Capítulo 8 ¿Dónde estuviste?
Francis ya no tenía fuerzas. Había gritado a su padre en un principio de la discusión y no se había atrevido a golpearlo, era su padre y lo amaba. Pero luego, todo cambió. Su padre le dio una bofetada, luego vino una segunda y así hasta hacerle sangrar el labio superior.
No recordaba cuando cayó al suelo y vinieron las patadas. Pero en ese momento, comenzó a odiarlo.
Se concentró en la textura rugosa de la alfombra bordó, en el aroma de la carne asada con papas que aún quedaba en los platos y en el aroma de las rosas del florero de la mesa.
Su madre se había alejado llorando y luego se quedó petrificada al oír los gritos.
—¡James, basta, lo vas a matar, es tu hijo!
—Es una deshonra para la familia y más vale que acepte su compromiso o haré de cuenta que no tengo hijo —dejó de patearlo y se alejó dando un portazo.
Francis comenzó a incorporarse y su madre lo abrazó, llevándolo a su pecho.
—Eres un Sunderland, hijo, eres importante para la ciudad. Llevas un legado en tu historia. Haz lo que te dice tu padre.
Él no respondió, sólo lloró en los brazos de su madre y el dolor ascendió hasta su mente y quiso ser alguien común, no tener una responsabilidad.
Pero deseo realmente morir, cuando debió enviarle un mensaje a Mikel, diciéndole que todo lo que habían vivido, había sido una confusión y que lo olvidara.
Tatiana abrió los ojos y se estiró y entonces el dolor de cabeza apareció en forma de puntadas en la sien. Sabía que eso se debía a lo que su hermano le había administrado. Recordó cómo Cristian había matado al demonio y se dio cuenta que realmente era un Kenneth, la familia que había instruido a los habitantes de la ciudad, para combatir demonios.
Se sentó y se estiró, se restregó los ojos y vio que su hermano entraba con una bandeja con el desayuno.
—Despertaste. Buenos días, dormiste diez horas —comentó dejando la bandeja a su lado.
—Detesto el antídoto que me pusiste, me da dolor de cabeza —se tocó la frente—. ¿Cristian está bien?
—Lo está pero antes de hablar de él ¿Por qué enfrentaste a ese demonio? Sabes bien que no debes hacerlo.
Tatiana suspiró, tomó un sorbo de la taza de café y mordió una vainilla.
—Sé enfrentar a los demonios y no iba a huir. Cristian llegó hace poco, no lo iba a dejar solo.
—Es un Kenneth, les enseñan desde niños a combatir. Pero tú jamás debes dejarte herir por ellos. Tuviste suerte.
Ella tomó el colgante de su cuello y se lo sacó. Henry se alarmó y quiso evitar que lo hiciera pero fue inútil.
—Cuando pasó lo de Nicolás, no lo ayudé por lo que siempre me habían dicho y murió —dijo con sequedad, mientras los ojos se le llenaban de lágrimas.
Henry bajó la mirada y tomó su mano.
—Eso fue diferente, Ana, Nicolás... —sacudió la cabeza—. Le conté a Cristian del Proyecto Magín y le pareció un juego, que no me tomaba en serio las cosas.
Ella se limpió los ojos y lo miró enarcando una ceja.
—Seguro leyó los documentos de su madre y la verdad que puede sonar algo inverosímil si lo cuentas así. Podría hablar con él.
—Quiero que descanses primero. Le avisaré que estás bien.
—Iré a verlo, ya dormí demasiado.
Se levantó y comenzó a buscar su ropa. Su hermano se acercó y tomó sus manos.
—Escúchame bien, si acepta estar en el proyecto, tú serás su maestra literata y...
Una sombra de duda cruzó por la mirada de Tatiana pero al instante se fue y sonrió.
—Claro que sí, no te preocupes. A él no lo perderé.
Él no respondió, recogió la mesita con el desayuno y salió.
—No te perderé, Cristian, no de nuevo —murmuró mientras se peinaba.
Cristian se miró las muñecas, observó las cicatrices que se habían tornado blancas. Las nuevas estaban sanando y como habían sido muy leves, la recuperación sería rápida pero el ardor seguía. Hacía años que no había vuelto a cortarse y lo detestaba, las personas pensaban que había querido matarse, era lo lógico pero en realidad no deseaba volver a la Crimson zone porque cuando el demonio había infectado su mente, realmente había deseado matarse.
Sacudió la cabeza despabilando recuerdos y tocó el timbre de la mansión Hamilton. Observó los grandes ventanales y sintió un escalofrío, pensó en que era como el lugar perfecto para los demonios crepusculares.
Tatiana abrió para su sorpresa, tenía puesto un vestido lila, el cabello amarrado en una coleta y la mirada cansada.
Cuando la vio, le dio un abrazo. No reparó en el accionar sólo en que estaba feliz de que estuviera bien.
—Me alegro que estés bien. Tu hermano me envió un mensaje avisando que habías despertado y decidí venir a verte.
—Gracias por preocuparte. El antídoto que me dio Henry, me ayudó, pero quería hablar de algo más contigo.
Cristian se alegraba de haber accionado a tiempo y no haberla perdido como a su madre y se quedó tan inmerso en ese pensamiento que no se percató de la mano de Tatiana tomando la suya y llevándolo cerca de la fuente con los cuatro leones.
—A mi madre le gustaban los leones, nuestro emblema debería tener leones pero no tendría nada que ver con lo que realmente simboliza.
—¿Qué?
—Cristian ¿Me escuchas?
—Em... no, disculpa, llegué a oír algo del emblema, el mío tiene a una mujer escribiendo y las flores de loto, los Kenneth somos los recolectores de la historia y entrenamos a la población para enfrentarse a los demonios.
—Lo sé. Quería decirte que el proyecto de mi hermano no es un juego, es algo serio, algo que ya se llevó a cabo unos años atrás.
—¿A sí? A mi me suena a un juego.
—No lo es. Nicolás, el joven a quien le llevaba flores aquel día, era mi novio y murió por el ataque de un demonio Crepuscular, en un intento de vencerlo e ingresar a la Crimson Zone. Yo era su maestra literata, yo lo guiaba y fallé.
Cristian se quedó en silencio y sólo el viento provocó sonido al mover las copas de los árboles. Suspiró y bajó la mirada.
—Disculpa, no tenía idea, es sólo que como tu hermano me lo comentó, sonaba a un disparate.
—Está bien y sé que puedes ayudarnos, eres un Kenneth y tienen más resiliencia que los demás. Yo te mostraré cómo. ¿Quieres realmente eliminar a esos demonios?
—Mi madre murió por el ataque de uno de ellos, claro que quiero.
Mikel se quedó mirando por la ventana al mar, la arena y oyendo a las gaviotas mientras tomaba un café. Tenía el cabello empapado y no paraba de pensar en su encuentro con Francis, no entendía del todo sus sentimientos hacia él, en parte, Francis había sido el causante de lo sucedido. Pero ¿Y si no lo hubiera amado, estaría al lado de su hermana aún? al menos el cuerpo y la mente no le dolerían. Pero esta era su realidad.
Francis apoyó la manos en sus hombros y sintió la frialdad que irradiaba del hombre por el que había sufrido.
—Mikel, yo...
—¿Quieres saber la verdad?
—¿Dónde estuviste? Muerto no pero entonces ¿Dónde? —se acercó a su lado y tomó una de sus manos. Necesitaba a gritos el contacto.
—Mi mente divaga entre este mundo y la Crimson Zone, es doloroso. Cuando pude salir de allí completamente, me escondí porque sabía que creían que había muerto y también porque supe cuanto me odiaban mis padres pero lo lamenté por Alexia, ella no merecía llorarme.
—¿Sólo por Alexia y yo? —tomó una distancia, la declaración había sido como un fino corte en los dedos con las hojas.
Sonrió y apoyó una mano en su hombro.
—Tú decidiste destruirme, enviarme ese mensaje con palabras que eran como veneno y luego te vi con alguien más. Creí que había sido un alivio para ti que muriera.
—¡Qué dices! —se apartó con brusquedad, apoyó los brazos en el alféizar de la ventana y lo miró con una mezcla de bronca y dolor—. Yo siempre te he amado y si te envié ese mensaje, fue porque mi padre me obligó.
—Siempre quisiste ser leal a él y pensé que te habías casado, porque querían que dejes un heredero.
—¡No! Me fui de casa luego de...Qué importa, me estás culpando de todo —se llevó una mano a la cabeza.
—Fue un error volver a verte —comenzó a irse a la puerta.
Francis lo tomó con fuerza del brazo.
—Viniste por algo más que echarme en cara el pasado ¿Qué necesitas?
Mikel se quedó mirándolo como si no lo conociera.
—Nada que puedas darme, Sunderland.
La respuesta fue como una daga para Francis.
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