~Distancia~
"Hey, ¿Cómo estás, bebé?" Te pregunté, ni bien desperté, mirando la pantalla de mi celular, esperando a que estuvieras en línea. Tardaste 10 minutos en hacerlo. Parecía que también te acababas de despertar.
"Bien" Me respondiste, con únicamente una palabra. Después, te desconectaste.
Una mueca se había hecho presente en mi rostro al leer tu respuesta. Desde hace tiempo que habías empezado a cambiar conmigo, y desconocía la razón. Habías comenzado a ser más cortante conmigo, a ser más serio, a ser más indiferente. Cada día pareciese que te importaba menos. Ya empezabas a llamarme por mi nombre.
"Me alegra mucho" volví a escribirte, sin saber qué respuesta esperar.
"Sí" me respondiste casi de inmediato, para volverte a desconectar.
Te dejé el visto por un buen rato. Me sentía desanimada ante la indiferencia que cada día me empezabas a mostrar. Por fin me decidí a no volverte a escribir, y tomé mi rumbo hacia la facultad.
No me pude concentrar en todo el día. Mi mente le daba vueltas al asunto de los últimos días. Ya no me dabas los buenos días, ya no me escribías primero, ya no me llamabas, ni siquiera me preguntabas el cómo estaba, y mucho menos me decías tus oportunos "te amo".
Llegué a casa al anochecer. Al fin tenía Internet. Ni bien llegué, solté mi mochila y saqué el celular. Varios mensajes tenía, pero ninguno tuyo. Bajando un poco más, pasando por varios de ellos, logré divisar el nombre de contacto con el que te tenía agregado. Y, como me temía, no me habías escrito. Miré tu última conexión, y había sido hacía tan sólo dos minutos. Suspiré con desgano. Y me decido a escribirte de nuevo.
"Hey, acabo de llegar de la facultad. ¿Quieres que hagamos una llamada?" Te pregunté, con un aire de esperanza a que dijeras que sí.
Hacía bastante tiempo que no habíamos hecho una. Y, si te soy sincera, las extraño bastante. Siempre nos la pasábamos tan bien cuando las hacíamos. ¿No recuerdas? Tantas bromas, tantos chistes malos, tantas anécdotas qué contarnos. Incluso varios desahogos llegamos a confiarnos. Sin olvidar aquellas veces que podías pasar horas diciéndome lo importante que era tenerme en tu vida; que al hablar conmigo, te sentías tan feliz, pues, si no eran cursilerías, eran risas en las que nos hundíamos. Puedo admitir abiertamente que durante esa temporada, fui la más feliz, a pesar, de que tuviésemos una relación a distancia.
Qué loco, ¿No? Dos personas, a miles de kilómetros de distancia, enamorándose a través de una pantalla.
Si bien, hace 2 años, antes de conocerte, me hubiesen preguntado si tendría una relación con alguien que ni siquiera vive en la misma ciudad que yo, o inclusive ni en el mismo país, hubiese dado un rotundo "no". A decir verdad, eso fue lo que siempre contesté. Se me hacía algo totalmente ridículo. ¿Cómo se va a tener sentimientos amorosos por alguien a quien no puedes tocar, abrazar o besar, como lo hacen las parejas normales? Si bien no juzgaba a las personas que tenían una relación de ese tipo, siempre negué el querer tener una. Todos esos pensamientos los tuve, claro, hasta que te conocí, hasta que entraste en mi vida.
¿Lo recuerdas? ¿Recuerdas cómo fue? ¿Recuerdas cómo empezó todo? No sé si tú lo hagas, pero yo sí.
Fue un día antes de mi cumpleaños. No sabría decir con exactitud si estábamos en el fandom de tal youtuber, pero ambos le seguíamos. Comenzaste a seguirme después de haber tenido varias interacciones con él, incluso me llegaste a responder la mayoría de los tuits random que solía poner. Después me mandaste DM, preguntándome sobre el significado de algunas frases mexicanas y enviándome fotos de tu mascota. Rato después, nos pasamos el número y comenzamos a hablar por WhatsApp, incluso, me metiste a un grupo con tus amigos, que si bien, tardé en hallarme con ellos, fue un gran detalle. Días después, conocimos a otras tres chicas del fandom de aquel youtuber, con las cuales nos llevamos tan bien que decidimos hacer un grupo en WhatsApp para platicar más. Allí, fue donde comenzamos a llevarnos más. Pasaron los meses, la confianza entre todos había crecido. Les comencé a platicar sobre aquel chico, del que no estaba segura si realmente quería conmigo o solamente me estaba vacilando. Pareciese que te incomodaba que hablara de él, hasta que preguntaste directamente. “¿Te gusta?" A lo que yo respondí que no. "¿Quién te gusta entonces? ¿Lo conozco? ¿Nos has hablado sobre él?" A lo que yo no contestaba algo con certeza. Pasaban los minutos y seguías actuando raro. Incluso triste. Me preocupé. En ese momento, ya me preocupabas. No estaba segura si sentía la misma atracción a ti que tú sentías hacia mí, pero sabía que la tenía. Sin olvidar que realmente estaba encariñada contigo. Te pregunté una y otra vez el qué te ocurría, ésta vez en privado. Al final, lo hiciste. Me lo dijiste.
"Me gustas"
Después de tanto haberte insistido, a pesar de que me habías advertido el que seguramente te dejaba de hablar (porque tenías mala suerte en esas cosas), me lo habías dicho.
No supe cómo reaccionar. Realmente no me había dado cuenta de tus sentimientos hacia mí. Si bien lo llegué a sospechar, habrá sido por alguna milésima de segundo. Pero, lo cierto era que, entre ambos, había una conexión. Desde el primer momento que nos escribimos, había existido. Y no me había dado cuenta hasta aquella confesión de media noche.
"Tú también me gustas" te respondí, sin pensarlo.
A la semana de aquella noche, ya éramos pareja. Pero, ¿Cómo era posible? Hace medio año seguía pensando en que una relación a distancia estaba totalmente descartada en mi vida, pero, en ese momento, ya tenía una.
Era algo totalmente nuevo para mí, pero me encantaba la idea de enamorarme de los sentimientos de alguien, de sus emociones, algo que logré hacer contigo.
Me encantaba la idea de amar primero tu alma, antes que tocar tu piel.
La idea de conocer las emociones y los cambios de una persona por tan sólo su forma de esperar.
Porque, sí, me enamoré de ti, y fue un amor tan intenso que fácilmente puedo comparar con mis últimos amores. Lo nuestro era único. Contigo, por fin podía tener la certeza de que, sí, era amor.
Sabía lo difícil que sería y aún así quise intentarlo.
Noté que tenías muy baja autoestima. Entonces, te hice aquella promesa. Me costara lo que me costara, te iba a hacer sentir como el mejor chico del mundo. Iba a hacer que te quisieras cada día un poquito más.
Pero, me dolía. Dolía la maldita distancia.
A lo largo de esos dos años, entre cortar y regresar repetidas veces, te descubrí bastantes mentiras. Si bien, ninguna fue sobre algún engaño, eran mentiras. Algo que nunca toleré, hasta que te conocí. Por no perderte, te perdoné todas y cada una de ellas, rompiendo incluso con mi propio juicio. Todos mis amigos me decían siempre que no siguiera contigo, pero yo, necia y cegada del amor que tenía, nunca les hice caso. Estaba creando una codependencia emocional contigo. No podía dejarte. Si lo hacía, me iba a romper completamente.
Hubo un punto en el que llegabas a ignorarme todo el día durante semanas. Te reclamé. Bien recuerdo que ése día llegamos a los insultos. Te rogué que no me llamaras de tal manera. "No es justo que siempre sea yo la que termine llorando", te dije. Te valió. No veía que estabas cambiando conmigo. Te estabas volviendo un total desconocido para mí. Pero no nos dejábamos. Nuestra relación ya era algo tóxico para ambos.
Te había subido tanto el ego, me esforcé tanto en cumplir mi promesa, que terminé rompiéndome.
Traté de recuperar lo que alguna vez tuvimos, intentando volver a nuestros momentos más felices, antes de que todo se derrumbara. Las llamadas. Detalles pequeños a simple vista, pero enormes en mi corazón. ¿Recuerdas cómo planeábamos vernos? ¿Recuerdas cómo nos reíamos? ¡Incluso tu mamá me llegó a escuchar haciendo el ridículo contigo! Demonios, éramos tal para cuál. Éramos sólo nosotros. Horas y horas de momentos que siempre atesoraré. ¿Te acuerdas de lo que alguna vez me dijiste, así, de la nada? "Es que... escucho tu voz y sé que te amo tanto. No puedo creer lo perfecta que eres, no puedo creer que andes con alguien como yo. De verdad que te amo".
Sacaste mi mejor lado. Sacaste partes de mí que desconocía. Me hiciste sacar lo más cursi de mí. Me hiciste amarte.
Dime, por favor, ¿Dónde quedó esa persona tan dulce? ¿Por qué ahora ignoras el hecho de que daría todo por ti?
"Estoy ocupado" Me respondiste, seco.
"¿Y mañana?" Volví a preguntar, con la esperanza rota.
"No sé. Ya me voy a dormir, estoy cansado. Buenas noches" Fue lo último que me contestaste. Pero seguiste en línea. Seguiste respondiendo tuits. No por minutos, sino por unas cuántas horas más.
Diablos, amor. ¿Qué es lo que te hice para que me tratases de esa manera de un día para otro?
Te volví a mandar mensajes parecidos los días siguientes, intentando que en una de esas, pudieras. Y así, poder volver a aquellos alegres días. Pude haber parecido una intensa, pero lo único que quería era salvar lo nuestro.
Pero, realmente, lo nuestro ya era algo insalvable. Estaba completamente aferrada a ti. Estaba segura de que no lograría seguir sin ti. Empeñada a un amor que ya no era mutuo, que ya no saldría jamás de lo tóxico. A un amor en el que sólo uno daba más de lo que recibía. A un amor que nos dañaba a ambos, pero que no terminábamos.
Hasta aquel día.
"Ya no quiero estar contigo" Me dijiste.
El mundo se me vino encima. ¿Esto estaba pasando? ¿Realmente me estabas alejando de ti, permanentemente? Miles de pensamientos se me venían a la cabeza. Sabía que últimamente, ya no era feliz contigo, pero también sabía que no lo sería sin ti.
Me quebré emocionalmente. ¿Había alguien más? ¿Más bonita, más alegre, más tierna, más divertida? ¿Más... Todo? ¡Claro que tenía qué haber alguien! ¡Por supuesto! ¡Cualquier chica es mucho mejor que yo! ¡¿QUIÉN DEMONIOS IBA A QUERER A ALGUIEN COMO YO?! ¡SOY UNA INTENSA DE MIERDA, UNA PERSONA HORRIBLE, UN SER DESPRECIABLE! ¡¿POR QUÉ TENÍA QUÉ SER ASÍ?! ¡¿POR QUÉ DEMONIOS NO PUEDO SER LO SUFICIENTE PARA ÉL?! ¡¿POR QUÉ SOY TAN POCA COSA?! ¡TRATÉ DE ARREGLARLO! ¡TRATÉ DE CAMBIAR! ¡TRATÉ DE SER LO MEJOR PARA ÉL! ¡TRATÉ, TRATÉ, TRATÉ, TRATÉ! ¡LO JURO!
Te lo juro... Y todo porque te amaba.
Pero ha pesar de mis intentos... siempre perdí. Siempre.
Todo es culpa de la distancia. La culpo sólo a ella. La odio. La odio, la odio, la odio, la odio. ¿Por qué tiene qué hacer que todo sea tan difícil? ¿Para qué mierda me pone a alguien en mi camino, para después arrebatármelo del corazón? ¿Qué no ve lo mucho que me duele? ¿Lo mucho que estoy sufriendo por su culpa?
Me rompí mil veces para armarte a ti. Me rompí mil veces por verte bien. Me rompí mil veces y ahora, que me desarmaste poco a poco, me dejas, rota, frágil.
Tenía la certeza de que mi sitio era a tu lado, tenía qué serlo. Me habías prometido nunca dejarme, pero se te olvidó a ti tu promesa.
Insististe en que no había alguien más. Que tu única razón era que ya te habías cansado. Que me querías, que era tu todo, sí, pero que necesitabas un respiro para poder volver a ser tú.
Oh, de acuerdo, está bien, por supuesto... Necesitas espacio...
Entre lágrimas, me tranquilicé un poco más. Me había alterado como nunca, no sabía qué hacer. Me sentía vacía, me sentía vulnerable.
Te pregunté si tan siquiera había logrado cumplir aquella promesa que te había hecho al comienzo de todo. Hace dos años. Te la tuve qué volver a recordar.
Me dijiste que sí, que lo había logrado. Después, ambos nos dimos nuestro último adiós.
Claro, tú siempre podrás romperme el corazón una vez más. Siempre me preguntaré el porqué te dejé entrar una, y otra, y otra vez a mi vida a pesar del daño.
Recuerdo que sonreí y volví a llorar. Lloré toda la noche hasta que se hizo de día. Me sentía sola. Sentía que no podía confiar en nadie. Que jamás iba a ser suficiente para alguien. Dos años nos bastaron para destruirnos emocionalmente. Dos años nos bastaron para hacernos cambiar totalmente. Nadie se siente tan abandonado como aquel que tiene a alguien a medias.
Yo no estaba buscando nada en absoluto cuando te conoci. En realidad, yo no estaba pensando en enamorarme de alguien. Pero llega alguien, que te hace sentir miles de cosas y sabes que te complementa, y cambia tus planes.
¿Sabes que fue lo peor? Que no luchaste por mí, me dejaste ir como si fuera cualquiera, a pesar de que decías que era lo que más amabas. Recuerdo haberte visto como mi futuro, pero, vaya, los planes que la vida te tiene.
Te juro que me hubiera gustado llegar a abrazarte, a besarte, a tener una relación más estable contigo.
Pero no puedo, y nunca podré. Entonces te escribo porque estás muy lejos y no puedo tocarte. Y eso me pone triste. El sólo poder escribirte.
Nunca leerás esto, lo sé, porque jamás te importó el cómo me sentía yo.
No sé cómo superarte, pero lo haré. Nadie se compara a ti. Ahora tengo qué soltarte, lo sé. Ya no debo amarte. No soy tu futuro, no hay planes para nosotros. No hay destino alguno que nos sienta bien. Y la vida me lo ha enseñado de la peor manera.
Pero, a pesar de todo, te agradezco los buenos momentos que tuvimos, antes de que la vida se nos tornara color hormiga. Haré de todo por salir de esta, por volver a hacerme fuerte, por volver a ser la niña alegre que algún día fui. Te extrañaré demasiado. Me harás falta. Tardaré en superarte. Pero es lo mejor. Te deseo lo mejor.
Te quiero, siempre.
-A.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top