenar para su Batalla Final; finalmente, Shun había salido con Mina y June a celebrar que los tres habían pasado sus pruebas con éxito, Mina le había ganado a Erda en el combate por el Cristal de Venus, y June había derrotado a Reda en el combate por la Cloth de Chamaeleon —Rinaldi se enfrentaría a Spica el martes siguiente por la Cloth de Cassiopeia—. De ese modo, Hyoga pudo posponer la gran noticia un día más.
Lunes 23 de mayo de 2011.
Hyoga se levantó temprano, desayunó y se preparó para salir a correr.
Vio fugazmente a Shun en el desayuno, quien le dio todo su apoyo e intentó tranquilizar a su novio, quien era un manojo de nervios por diversas cosas.
A las 11:00, una hora antes del combate, Hyoga llegó a los vestidores.
Camus ya lo esperaba ahí, listo para darle los toques finales a su tutoría.
-Relájate. O saldrá peor.- declaró fríamente el Santo de Acuario. Aunque Hyoga disfrutaba de un tacto amoroso y gentil —como el de su madre y novio—, las expresiones frías y serias las tomaba de manera positiva; quizás porque había crecido con las distantes muestras de afecto de Kirill, o porque él mismo se portaba de ese modo, entonces entendía mejor que nadie que detrás de toda esa seriedad y actitud altiva había una muestra de afecto que traía consigo las mejores intenciones.
Hyoga respiró hondo y asintió.
-Si sigues tu entrenamiento y haces caso a todo lo que te dije, ganarás sin problema. Te lo prometo.
Hyoga esbozó media sonrisa. Había admirado a Camus desde el primer momento en que lo vio luchar por la Armadura de Acuario en el Torneo Galáctico, después había pasado a odiarlo por completo tras su pequeña travesura en la Casa de Libra; ahora el respeto que sentía por el Caballero Dorado se había incrementado, desarrollando además un poco de afecto, que a juzgar por la mirada de Camus, era recíproco.
-Gracias, maestro.
Camus sonrió tanto como pudo ante las palabras de Hyoga. Inmediatamente después, la pandilla acompañada de Isaak ingresó en los vestidores.
-¡Suerte, Hyoga!- exclamó Shiryu, dándole un par de palmadas en la espalda. -Lo harás bien.
-¡Sí!- secundó Seiya. -Tu oponente ha pasado desprecibido estos cuatro años, no creo que empiece a dar problemas ahora.
-Acábalo, Hyosha.- concluyó Isaak, apretando amistosamente el hombro del rubio.
Shiryu notó que Shun deseaba un tiempo a solas con su novio, para poder darle ánimos como era debido.
-Iremos a buscar los lugares.- agregó Dragón, jalando a Seiya a la salida.
Hyoga suspiró, nada podía quitarle los nervios, más que la hermosa sonrisa del peliverde.
-No te preocupes, Hyo-chan, todo saldrá bien.- le dijo Andrómeda con tono suave, a la vez que tomaba las bronceadas manos del rubio entre las suyas.
-Es difícil, todo depende de mí.
-¿Eso qué significa?- inquirió entre risas el japonés.
-Tiendo a echar a perder las cosas.- añadió el rubio, soltando una risa nerviosa.
Shun rió y negó con la cabeza.
-Pero logras arreglarlo después. Eso es lo importante.
Shun comenzó a acercarse a los labios de Hyoga para plantarle un beso, pero antes de que pudiera alcanzarlos el ruso retrocedió.
-¡Mamá!- exclamó Hyoga apenas notó la presencia de sus padres.
Shun sonrió, deseaba conocer a la madre de Hyoga, quien no hacía más que hablar maravillas sobre ella.
Contrario a la emoción del peliverde, el ruso se puso más ansioso de lo que ya estaba. Shun y sus padres tendrían que conocerse en ese momento.
-¡Buena suerte, mi amor! Estoy segura de que lo harás maravillosamente.- declaró Natasha, abrazando a su hijo.
Shun fue obligado a retroceder.
-¡Tú puedes, Hyoshka!- agregó Kirill. Su extraña actitud positiva seguía poniéndole a Hyoga los pelos de punta.
Cuando el abrazo padre e hijo terminó, las miradas de ambos progenitores se posaron sobre el hermoso chico japonés.
Un silencio incómodo sumió al pequeño grupo, esperando a que Hyoga reaccionara. Como el rubio no lo hacía, Shun carraspeó un poco para llamar su atención.
-¡Claro!- gritó Hyoga, asustando un poco a su madre. -Mamá, papá, él es Shun.- siguió con voz temblorosa. No tenía la menor idea de lo que diría a continuación. -Mi... amigo...
A Shun casi se le cayó la cara cuando escuchó a su novio. Hyoga le había mostrado muchas veces que no se avergonzaba de su sexualidad ni de su relación, aunque ciertamente jamás lo había mostrado frente a su familia.
De todos los caminos que el rubio pudo haber tomado, ese sin duda fue el peor. Hyoga lo sabía, pero no tenía ni ganas ni tiempo de contarle a sus padres la verdad.
Simplemente no era el momento adecuado. Seguro que Shun lo comprendería.
Excepto que no.
El peliverde forzó una sonrisa y saludó, primero a Natasha y luego a Kirill, después se volvió hacia Hyoga y con una mirada poco amistosa le dijo: -Suerte... amigo.
Mientras los padres de Hyoga se quedaban en los vestidores un rato más —para darle ánimos a su retoño y llenar de halagos a su maestro— Shun se dirigió a las gradas refunfuñando.
Cuando llegó, se sentó de sopetón a lado de Shiryu, soltando un suspiro por demás ruidoso.
-¿Qué ocurre?- preguntó Dragón confundido.
-Los padres de mi amigo Hyoga llegarán en cualquier momento, así que no digan nada, ¿está bien?- replicó irritado Shun. -Aunque, la verdad, me da igual.- Seiya y Shiryu comprendieron perfectamente el mensaje y luego de unos minutos de incomodidad, los padres del susodicho llegaron.
-El combate por la Cloth de Cygnus dará inicio. ¡Por favor, reciban a Serenity Xenakis, directora de Palaestra!
Camus llegó justo a tiempo al lugar que Milo le había reservado. En esta ocasión, la travesura de Saga —que a estas alturas ya era más como una tradición— tendría que llevarla a cabo alguien más.
La directora dio su usual discurso de inicio, para luego introducir a los participantes.
-¡Por favor, reciban desde Corea a Kim Toya!
Un chico de baja estatura, con cabello azulado peinado hacia atrás y flequillo turquesa entró en la arena. Sus fríos ojos azules combinaban a la perfección con el resto de su personalidad seria y calculadora. Aquello era tan común en los guerreros de hielo y los aspirantes a estos que casi parecía un requisito.
-De Rusia, ¡Hyoga Shuvalov!
La pandilla aclamó a su amigo, pero el más entusiasmado era Isaak. Shun aplaudió un poco, pero los eventos recientes no le permitían aclamar al ruso como se debía.
Hyoga salió de los vestidores con una sonrisa apenas notoria.
Mientras que en combates anteriores los participantes desbordaban carisma y emoción, en esta ocasión era todo lo contrario, con los oponentes apenas haciendo contacto con el público y entre ellos.
Estando frente a frente, Toya y Hyoga colocaron el puño derecho sobre su corazón a modo de saludo, luego hicieron lo mismo en dirección al palco principal, saludando a Saori y al resto de las autoridades de Palaestra.
-Hoy se enfrentarán por el derecho a portar la Armadura de Bronce de Cisne.- declaró la directora. -Confiando en que seguirán su entrenamiento y principios como futuros Guerreros de Athena, les deseo el mejor de los éxitos a ambos. ¡Que las estrellas guíen su victoria!
Cuando la introducción terminó, Athena se levantó con el pañuelo blanco en su mano derecha. Las frías miradas de los aspirantes estaban fijas en la tela blanca, y cuando esta finalmente cayó al suelo, el combate dio inicio.
Hyoga tenía todas las intenciones de atacar primero, no solía analizar la situación antes de atacar, algo que su maestro le reprochaba bastante; además, era una costumbre después de entrenar tanto con Shun, pues el peliverde jamás iniciaba la ofensiva.
Pero antes de que Hyoga pudiera siquiera elevar su Cosmo, Toya lanzó en su dirección varias dagas de hielo afiladas.
El rubio esquivó algunas, aunque el resto logró hacerle un par de cortadas aquí y allá. Determinado a no dejarse vencer, el rubio contraatacó con un sencillo ataque de Cosmo congelante.
La pelea continuó con ataques de hielo y nieve y combate cuerpo a cuerpo, donde Toya probó ser un experto en artes marciales, Hyoga parecía distraído, por los nervios o por lo ocurrido en los vestidores.
Entre los ataques del coreano, estuvo incluido el congelamiento total de la superficie de la arena. El público en las gradas comenzaba a resentir los efectos de la lucha, sintiendo un terrible frío en un soleado y caluroso día de primavera.
Camus refunfuñaba en su lugar, su alumno no estaba dando la talla.
Hyoga cayó al suelo, y luego del tiempo establecido, el reloj comenzó la cuenta regresiva.
Shun comenzó a impacientarse, lo que no pasó desapercibido para Natasha.
A tan sólo un par de segundos antes de que la cuenta llegara a cero, el rubio se levantó. Aún le faltaba realizar la técnica predilecta de su maestro, que aunque básica y sencilla, podía ser letal y poderosa cuando era bien ejecutada.
En los entrenamientos, la técnica de Hyoga había probado ser poco efectiva —por no decir débil— incluso contra la de Isaak. Acuario le había explicado varias veces que no había más ciencia para ejecutar ataques congelantes más que la ralentización de los átomos, en este caso, del ambiente. Pero el ruso parecía incapaz de bajar más la temperatura.
En una ocasión, cuando él y Isaak regresaban de otro exhaustivo entrenamiento, Hyoga le preguntó cómo demonios le hacía para llegar a temperaturas bajo cero. El peliverde le dio una explicación que ni siquiera Camus hubiera entendido; cuando notó la cara de confusión en su amigo, simplemente le dijo: 'Tienes que conectarte con el hielo.'
Hyoga permaneció pensativo esa noche, las palabras de Isaak eran iguales a las que su entrenador de patinaje artístico solía decirle en el pasado. El rubio interpretó ese consejo a su modo, no precisamente como Isaak se lo había imaginado.
En cualquier caso, Hyoga había logrado hacer de aquella técnica un verdadero éxito.
En la arena, Hyoga elevó su Cosmo hasta el límite, y luego comenzó a realizar unos movimientos gráciles y un tanto graciosos para el momento.
Tan delicados y elegantes como un cisne.
-¿Qué diablos hace?- rechistó Camus entre dientes.
-Eso es... ¿ballet?- inquirió Milo, ladeando la cabeza en total confusión.
Ballet —o algo que se le parecía— era la solución que Hyoga había encontrado.
Rusia era famosa por aquella danza, además de incluirla como base en todos los deportes de apreciación, incluido el patinaje artístico. La mejor forma que Hyoga había encontrado para 'conectarse con el hielo', era la única que él conocía: bailar.
La graciosa danza sirvió no sólo para conectar al ruso, sino también para desconcertar a su oponente. Eso le dio al rubio la ventaja.
-¡Diamond Dust!- gritó finalmente, el aire alrededor de sus puños se congeló inmediatamente, creando pequeños cristales de hielo afilados. Estos salieron disparados hacia el coreano, a una temperatura mucho más inferior que los ataques previos de Toya.
El oponente salió volando por los aires para luego aterrizar forzosamente sobre el hielo, deslizándose por la superficie congelada completamente inconsciente.
El reloj comenzó la cuenta, Hyoga permaneció en guardia por si Toya se levantaba nuevamente.
Eso nunca sucedió.
El reloj llegó a cero, proclamándolo el vencedor.
Hyoga cayó de rodillas la suelo, exhausto. La audiencia lo aclamó, incluso Shun, quien había olvidado por un momento el malentendido de antes.
Natasha sonreía orgullosa, al igual que su marido. Isaak estaba totalmente fuera de sí, abrazando y celebrando con Seiya, a quien apenas le hablaba. En su lugar, Camus también celebraba, a su modo.
Serenity Xenakis bajó junto con Saori, ambas intentado no derrapar sobre la superficie congelada.
-Hyoga Shuvalov, has trabajado arduamente con un sólo propósito, soportando cuatro años de duro entrenamiento. Finalmente has demostrado ser digno de la Armadura de Bronce de Cygnus. Felicidades.
La Armadura fue presentada, reluciente y brillante como el hielo. Camus esbozó una pequeña sonrisa, lleno de orgullo.
La Armadura vistió al ruso, el metal contrastaba con el traje azul que Hyoga traía debajo. Parecía que aquella Cloth había sido diseñada sólo para él.
-El patito en la cabeza es adorable, ¿no lo crees?- le murmuró Natasha a Shun, la mujer estaba al borde de las lágrimas.
El japonés rió. -Sí, se le ve bien.
-De rodillas.- comandó Saori. Hyoga acató la orden, agachó la cabeza y colocó su puño derecho sobre el corazón. -¿Juras solemnemente utilizar tu Cosmo y Armadura únicamente para nobles intenciones, así como abstenerte de ejercerlos para fines egoístas o triviales?
-Lo juro.
-Como Guerrero de la Esperanza, ¿juras lealtad a tu Diosa y a la Tierra que protege, al igual que servirles hasta donde alcancen tus habilidades?
-Lo juro.
-Confiando en que cumplirás con este juramento, yo te declaro, Hyoga de Cisne, Caballero de Bronce de Athena.
Hyoga no pudo contener más su emoción y dejó salir una sonrisa. Cuando en el Torneo Galáctico deseó obtener una Armadura, lo había hecho con la Cloth de Cygnus en mente, jamás se imaginó que lograría vestirla unos años después.
Hyoga de Cisne, Caballero de hielo.
No pudo pedir un mejor título.
De vuelta en los vestidores, Shun tuvo que reprimir nuevamente su emoción. No porque siguiera molesto —aunque lo estaba— sino porque los padres de Hyoga acapararon por completo al rubio.
A la celebración se les unió Isaak y posteriormente Ami.
La inconformidad de Shun aumentó cuando Hyoga introdujo a la peliazul de la forma más natural posible.
¿Por qué actuaba de ese modo?
Más que enojado, estaba herido. A pesar de ser homosexual, jamás había sufrido que alguno de sus conocidos, amigos o pareja se avergonzaran de quién era o a quién amaba. Hacer una escena estaba fuera de discusión, primero le daría oportunidad al rubio de explicar.
-¡Esto lo tenemos que celebrar, Hyoshka!- exclamó Kirill entusiasmado. -¡Yo invito los tragos esta noche!
Shun no pudo tener un tiempo a solas con el rubio en ningún momento del día, pues sus padres estaban siempre detrás de él.
¿Hyoga no se sentía asfixiado por todo eso?
A lo mejor sí, pero aquel sentimiento estaba más cercano a la frustración.
Por otro lado, Kirill Stepanovich no sólo continuó con el comportamiento extraño que venía mostrando desde su llegada a Atenas, sino que además congenió bastante bien con Shun.
Le parecía un chico agradable, además de inteligente y bien parecido, un poco afeminado, pero parecía que su hijo tenía cierta predilección por los muchachos de ese tipo, como Viktor.
La forma en la que Shun hablaba de Hyoga ayudó a que Kirill elevara al japonés a la categoría de mejor amigo, fuera o no cierta esta conjetura. Quizás por eso se empeñaba en hablarle de buen modo, o tal vez aquella era de las pocas veces que Kirill aprobaba enfáticamente alguna decisión de su hijo.
Por la noche, los padres de Hyoga, la pandilla, Isaak y Ami fueron al mismo pub de siempre, dónde pidieron bebidas y bocadillos por montón. Charlaron y bebieron afablemente; la relación de Shun y Hyoga nunca salió a flote, pero la de Ami con el rubio sí.
Shun apretaba la mandíbula cada vez que Natasha o Kirill le hacían un cumplido a la muchacha. Se suponía que él debía de encantar a los padres del ruso, no ella.
Hyoga pareció notar su malhumor, y tratando de ser afectuoso con su novio, recorrió con su mano el muslo del peliverde por debajo de la mesa, para luego propiciar un delicado y sensual apretón.
Al sentir el tacto de su novio, Shun abrió los ojos en sorpresa, tratando de disimular su reacción.
Hyoga sonrió sutilmente, pero al contrario de lo que el rubio pretendía con semejante acción, a Shun no le pareció para nada divertido ni justo.
Hyoga había marcado la línea, serían pareja frente a todos menos frente a sus padres. Pero Shun tenía otros términos —unos que creyó que habían quedado claros desde el inicio de la relación— y si iban a ser pareja, entonces lo serían bien, frente a todos y sin excepciones, o no lo serían en absoluto.
Al menos hasta que el rubio le explicara sus acciones.
Conservando la calma en su rostro, Shun tomó la mano de su novio, algo que a Hyoga le dio mucho placer, un placer que se extinguió inmediatamente después, pues Shun quitó la mano del ruso de su propio muslo y la devolvió al regazo de este.
Hyoga falló en disimular su desconcierto y decepción, lo que ocasionó que su madre le preguntara si todo estaba bien.
-S-Sí...- balbuceó el recién nombrado Caballero de Cygnus.
Shun ni siquiera le dirigió la mirada.
Apenas se encontraran a solas, tendrían que tener una larga charla.
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