Capítulo 28
Danielle había dormido muy poco, así que se levantó temprano para recibir a la empresa de fiestas que habían contratado y que se encargarían de decorar una terraza, colocar los juegos inflables en el patio y llevar la comida. Por fortuna, aquellas personas se ocuparían de todo, pues en realidad, ella no tenía cabeza. Recordó las palabras de su madre, así que intentó centrarse en lo más importante: la felicidad de Ben. Se dirigió a su habitación para despertar al niño; debía estar listo a las diez de la mañana, hora en la que estaban citados los invitados.
Al cabo de unos minutos ya estaba vestido y se veía muy guapo con su camisa de mangas largas de color azul, sus jeans y unas botas de color marrón. Había recibido muchos regalos: de sus abuelos, de la propia Danielle, así que estaba muy contento. Su alegría se intensificó cuando vio la decoración terminada, inspirada en uno de sus películas favoritas: Toy Story, como él lo pidió.
La tarta ya estaba colocada y era una belleza: tenía tres pisos y en cada uno de ellos, había decenas de personajes de la saga animada. Un arco de globos en el fondo, era el marco propicio para tomar memorables fotografías. Sin embargo, los dos juegos inflables del patio lo maravillaron por completo: también estaban inspirados en la película. Uno de ellos, era del espacio y Buzz era el protagonista y el segundo estaba inspirado en el Oeste americano, con el personaje de Woody.
—¿Puedo ir a saltar, mamá?
—Deberías esperar por tus amigos, ¿no te parece? Estoy segura de que llegarán de un momento a otro.
En efecto, cuando se fue acercando la hora acordada, comenzaron a llegar los niños, acompañados también de sus padres. El patio y el jardín se fue repletando de personas que iban tomando sus puestos en las mesas —decoradas con la misma temática—. Ben estaba feliz, recibía como buen anfitrión a sus amigos y les indicaba dónde estaban los juegos.
—Dani, ha llegado Thomas con su sobrino —le susurró su madre al oído—. Todavía está en el jardín. Pienso que deberías recibirlo tú.
Danielle asintió y agradeció la gentileza de su mamá por avisarle.
—Ben, cariño —llamó a su hijo que estaba distraído—. Thomas y Tim ya están llegando. Vamos a recibirles.
El pequeño sonrió encantado, ya estaba ansioso porque no los había visto e incluso le había preguntado a su madre en par de ocasiones si no tenía noticias de ellos.
Thomas llegó a casa de los padres de Danielle con el corazón en un puño; no había dormido nada bien, e incluso pensó en no aparecer en la fiesta. Era probable que, si los amigos de Danielle la habían reconocido en aquel horrendo video, también lo reconocieran a él cuando lo vieran junto a ella. Solo había ido a la fiesta por dos razones importantes: la primera, porque Mónica y Rob estaban fuera de la ciudad y Tim no se merecía quedarse en casa sin asistir al cumpleaños; y la segunda, porque Ben tampoco merecía que él no asistiera. Sabía cuánto lo quería el pequeño, y él reciprocaba por completo ese cariño.
—¡Tom! ¡Tim! —exclamó Ben, abrazándose al primero.
—¡Feliz cumpleaños! —exclamó Thomas, pero su mirada estaba fija en Danielle.
Ben se apartó de él para recibir a su mejor amigo, que traía en sus manos un obsequio para él.
—¡Feliz cumpleaños, Ben! —le dijo Tim con una sonrisa.
—Hola, Dani —le saludó Thomas.
—Hola, Tom. —Ella le dio un beso en la mejilla—. Me alegra que hayan venido. Ya Ben estaba preguntando por ustedes y...
—¡Abuela! ¡Abuelo!
El grito de Ben los dejó perplejos por unos instantes, hasta que Thomas se giró y vio a una pareja de ancianos, de rostro apergaminado, que se inclinaban para abrazar al pequeño.
—¡Feliz cumpleaños, cariño! —dijeron los señores Robson con infinito amor.
—Hola, Grace; Hola, Mark; por favor, pasen —añadió Danielle con una sonrisa.
Thomas avanzó un par de metros en su silla de ruedas, para abrirles paso, ya que estaba estorbando un poco en mitad de la puerta.
Los señores Robson saludaron con cariño a Danielle, y luego se voltearon con cierta sorpresa hacia Thomas y el pequeño pelirrojo que estaba a su lado.
—Él es Tim, el mejor amigo de Ben de la escuela, y él es su tío Thomas, un gran amigo nuestro.
Danielle pretendía ser cálida en su presentación, pero una vez más Thomas se sintió relegado a un puesto que no se merecía: el de tío, el de amigo, no como pareja. Los señores Robson lo saludaron a su vez con amabilidad.
—Un placer conocerlo, Thomas —le dijo Grace—; Ben habla mucho de usted y de su sobrino, así como del pequeño gatito que le obsequió.
Thomas se sintió halagado, aunque notó que era Ben quien había hablado de él con los señores Robson, no Danielle.
—Le he tomado mucho cariño a su nieto; Ben es un niño maravilloso y un gran amigo para mi sobrino.
La conversación se interrumpió por la llegada de la mamá de Danielle.
—¡Grace, Mark! ¡Qué bueno que están aquí! —exclamó Donna dándoles un efusivo abrazo, y obviando la presencia de Thomas—. Por favor, pasen adelante, ¿se les ofrece algo?
Los señores Robson también la saludaron con cariño, pero dijeron no querer nada por el momento. Danielle estaba roja por la descortesía de Donna. Cuando creyó que las cosas podrían mejorar, su madre le hacía pasar la mayor vergüenza del mundo.
—Hola, Thomas —le dijo al fin Donna, mirándolo a los ojos—. Eres bienvenido.
—Muchas gracias, es un placer saludarla —contestó él.
Danielle soltó el aire que había estado conteniendo; no era el saludo que se merecía Tom, pero al menos su madre había mostrado algo de buena educación.
Ben se alejó con sus abuelos y con Tim, quería mostrarles los juegos inflables, ya que el resto de sus amigos estaban ya disfrutando de ellos. Danielle permaneció frente a Thomas, sin saber qué decirle. Tenía un nudo en la garganta, y él, por otra parte, volvía a sentir que sobraba. Los padres de los demás niños lo miraban con curiosidad, como si se tratase de un bicho raro, y él no sabía dónde ubicarse. Una esquina solitaria y oscura sería lo mejor, pero no la había hallado todavía.
—Hola, muchacho, ¡qué alegría verte! —Era Richard.
Thomas sintió verdadero gusto de encontrarse con él, al menos era un rostro amable.
—Es un placer saludarlo de nuevo, Richard.
—¿Quieres pasar a mi despacho para charlar un poco? Por experiencia sé que en las próximas dos horas los niños nos ignorarán por completo y se concentrarán en divertirse.
Thomas accedió de buen grado, y Danielle lo vio marcharse hasta el despacho de su padre, satisfecha. Sabía que él le brindaría la atención que le correspondía, y ella se lo agradecía en el alma.
De las últimas personas en llegar fueron Sarah y los mellizos, así como Janice, Keith y el pequeño Shawn. Se encontraron todos en la puerta y Danielle hizo las presentaciones pertinentes.
—Michael no pudo venir —se excusó Sarah—, tuvo una emergencia en el trabajo, por eso demoramos un poco en llegar.
Dani les dio la bienvenida, con una sonrisa, aunque pensó que en algún momento tendría que hablar con Sarah aquel asunto del beso entre Grethel y Ben. Eran niños, pero no por eso dejaba de tener importancia.
—¿Ya Thomas llegó? —preguntó Sarah.
—Está en el despacho con mi padre; Tim está en el patio con los demás niños. ¡Están muy divertidos jugando!
Sarah asintió y se retiró con los mellizos, que no paraban de apremiarla para que se apresurara. Querían unirse al juego con los demás pequeños.
Danielle pudo entonces dedicarle más tiempo a Janice y a su esposo, quienes se sentaron en el salón para charlar un poco. Tomó en brazos al bebé que tenía unos diez meses. Era rollizo y hermoso, y Dani se sintió feliz con él en su regazo. Le encantaban los niños, y por un momento pensó que le encantaría tener otro. Recordó a Tom y al anillo... Era natural que él pensara en casarse con ella, luego de que hablaran incluso de la posibilidad de tener hijos juntos. No podía culparlo por soñar con eso, pero ella tenía miedo de seguir adelante.
—¡Qué grande está! —comentó Dani—. ¡Ha crecido mucho y está precioso!
Los padres sonrieron orgullosos de su retoño.
—Keith, ¿por qué no llevas a Shawn a tomar algo de Sol al patio? Seguro que le encantará ver a los demás niños.
Su esposo entendió la indirecta y tomó al bebé para colocarlo en su cesta y salir afuera.
—¿No vas a presentarme a Thomas? —le preguntó Janice.
Danielle se ruborizó. Su amiga estaba ajena a los últimos acontecimientos.
—Debe seguir con papá, además, hay muchas cosas que no te he contado...
Danielle se aclaró la garganta y abrió finalmente su corazón con Janice. Quería explicarle lo que le había sucedido, y nadie mejor que ella para escucharle.
Thomas agradecía la conversación neutral que Richard mantenía con él. Hablaron de sus libros, del próximo viaje a París, del premio de arquitectura, de política, pero no mencionaron a Danielle. Los dos sabían que no era conveniente hablar de ella cuando la relación no estaba pasando por un buen momento. A pesar de eso, Thomas tenía el mejor criterio del padre de Danielle; era un hombre de buen corazón, íntegro, amable, que lo hacía sentir como una persona valiosa, no como un enfermo.
Un toque en la puerta del despacho interrumpió la charla, y la cabeza castaña de Donna se asomó por la puerta. Su mirada se centró primero en Thomas, pero no le dijo nada, luego se dirigió a su esposo.
—Cariño, los Robson preguntan por ti. ¿No crees que deberías salir a saludarlos?
El aludido se puso de pie en el acto.
—Perdón, Thomas, pero debo salir un momento.
—No se preocupe, yo también saldré. De paso le echo un vistazo a Tim y veré si los Potter ya han llegado.
—Si se refiere a los mellizos y a su madre, ya están aquí. Los he visto hablado con Danielle hace unos minutos —le informó Donna.
—Muchas gracias.
Thomas ya se marchaba cuando Donna lo detuvo un instante. Su marido recién había salido del despacho, así que se hallaban a solas.
—Thomas, a diferencia de lo que pueda usted creer, yo no tengo nada en contra suya —le confesó la mujer—. Sé que es un buen hombre y que quiere a mi hija y a mi nieto...
—Pero no soy digno de ser el esposo de Danielle, de ser su pareja —le interrumpió él.
—Yo no he dicho eso.
—Pero lo piensa —respondió Thomas con calma—, y no la culpo por ello. Tiene razón.
Donna se quedó lívida al escuchar ese comentario, y fue incapaz de replicar.
—Thomas...
—No se preocupe, yo la comprendo. Ahora, si me permite, voy a salir al jardín.
Thomas avanzó en su silla de ruedas, un poco ofuscado. En la última noche había pensado mucho en su relación con Danielle y después de lo sucedido en el estadio, comprendía que ella se avergonzaba de él, que no quería mostrar su relación en público. ¿Cómo sentirse ofendido si, en efecto, él era un hombre incompleto? Comparado con ella, se sentía en desventaja y estaba comenzando a pensar seriamente en no seguir adelante con la relación, para no hacerse más daño ni hacérselo a Danielle.
Aquellos eran sus pensamientos cuando en un recodo del corredor, escuchó la voz de ella, que hablaba con alguien. No pudo evitar detenerse. No tenía a nadie a su lado, pues al parecer Donna había tomado otro rumbo, y Richard también. Los padres y los niños invitados estaban en el patio y en el jardín. A pesar de ser enero el día estaba soleado y no había mucho frío, así que Dani debía estar sola, apenas acompañada por una mujer que él no conocía.
—No quiero hacerle daño, Janice; él no se lo merece —decía Danielle—. Me siento bien con él, cuando estoy a su lado me encuentro feliz, pero no puedo darle a Thomas más de lo que tenemos en estos momentos. Yo no quiero casarme con él... —añadió con voz ahogada.
Thomas se quedó muy sorprendido. No habían hablado de matrimonio, pero él soñaba su vida a su lado, la veía como su esposa, como la madre de un futuro hijo, pero al parecer Danielle no quería lo mismo que él y descubrirlo así fue como recibir un fuerte golpe en el estómago.
La conversación se interrumpió porque Dani comenzó a sollozar y su amiga le dio un fuerte abrazo.
—Hoy es el cumpleaños de Ben, no puedes ponerte así, Danielle —le aconsejó la amiga—. Ya tendrás tiempo de hablar con Thomas...
Él no pudo seguir escuchando, retrocedió en la silla y, con cierta torpeza, se dio la vuelta. Estuvo aguardando en el despacho por unos minutos que le parecieron horas... Se sentía desanimado, tenía el corazón roto, pero no podía exteriorizarlo por Ben. Él era lo más importante y debía contenerse.
Cuando al fin se llenó de valor y retornó al salón, advirtió que ya Danielle no estaba. Suspiró y salió al jardín. Por fortuna la casa estaba construida de una manera amigable para las personas con discapacidad, por lo que no había escalones.
Le sorprendió ver que los juegos estaban vacíos, hasta que comprendió que los niños estaban todos en la terraza. Iban a cantarle felicidades a Ben y luego a apagar las velitas. Se acercó al grupo, todavía con dolor en su corazón. En efecto, estaban en la mesa del cake. Junto al niño se encontraban Danielle y sus cuatro abuelos. Él se veía feliz cuando comenzaron a cantar y apagó las siete velas de una misma vez.
La algarabía general contrastaba con su desdicha personal. Por supuesto que él también se unió a las felicitaciones generales, que cantó y aplaudió cuando apagó las velas, pero él era uno más entre la nutrida concurrencia, no formaba parte de la familia de Ben.
Una mano se posó en su hombro y lo sacó de sus pensamientos. Era Sarah, quien lo miraba con una sonrisa amable. Era probable que se percatara de lo que estaba pasando, así que quería confortarlo.
—¿Estás bien?
Thomas asintió, aunque su rostro expresaba otra cosa.
—Sarah, ¿puedo pedirte un favor?
—Por supuesto, Tom. ¿Qué necesitas?
—¿Crees que podrías llevar a Tim a casa después? Tengo que marcharme, pero no quisiera que se perdiera el resto de la fiesta...
Sarah no cuestionó su decisión, de cierta forma lo comprendía.
—No te preocupes, yo me encargo. ¿No vas a despedirte de Ben y de Danielle?
Thomas negó con la cabeza.
—No quiero interrumpirlos. —Comenzaban a tomarse fotos—. Si preguntaran por mí, ya sabes que me he marchado. Muchas gracias, Sarah.
La aludida lo vio alejarse en dirección a la casa y sintió mucha pena por él.
Luego de comer y de picar la tarta, Danielle echó en falta a Thomas. Lo había buscado con la mirada para incluirlo en las fotos, pero no lo había visto. No le dio demasiada importancia, pues Tim estaba todavía allí y Thomas no lo dejaría en la fiesta sin más.
La conversación con Janice la había aliviado un poco, pero todavía no veía las cosas de manera clara. No sabía qué hacer, aunque creía que debía hablar con Thomas cuanto antes para aclarar algunas cosas. Tenía miedo, no quería perderlo, pero ella necesitaba que su relación continuara como hasta el momento —salvo por el hecho de confesárselo a su hijo—. Después que hablara con Thomas y que aclararan las cosas se sentaría con Ben y le diría la verdad. Era lo mínimo que podía hacer.
Aquellos eran sus pensamientos cuando Sarah se acercó a ella. La notaba un poco incómoda.
—Dani, debemos irnos. Tengo que regresar a casa temprano, además debo pasar antes por casa de Thomas para llevar a Tim.
—¿Thomas se marchó? —No podía salir de su asombro.
—Se fue hace poco más de una hora. Yo quedé en llevar a Tim cuando me marchara.
Danielle no preguntó nada más, percibía que las cosas no estaban bien entre ellos, pero no podía hacer nada hasta el día siguiente. Era el cumpleaños de Ben y debía estar con él.
—Voy a despedirme de los niños. Gracias por venir, Sarah.
Danielle no salía de su extrañeza y estaba preocupada por Tom. Aquella actitud no era normal, y no podía negar que sentía miedo por el futuro de su relación.
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