Capítulo 22
Un cálido beso en su mejilla la despertó; abrió los ojos y se encontró con la mirada de Thomas, que le sonreía a su lado. Hacía mucho tiempo que no dormía así; se sentía tan liviana como una hoja, y no pudo evitar devolverle la sonrisa.
—Buenos días, mi amor —le dijo él dándole un beso en la nariz—. ¿Cómo dormiste?
—Como si fuese una niña... Sin preocupaciones, feliz...
—Y yo feliz de tenerte a mi lado y de verte dormir.
—¿Hace mucho que estás despierto?
—No te preocupes, hace poco. ¿Qué te parece si preparo el desayuno?
Danielle le abrazó y le dio un beso en los labios.
—¿Hablas de tus deliciosos y legendarios pancakes? ¡Me encantaría!
Thomas la besó con pasión, mientras la atraía más hacia su cuerpo. Sus labios descendieron por su cuello hasta llegar a sus pechos y la besó apasionadamente, mientras Dani hundía sus dedos en su cabellera negra, ahogando una exclamación de sorpresa y deseo.
—Moría por verte a la luz, Dani. Eres hermosa...
Ella se ruborizó y le dio otro beso.
—¿Qué tal si tomamos un baño juntos antes del desayuno? —le propuso ella.
Thomas se sorprendió con la petición, y se ensombreció un poco. El baño siempre era el área más difícil para él.
—¿Estás segura? Me siento torpe todavía, además no quisiera que me vieras así desnudo, inerte de la cintura hacia bajo, me siento como un...
El beso apasionado de Danielle lo interrumpió y se abandonó por unos instantes a la necesidad que de ella sentía.
—Después de anoche creo que no deberías sentir pudor o temor alguno respecto a nuestra intimidad, Thomas. El baño lo diseñé yo, ¿recuerdas?; sé perfectamente lo qué podemos hacer en él y lo disfrutaremos juntos, te lo aseguro.
Él la abrazó. En momentos así comprendía que no podría vivir sin ella. ¡La amaba demasiado, pero todavía tenía miedo de confesarlo!
—Danielle, eres una mujer extraordinaria —le dijo mirándola a los ojos.
—Y tú eres un hombre maravilloso, Tom.
Se enjabonaron el uno al otro, y Thomas intentó que sus complejos no salieran a flote, centrándose tan solo en el hermoso cuerpo que tenía enfrente, que reaccionaba ante sus caricias. Una hora después, se hallaban en la cocina de la casa, muy bien instalados, luego de un maravilloso baño.
—Necesitas tener algo de ropa aquí —le dijo Thomas mientras colocaba el plato con los pancakes frente a ella.
Danielle llevaba el mismo vestido del día anterior, salvo por la chaqueta. El comentario de Thomas no tenía nada de malo, pero de pronto pensó que tal vez él esperara que vivieran juntos en el futuro. ¿Estaría dispuesta a eso? Alejó sus preocupaciones, era demasiado pronto para pensar en eso y quería disfrutar de su mañana con él.
—¡Huele delicioso! —exclamó.
—Espero que estén buenos.
Danielle se llevó un trocito a los labios: eran dulces, esponjosos y estaban calentitos, sin duda eran perfectos.
—¡Están exquisitos!
Él le sonrió; era bueno en la cocina, pero recibir un elogio de ella era especial. Le encantaría desayunar con ella todos los días, aquel era su sueño...
—¿Qué hora será?
—Son las once de la mañana, Dani...
—¡Cielos! ¡Qué tarde! ¿Los niños ya habrán despertado?
—Es probable, aunque no han aparecido todavía. ¿En qué piensas? —le preguntó al ver que se quedaba absorta.
—¿Crees que Ben se percate de que tengo el mismo vestido de anoche?
Thomas no se esperaba aquella pregunta. Creía que le dirían la verdad al pequeño, ahora que la relación entre ellos era más sólida. Al parecer, Danielle pensaba otra cosa.
—Es un niño, no creo que tenga la perspicacia suficiente para entender lo que eso significa. Sin embargo, ¿crees correcto que le sigas ocultando a tu hijo nuestra relación?
Danielle se paralizó. Veía cierta decepción en el rostro de Thomas, y podía entenderlo, pero tampoco quería verlo así.
—Dame un poco más de tiempo, por favor, Thomas —le pidió, mientras sostenía su mano entre las suyas—; las cosas entre nosotros están mejor que nunca, pero yo necesito ir con calma. No es porque crea que esto saldrá mal o terminaremos, es porque estoy demasiado asustada todavía y quiero que todo salga bien. ¿Me comprendes?
Él asintió y le sonrió.
—No quiero echar a perder nuestra mañana con exigencias, cariño. Te comprendo, pero espero que pronto podamos tener una vida juntos. Es lo que deseo para nosotros, para los tres.
Danielle le dio un beso. Las advertencias de Janice martillaban en su cabeza, debía de ser capaz de vencer sus miedos o podría perder a Thomas.
—¡Mamá! —gritó Ben cuando la vio en el patio de los Vermont—. ¡Ya llegaste!
Danielle lo abrazó con cariño. Thomas estaba a sus espaldas y, en efecto, el pequeño ni se percató de que su madre llevaba el mismo vestido o si lo advirtió, al menos no le dio la significación que tenía, pero Mónica y Rob sí.
El moreno y su mujer se hallaban a cierta distancia y vieron la escena. Rob no pudo evitar sonreír de oreja a oreja: lo comprendió enseguida.
—¿Te diste cuenta? —le dijo Mónica a su lado.
—Sí, por supuesto —contestó Rob—. Valió la pena cuidar de estos cuatro diablillos para que estos dos al fin... Bueno, ya sabes.
Mónica le abrazó; Rob en ocasiones era demasiado explícito.
—Nosotros también tuvimos una noche animada, amor.
Rob entornó los ojos.
—¿Lo dices por el momento en el que Tim y Garrett asustaron a Grethel con una sábana, haciéndose pasar por fantasmas? ¿O por la jalea de fresa que vertió ella después en la cabeza de esos dos?
Danielle se rio.
—Fue una noche divertida. Por suerte Ben es un niño muy bueno, pero los mellizos son demasiado ocurrentes.
La pareja se acercó a Danielle y le dieron los buenos días. Le hicieron las divertidas historias de la pijamada y Dani no pudo evitar reírse.
—Ben, como siempre, es el que mejor se porta —resumió Mónica.
—¡Qué bueno saber eso! Si se porta bien entonces podremos ir a Disney el próximo fin de semana como teníamos previsto.
—¡Santo Dios! —exclamó Rob, quien lo había olvidado—. ¡Otra vez los cuatro juntos! Tienes que ayudarme, Tom... —le dijo el moreno señalándolo con el dedo.
—Te prometo que sí —respondió el aludido.
—¿Ya nos vamos, mamá? —preguntó Ben.
—Sí, cariño. Recuerda que debemos almorzar con tus abuelos hoy.
—Vamos a la casa para que recojas tus cosas, Ben; Sarah y Michael todavía no han aparecido, es muy probable que continúen de vacaciones.
Danielle se rio y acompañó a Mónica y a su hijo al interior de la casa.
Thomas permaneció junto a Rob; la mañana estaba algo nublada, pero el tiempo era excelente. El moreno se cruzó de brazos y lo miró de manera muy sugerente.
—¿Nada que contarme, campeón?
Thomas se echó a reír. Lo quería mucho, era como un hermano para él.
—Tendrás que dejarlo a tu imaginación, amigo mío. No pretendo contar nada más, salvo que pasamos una noche maravillosa.
—Con eso me basta, Tom —dijo el moreno sonriente, chocando su puño con el de él—. Estoy feliz por ustedes. Estoy seguro de que todo saldrá bien.
Thomas confiaba en que sí.
Eran las doce del día cuando Danielle llegó a casa de sus padres; Ben se pasó todo el trayecto hablando de lo divertida que fue la pijamada y de las cosas que hicieron. Dani estaba feliz de verlo tan contento, era muy bueno para él tener amigos y para ella tener a Tom a su lado... Tom. A veces no sabía qué hacer, cómo avanzar en aquella relación, pero esperaba encontrar con el tiempo las respuestas correctas.
—¡Hola! —exclamó su madre cuando les abrió la puerta.
Donna se acercó y les dio un beso, pero Ben de inmediato salió corriendo a ver a su abuelo que estaba en el patio, construyendo una casita de madera para los pájaros silvestres.
—Ya sabes cómo es —le comentó su madre—, ¡le encanta la carpintería! Dice que se siente útil.
—Eso es bueno, mamá.
—¿Y ese vestido? ¿Es nuevo? —le preguntó Donna extrañada—. ¿No es demasiado elegante para esta hora?
Danielle se sonrojó. A Ben no le importaba la ropa que llevara puesta, pero a su madre sí.
—Me puse lo primero que vi.
Donna no le creyó mucho y se sentó en el sofá, mirándola de la cabeza a los pies. La veía distinta, no sabía por qué.
—Te llamé temprano a la casa y no estabas. No me contestaste tampoco al móvil.
—Lo siento, lo vi cuando ya estaba próxima a llegar.
—¿Y dónde estabas? —inquirió su madre con el ceño fruncido.
Danielle no se dejó intimidar. Sabía que algo sospechaba, pero no le contaría tan pronto, no cuando sabía que pondría el grito en el cielo cuando se enterara.
—Fui a casa de los Vermont a recoger a Ben; tuvo una pijamada y se quedó a dormir con ellos.
—¿Ben durmió fuera de casa? —Su madre estaba atónita—. ¿Y tú lo permitiste?
—¿Qué tiene de malo, mamá? —Se encogió de hombros—. Mónica es una mujer muy responsable, y los niños son amigos. Además de Tim estaban los mellizos, creo que te he hablado de ellos también.
—Danielle, Ben es todavía pequeño para que le permitas dormir fuera de casa... Lo siento, yo no lo veo bien. Ya sé que estás encantada con esa familia, pero me preocupa la manera en la que te estás comportando. ¡Tú no eras así!
—Era solitaria, aburrida y triste. Ahora me ves con un vestido nuevo y una sonrisa, y comienzas a cuestionar las decisiones que tomo como madre. Lo lamento, pero no puedes hacer eso; no puedes inmiscuirte en mi vida de esa manera.
Danielle se levantó de golpe, pero Donna no la dejó avanzar. Estaba sorprendida de ver su reacción, pero sobre todo le preocupaba que se comportara así a causa de aquel hombre.
—Estás siendo injusta conmigo, Danielle. Solo pienso en lo que es mejor para ti y tu hijo. Hace unos tres meses que conoces a esa familia, y no creo acertado que Ben duerma fuera de su casa con personas que conoces hace tan poco tiempo. ¿El marido de la tal Mónica es de fiar? ¿Confías tanto en el Thomas ese?
—¡No metas a Thomas en esta discusión mamá!
—¿Y dónde estabas anoche, Danielle? ¿Crees que soy tonta? No creo que estuvieras a solas en casa un sábado en la noche. Jamás hubieras consentido en esa pijamada absurda si no hubieras tenido otro plan en mente. Te conozco...
—No, no me conoces; accedí a la pijamada por Ben, porque quería que pasara un tiempo con sus amigos, eso no tiene nada de malo y confío en los Vermont. Mi decisión no tuvo nada que ver con Thomas y la tomé antes de que... —se interrumpió abruptamente, estaba a punto de confesar que salió con él.
—¿Antes de qué? —inquirió su madre molesta.
—¡Está bien! ¿Quieres saberlo? —repitió Danielle airada—. Salí con Thomas a cenar anoche. ¿Era eso lo que querías saber, mamá?
Donna negó con la cabeza y la miró decepcionada.
—Estás cometiendo un error, Danielle. Te estás involucrando con un hombre que no te conviene, que será una carga para ti el resto de tu vida. Una persona que no podrá ocuparse de ti y serás tú quien tenga que ocuparse de él. ¿Ya te imaginas lo que será envejecer al lado de alguien así? ¿Has pensado en lo difícil que será ir a cualquier parte con él? Discúlpame, hija, pero eso ese no es el hombre que deseo para ti...
Los ojos de Danielle se llenaron de lágrimas y se dirigió a la puerta.
—¿A dónde vas, Danielle?
—Vendré a recoger a Ben después del almuerzo —dijo antes de cerrar la puerta tras de sí.
Danielle llegó hasta su auto, y las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Encendió el motor y despareció de allí. ¿Por qué tenía que sucederle esto precisamente en un día en el que amaneció tan alegre? ¿Por qué su madre se comportaba así? Hasta cierto punto podía entenderla, sabía que estaba preocupada y que la quería, pero ella era una mujer adulta y necesitaba tomar sus propias decisiones.
Había llegado a casa de Janice sin avisar, pero el auto de ella estaba en la entrada y esperó que pudiera recibirla. Fue Keith quien le abrió la puerta, con el pequeño Shawn en los brazos. Él era un hombre muy amable, de unos cuarenta años y de pelo castaño. Al verla se preocupó, pues comprendió que Danielle no tenía buena cara.
—Por favor, pasa. ¿Quieres un poco de agua? ¿Ben está bien?
—Sí, todo está bien. —Dani intentó sonreír—. Disculpa que aparezca así un domingo sin llamar antes, pero necesitaba ver a Janice. ¿Estará ocupada?
—Está en el patio trasero regando las plantas, puedes pasar. A este pequeño le toca su papilla, y ya sabes que Janice, con sus teorías feministas, delega en mí parte de la responsabilidad sobre el niño durante los fines de semana.
Dani no pudo evitar reírse un poco. Keith no se quejaba, era un excelente padre y Janice era una mujer con las ideas muy claras. Ojalá todas fueran así, por eso le gustaba tanto conversar con ella, porque siempre tenía la palabra precisa para decirle.
La encontró donde mismo dijo Keith, en el patio trasero con un overol gris y una manguera, regando sus flores. Aquella era una de sus ocupaciones favoritas.
—¿Dani? ¿Qué estás haciendo aquí?
Le sorprendía verla, pero como buena amiga intuía que a Danielle le sucedía algo, así que no dudó en dejar su tarea para darle un abrazo e invitarla a sentar en las mesas de hierro y cristal al costado de su piscina.
—Disculpa, es que no sabía a quién acudir.
—Sabes que puedes venir siempre que lo desees; no necesitas llamar primero. Solo me preocupa verte así. Algo sucedió, ¿verdad?
Danielle soltó un suspiro y la miró a los ojos. Debía contarle la historia por el principio, así que le narró la noche anterior y cómo sucedieron las cosas. También le habló de la discusión con su madre, y de cómo en un abrir y cerrar de ojos la había hecho sentir miserable.
—Todo lo que gané en seguridad con Thomas, en felicidad, se fue por el caño con las palabras de mi madre. Tiene el poder de hacer que me lo cuestione todo...
—¿Y por qué? —le preguntó Janice.
—Pues porque es mi madre, y yo siempre he estado muy apegada a ella. Por otra parte, sé que tiene razón en algunas cosas... Sé que la relación con Thomas es difícil, pero yo me siento tan bien con él... ¡Anoche todo fue maravilloso, Janice! Fue como si acopláramos a la perfección. Hacía mucho tiempo que no me sentía así... Estaba feliz, estoy...
—Estás enamorada de él, Dani.
—No. —Ella negó varias veces con la cabeza.
Entonces un recuerdo llegó a su mente; era la voz de él diciéndole que la amaba. No había pensado más en eso, incluso no estaba segura de que hubiese sido real o un delirio de su cabeza, a fin de cuentas, estaba durmiendo.
—¿Qué? ¿En qué piensas?
—En que no sé si él me ame y que tuviste razón al pensar que, dentro de un tiempo, Thomas va a pretender más de mí.
—¿Y qué quieres tú?
—No lo sé —reconoció—. Quiero estar con él, pero no puedo ver mucho más allá.
—Tienes un problema, Danielle, un problema que tal vez no estalle ahora, pero sí dentro de un tiempo si no eres capaz de evolucionar y progresar al mismo ritmo de la relación.
—¿Qué debo hacer?
—Lo primero es desalojar los temores absurdos, los miedos... Escucha a tu madre, pero no le des el poder de hacer cambiar tus pensamientos y tus decisiones. Por lo que me has dicho, la relación con Thomas es muy importante para ti y no todos los días una mujer encuentra a una persona con la cual se sienta tan plena en todos los sentidos. Sí lo quieres, lo admiras como ser humano y además tienen una vida sexual satisfactoria, no veo motivos para que alejes de tu lado a una persona como esa, quien además adora a Ben. Lo que opine Donna y tus inseguridades, no deben primar sobre la elección que hagas en tu corazón.
—Siempre sabes qué decir... —le dijo Danielle dándole un abrazo.
—No te hagas preguntas que no sepas responder, Danielle. Puede que ahora no seas capaz de mudarte con él o de casarte; tener un hijo o pasar la vida juntos son decisiones demasiado importantes y nadie te está pidiendo que las tomes ahora. Con el tiempo, el amor y la madurez que alcancen como pareja, las respuestas vendrán solas y sabrás muy bien lo que deseas. Ahora mismo, lo que debes tener claro es si quieres o no continuar con él...
—Claro que quiero continuar con él —respondió atropelladamente.
—Entonces defiende lo que tienen, hasta de ti misma. Lo peor que les puede pasar como pareja es que frustren su proyecto de vida mucho antes de tener la posibilidad de vivirla.
Danielle suspiró una vez más, estaba agradecida con ella.
—Dirás que estoy loca, ¿verdad?
Janice soltó una carcajada.
—Todos estamos locos, cariño. Sin embargo, me parece que hace años que no estabas tan lúcida. Estoy feliz por ti, Danielle. Está en tus manos que esto siga siendo tan maravilloso como lo es ahora para ti.
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