OO

Quisiera aclarar unas cuantas cosas

Esta historia era originalmente un one-shot sencillo que iba escribiendo a cachos entre descanso y descanso de la universidad

Pero quizás me metí tanto en ello que alargué todo un poco bastante, y aún sin acabarlo, me tocó cortarlo en capítulos-

Este se podría decir que es el "piloto", lo que escribí como base cuando aún tenía planificada la historia para ser de un solo capítulo.

Este relato está inspirado en Las 12 Princesas Bailarinas.

No, no la de Barbie. En el cuento de los 1800.

Además, Reader/TN no tiene género, ni apariencia, ni gusto específico de vestimentas, y de hecho juraría que he esquivado ponerle nombre (el cosito de TN) o pronombres. Solo le digo "tu" y ya.

Esto es básicamente por el mero hecho de que sé que puede que no todos los que estén leyendo esto usen los pronombres que yo pueda elegir, o tengan la apariencia que yo elija.

Así que son libres de insertarse en la historia, o usar a un personaje propio, o hacer como que no hay una persona fija ahí.

Ojalá lo disfruten 💜

Ah, y como me he acostumbrado al formato de Archive of Our Own, hay más anotaciones al final de esto.

Al fin, la noche había caído.

Era, al fin, el momento que tú y tus hermanas amaban más.

Y habiéndose vestido con su mejor ropa y sus zapatos de baile, volvieron a bajar. El mundo parecía tener más color una vez llegando hacia los botes.

Tu corazón latía con intensidad, anticipando el anhelado encuentro con tu compañero de baile. Tu amante, el príncipe de las fae.

La música empezó a sonar cada vez más cerca, y la tenue luz de las velas en el palacio les invitaba a entrar. Tenían un ferviente deseo de volver a ahogarse en las melodías y danzar. Danzar hasta que sus zapatos no dieran más de sí. Hasta que se vieran en la obligación de despedirse de sus parejas de baile, volviendo a su habitación como cada noche.

Y ahí, lo volviste a ver. El príncipe.

Malleus.

Te saliste con torpeza del bote donde te encontrabas. Escuchaste las risas de tus hermanas menores detrás de ti, pero las ignoraste. Tu prioridad estaba a pocos pasos de ti. Prácticamente te lanzaste a los brazos del hombre, quien, sin dudarlo un segundo, te sostuvo lo más cerca de ti que pudo.

—Tan valiente como siempre, mi dulce retoño del hombre... —Su voz estaba bastante cerca de tu oído, tenerlo una vez más a tu lado ti hizo que una enorme calidez invadiera tu corazón—. Te eché de menos, ansié este momento a lo largo del día.

No pudiste evitar soltar una risa ante tal declaración, sintiendo el color invadir tu rostro. Incluso si solo se separaban por unas horas, a ambos se les hacía eterno. En serio anhelaban poder pasar todo el tiempo posible de sus días y noches juntos.

—Yo también te eché de menos, Tsunotaro. —Aquel apodo en boca de cualquier otra persona habría sido causa de molestia para aquel hombre. Pero viniendo de ti, no podía evitar sentirse especial. Se sentía amado cada vez que lo llamabas de esa manera, pues por más que para otras personas no tenga nada de amoroso, para él era una señal de lo cercano que se había vuelto a ti.

Entre pequeñas risas y palabras amorosas fueron con las demás personas a bailar. El suave sonido de los zapatos de los presentes iba a juego con los instrumentos que creaban en conjunto una sinfonía perfecta para aquellos que fueran privilegiados de estar esa noche presentes. Algunas risas a veces hacían compañía a todo el ambiente. Otras veces pequeños comentarios volaban de boca de alguien. Pero ni tu ni tu pareja parecían prestar atención a aquello. Se sentían en su propio mundo personal. Un mundo donde solo había cabida para ustedes dos.

Algún que otro giro, un pequeño solo de tu parte, y ese momento donde tu acompañante te levantó levemente del suelo, fueron una parte del baile que compartieron. Cualquiera que los viese quedaría maravillado de tales coreografías que sus almas eran capaces de crear cuando estaban juntos. Aquello que su amor era capaz de hacer resultaba hermoso.

Pero como todo en esta vida, su momento, muy a su pesar, tuvo que concluir.

Tus zapatos de baile ya no daban más de sí. Lograste desbaratarlos al bailar toda la noche con tu amante. Aquello fue tu señal de que era momento de parar.

Con algo de tristeza, le comentaste a tu compañero que no podías continuar. Este, viendo que tus hermanas aún aguantarían un poco más, decidió ofrecerte pasar el tiempo restante solos, afuera del salón de baile. Sonreíste. ¿Cómo negarte a pasar más tiempo con tu amado?

Se fueron en silencio al jardín. Las demás parejas de baile estaban muy metidas en su mundo para notar su ausencia. Habiendo llegado a su destino, se sentaron en una de las bancas que estaban por la zona. Con una suavidad que solo usaba contigo, Malleus tomó tus manos entre las suyas, sintiendo su calidez.

Cualquier palabra que fueran a compartir en aquel momento fluyó con la suavidad de un río. No importaba el momento ni el tema, hablar con el mayor siempre te salía natural. Conectaron al instante. Eso fue algo que supiste desde que bailaron juntos por primera vez.

Aquella noche es de las más atesoradas en tus recuerdos. La adorabas tanto, que no pudiste evitar perderte un rato en aquella dulce memoria, mientras tu acompañante te mantenía cerca suyo, sosteniéndote.

En esa ocasión tu y tus hermanas habían discutido con su padre por algo que ya no recordabas. Una de tus hermanas, buscando algo, se acostó en el suelo, mirando debajo de la cama. Ahí pudieron notar una trampilla que combinaba con el resto del elegante suelo de la habitación, razón por la que no la habían logrado divisar antes. Movieron la cama. Con algo de nerviosismo, se preguntaron mentalmente quién debería abrir la trampilla. Y, siendo tu mayor que el resto, te convertiste en el alma a sacrificar para saciar su necesidad de saber aquello que se escondería tras la misteriosa trampilla secreta.

Y tras ella, había unas elegantes escaleras. Decidiste aventurarte por ellas. Y tus hermanas, preocupadas de que algo fuese a pasarte, te siguieron.

Los pequeños botes que estaban alineados ahí al principio no te generaron confianza. Pero, el atrevimiento de tu hermana más joven al subirse a uno, te orilló a ir también. Las demás te siguieron a ti, y poco a poco empezaron a perder miedo al divisar la belleza del lugar. Arboles con hojas de plata se presentaban con suma elegancia a su alrededor, el agua del río era cristalina, y un suave sonido que reconocieron como música se escuchaba en la distancia.

Seguías sin tener la guardia baja del todo. ¿Cómo podías confiar en que esto no sería alguna trampa? ¡De ninguna manera dejarías a tus hermanitas aventurarse solas! Tu irías en frente de ellas. Si algo malo pasaba, al menos sería solo a ti. Tus hermanas tendrían una oportunidad de huir.

Te bajaste con muchísimo cuidado del bote tras llegar a tierra firme. Le hiciste una seña a tus hermanas para que no bajaran. Estando alerta, pasaste tu mirada por todo el sitio, buscando algún peligro. Parecía que solo había un jardín y salón de baile del que salía música. Dejaste a tus hermanas bajarse, y una corrió al salón, pues su melodía favorita empezó a sonar. Con ello, fuiste con el resto detrás de ella.

No podías creerte lo que estaba ahí.

Había once príncipes.

¿Qué hacían once príncipes ahí? ¿Estaban esperando a tus hermanas? ¿Esperaban a cualquiera que quisiera bailar a su lado? No entendías nada. Querías entender, pero tu sentido de la lógica no parecía cooperar. No dejaba de repetirte el sinsentido que esto representaba. Cada que buscabas una explicación lógica, sentías que tu cerebro se entumecía por la sarta de estupideces que tu sesgo cognitivo usaba de excusa para justificar todo esto. Sentías que se te iban a freír las neuronas. O quizás ya estaban fritas.

Ah, tus hermanas decidieron ir a bailar en lo que terminabas de volver a ser un humano medianamente funcional. Ya ni siquiera tenías la energía para regañarlas por confiar en los desconocidos con tanta facilidad. Si se iban a poner en riesgo, ya era su cosa. No tenías ya mucha fuerza mental para seguir actuando como la única persona preocupada por esta situación.

Con aquel pensamiento en tu cabeza, saliste a explorar un poco el jardín. Quizás alejarte un poco de la gente te hiciera bien. Tendrías tiempo de descansar la mente. Así, quizás luego podrías seguir intentando encontrarle sentido a esta situación sacada de un cuento como el que tu madre solía contarte en tu infancia.

Además, incluso si quisieras bailar con alguien, no podrías. Había once príncipes para tus once hermanas. Tu quedabas fuera.

Las camelias en suaves tonos rosados te parecían hermosas. Se complementaban con las margaritas que podías ver entre todos esos pétalos rosados, pues su tono resaltaba.

Pasaste cerca de varios helechos y una que otra gardenia. Cerca, varios heliotropos se presentaban hermosos ante ti. Y antes de que la parte sensata de ti intentase recordar si alguna de estas plantas debería en serio seguir en flor a esta hora (o si todas podían cultivarse en este clima), notaste el grupo de flores que más te llamó la atención.

Las rosas.

Había un espacio dedicado a ellas, más allá de los hibiscos blancos y las salvias azules. Había en su mayoría rosas rojas, pero pudiste distinguir algunas de color blanco que destacaban mucho. Sus colores eran vivos, y que tuvieran un lugar dedicado solamente a ellas te fue llamativo. Casi te sentiste en la obligación de admirar su belleza.

Caminaste a paso veloz a admirar las cuidadas flores. Parecía que aquella persona que las cultivó las quería mucho, pues estas crecían de forma sana y en una gran cantidad. Pasaste con suavidad los dedos por uno de los pétalos. Era suave al tacto. Las luciérnagas daban una tenue luz verde que daba un ambiente muy reconfortante a tu parecer. Perdiste la noción de tus entornos admirando la escena, no notando a la persona que se acercaba hacia ti.

¿Admirando las flores? Dijo una voz cerca de ti. El tono te era desconocido, pero muy relajante a la vez—. Me he tomado mucho esfuerzo en cuidarlas de manera adecuada, así que me alegra ver que alguien más las admira. Una suave risa salió de aquella misteriosa persona. Aquella risa no era burlona, de hecho, esta trajo una gran calidez a tu pecho.

Subiste tu mirada para saber quién hablaba ahora contigo. Sentiste como el aire abandonaba tus pulmones sin aviso previo. La belleza del extraño te había embelesado en un solo instante. Su cabello se veía brillante y sedoso. Su pálida piel brillaba a la luz de las luciérnagas. Sus ojos tenían el tono de verde más intenso que habías visto nunca. Y aquellas orejas puntiagudas, y los cuernos en su cabeza, destacaban mucho en su apariencia.

Un fae. Te estaba hablando un fae. Uno cuya belleza era claramente superior a la de cualquier humano que hubieras conocido.

Las palabras se quedaron atoradas por un momento en tu garganta, hasta que al fin fuiste capaz de pronunciar algo.

—¿Tu eres quien cuida de estas rosas? —El místico ser asintió—. Creo que son las flores mejor cuidadas que he visto en mi vida. Se nota que las adoras. Sonreíste.

Aquello parecía haber complacido al extraño, con quien decidiste hablar un poco más. Tenía un aura de sabiduría hipnotizante. En muy pocas frases lograste conectar con el como nunca lo habías hecho con ningún humano. Y, de repente, extendió su mano frente a ti.

¿Te gustaría seguir esta conversación mientras bailamos, retoño del hombre?

Dudaste un momento. Sería quizás algo hipócrita de tu parte ir a bailar con este extraño cuando hace poco te planteaste regañas a tus hermanas por hacer algo similar. Aunque en tu defensa, al menos le hablaste primero al desconocido. Y la oferta de bailar con un ser místico tan hermoso era tentadora...

Decidiste apartar a la voz de la razón en tu cabeza.

Y con ello, tomaste su mano.

Mientras te mantenías en aquel recuerdo, Malleus te admiraba como si fueras el ser más hermoso de todos. Pues para él, nadie se comparaba a ti. En todo este tiempo que se han visto durante las noches, te habías vuelto la mayor fuente de alegrías para el príncipe. No había ningún otro ser, humano o fae, con quien quisiera pasar sus noches bailando.

Eras su todo. Y saber que aquello era recíproco alegraba a su corazón.

Al principio, pensó que huirías de él. Todos los seres humanos suelen temer al notar sus características místicas. Pero tú te quedaste.

Y no podía estar más agradecido de que te quedaras.

Un poco más tarde notó que tus hermanas estaban empezando a salir. Ahí el príncipe se dio cuenta de que era hora de que volvieras a casa. Por un momento quiso ser egoísta, no decirte nada y que así te quedaras a su lado. Pero supo que eso no sería lo correcto. Tienes un lugar al que volver. Y hermanas que te esperan. No podía hacerte eso.

Así que, con un enorme pesar, te regresó de tu viaje al pasado. Lo miraste con algo de confusión. Malleus te sonrió con dulzura.

—Creo que es hora de que vuelvas a casa, cariño —Pasó con delicadeza una de sus manos por una de tus mejillas, te inclinaste para recibir un poco más del contacto, besando su palma—, tus hermanas te esperan, vamos.

El fae te ayudó a levantarte de tu lugar, no soltando tu mano en el recorrido que hicieron desde su lugar en el jardín hasta donde se encontraban tus familiares esperándote para poder volver a palacio. Pararon al estar cerca de ellas. Le diste las gracias, besando sus nudillos. Las mejillas del de ojos verdes se tiñeron de un tono suave de rosado ante aquello.

—Hasta la siguiente noche, Tsunotaro... —Lo abrazaste, teniéndolo tan pegado a ti como se te fue posible. Casi como si desearas fundirte con él para no tener que alejarte de su lado nunca más. Malleus correspondió sin dudarlo.

Se separó un poco de ti, besando tu frente y musitando un "hasta la siguiente noche" tras separarse completamente de ti. Aquello hizo que mariposas revoloteasen por tu estómago. Nunca supiste cómo, pero acciones tan sencillas como esa, siempre se sentían tan íntimas viniendo de tu amante.

Y con aquello, volviste a tu bote. Tus hermanas habían visto toda esa interacción, y algunas los vieron con ternura, otras intentaban ignorar que habían sido tu mal tercio por un rato. Pero en general, todas se alegraban de ver que alguien te hacía tan feliz.

Una vez empezaron a alejarse, algunas empezaron a bromear y preguntarte cuándo iban a casarse. Otras charlaban de cosas distintas. Y así fueron rotando de conversaciones hasta volver a las escaleras que las regresarían a su habitación.

Como siempre, descansarían bastante poco. Pero al menos según tú, lo valía.

Después de todo, ¿qué eran unas horas de sueño a cambio de ver a tu amado?

Y eso fue todo por esta vez.

No se si se nota, pero busque por internet por un rato sobre lenguaje de flores para hacer esto.

Me encanta poner detalles de ese estilo en mis historias. Flores con un significado, alguna constelación, un paralelismo con historias o mitologías antiguas...

Si yo sé que es cosa ñoña, déjenme ser.

Ah, por cierto,

Si se acuerdan, al inicio dije que esta historia no está realmente acabada.

Y se preguntarán algunos, «¿y por qué se te vino a ocurrir a ti empezar a publicar algo sin terminar todo?».

Y yo les diré:

Me gusta compartir cosas que me hacen feliz con otros, y me cuesta un poco guardarme esa felicidad para mi mismo.

Por algo soy terrible dando regalos sorpresa.

Además, esto en parte es un autoregalo para mi.

Hoy, 8 de abril, es mi cumpleaños. Y tenía unas re ganas de subir alguna historia desde hace tiempo.

Así que viendo el documento de word donde tengo el borrador y las tramas de esta historia me dije «¿y si me regalo el subir por fin alguna cosa?»

Y pues eso hice. Y henos aquí.

¿Es quizás toda esta explicación una excusa para expandir mi agenda de Malleus Draconia por todo el mundo? Mmmm, puede que si.

¿Y es una buena propaganda? Eso serán ustedes los que lo decidan.

¿Qué tal les va pareciendo todo? ¿Es entendible, o se nota demasiado que yo escribo a la 1 o 2 de la madrugada?

Creo que no tengo mucho más que decir.

Los leeré (espero yo) pronto 💜

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top