Capítulo 14

Lo que nunca imaginó Thomas fue que Danielle, luego de dejar a Ben en la escuela, se fuese a su casa bien temprano. No es que no tuviese trabajo, pero tampoco tenía nada urgente ni siquiera una junta. Llamó a primera hora a Edward para que se ocupara de un par de cuestiones y se fue a ver a Tom, pues creía que era importante que los dos conversaran, y estuvieran a solas un poco. Con los niños se hacía difícil tener algo de tranquilidad, y ella experimentaba una necesidad de verlo que le era muy difícil de contener.

Cuando llegó a la casa se encontró a Nancy en el jardín que estaba regando las plantas. La señora le sonrió y le dio los buenos días:

—Hola, Nancy. —Le sonrió ella de vuelta—. ¿Thomas está en casa?

—Está en el despacho, señorita. Puede pasar, la puerta está abierta.

Dani le agradeció y eso hizo. Era demasiado temprano para que Tom hubiese ido a la fisioterapia, aunque no estaba segura de que tuviese que hacerla ese día. Cuando llegó, tocó a la puerta y sintió la voz de él del otro lado de la puerta:

—Puedes pasar, Nancy.

Ella abrió y le sonrió llena de alegría. Thomas se quedó sorprendido cuando la vio.

—No soy Nancy —le contestó mientras entraba.

Tom se desplazó en su silla y la alcanzó a la mitad del camino. No sabía si darle un beso, pero sus dudas se esfumaron cuando fue ella quien se inclinó y le besó en los labios. Él le enmarcó el rostro con las manos y profundizó algo más él beso, hasta que ella se separó para recuperar el aliento.

—Vine a comprobar si el ascensor funcionaba bien.

—¿De verdad? —preguntó extrañado.

Danielle sonrió y se sentó frente a él en una butaca, mientras le extendía sus manos para tomar las suyas.

—Te echaba mucho de menos.

Fue ahí, en ese instante, que Thomas comprendió que estaba perdidamente enamorado de ella. Sin embargo, no quería espantarla, así que se calló aquel pensamiento hasta que fuera el momento oportuno de expresarlo.

—Me encanta esta sorpresa, cariño. También te echaba mucho de menos. ¿Entonces huiste del trabajo por mí?

Ella volvió a sonreír y asintió con la cabeza.

—No tenía nada importante, y el corazón me trajo hasta aquí. ¿Qué hacías? ¿Estabas ocupado?

—Le acabo de enviar a mi editor la novela terminada, luego de los últimos arreglos. Espero poder lanzarla el año próximo.

—¡Eso es fantástico, Tom!

—Gracias. —Se llevó las manos a los labios y se las besó.

—¿Tienes fisioterapia?

—Hoy no, mañana. ¿Por qué? —le preguntó con una sonrisa, imaginando la respuesta.

—¿Te apetecería que pasemos el día juntos? —lo dijo de tal manera que parecía la petición de una niña pequeña.

Él sonrió al verla así.

—Me encantaría.

Danielle y Thomas se sentaron en un diván en el propio despacho, para tener mayor intimidad. Al estar Nancy en la casa no querían escandalizarla de ninguna manera ni hablar antes de tiempo de una relación que acababan de comenzar. Dani se recostó en su pecho mientras él depositaba pequeños besos en su frente.

—Ayer pensé que te habías arrepentido —le confesó él, con voz baja, acariciándole la mejilla.

—Reconozco que tuve un poco de miedo...

—¿Por qué, cariño? ¿Es por mi condición? —Él estaba preocupado porque a la larga eso fuese a constituir un problema.

Danielle se apartó un poco de él para mirarlo a los ojos.

—Tu condición no cambia en lo más mínimo lo que yo siento por ti, Tom. Cuando estoy contigo no pienso en la silla de ruedas, pienso en ti...

Él amaba la manera en la que ella le hablaba; cómo era capaz de transmitirle paz con lo que decía. De cualquier forma, tenía miedo.

—¿Y si después te arrepientes? ¿Y si llegado el caso no pudiera ser eso que estás buscando?

—Yo no estaba buscando a nadie, Tom. Lo que hallé contigo no creo que pueda encontrarlo con nadie más. De cualquier forma, estamos comenzando, y lo que logremos será paso a paso, pero juntos. Es por eso que te pedí ir despacio, porque no quiero que la precipitación de ninguno de los dos nos cause algún tipo de frustración. Ayer estuve pensando en nosotros, Tom. Hoy vine a decirte que quiero intentarlo, pero para que esto funcione no puedes tener miedo ni pensar que voy a abandonarte de un momento a otro, porque no lo haré.

—Hablas con una seguridad que me asombra —admitió—, pero me alegra escuchar cada una de estas palabras. Confiaré en ti, del mismo modo que te pido que confíes en mí.

—Lo haré. Para mí tampoco es fácil, y no me refiero a ti, estoy hablando de mi corazón. Mi esposo fue mi única pareja, su muerte fue traumática y por mucho tiempo pensé que no le abriría mi corazón a nadie. Ahora me asusta ver cómo en unas semanas no puedo conciliar el sueño pensando en ti. Yo también tengo miedo de que me rompan el corazón, Thomas.

—Jamás te rompería el corazón, Danielle. —Se inclinó para darle un largo beso en los labios.

—Ayer se lo confesé a Mónica —le dijo después que el beso terminó.

—¿Cuándo se lo dijiste? —Tom estaba atónito.

—Ayer en la tarde cuando nos vimos en la escuela para recoger a los niños.

—¡Ahora comprendo por qué me estuvo mirando de aquella manera tan extraña durante la cena! Pensé que habría sido Rob quien le contó.

—¿Rob lo sabe?

—Se lo confesé ayer, aunque hacía tiempo que conocía de mi interés por ti. Le pedí guardar el secreto, por eso me extrañó que se lo hubiese dicho a mi hermana. Rob es muy leal.

—¿Te molesta que le haya dicho a Mónica?

—Claro que no —le sonrió.

—Cuando me abrí con ella fue que me percaté de que quería que lo nuestro funcionara. Si creyera que esto no llegaría a nada no se lo hubiese dicho, te lo aseguro. Fue en ese momento que comprendí lo importante que eres para mí.

—Hace mucho tiempo que yo sé lo importante que eres para mí, Danielle. Por eso te pido que, si tienes alguna duda, por favor te apartes ahora. No soportaría seguir avanzando y que tú...

Ella se abalanzó sobre él y le dio un beso en los labios.

—Calla —le pidió—. Es momento de que cada uno de nosotros deje sus temores atrás, ¿no te parece?

Thomas se abandonó al beso mientras la asía con fuerza junto a su cuerpo. Sus manos bajaban por la espalda de Danielle, acariciándola con cuidado. Ella introdujo sus palmas por debajo de la camiseta de él y se estremeció cuando sintió la piel de su abdomen, el vello de su pecho... Las tetillas de Thomas se endurecieron con el contacto, y Dani se percató de ello, brindándole más placer al girar en círculos sus pulgares sobre ellas. Thomas gimió un poco en su oído, pensando en devolverle el gesto... Moría por apreciar su cuerpo, por besarla toda, pero fue Dani quien se apartó de él, jadeante, para recuperar el aliento.

—¿A dónde crees que vas? —le preguntó él subiendo una ceja.

Ella se rio cuando notó su frustración.

—Dijimos despacio, ¿recuerdas?

Thomas suspiró. El médico le había recomendado que tomara las cosas con calma, pero él creía poder con un ritmo más rápido. Tal vez Danielle necesitara de tiempo para ella.

—Hay algo que me gustaría pedirte —comenzó ella, con la expresión más seria.

—¿Qué es?

—No quisiera que Ben notara nada todavía. Sé que él te adora —se apresuró a decir—, pero no sé cómo lo tomaría...

Thomas la comprendía en parte; sabía que no era bueno confundir la mente de un niño, pero, por otra parte, si Danielle lo ocultaba era porque no estaba del todo segura del paso que estaba dando.

—Es solo por un tiempo —añadió, cuando advirtió su expresión.

—Se hará como tú digas, Dani. No obstante, debes saber que los niños son muy intuitivos y que hay cosas que no se pueden ocultar.

Ella asintió. Lo cierto es que no estaba preparada para salir con nadie todavía; los sentimientos por Thomas la tomaron desprevenida y allí estaba: empezando una relación con él que le generaba miedos e inseguridades, pero que también la hacía feliz. No consideraba justo poner a Ben en medio de aquel asunto cuando todavía les faltaba muchas barreras por vencer como pareja.

Pasaron el resto del día juntos: almorzaron algo delicioso que les preparó Nancy y luego salieron a la terraza donde estaban solos y tenían una hermosa vista del jardín. Danielle se sentó sobre sus piernas y le besó lentamente, mientras Thomas reciprocaba cada uno de aquellos besos y la sujetaba por la cintura.

Hablaron de muchas cosas de su infancia. Dani le confesó por qué le tenía miedo a los perros -a consecuencia de que uno la atacó siendo niña- y él le habló de las ideas que tenía para un próximo libro.

A media tarde Dani misma preparó para ellos una limonada, y la tomaron juntos, riendo de algunas historias de Tom de la Universidad. Él podía ser muy simpático cuando se lo proponía... Cada cierto tiempo ella volvía a colocarse en su regazo para besarle o darle un abrazo. Recostaba la cabeza sobre su hombro para soltar un suspiro, y estando así con él se sentía en paz...

—Me haces mucho bien, Tom —le susurró.

Él le besó en la mejilla, luego en los labios antes de responder:

—Sabes que te quiero, ¿verdad? No sé si sea muy pronto o muy...

Danielle le besó a su vez, silenciándolo y él se dejó llevar por la pasión que sentía cuando ella lo procuraba de esa forma. Era tan satisfactorio que apenas si se percató de que Dani no le había dicho que lo quería también; pensó que aquel beso era una respuesta afirmativa, aunque para Danielle era una manera de eludir la respuesta.

Alguien que carraspeó a sus espaldas los hizo interrumpir el beso de manera abrupta, un tanto avergonzados. Era Mónica, quien se acercó con una sonrisa, aunque también un tanto incómoda por la situación. Estaba feliz por ellos, pero necesitaba de algo de tiempo para adaptarse a la idea.

—Perdón... —murmuró.

Danielle se levantó de las piernas de Thomas y se sentó a un costado de la terraza, para abrirle espacio a Mónica quien se colocó entre ellos para saludar.

—He traído a los niños —anunció—. Están en casa haciendo la tarea con Rob.

Dani sonrió, todavía estaba un poco ruborizada.

—Iré a verlos —explicó antes de desaparecer.

Mónica se sentó frente a su hermano, en el lugar que antes había ocupado Danielle. La vio marcharse por el jardín hasta el otro hogar y frunció el ceño. No podía negar que, aunque se alegraba por ellos, le preocupaba aquella relación.

—¿Todo está bien entre ustedes?

—Claro que sí —rio él—. Pensé que te habrías dado cuenta.

Mónica le devolvió la sonrisa. Cierto, había interrumpido un beso apasionado, pero en ocasiones pensaba que alguno de los dos desistiría de seguir con aquello adelante. Ojalá estuviera equivocada.

Danielle llegó a casa con Ben; el pequeño estaba hablando de la tarea que habían hecho y de Rob. El moreno era muy bueno en Matemáticas, y los había ayudado bastante. Dani iba a contestarle a su hijo cuando se encontró con sus padres, que la miraban preocupados frente a la puerta de su casa.

—Cariño —le dijo su madre—, ¿olvidaste que veníamos a cenar hoy?

Danielle se llevó una mano a la cabeza, apenada.

—Lo siento, lo olvidé.

Sus padres se acercaron para darle un beso, y luego ella abrió la puerta de la casa y los hizo pasar. Ben fue a cambiarse a su habitación y Dani se dejó caer en un butacón frente a sus padres.

—Lo siento —se disculpó otra vez—, pero puedo preparar algo en un minuto.

—Eso es lo de menos —repuso su madre—, podemos venir mañana. Te noto algo cansada. Si quieres entro a la cocina yo y les preparo algo.

—No es necesario, mamá. Tengo comida hecha, solo que no he preparado nada para ustedes. ¿Pedimos a domicilio?

Su padre negó con la cabeza.

—Venimos mañana —le contestó—. Por cierto, hoy no estuviste en la empresa. ¿Todo está bien, Danielle?

Ella asintió.

—Tuve que ocuparme de un par de cosas, pero todo está bien, no te preocupes.

—Qué misteriosa —comentó su madre—, ¿dónde pasaste todo el día, si se puede saber?

Danielle se puso nerviosa al instante. Era una adulta, no tenía que dar explicaciones de lo que hacía cada día, pero como su vida era tan monótona no escondía nada de sus padres y los había acostumbrado a hablar de sus cosas con naturalidad. El asunto se había vuelto en su contra en el peor de los momentos.

—Estuve en casa de Mónica.

Donna frunció el ceño cuando la escuchó, pero fue su marido quien preguntó.

—¿Algún problema con el trabajo que se concluyó en esa casa? ¡Edward no me ha informado de ninguno!

—No, no es eso. Fue una cuestión personal. Lamento no haber ido a la empresa, pero no tenía nada importante que hacer.

Su padre no dijo nada más, sentía que era mejor no ahondar en el asunto. Danielle no estaba acostumbrada a mentir, y si no decía con claridad lo que le sucedía era por algo.

—Iré a ver a Ben a su habitación —dijo su padre antes de desaparecer.

Danielle pensaba ir a tomar agua y a brindarle algo a su madre cuando una pregunta de ella le tomó por completo desprevenida.

—¿Tienes alguna relación con ese hombre, Danielle?

—¿De qué hablas? —tartamudeó, dejándose caer de regreso en el butacón.

—Del discapacitado.

Dani se disgustó.

—Tiene nombre, mamá. Se llama Thomas.

—¿Entonces tienes algo con él? —repitió Donna cada vez más roja.

—No sé de dónde sacas eso —contestó evasiva.

—Ben me habla de él por teléfono. Sé que van a su casa más que antes y hace tiempo que te noto extraña.

—Somos amigos, él es genial con el niño y nos hemos unido a esa familia. No creo que exista nada de malo en eso...

—Espero que en verdad no estés involucrada con él, Danielle —dijo su madre con severidad.

—¿Por qué dices eso, mamá? ¿Thomas no tiene derecho a ser feliz? ¿A tener una pareja?

—¡Santo Dios! —exclamó Donna—. Entonces es cierto...

—No, mamá, solo me molesta la manera en la que hablas de ello.

—Me preocupa tu felicidad, Danielle; me encantaría que encontraras a alguien, a una figura paterna para Ben, pero ese hombre...

—¿Qué tiene? —le increpó molesta.

—No es un hombre, es una persona enferma...

Danielle no pudo seguir escuchando y se levantó, directo a la cocina. Su madre fue tras ella, no dispuesta a dejar el asunto.

—Te voy a decir algo, Danielle, porque veo que estás muy perdida. Cuando Benjamín enfermó, tú tenías que estar a tu lado... Era tu deber como esposa, y eso lo entendimos todos. Un matrimonio no se destruye por una enfermedad como esa: se debe estar hasta el final. Ahora bien, pretender involucrarte con un hombre desconocido en silla de ruedas es otra cosa... ¡Eso lo puedes evitar! Él no es tu esposo y no tienes deber alguno de estar con él...

—Mamá, no voy a seguir con esta conversación. Me duele la cabeza y estás siendo muy injusta.

—Me asusta que ni siquiera lo admitas. Si no lo haces es porque seguro te das cuenta de que no es algo normal lo que estás haciendo. Estás avergonzada, Danielle, y si sigues adelante con esto es probable que termines dañada y ese pobre hombre también.

Danielle dejó el vaso de agua sobre la encimera y se dirigió a su cuarto. Cerró la puerta con seguro y se echó a llorar sobre la cama... Era cierto que tenía miedo de esa relación, pero también estaba feliz cuando estaba al lado de Thomas. ¿Era tan difícil de comprender? Por otra parte, no había sido capaz de decir la verdad, de defender aquello que comenzaba a tener con Tom. ¿Se avergonzaba? No, no era eso, pero no podía hablar de algo que todavía estaba en ciernes y que, en efecto, no sería bien recibido por su familia.

Unos minutos después la voz de su padre le hizo saber que ya se marchaban y Danielle salió de su encierro para ocuparse de la cena de su hijo. Luego de un día maravilloso al lado de Thomas, sentía que las cosas se habían salido por completo de control.

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