Caballeros de Athena

-Se les asignará un departamento en la Hacienda de Athena, dependiendo de la disponibilidad podrán compartirlo o no. Sólo dos personas por departamento, por favor.

Un día antes de la mudanza y el cierre definitivo del curso, la mujer encargada de acomodar a los nuevos Guerreros de Athena dio las indicaciones necesarias.

Los departamentos estarían ocupados por dos personas, preferentemente del mismo sexo, aunque a diferencia de los cuartos en la residencia estudiantil, los chicos podían escoger a su compañero, y si querían o no uno.

Aquel departamento estaba libre de renta y pagos de luz o gas; estaban completamente amueblados y listos para ser habitados. Si después del primer año el guerrero en cuestión deseaba permanecer en Grecia, podía hacer uso de ese apartamento indefinidamente —aunque se les recomendaba enfáticamente que si su deseo era quedarse en Atenas, buscarán una casa propia.

La mujer pasó una lista para que los egresados anotaran su nombre y el de su compañero de vivienda.

-Este... supongo que ustedes dos querrán estar juntos, ¿no es así?- inquirió Shiryu cuando la lista llegó a sus manos.

Shun mostró una enorme sonrisa acompañada con un ligero rubor. -¡Domo, Shiryu-kun!

-¡Pero yo no quiero vivir con Shiryu!- se quejó Seiya. -Querrá tener todo siempre limpio y ordenado.

-Si quieres vive solo.- reprochó Shiryu con seriedad.

-¿Y tener que limpiar y cocinar yo solo? ¡No, gracias!








En la capital de cada país del mundo se encontraba una residencia para los Guerreros de Athena que se encontraban trabajando ahí. Ideal para reducir costos de hospedaje cuando se les enviaba al extranjero en misiones temporales; y perfectas para fomentar el espíritu viajero y de independencia en los guerreros, que fácilmente podían elegir trabajar en cualquier país del mundo sin necesidad de preocuparse por el alojamiento.

La residencia en Atenas, sede principal del Santuario, era la más grande de todas, y se encontraba dentro de los vastos terrenos de la Hacienda de Athena.

El lugar era un espacioso complejo habitacional ubicado cerca de Palaestra, bordeado por una sólida reja y firmes muros. La seguridad era primordial en aquel establecimiento, pues la misma Athena vivía ahí. Nadie entraba sin identificación y los visitantes debían de anotarse en una lista y mencionar exactamente el departamento que irían a visitar.

Pasada la caseta de seguridad se encontraba un extenso estacionamiento, dos espacios para cada departamento, en caso de que algún afortunado tuviera vehículo. Unos metros más adelante comenzaban a alzarse un sinnúmero de edificios, anchos y muy altos, cerca de 20 pisos cada uno. Incluso dentro del laberinto de edificios, se encontraban algunos espacios de estacionamiento.

Finalmente, hasta el fondo del complejo se hallaba otra reja, esta no era burda y poco estética como la primera, al contrario, esta era más elegante y bonita, rodeada de arbustos verdes y bien podados. Y detrás de aquella pomposa entrada se hallaba la residencia oficial de la Diosa Athena. Un amplio terreno con una fuente y caminos bellamente empedrados, decorados con arbustos y árboles con flores; al fondo se levantaba una gigantesca mansión, con balcones y una gran terraza, un lujoso paraíso con hermosos y frondosos jardines, majestuosas estatuas y decorado fastuoso.

Las aglomeraciones y el caos se hicieron presentes afuera del complejo, donde la organización de los nuevos inquilinos se llevaba a cabo.

Eran llamados de dos en dos, luego se les daba un juego de llaves a cada uno y se les explicaba que deberían tener su nueva identificación del Santuario a la mano para poder ingresar.

La pandilla fue acomodada en el edificio F, en el piso 14.

-¡Qué suerte tenemos!- exclamó Seiya, quien venía bailando. -¡En el mismo edificio y en el mismo piso! ¡Espero que nos toque en departamentos contiguos!

-Dios, no...- musitó Hyoga. Cuando el Cisne imaginaba su vida viviendo con su novio, no deseaba tener a sus amigos del otro lado de la pared escuchando todo.

La pandilla se dirigió al elevador de la planta baja, no había mucho que ver dentro del complejo, sólo bloques de estacionamiento y edificios infinitos, de colores neutros y poco creativos y amigables.

Cuando el elevador llegó, los amigos —sobre todo Seiya— se sorprendieron al ver quien se encontraba ahí.

-¡¿Marin?!

-¡Oh! ¡Hola, Seiya!- contestó la pelirroja, algo ruborizada, pues venía colgada del cuello de Aioria de Leo. -¿Te mudabas hoy?

-Sí...- gruñó Seiya con incomodidad.

-¡Genial!- añadió Aioria. -¿Les toca en este edificio?

Los chicos asinitieron. Shun colocó su mano entre las puertas del ascensor al ver que estas comenzaban a cerrarse.

-Piso 14.- completó Shiryu.

Marin disimuló una sonrisa mientras su cara se ponía del color de su cabello. Por su parte, Aioria esbozó una enorme sonrisa.

-¡Qué genial, hermano! ¡Nosotros estamos en el piso 15!

A Seiya se le cayó la quijada al suelo cuando escuchó las palabras del Santo de Leo. Hyoga luchaba por no dejar salir la carcajada que se estaba formando en su pecho.

-Nee-san, ¿qué no cuando te mudaste estabas en el edifico H?

-Ammmm... sí... pero... Shaina era una pesada, y casi no pasaba tiempo ahí.- balbuceó la Caballero de Plata. -Me mudé al apartamento de Aioria hace unos meses.

-Pero tú eres griego. ¿Acaso no tienes casa propia?- inquirió Seiya, dirigiéndose a Aioria y alzando ligeramente la voz, la pregunta salió un poco más duro de lo que pretendía.

-¡Por favor, Seiya! ¡Tengo casi 30! No quiero seguir vivendo con mis padres.

-¿Y Aioros?

-Vive con Saga unos edificios más al norte. Mira, vivir en Atenas es caro, y este lugar es gratis y está bien cerca del Santuario, ¿por qué me mudaría?

Seiya fingió una sonrisa.

-En fin, bienvenidos, chicos.- concluyó Marin, tomando el brazo de su hombre y saliendo finalmente del ascensor.

Los cuatro amigos ingresaron al elevador, sonriendo pícaramente y apretando los labios para sofocar sus inminentes carcajadas.

-No digan nada. Baka.

-A nosotros nos toca el 1405.- indicó Shiryu cuando llegaron a su piso.

Hyoga miró el número de sus laves y bufó. -1406.

-¡Yee-haw!- celebró Seiya. -¡Eso, vecinos!

Shun notó la cara de su novio y le susurró al oído. -Está enfrente, patito, no a lado.

-Igual está muy cerca.- respondió amohinado. Shun rió.

-Bueno, desempacar nos tomará un rato. ¿Nos vemos para cenar?

Hyoga, quién estaba entretenido girando la llave de su nueva morada, frenó en seco ante la sugerencia de Seiya.

-No lo sé, Seiya-chan. Mejor mañana, ¿sí?- aclaró Shun con sutileza.

-¡Pero es nuestra primera noche como adultos de verdad!- se quejó el castaño. -¡Hay que celebrarlo todos juntos!

-¡Qué mañana!- rugió Hyoga, con un pie adentro de su apartamento y su brazo sosteniendo el de Shun posesivamente.

-Déjalos, Seiya, quieren estar solos.- le susurró Shiryu.

-Pero... pero...

-¡Adiós, Seiya!- espetó Hyoga, cerrando la puerta tras de él.

Dentro de su departamento, Shun soltaba pequeñas risitas.

-¿Cuándo madurará?- exclamó Hyoga, enfurruñado.

-Dejó de hacerlo cuando cumplió quince.- rió Shun, contagiando a su novio.

El japonés estaba contra la puerta, Hyoga estaba frente a él, con una mano recargada sobre esta.

Llevaban tres años saliendo, tomándose de las manos, besándose, incluso tratando de llegar más allá en los escasos momentos que tenían cuando Shiryu o Isaak no estaban en los cuartos de la universidad. Sin embargo, se sentían como si jamás hubieran tenido un momento totalmente a solas.

Shun aguantaba la respiración, tenía a Hyoga demasiado cerca, sus helados ojos lo tenían clavado al suelo. Temía que si respiraba el Cisne retrocediera.

Hyoga se había perdido en los hermosos ojos esmeralda que tenía enfrente. Su brazo recargado en la puerta, pasando sobre el hombro de Shun, casi acorralándolo, estaba ahí con el único propósito de cerrar la puerta y alejar a Seiya; pero cuando cayó en la cuenta de lo sugestivo de aquella posición un ligero rubor encendió sus mejillas.

Mientras ambos Caballeros seguían inmersos en el contrario, sus cuerpos se acercaron al otro por inercia o deseo, haciendo chocar los labios en una sensación completamente nueva.

-¿Qué quieres hacer primero?- murmuró Hyoga, al separar su labios de los de su novio.

Shun trató de recuperar su aliento antes de responder. -Un adulto responsable desempacaría primero.

Hyoga asintió con la cabeza.

-Yo... me sigo considerando un adolescente...- susurró Hyoga, mordiendo el lóbulo de la oreja de Shun.

-Sí... yo también.- concluyó Andrómeda, lanzándose por completo a los brazos del Cisne, besándolo en los labios y en el cuello. Rodeando su cuello con sus brazos y su cintura con sus piernas.

Ya desempacarían luego.








Las semanas transcurrieron rápidamente. Entre el ajetreo de la mudanza, la emoción de una nueva etapa en sus vidas, y en el caso de Hyoga y Shun, la oportunidad de tener todo un departamento para ellos solos, los días se fueron como el agua.

Los departamentos no eran muy grandes, lo suficiente para vivir bien. Tenían dos habitaciones —aunque Shun y Hyoga usaban solo una—, una sala pequeña, una cocina con un pequeño comedor y un baño.

Una noche antes de su primer día de trabajo, la pandilla decidió tener una cena como los adultos que se suponía que eran.

Shun y Shiryu se encargaron de cocinar, pues Hyoga y Seiya no podrían hacerlo aunque su vida dependiera de ello.

Pegaso y Cisne se encargaron de la mesa y el ambiente. Colocaron un par de velitas en el centro de la mesa, una ramo con algunas flores, servilletas decoradas y jazz de música de fondo.

Cuando terminaron, Seiya soltó un bostezo.

Hyoga rió, tenía la sensación de que los cuatro consideraban la perspectiva de aquella velada sumamente aburrida. Por lo menos a él le recordaba a todas las cenas y reuniones tediosas y soporíferas de sus padres.

Pero tener una cena con amigos en el departamento no era porque fuera divertido o entretenido en sí. No esperaban tener la fiesta del año, simplemente un momento para disfrutar sus nuevas vidas; la emoción de sentir que eran completamente independientes y por ende, hacían cosas de gente independiente. Deseaban sentirse grandes, poderosos y en completo control —aunque realmente estaban lejos de ser todas esas cosas.

-¡Itadakimasu! ¡Espero que les guste!- exclamó Shun, sentándose felizmente en la mesa.

Aunque habían tenido mejores reuniones en el pub cercano a Palaestra, una vez que inició la charla la noche mejoró rápidamente.

¿Qué importaba si comían alitas y papas fritas o ensalada y cordero? ¿Si bebían cerveza o vino tinto? ¿En un pub ruidoso o en el pequeño comedor del departamento de Shun y Hyoga?

Lo importante era que estaban los cuatro.

Estaban completos y plenos.

Felices.

Realizados.

Un momento que parecía normal, que podrían repetir siempre que quisieran; pero que en unos años atesorarían y añorarían en su corazón.








El despertador sonó a las 6:00 en punto de la mañana.

Hyoga rodó en la cama hasta que chocó contra la mesita de noche, luego golpeó repetidamente el aparato hasta que se calló.

-Shun...- musitó somnoliento. -Es hora.

Shiryu le había advertido en numerosas ocasiones que Shun era una criatura dromilona, y aunque Hyoga había atestiguado tales actitudes —lo había visto quedarse profundamente dormido en la biblioteca, en la cafetería, en el gimnasio, sobre su hombro...— jamás había tenido que despertarlo tan temprano en la mañana con un horario ajustado.

Cuando finalmente logró despertarlo —y persuadirlo de levantarse— ambos se prepararon para su primer día oficial como Caballeros de Athena.

Aunque para misiones y trabajos de campo debían portar su Armadura, el código de vestimenta para llegar y permanecer en las oficinas era como el de cualquier otra empresa.

Shun, quien no poseía muchos trajes, aprovechó para comprar algunos en sus vacaciones, su padre también se encargó de enviarle un par de camisas, y corbatas. Aún así, la batalla por un nudo decente fue más complicada de lo que el peliverde se imaginó.

Al ver las dificultades que su novio tenía, Hyoga decidió ayudarlo. El ruso había usado más corbatas y trajes que el chico común de su edad, por lo que tenía vasta experiencia anudando corbatas.

-Te ayudo.- dijo Hyoga entre risas, parándose frente a su novio y tomando la corbata en sus manos antes de que Shun pudiera responder. -Levanta la cabeza, amor.

Shun obedeció, sin apartar la mirada del ruso; los ojos de Hyoga eran hipnóticos y seductores, pero cuando estaban concentrados en algo lo eran aún más.

-Listo.- concluyó Hyoga, apartándose un poco para admirar su trabajo. -Quedaste muy guapo.

Shun se sonrojó, y después de una risita depositó un beso en la mejilla de su novio.

Después de un improvisado desayuno, ambos tomaron sus respectivas Armaduras y salieron del apartamento.

Salieron al mismo tiempo que Shiryu y Seiya. Los cuatro amigos se admiraron entre ellos, pocas veces habían tenido la oportunidad de verse vestidos así, ahora sería algo regular.

Sofisticados, pulcros y bien vestidos.

No chiquillos desfachatados, sino hombres.

Cuatro hombres atractivos, con trajes oscuros, bonitas corbatas, y en el caso de Shun, unos elegantes tirantes que aportaban un toque único a su vestimenta.

Cuatro hombres que harían voltear a cualquiera, robando suspiros a los ciudadanos de Atenas.

Cuatro hombres que estallaron en desvergonzadas carcajadas al verse unos a otros.

-¡Te ves bien chistoso, Seiya!- gritó Hyoga, sujetándose el estómago que comenzaba a dolerle de tanto reír.

-¡Pareces señor, Hyoga!- agregó Shiryu, deteniéndose de la pared.

-¡Estás igualito a tu papá, Shiryu-kun!- rió Shun, poniéndose rojo por la falta de aire.

-¡JAJAJAJAJAJAJAJA!- exclamó Seiya, señalando a Shun e incapaz de decir algo más.








Las instalaciones del Santuario en Grecia estaban compuestas por cuatro secciones diferentes.

La primera era Palaestra, el campus donde los aspirantes a Guerreros de Athena se formaban y adquirían las habilidades necesarias. La segunda era la Hacienda de Athena, donde residían los Caballeros recién egresados y aquellos que estaban ahí temporalmente, además de la misma Diosa.

Finalmente, estaban los dos órganos principales del Santuario, donde la verdadera acción y decisiones importantes se llevaban a cabo.

Primero las doce Casas del Zodíaco, cuya función principal no era ser el examen final de los alumnos de primer año. Aquel camino custodiado por los doce Caballeros Dorados era simplemente el acceso al corazón de la organización. En la cima de aquel recorrido se encontraban las oficinas principales del Patriarca y Athena, además de otros altos mandos como Sailor Cosmos, el Consejo Galáctico y los Dioses Principales —Poseidón y Odín—. Allí también se hallaba la Cámara del Patriarca, donde Shion tenía audiencias con aquellos que querían hablar con él o con Athena, y donde se reunía con los altos mandos para discutir asuntos importantes y estar al tanto de lo que sucedía en las diferentes oficinas del mundo. También contaba con una sala de juntas, un salón donde se investían a los Patriarcas y reencarnaciones de los Dioses Principales, entre otras habitaciones más.

Por último, pero no menos importante, se encontraban las oficinas principales del Santuario. Un enorme edificio ubicado a unos kilómetros del resto de las instalaciones. Disfrazado como un edificio de oficinas más de la gran ciudad de Atenas.

El rascacielos de cristal era el lugar de trabajo de todos los Guerreros que vivían y trabajaban ahí —exceptuando a los Caballeros Dorados—, además del personal científico y técnico.

En la entrada se encontraba una bonita recepción plagada de torniquetes y guardias de seguridad. Los guerreros debían pasar sus credenciales por el lector; si la identificación era auténtica, entonces aparecía una foto del guerrero con su nombre y rango en la pequeña pantalla del lector.

Nuevamente, una mujer aguardaba a la generación recién graduada de Guerreros de Athena.

-Bienvenidos al primer día del resto de sus vidas.







-La hora de entrada es a las nueve en punto. A diferencia de Palaestra, no hay retardos ni nada por el estilo, si llegan tarde simplemente se les descontará de su paga.

La mujer caminaba por los pasillos del edificio a paso veloz, habían tardado una eternidad en subir por los ascensores, ahora intentaba recuperar el tiempo perdido.

-Se les dará un escritorio a cada uno. Las misiones se las asignará su oficial al mando, o en su defecto, un miembro del equipo de comunicación e información. Irán a todas las misiones en parejas, a menos que se les indique lo contrario. Su equipo o pareja se elegirá dependiendo de las habilidades que requiera la misión.

La mujer se detuvo abruptamente frente a una puerta de cristal, provocando algunos choques en el grupo. Acto seguido abrió la puerta, revelando el lugar de trabajo.

Era un espacio luminoso con enormes ventanales, infinitas filas de escritorios se extendían frente a sus ojos, y el ajetreo de Caballeros, Sailors, Mariners y Dioses Guerreros que iban y venían les erizaba la piel.

El grupo quedó asombrado, la magnificencia que desprendía el lugar junto con los Guerreros reflejaba la importancia de la labor que se llevaba a cabo ahí.

-¿Preguntas?- su asombro fue interrumpido por la voz de la mujer una vez más. -¿Nada? ¡Excelente!- la mujer continuó con la explicación. -El oficial al mando de los Mariners, claro está, es Poseidón; si él se encuentra muy ocupado le responderán a Kanon de Dragón Marino. Kraken, Siren y Scylla- la mujer se volteó hacia los mencionados, -adquirirán las obligaciones de sus rangos poco a poco. Sailor Guardians, su oficial al mando es el Dios Helios, pero en vista de que él no ha reencarnado aún, le responderán a Sailor Cosmos, pero como ella suele estar muy ocupada todo el tiempo, sus misiones serán asignadas por Sailor Galaxia. Dioses Guerreros, su oficial al mando es Hilda de Polaris, la reencarnación de Odín.

Mime se ahogó con su propia saliva la escuchar aquello, provocando la risa de Sorrento.

-¿Es una chica? ¿Se puede reencarnar en el sexo opuesto?- preguntó Benetnasch atónito.

-No veo por qué no. Es sólo un recipiente, el alma de Odín permanece intacta.- continuó Sorrento, aún riendo por la cara de su amigo.

-Como ya se imaginarán, la señorita Polaris tiene mucho trabajo, cuando eso ocurra le responderán a Siegfried de Dubhe. Y finalmente, Caballeros,- la mujer hizo una pausa para tomar aire. -Athena no tiene tiempo para ustedes, así que estarán bajo las órdenes de Orphée de Lyra.

-¿Quién es ese?- preguntó Seiya a Shiryu con discreción.

Antes de que Shiryu pudiera responder, la mujer volvió a tomar la palabra.

-Bien. Venus, Andrómeda, Cygnus, Pegaso, Dragón, Mercurio, Marte, Unicornio, Chamaeleon, Benetnasch, Equuelus y Kraken. Ustedes se quedarán en este piso. Sailor Uranus les indicará dónde están sus escritorios. Los demás, ¡síganme!

Y con esas palabras, la mujer emprendió la retirada con lo que quedaba del grupo. Una chica de cabello corto rubio se acercó a ellos.

-Síganme, les mostraré sus lugares.

En sí, el trabajo era sencillo —hasta cierto punto—. Como era el primer día, sólo debían esperar en su escritorio a que el teléfono sonara o algún compañero les diera instrucciones. Una vez que tuvieran una misión asignada recibirían el informe preliminar —elaborado por los técnicos del área de comunicaciones e información—, luego de idear la estrategia y plan de ataque irían a luchar y completar la misión; una vez terminado el trabajo deberían entregar dos reportes de los hechos, uno en inglés y otro en griego.

Se escuchaba fácil, y hasta cierto punto, monótono. El problema era que las misiones no eran tan simples como ir a golpear al enemigo y regresar, algunas podrían tardar días o semanas y podían ocurrir toda clase de contratiempos; además, el trabajo de campo no era únicamente esfuerzo físico, también conllevaba un poco de investigación. Los reportes tampoco eran tarea sencilla; describir los hechos era una encomienda laboriosa, además de traducir el informe, por lo que no serían rápidos de hacer; a eso se le sumaba el hecho de que tales reportes deberían de ser elaborados en el tiempo que estuvieran en la oficina, lo cual en la práctica probó no ser mucho. El guerrero promedio terminaba la semana con tres misiones pendientes y varios reportes sin terminar.

Aquel agotador trabajo terminaba siendo el doble de intenso para los nuevos reclutas, pues su falta de experiencia en el campo hacía que todos los procesos se retrasaran.

La pandilla se mantuvo ocupada el resto del día, pensaron que quizás les tocaría hacer un par de trabajos juntos, pero no tuvieron suerte con ello; ni siquiera pudieron reunirse para el almuerzo. En lugar de eso, esperaron a que los cuatro estuvieran listos para regresar a la residencia.

-Estoy muerto...- suspiraba Shun, arrastrando los pies por el pavimento con su Caja de Pandora en la espalda.

-Extraño la universidad, muchachos. Era más fácil.- musitó Seiya, igual de desganado.

-Pero siempre te quejabas de lo duro que era...- añadió Shiryu. Seiya lo miró cansado, no tenía ganas de pelear con Dragón en estos momentos.

Después de un rato de caminar en silencio, Seiya continuó:

-Quería que nos tomaramos una foto con nuestras Armaduras. ¿Creen que podamos hacerlo ahorita?

-No podemos, Seiya.- interrumpió Hyoga. -Si nos ponemos las Armaduras con el absurdo propósito de tomarnos una foto, sólo los Dioses saben lo que nos pasará.

-Ya encontraremos el momento Seiya, alguna vez tendremos que coincidir, ¿no es cierto?- alentó Shun.

-Hagamos un trato.- declaró Pegaso. -Cuando regresemos de una misión no hay que quitarnos la Armadura hasta que estemos los cuatro, ¿de acuerdo?

Shiryu rió. -De acuerdo.- respondió, dándole a Seiya una amistosa palmada en la espalda.

El regreso a casa fue silencioso, más por el cansancio que por otra cosa. Los amigos se despidieron al llegar a sus respectivos departamentos y se prepararon para descansar.

-Estoy tan cansado que no tengo ganas ni de comer.- dijo Shun, dejando su Cloth Box en el suelo y recargándose sobre la puerta.

En ese momento, su estómago gruñó con fuerza.

Shun se sonrojó y Hyoga rió.

-Creo que mientes, bebé.- el ruso se acercó a besar a su novio. -¿Te parece si ordenamos algo? Para que no cocinemos.

-¿Cocinemos? ¡Pero tú ni cocinas!

Ambos Caballeros estallaron en risas.

El primer día había sido un infierno, pero el panorama general de su nueva vida era, por decir lo menos, emocionante.

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