Andraya/Luna
Oneshot "Salvando al héroe" #HWAwards2017//Andraya Caro
Dedicado a @HWFamily y @PamelaLisarriturri
Ese viernes de chicas, Andraya e Ivonne decidieron que era tiempo de probar la mayor cantidad de sabores de la nueva pizzería que se había abierto a unas cuadras del departamento que compartían. Colocaron las cajas de comida en el centro de la mesa y fueron calificando cada uno de los sabores. Al final, la pizza de morrones fue la indiscutible ganadora.
Andraya esperó pacientemente a que Ivonne se durmiera frente al televisor para levantarse e ir al baño. Había podido disimular las náuseas mientras veían una película de acción. Sabía que no debía comer tanto, pero disfrutaba pasar tiempo con su amiga y si para ello tenía que comer mucho, lo haría con gusto.
Se arrodilló frente al escusado y gimió cuando sintió que la comida subía por su esófago. Odiaba esa sensación, no tenía el control de su cuerpo. Cuando se sintió mejor, se lavó los dientes y observó su reflejo por largo tiempo en el espejo. Había cambiado demasiado en tan poco tiempo.
Aún recordaba que cuando había comenzado a trabajar para los hoteles HBale, acostumbraba maquillarse con varias capas para parecer mayor. Le había funcionado por algunos meses, hasta que uno de los empleados reveló su edad en voz alta. Y ahora, su problema más grande era que su cuerpo parecía necesitar solamente las píldoras de sangre para sentirse bien.
Con la ayuda de una toallita húmeda, se limpió el rostro. Después cambió a Luna y se recogió el cabello en un moño. Le parecía extraño no sentir el flequillo en la frente y poder llevar todo el cabello hacia atrás. Luego decidió cambiarse de ropa, se puso una calza negra y una remera larga de color azul. Así no llamaría la atención.
El patrón de vigilancia de Noctua le seguía pareciendo impredecible, aunque no perdía la esperanza de poder descifrarlo en el futuro. Él la encontraba para molestarla cuando estaba aburrido.
—¿Crees que no me doy cuenta de que intentas adivinar mis pasos? —la voz de Noctua la asustó cuando iba a subir una escalera de emergencias, en la parte trasera de un edificio.
—No sé de qué hablas —se encogió de hombros quitándole importancia.
El inmortal con marcas negras en todo el cuerpo, similares a tatuajes, no era muy amable con ella. No se hacía ilusiones de que él decidiera tratarla mejor, así que se alejó en otra dirección. Casi eran las dos de la madrugada, era tiempo de hacer otra cosa.
A treinta kilómetros de la ciudad había un cerro con carreteras recién inauguradas. Los conductores de camiones pesados estaban obligados a pasar por allí si querían llegar al centro de la ciudad. La pelirroja decidió ir allí porque en varias ocasiones se habían reportado accidentes ocasionados por conductores que se quedaban dormidos al volante.
Su forma de ayudar era sencilla y efectiva: tomaba una de las pequeñas piedras que había a un costado y las aventaba al techo del camión cuando notaba al conductor algo adormilado. En más de una ocasión, los hombres pisaron el freno por la sorpresa.
Cuando el cielo comenzó a aclararse, decidió regresar. Sobre las avenidas principales ya había personas que salían de sus casas para ir a trabajar. Pasó desapercibida entre ellos, caminando por la acera.
Luna se reprendió mentalmente por no haber elegido otro camino con menos personas. La superficie reflectora de la pared de un banco de la esquina le hizo notar que tenía un poco de tierra en la mejilla derecha.
No pudo limpiarse debido a que el chillido de neumáticos llamó su atención. Volteó la cabeza y vio, en cámara lenta, como un auto verde se dirigía a elevada velocidad en dirección a un motociclista con casco. Luna no lo pensó dos veces y se preparó para ayudar a los que estaban al otro lado de la calle.
Inesperadamente, sintió que la abrazaban por atrás y le impedían moverse. Horrorizada vio como el auto verde perdía el control, esquivando al motociclista y subiendo a la acera, terminando estrellado contra un humilde puesto de frutas. Varios clientes salieron despedidos por la fuerza del impacto.
Luna forcejeó para liberarse, su garganta parecía haberse cerrado sin dejarla decir palabra alguna.
—Quédate quieta —enfatizó cada palabra con enojo.
Noctua la arrastró media cuadra hasta un estacionamiento que aún estaba cerrado. El inmortal se había cubierto las marcas del rostro con una bufanda verde alrededor del cuello y un quepi oscuro.
Luna se soltó y volteó hacia el noctividus. Juntó todas sus fuerzas en su puño derecho antes de golpearlo con todas sus fuerzas en el rostro. Toda la impotencia se había transformado en ira hacia el vigilante.
Noctua se quedó inmóvil, como si solo el viento lo hubiese acariciado. Entonces, Luna perdió el control, volviendo a atacarlo mientras él la esquivaba sin dificultad. No pasó mucho para que Noctua llegara al límite de su paciencia. La tumbó al suelo, con la cara pegada al piso de cemento, deteniéndola al sentarse encima de ella.
Ella gritó maldiciéndose hasta que el llanto ganó. El piso bajo su rostro terminó mojado con sus amargas lágrimas. ¿Por qué no le había permitido ayudar a los que estaban allí?
Si tan solo hubiera podido hacer algo…
—Suéltame, por favor —pidió más calmada.
Adolorida se sentó en el suelo.
—Eres una inconsciente —le reprendió Noctua.—¿Quieres que nos descubran? Mejor ve directo a un programa de televisión.
Ambos lograban escuchar el sonido de las sirenas de un carro de bomberos que se estaba acercando. Noctua la abandonó allí, recordándole que si ella volvía a intentar hacer algo tan estúpido, Alucar pagaría las consecuencias por haber decidido dejarla con vida.
Caminó despacio hasta el lugar del accidente. Con el corazón herido vio que habían dos cuerpos sin vida tirados en la acera. Ya no escuchó nada, solo podía ver la escena que la hacía odiarse a sí misma, y a los inmortales.
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