Capítulo 14 Una petición
Un joven se acomodó las mangas largas de su camisa, suspiró y se llevó los mechones de cabello rubio detrás de la oreja, agudizó el olfato y se encogió de hombros, sabía que ya estaba allí y que llegaba tarde. Se enderezó y caminó por la larga sala del trono, hasta llegar a dónde estaba el rey.
—Hermano, acudí como lo has solicitado.
El rey se levantó del trono, bajó las escaleras y se puso a la altura del joven. Tenía un largo cabello oscuro hasta debajo de los hombros, los ojos rojos, la piel como la nieve y usaba una camisa negra con botones dorados bordados. La corona se tambaleó y se la ubicó, levantó el mentón del chico que había dejado de sostenerle la mirada y le dijo:
—Alastor, ¿Qué noticias me traes de los límites del reino?
—Han estado intentando ingresar desde el otro lado y matando demonios menores, eso no me gusta y el último eclipse no ha sido muy fructífero, al parecer, los hijos de las familias están planeando algo.
—Oh —murmuró moviendo los dedos de la mano como si tocase un instrumento—. Todo está saliendo como lo he planeado, al tiempo que debía ser. Pero quisiera algo —le dio la espalda y comenzó a subir los escalones al trono.
—Lo que quieras.
—Tráeme al Kenneth, ese joven tiene información que podría arruinar todo.
Los ojos de Alastor brillaron y sonrió.
—Si así lo deseas, lo traeré.
—Tómate tu tiempo, aún falta saber si el Landon cumplirá con su palabra o tendremos una hermosa cena con su amado —sonrió
—El plazo se está por cumplir. ¿Luego de eso deseas que traiga al Kenneth?
El rey se sentó y se llevó una mano al mentón.
—Mejor, tráelo independiente de si cumple o no el Landon. Me he cansado de esperar.
—Como quieras hermanito —se llevó una mano al pecho y salió apresurado.
Tatiana sostenía una taza de chocolate caliente y no se atrevía a mirar a Cristian, prefería mirar por la ventana al pequeño jardín con flores esperanzas.
Cristian estaba sentado a la mesa, dando sorbos de su café, algo le pasaba. Algo que no podía explicar, pero debía resolver, sólo que no encontraba las palabras o cada vez que intentaba darle un nombre a lo que sentía, era como si su mente se alejara y le trajera preocupaciones, pensamientos lógicos. Lo que le pasaba a sus pacientes, ahora lo estaba viviendo.
Ella volteó y se acercó hasta él, levantó la mirada, dejó la taza a su lado y se dio cuenta que había algo más, pero no podía, no debía, no entendía bien el porqué, pero quizás eran los recuerdos frescos de Nicolás o miedo. Alejó la mirada y al fin, él habló.
—He leído más notas de mi madre y hablaba sobre tu familia, por eso quería verte ¿Quieres oír?
Tatiana tardó en reaccionar, pero agradeció el cambio de tema y asintió.
—«Los Hamilton ocultan algo, algo que debería yo saber, al ser una Kenneth y llevar el registro de la historia. Anacrom no fue siempre invadida por demonios, era una ciudad tranquila. Sé que está relacionado con los demonios y con los Hamilton.
Cuando nació Henry, Mariam lo llevó a un santuario en la parte oeste de la ciudad y volvió feliz como si hubiera recibido la mejor noticia, pero cuando nació Tatiana, su mirada había cambiado, había preocupación y temor y se ausentó de las reuniones de las familias. ¿Qué es lo que realmente sucede? No soy muy allegada a Mariam, pero trataré de averiguar.
Alice Kenneth »
Tatiana entrelazó los dedos y suspiró angustiada, Cristian puso la mano en la suya y acercó su silla más a la de ella.
—No quería alarmarte pero por algo Henry no deja que luches con demonios y te pusiste muy mal cuando te enfrentaste a uno.
Se tocó el colgante que llevaba y se lo sacó.
—Mi madre me dio este colgante, tiene icor y me dijo que nunca me lo sacara —contó con la voz quebrada—. Lo siento, es que siempre sentí que había algo diferente en mí, pero mamá no llegó a decírmelo, ni siquiera a Henry, sólo que él debía protegerme. ¿Qué es el Santuario del oeste?
—Es a donde se lleva a los nuevos miembros de las familias principales, pero no sé bien la razón. Creo que nuestros padres se fueron demasiado pronto y no nos dejaron información sobre ciertos temas. Tatiana —no pudo terminar la frase, sintió que algo se le atascaba en la garganta.
Ella quiso levantarse pero él la tomó de la mano y ella lo agradeció. La angustia comenzó a abrirse camino en su pecho, como una intrusa buscando de qué apropiarse.
—Cristian, pensé que querías que te enseñe a como manejar tu personaje en el espacio Magín. Debes concentrarte en él pero para ello primero tienes que haber escrito bastante, hacerlo tuyo, darle una voz, una historia firme —comenzó a decir apresurada.
—Gracias, lo practicaré.
—Es mejor que me vaya.
—No. Yo me he comportado mal contigo, no te respondí los mensajes y trate de ignorarte —soltó de pronto poniéndose de pie, sin comprender la fluidez de sus palabras, pero sabiendo que era lo mejor o no hablaría más—. Discúlpame si te hice sentir mal.
—Me confundió un poco y pensé que preferías la compañía de Alexia —respondió recordando cuando la había visto curando sus heridas.
—Nunca le había contado tanto a alguien que no fueran mis terapeutas, eso es lo que me incomodó o pensé que a ti te había incomodado y...
Las palabras desaparecieron y las emociones ocuparon su lugar. Se sonrojó y la miró diferente y eso lo alarmó. Entonces, comprendió que realmente sentía y eso le trajo un dolor en el pecho.
Tatiana tomó su mano y sonrió, se dio cuenta de lo que sentía, de que jamás había podido olvidarlo. Los sentimientos afloraron y eso por unos segundos le dio alegría, era algo fresco, algo con sabor a esperanza pero al ver que él la rechazaba corriendo su mano, se incorporó.
—No te preocupes, no le contaré a nadie. Nos vemos, llámame si necesitas ayuda con lo del personaje y si encuentras más información sobre lo que me leíste. Yo también trataré de averiguar algo más —dijo todo apresurado pero agradeció que su mente se haya concentrado en eso.
—Está bien, te avisaré.
Cuando Cristian la vio partir, se dio cuenta que sus emociones le gritaban lo que realmente le pasaba con ella, pero la angustia era más fuerte y quiso salir corriendo y decirle todo pero no, había una sombra que lo detenía y se quedó viéndola por la ventana, hasta que se perdió de su vista.
Mikel sentía un sudor frío en su cuerpo y sabía a qué se debía. Los recuerdos de la Crimson zone retornaban y eso le provocaba dolor de cabeza, pero eran pocos, era como si su memoria completa de su estadía allí, hubiera sido borrada. Se preguntó si realmente había olvidado gran parte. El aroma a azufre, los pantanos con vapores verdosos y azulados elevándose, los demonios de diferentes clases que dormían en esos lugares, los arces japoneses, el cielo rojo y aquel hombre ¿Era un hombre o un demonio? Parpadeó varias veces y se acurrucó en las mantas de su cama.
Alexia ingresó trayendo una bandeja con agua y una masita con crema. La habitación tenía las cortinas cerradas y sólo el aroma a rosas frescas del florero del escritorio inundaba el ambiente.
—El médico dijo que estás bien, pero yo no te veo bien —dejó la bandeja en el escritorio y tomó el vaso de agua, sus manos temblaron y se acercó a la cama—. Bebe un poco, estás pálido.
—Claro que no estoy bien, el tiempo se me acaba —sentenció sentándose y tomando un sorbo del vaso—. Hermana, no tengo tantos recuerdos de cuando estuve allí, pero las cicatrices me dicen que fue terrible —se arremangó la remera y dejó al descubierto cicatrices en la muñeca y brazo—. No sé cómo me las hice.
—¿Qué quiere decir con que se te acaba el tiempo? —acarició su cabello de forma cariñosa—. ¿Acaso vendrán por ti?
—Sí, porque hice un trato, uno horrible pero estaba desesperado, quería salvarte a ti y a Francis, soy un egoísta —dejó el vaso en la mesa y suspiró—. Quieren a Tatiana, ese hombre o demonio que no recuerdo bien, quiere a Tatiana y si la tiene, todo se acaba.
Alexia se incorporó con los ojos muy abiertos, dio pasos atrás hasta chocar con el escritorio, la bandeja se tambaleó y cayó haciendo un gran ruido.
—¿¡Qué estás diciendo!?
—Lo que oíste, hay que entregar a Tatiana y todo se termina.
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