Capítulo 18 Lidia Sunderland


La mansión de los Hamilton estaba de gala, las grandes arañas del Hall eran nuevas y el cristal refulgía con la luz. Las mesas estaban en el jardín, eran largas con manteles azules y vajilla de porcelana nueva. Había candelabros, arreglos florales de crisantemos rojos y amarrillos como centros de mesa. La comida era gourmet y la música era interpretada por un cuarteto de cuerdas. Todas las familias y miembros de la alta sociedad habían sido invitados a la fiesta para Mariam Hamilton, que al fin se encontraba restablecida.

Mariam entró al jardín luciendo un vestido dorado con corsé y brillo, el cabello suelto con rizos y una sonrisa radiante. Entró de la mano de su futuro esposo, pero había algo que a Lidia no le terminaba de convencer, detrás de esa sonrisa, de los hoyuelos que se le marcaban, había una mirada triste de fondo, el brillo de sus ojos había desaparecido. Varios podrían haber interpretado que se debía a la larga enfermedad que había sufrido pero no, Lidia sabía a qué se debía o al menos en parte.

Lidia tenía puesto un vestido azul eléctrico sin mangas y el cabello recogido. Tomaba por debajo de la mesa la mano de Marcus, un joven pelirrojo de traje del mismo color que su cabello, que la miraba de reojo y le sonreía, apretó más su mano y ambos se levantaron a aplaudir cuando Mariam y Henry se sentaron a la mesa y dieron inicio a la cena.

—Muy pronto se van a casar, hubiera sido un escándalo si Mariam no se hacía presente pronto —comentó Lidia, apartándose para que le sirvieran la copa de vino.

—Lo sé —respondió incómodo, mirando a Eloís Landon, la pelirroja sentada al frente de él—. Tengo que decirte algo, pero será luego de comer.

Ambos se alejaron de la fiesta a medida que avanzaba y llegaron a la fuente de leones en donde casi nadie había. Era una tibia noche de verano y Lidia sintió que no eran buenas noticias, pero no quería pensar demasiado en ello, hasta que Marcus rompió el silencio.

—Me han comprometido con Elois Landon.

Lidia tomó un poco de distancia de él y sintió que algo se rasgaba por dentro y un pequeño ardor comenzó a surgir desde un lugar que no lograba localizar. Respiró profundo y lo miró con ternura.

—Era cuestión de tiempo ¿No?, Elois faltaba ser comprometida y... —las lágrimas no la dejaron continuar.

Marcus la atrajo a su pecho y se fijó en que ya no había nadie y entonces, levantó su mentón, acarició su cabello y besó su frente.

—Sabes que no podemos hacer demasiado, nuestras decisiones en estas cuestiones, no son escuchadas. Pero sabes bien que te habría elegido a ti.

Lidia movió la cabeza y se apartó de él. El dolor fue amortiguado por pensamientos que se obligaba a tener, pensamientos de excusas y justificaciones que ya conocía.

Marcus también tuvo que soportar cuando ella le anunció su compromiso. Pero en su caso, se había guardado ese dolor para sí mismo.

—Lo sé. Marcus... Mariam, cuando estuvimos allá, ella... —los nervios ocuparon el lugar del dolor y se fijó si no venía nadie al jardín—. No soy muy amiga de ella, Elois sí, así que supongo que podrás enterarte de la verdadera razón de la ausencia de Mariam, sabes bien que no estuvo enferma.

Marcus suspiró y comenzó a rememorar lo que se decía entre las familias y sintió una incertidumbre flotar en su mente, como una sombra.

—Algo sucedió entre Mariam y el rey Astaroth, escuché a mis padres hablar sobre ello. En cuanto a Elois, siempre me cambia el tema.

—Alice y yo, fuimos las primeras en salir de Crimson, no sé qué más pasó, pero Astaroth tiene algo que ver. Siempre pensé que era una mala idea ir, pero ella insistió.

—No hablemos ya de eso, pero trataré de recabar información y...—la atrajo de nuevo y la besó con ternura, saboreando sus labios y susurrándole que la amaba.

—Marcus... no es justo.

—Lo sé, pero yo siempre te amaré a ti, no importa lo demás. Siempre te amaré, Lidia.

Apenas Astaroth tocó el picaporte de la mansión Hamilton, sintió que el corazón se le descongeló, que las sombras lo habían abandonado y su parte humana tomaba lugar dentro de su alma dividida. Era doloroso y a la vez le daba paz, pero no quería aceptar lo último, era algo inconcebible para un demonio de su clase porque esa paz, provenía de la luz.

Tenía puesta una camisa azul con corbata blanca y pantalón negro, su cabello estaba amarrado en una coleta y no paraba de restregarse las manos, el frío lo invadía.

Alastor lo notó y puso una mano en su hombro, para él, el estar en el mundo humano era desgarrador, respirar se dificultaba y las hojas de los arces que le habían rosado la piel, le habían dejado llagas. Su corazón latía fuerte y de inmediato, sacó un pequeño recipiente redondo del bolsillo de su camisa, tenía un contenido oscuro, lo destapó y se lo bebió de un solo sorbo.

Maldita seas, Astaroth ¿Para qué vinimos a Anacrom?

—Necesito la espada, hermanito y para tu información tampoco la estoy pasando bien, la humanidad te hace demasiado pesado el corazón —comentó tirando del brazo de Alastor.

—Dime algo ¿Por qué no viniste por Mariam? La amabas y ella igual, podrías haber venido, se estaba adaptando a vivir en Crimson.

Astaroth volteó y los ojos rojos se le iluminaron, apretó los puños y bajó la mirada.

—Ella me mintió, me engañó, eso no es amor y ¿Qué sabes tú del amor? Has estado al mando de ejércitos de demonios que robaban la memoria emocional de los humanos, los torturaban y engrandecían sus traumas. Además, no lo entenderías.

Alastor lo tomó del cuello con odio y sus ojos rojos parecieron fuego.

—¿Vas a sacarme en cara todo lo que hice por ti? ¿Acaso lo de Mikel y yo...? Nunca me perdonarás ¿No?

Astaroth levantó una mano y una ráfaga de viento salió y arrojó a Alastor cerca de un rosal.

—Basta. Cada uno hizo sus sacrificios y todo se ha visto perturbado por las familias de Anacrom, por eso en parte los castigamos, destruyeron nuestro equilibrio, ahora ellos lo están pagando y te dije que no lo hicieras, que no te enamoraras, el amor sólo destruye.

Se encaminó a la puerta y una fuerza eléctrica lo arrojó junto a su hermano.

—Por todos los demonios ¿Estás bien? —se incorporó y lo ayudó a levantarse.

—Lo estoy. Mariam aprendió bien. No podremos entrar, tendremos que usar al Kenneth. Esa energía es protección psíquica, yo le enseñé, así que es mi culpa. Vamos, por el momento no hay nada que hacer.

—Pero podríamos ir por el Kenneth.

—Vendré yo en persona. Ya que el plan A no funcionó, iré por el B.

Lidia se acomodó los puños de su blusa turquesa y tomó la taza de café, mordió la rebanada de pan y trató de ignorar las cartas que su hijo le había arrojado al lado, al igual que la mirada de desconcierto de él.

Era el crepúsculo y el aroma a petricor comenzó a ingresar por las ventanas de la cocina.

—¿Me vas a explicar qué significan esas cartas con Marcus?

—¿Qué más van a significar? Yo detestaba a James, ya lo sabes, pero debía casarme con él, para tenerte a ti —se llevó una mano a la frente y suspiró—. Había tenido una relación en secreto con Marcus, pero él era para Elois.

—Al parecer, de alguna forma los Sunderland y Landon han querido estar juntos, a pesar de esa vieja disputa.

—Él no era un Landon, lo fue por Elois. ¿Qué más quieres saber?

—La razón de que entreguemos a Tatiana, no lo entiendo.

Levantó la vista y le indicó que se sentará. Francis así lo hizo. Tenía las manos lastimadas por su práctica con las armas y aunque le dolían no había dejado que su madre las curara.

—Elois lo sabía bien, Mariam Hamilton tuvo algo con el rey de los demonios crepusculares.

—¿Qué? Nadie se enamora de un demonio, son espantosos, seres horrendos —expresó con asco.

—Ay, hijo, los demonios con los que pelean en el espacio Magín, ni siquiera son los crepusculares, además, no te dejes llevar por las apariencias. Cuando fuimos las cuatro mujeres principales de las familias a luchar contra la reina de Crimson, nos encontramos con otra cosa. Nada de lo que pensábamos era así.

—No te entiendo. Henry, quiere que vayamos a destruirlos y me dices esto.

—Por eso no estoy de acuerdo, jamás lo estuve, pero los hombres estaban empecinados en crear ese espacio y hacerse los héroes, pero Mariam siempre fue astuta y más lo fue Alice y yo, simplemente me escabullía, digamos que la víctima real fue Elois. De todas formas todos están muertos y sus hijos, desorientados.

—¿Y no vas a ayudarnos?

—Sólo a ti y es mejor que te olvides de Mikel, va a perturbar tu estabilidad psíquica y para lo que se viene, la necesitarás. Principalmente quisiera hablar con Cristian, él además tiene información, lo de Tatiana no lo comprendo bien. Tal vez puedas hablar con Alexia, si es que sus relaciones están en una tregua.

Francis suspiró como si se estuviera desinflando.

—Con Cristian puede ser, lo de Alexia lo dudo y en cuanto a Mikel, apenas me habla.

—Enfrentarse a esos demonios, no sólo sirve tener resiliencia, sino un buen manejo de la energía psíquica, la cual poseen las cuatro familias, eso los ayudará a moverse un tiempo limitado en Crimson.

—¿En serio?

Lidia se incorporó, caminó hasta su hijo y puso una mano en su hombro.

—Creo que los hemos mimado demasiado y no fuimos realistas con lo que hacíamos, ni siquiera tomamos en cuenta que podríamos morir y los dejamos sin una guía. Pero por algo estoy yo.

Henry estaba mejor, todo había sido producto del shock, de saber la verdad y no tenía idea de cómo expresarla a su hermana.

Se sentó en su cama y releyó la nota, pero no sólo esa, sino también otra que había encontrado y esa le hizo sentir un frío inmenso ¿Cómo era posible?. Intentó incorporarse pero sus piernas fallaron, al parecer su mente le estaba jugando una muy mala pasada y con lo leído tenía sentido.

Tatiana ingresó con una sonrisa radiante y al verlo así, corrió a su lado.

—Hermano ¿Qué pasa?

—Anita. ¿Se lo has dicho?

El tono de la pregunta fue triste, como si hubiera preguntado por si alguien había muerto.

Tatiana sintió frío, cuando su hermano hablaba en ese tono, era porque algo estaba muy mal, como cuando le informó que sus padres habían muerto en la explosión del laboratorio. Esas vibras de tristeza había tenido la pregunta.

—Sí y me ha recordado. No debí ¿Verdad?

—Hemos estado creyendo cosas que no eran. Nuestros padres nos dejaron muy pronto y creímos que íbamos a salvar a todos de los demonios, fuimos unos tontos. Trata de mantenerte alejada de él.

Ella sintió que las lágrimas la invadían y apretó los puños bajando la mirada.

—No lo entiendo —logró decir con la voz quebrada.

—Por algo mamá siempre trataba de mantenerte alejada de él. El amor es una porquería, Anita. El amor sólo trae muerte y si lo amas, entonces deberás enterrar tus sentimientos.

Pudo incorporarse y le dejó las cartas, mientras se alejaba de la habitación.

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