Capítulo 33
Thomas sentía el corazón a mil; la amaba, como antes; más que antes... pero no se sentía digno de ella, y temía que Danielle, por agradecimiento al apoyo y al cariño que sentían por su hijo, le confesara un amor que en realidad no sentía. Se marchó de su habitación y no volvió en toda la tarde, con el pretexto de dejarla descansar.
Se concentró en jugar con Ben y su sobrino, para que Mónica pudiera descansar luego de la noche que pasó en el hospital. Al final de la tarde, su hermana retornó de casa de Danielle con dos pequeñas maletas: una para Ben y otra para Dani, con lo imprescindible para estar unos días.
—¿Trajiste mi libro? —le preguntó el pequeño a Mónica.
La aludida sonrió. Aquel había sido un encargo especial, pues Ben siempre se quedaba dormido escuchando alguna historia, y su mamá y él iban por la mitad de Las Aventuras de Tom Sawyer.
—Lo he traído, corazón. Así como tu pijama y pantuflas favoritas; el uniforme, tu mochila y demás útiles para la escuela, pues mañana hay clases.
Ben le agradeció a la tía Mónica —como había comenzado a decirle—, pues era un niño muy bien educado.
Después, Mónica subió para acomodar las cosas en cada una de las habitaciones.
—Ya no estás molesto con mamá, ¿verdad? —le preguntó a Tom una vez que Mónica se fue.
Thomas se sorprendió con la pregunta.
—¡Yo nunca he estado molesto con tu madre, Ben!
—Yo sé que sí, y se lo dije a ella.
Tom frunció el ceño. Aquel pequeño era muy despierto.
—¿Qué fue lo que le dijiste?
—Que te pusiste triste porque no te dio un beso en el juego de los Dodgers...
Thomas quedó muy confundido. No sabía qué responder a eso; le asombraba la sagacidad que en ocasiones podían demostrar los niños.
—No estoy triste, Ben. Ni molesto. ¿Qué te contestó mamá?
—Que no te besó esa noche porque no quería que yo me molestara...
—¿Y te molestaría que mamá me besara? —quiso saber Tom con mucho interés.
El niño negó con la cabeza.
—Yo te quiero, Tom —le dijo con ternura—, y quisiera que fueras mi papá. Ya sé que tengo un padre, pero me gustaría tener dos.
Thomas se sintió emocionado con las palabras del pequeño, y no pudo evitar abrazarlo con mucho cariño.
—No sé si tenga hijos en el futuro, pero a Tim y a ti los quiero como si fuesen míos —le contestó.
Esa noche, Danielle se despidió de su hijo después de la cena y Thomas fue con el pequeño hasta su habitación para leerle Las Aventuras de Tom Sawyer. Dani debía descansar un poco, así que él la relevaría de las lecturas nocturnas. Ben no demoró mucho en quedarse dormido en su nueva habitación. Ahora le agradaba más, pues Mónica le había llevado su osito de peluche, su colcha y la ropa de dormir que él adoraba.
Tom se dirigió en la silla hasta la habitación de Dani, la luz estaba encendida, pero él no se atrevió a entrar.
—¿Se quedó dormido? —preguntó Danielle desde la cama.
—Casi enseguida —respondió él—. Buenas noches, Dani.
—Buenas noches, Tom. Gracias por todo.
Thomas dio media vuelta en la silla y se fue a su habitación. Era un poco raro estar en la misma casa y no dormir juntos, darse un beso o... Apartó aquellos pensamientos que no le hacían bien alguno y se acostó en la cama. Le sería bien difícil conciliar el sueño con Danielle bajo su mismo techo.
Danielle despertó un poco mejor. Ella misma fue con cuidado al baño y luego a despertar a su hijo para que fuera a la escuela. Cuál no fue su sorpresa cuando se encontró a Tom en la habitación de su hijo y a Ben con el uniforme ya puesto.
—¡Buenos días! —exclamó ella admirada—. Se ha alistado rápido...
Generalmente Ben le daba un poco de trabajo en las mañanas, pues siempre quería dormir más.
—¡Buenos días! —le dio el niño tendiéndole las manitas—. Tom me prometió pancakes de desayuno si me despertaba temprano...
—Los pancakes de Tom son excelentes... —Aquello se le escapó y se ruborizó en el acto.
Thomas no pudo evitar compartir con ella una mirada cómplice. A ella le había hecho pancakes en las mañanas luego de pasar la noche juntos, pero sería la primera vez que se los preparaba a Ben.
—¿Has comido sus pancakes? —preguntó Ben algo confuso.
—No, pero Mónica y Tim dicen que son muy buenos... —se apresuró a decir ella.
—¡Iré a ver a Cotton! —informó el pequeño antes de salir de la habitación con su maleta—. Te espero abajo, Tom. ¡Muero de hambre!
—Eres una mentirosa... —le dijo Tom con una sonrisa cuando el niño se marchó. No pudo evitarlo.
Danielle continuaba roja como un tomate. Aquellos desayunos eran invaluables para ella, no solo por lo deliciosos, sino porque estaban juntos.
—Gracias por ayudarme con el niño —respondió ella.
—Es un placer; Ben es un amor, aunque en ocasiones me deja asombrado con su inteligencia... —No lo dijo, pero recordó la conversación que sostuvieron la víspera sobre el juego de los Dodgers y su deseo de que fuera su papá.
—¿Te ha dicho que besó a Grethel?
Aquello Thomas no lo sabía, así que se quedó muy sorprendido con aquella confesión.
—¿Lo dices en serio? —inquirió riendo—. ¡Vaya! ¡Qué precoz!
—No me hace ninguna gracia —continuó Dani con una sonrisa—, solo tiene siete años. Tengo que hablar de esto con Sarah la próxima vez que la vea...
—No le digas nada, Dani. Son cosas de niños. ¿Cómo pasaste la noche? ¿No deberías estar acostada?
—Estoy bien, Thomas. No tienes por qué preocuparte, puedo bajar a tomar el desayuno.
—Está bien, solo evita las escaleras y ya sabes que no puedes comer pancakes...
Ella se rio. Debía tener una dieta controlada los próximos días, pero bien que se le antojaba probar aquel delicioso desayuno.
—Los pancakes me traen excelentes recuerdos —contestó.
Tom no le dijo nada, suspiró y avanzó con su silla hasta el ascensor. Tenerla tan cerca lo estaba volviendo loco, pero debía mantenerse firme. Danielle no lo amaba de verdad, y él era un hombre incompleto para ella.
Luego del desayuno y de despedir a Ben para la escuela —sería Rob quien llevaría a los niños—, Dani regresó a la habitación de invitados y se dispuso a hacer algunas llamadas: contactó con sus padres en París, habló con Janice y le explicó lo que le había sucedido, y por último informó también a los Robson, aunque les advirtió que sus padres no estaban enterados. Tanto Janice como Grace Robson, le anunciaron visita en la tarde y aunque Danielle se alegraba de verlas, no sabía cómo lo tomaría Thomas. A fin de cuentas, aquella era su casa.
A mitad de mañana, Tom le subió un jugo de manzana y Dani se atrevió a decirle que recibiría un par de visitas. A él no le molestó en lo absoluto. Tanto los Robson como Janice eran bienvenidos en su casa. Él quería que se sintiera a gusto, y no tenía objeción alguna. Después de dilucidado este asunto, Thomas se marchó. En realidad, estaba evitando permanecer demasiado tiempo junto a Danielle, pues cuando lo hacía las resoluciones que había tomado comenzaban a quebrarse y poco faltaba para que le diera un beso.
No podía hacerlo, se dijo. No podía olvidar que unos pocos días atrás Danielle fue incapaz de decirle que lo amaba. No deseaba casarse con él, no quería vivir a su lado, y aquello lo hacía dudar mucho más de su valor como persona.
La primera en llegar fue Janice. Él la recibió con amabilidad, y la psicóloga le sonrió. Llevaba en las manos una cesta con un hermoso bebé.
—Hola, tú debes ser el famoso Thomas.
Él se ruborizó al escucharla.
—La silla de ruedas me delata, ¿verdad? —replicó con una sonrisa de medio lado.
Janice soltó una carcajada. Acostumbrada a tratar pacientes, había escuchado respuestas mucho más deprimentes que aquella.
—Te diría por qué eres famoso, pero hay cosas que ni una amiga ni una terapeuta puede revelar, aunque te aseguro que no tiene nada que ver con tu discapacidad.
Thomas se ruborizó. Sí que Janice era una mujer directa.
—Eres bienvenida, Janice. Sé que eres una gran amiga de Danielle y me alegro que hayas venido a visitarla. Por cierto, qué hermoso bebé.
Janice sonrió mirando a su hijo.
—¡Gracias! Y también te agradezco lo que haces por Dani. Cualquier cosa que necesiten pueden contar conmigo.
Thomas asintió y luego le indicó a Janice cuál era la habitación de Danielle. La mujer subió por el ascensor, era más fácil para ella, ya que andaba con el bebé a cuestas.
Janice no estuvo mucho tiempo, pero cuando bajó le aseguró a Thomas que había dejado a Danielle de muy buen ánimo.
A la hora del almuerzo fue Nancy quien, a petición de Thomas, se encargó de llevarle la comida a Danielle. Él quería rehuirla lo más posible, pero tenía el corazón con ella. ¿Por qué le resultaba tan difícil trabajar sabiéndola tan cerca?
En la tarde la señora Robson tocó a su puerta. Thomas la saludó con una sonrisa y la mandó a pasar enseguida.
—Es un gusto saludarla, señora Robson.
—Por favor, llámeme Grace. Me hace parecer más vieja de lo que soy. ¿Cómo está Danielle?
—Está un poco mejor, arriba descansando, pero la está esperando. ¿Cómo está su esposo?
—Está bien, muchas gracias. No ha podido venir porque lo invitaron a la Universidad de Los Ángeles a dar una conferencia. Él ya está retirado, pero en ocasiones lo invitan como experto para que le hable a las nuevas generaciones.
—¡Excelente! ¿Es arquitecto también?
—Así es. Nuestro hijo siguió sus pasos... —Thomas no pudo evitar escuchar la tristeza subyacente en su voz.
—Lo siento mucho...
—No sé preocupe, Tom. La vida a veces puede ser terrible, pero uno debe encontrar siempre algunas compensaciones. Ben, por ejemplo, es la luz de mis ojos...
—Es un niño maravilloso. Todavía no ha regresado de la escuela, pero no debe tardar.
—Me alegra mucho que Danielle y Ben lo tengan en sus vidas —contestó ella—. Me da tranquilidad que usted y Dani estén nuevamente juntos.
Thomas se sorprendió. No sabía que la señora Robson estuviera al tanto de la relación que tuvieron.
—Continuamos separados —respondió en voz baja.
—¡Oh! ¡Lo siento mucho! Creí que como Dani estaba aquí se habrían reconciliado...
—Pensamos que lo mejor era que viniera para acá hasta que sus padres regresen del viaje, pero seguimos separados.
—Es una pena, muchacho —repuso la anciana con pesar—. ¿Qué les impide estar juntos? ¡Ya le dije a Danielle hace unos pocos días que Mark y yo los apoyamos!
Thomas se sorprendió mucho al saber esto. Contaban con la bendición de los señores Robson. Aquello debía ser muy importante para Danielle y para él también.
—No sé si ella esté verdaderamente enamorada de mí... —confesó.
—Yo pienso que sí —respondió la dama, tomándole de la mano—. Solo es cuestión de tiempo. No ha sido fácil para ella, Tom.
—Tampoco creo que yo esté a la altura de una mujer como ella, Grace. —Sus ojos estaban tristes.
—Si se aman, eso es lo único que importa, Tom. No sacrifique la felicidad ni el futuro, por su inseguridad. Danielle no se merece eso, ni usted tampoco.
Thomas le agradeció a la señora Robson, y luego ella tomó el ascensor hasta el primer piso. A su edad, resultaba muy conveniente burlar las escaleras.
La anciana estaba todavía de visita cuando llegaron los niños de la escuela. Tim fue a su casa a cambiarse y Ben entró corriendo a darle un abrazo.
—¿Cómo está mamá?
—Está bien. ¿Por qué no subes a darle un beso? También a abuelita Grace que está con ella.
Ben se puso feliz y subió las escaleras con una enorme sonrisa.
Danielle había tenido un día animado, con varias visitas. Agradeció la alegría de Janice y el jugar con su pequeño Shawn, pero también apreció el cariño de la señora Robson, tan tierno como el de una madre. Cada una de ellas, por separado, le habían hablado maravillas de Tom. Sin embargo, ella no le veía desde la mañana, y no sabía cómo interpretar su comportamiento.
Le había confesado a Janice que lo amaba; ya estaba segura, pero no sabía cómo decírselo. "Después de reconocer el sentimiento, lo más importante de todo es compartirlo" —fue su consejo. Sin embargo, Danielle no estaba segura de dar aquel paso, ya que Thomas en ocasiones ponía una distancia que no le agradaba, además de que le había dicho que era mejor dejar las cosas como estaban.
Grace se marchó luego de compartir un poco de tiempo con su nieto, pero debía llegar a la casa antes de que oscureciese. Dani estaba junto a Ben cuando Thomas llegó a la estancia, luego de muchas horas de ausencia.
—Ben, cariño, Tim te espera abajo para hacer los deberes. Después que termines debes darte un baño.
El niño asintió con una obediencia como si se tratara de su papá.
—Hasta luego, ma —le dijo a Dani dándole un beso en la mejilla.
En un abrir y cerrar de ojos se marchó de la habitación.
—¿Has tenido un buen día? —le preguntó Tom.
Ella asintió.
—Me animaron las visitas, aunque te eché de menos...
Él la miró a los ojos, moría por darle un beso, pero no podía.
—Lo siento, estuve trabajando. —Aunque no era del todo verdad—. ¿Has sabido de tus padres?
—Hablé con ellos un par de veces; están ansiosos porque mañana le dan el premio a papá. Yo no les he dicho nada de la operación, no tendría sentido arruinarles el momento.
—Hiciste bien. ¿Cuándo regresan?
—Pasado mañana sale el vuelo, y llegan el propio miércoles en la noche.
Thomas se quedó pensativo por unos instantes.
—Les pediré a Rob y a Mónica que vayan por ellos al aeropuerto. Pienso que lo más lógico es que se queden aquí esa noche y al día siguiente vayan para su casa.
Danielle sabía que tenía razón, pero tuvo miedo de que su madre no estuviera de acuerdo. Las cosas estaban mejor con ella, pero siempre le daban miedo sus impulsos. Thomas comprendió su temor antes de que lo expresara.
—No te preocupes, Donna accederá.
—¿Cómo estás tan seguro? —A Dani le asombraba.
—Ella fue a verme el día que nos separamos...
Thomas bajó la voz y Danielle se quedó unos instantes en shock con aquella confesión. Rememoró el recuerdo de aquel momento y palideció. Le hacía mucho daño recordar aquello.
—Lo siento, no sabía si decírtelo —se apresuró a añadir—, pero creo que era importante que lo supieras.
Ella asintió.
—Te agradezco todas las providencias que has tomado con mis padres. Estoy segura de que agradecerán tu hospitalidad del mismo modo que yo te la agradezco.
—Es un placer —le contestó sosteniéndole la mirada—, las puertas de mi hogar siempre estarán abiertas para ti, Ben, para tus padres, los Robson o cualquier otra persona que sea importante para ti.
—Tom...
—Me sorprendió que se lo hubieses dicho a la señora Robson —continuó él, sin dejarla hablar—. Creyó que nos habríamos reconciliado...
Danielle se ruborizó.
—Hablamos sobre ti el día que fui al cementerio. Ellos son unas personas maravillosas y comprensivas. Lo tomaron mucho mejor de lo creí, pero le expliqué a Grace que ya no estábamos juntos.
—Es lo mejor —contestó Tom con sequedad.
—¿Lo mejor para quién, Tom? Sin duda no para ti o para mí... Yo sé que hice mal las cosas. Aquel día en el estadio de los Dodgers entré en pánico porque creí...
—Sí, ya lo sé —repuso él con una pequeña sonrisa—. Mónica me lo explicó. ¿Cómo creíste que te iba a proponer matrimonio?
Sus mejillas se sonrojaron aún más.
—En su momento parecía bastante lógico... —susurró.
Thomas se rio, por primera vez en toda la charla.
—Yo nunca te hubiese propuesto matrimonio así, Dani. En primer lugar, el anillo no era para nada tu estilo: era demasiado llamativo. A Mónica le encantó, pero estoy seguro de que a ti no...
—La verdad es que no... —reconoció apenada.
—En segundo lugar, no te gusta el baseball, ¿qué sentido tendría hacer una propuesta en mitad de un partido cuando ni siquiera eres de la afición de los Dodgers?
—Ahora que lo dices así, mi comportamiento fue muy tonto... —dijo ella escondiendo el rostro entre sus manos.
—Por último, jamás te hubiese hecho una petición como esa ante una multitud de desconocidos; lo hubiese hecho de manera distinta, algo íntimo que tuviese significación para nosotros y...
Thomas se interrumpió abruptamente. Estaba hablando de una propuesta que nunca tendría lugar, porque ya sabía de antemano la respuesta.
—Por favor, continúa... —le pidió Dani con un hilo de voz.
—No puedo —respondió él, movilizando su silla.
Antes de que Danielle pudiese detenerlo, ya Thomas había salido de la habitación.
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