14. ¿Anabelle o Bellatrix?
—Hermione, no creo que debas ir —Ron se queja mientras la sigue por la casa.
La castaña está arreglando su túnica mientras recorre el lugar ordenando todo lo que le aparezca en frente.
—Además, Harry me lo dijo a mí...
—Harry está con la cabeza en otro lugar, Ron. No está pensando bien —interrumpe y levanta una camiseta de Ron del suelo—. Secuestraron a Lily, Ginny con problemas en el embarazo... No, no tiene tiempo para pensarlo bien.
El pelirrojo frunce el ceño — ¿A qué te refieres?
Ella suspira y mientras dobla la camiseta se voltea a mirarlo.
—Ronald, tú no puedes ir a hablar con Malfoy. Porque en primera siquiera van a hablar, van a gritarse tonterías hasta que él te eche de su casa o algo peor.
—Pero...
—Sin peros, voy yo —le lanza la camisa al pecho y camina hacia la puerta de su casa.
Ron vuelve a tirar la prenda al suelo y corretea tras ella apretando los puños.
—Herms, ¿en verdad crees que él se sentará a hablar contigo?
El tono que usó no le gustó en lo absoluto. Hermione voltea a verlo con ambas cejas alzadas. Entonces él prosigue con sus balbuceos.
—Bueno... sabes... La forma en la que te trataba antes.
—Ya somos adultos, Ron. Supongo que luego de tanto Malfoy ya no será tan idiota.
— ¿Y si lo es? —inquiere, enojado—. ¿Y si sigue siendo el chiquillo idiota que te llamaba sangre sucia inmunda?
Ella parpadea repetidamente, le chocó el tono que usó con lo último. Pero luego respira hondo para calmarse.
—Ron, sé defenderme sola. Te aseguro que de ser así, él va a lamentarlo.
Posa una mano en el hombro de él, se inclina para besarle la mejilla y luego gira sobre sus talones para retirarse. Ron permanece allí, con la mandíbula apretada, molesto por no haber conseguido lo que quería.
Hermione mira la nueva mansión Malfoy mientras sube su bufanda para evitar respirar el aire helado. Extrañada nota el aspecto lúgubre que ha tomado el lugar desde la última vez que lo vio. Era raro ver las plantas marchitas y el césped descuidado. Pensaba que Astoria mantenía el lugar bien cuidado siempre.
Con las piernas temblorosas por el aire frío fue por el caminito de piedra hacia la puerta principal. Era una buena señal, pudo cruzarlo sin sentir alguna especie de crucio; la casa no estaba encantada para torturar a los hijos de muggles que se acercaran. Siguió el camino hasta quedar en frente de la enorme puerta blanca. Levantó la mano derecha y dio algunos golpes con fuerza.
Espera al menos un minuto hasta que logra escuchar pasos desganados desde el otro lado. En ese tiempo se ha dedicado a mirar la puerta y notó que hay un par de abolladuras, estaba a punto de leer un mensaje que alguien había rayado en ella cuando la abrieron.
—Sucios mortífagos —dijo Astoria a sabiendas de lo que Hermione estaba leyendo—. Aún no vinieron a arreglarlo. Aunque igual lo volveré a hacer después de una semana.
Hermione retrocedió un paso al ver la imagen desgarbada, poco usual, de la señora Malfoy. Tenía bolsas oscuras bajo los ojos, ni una gota de maquillaje, el cabello suelto y sin gracia. Era la primera vez que la notaba tan mal cuidada y vieja.
—Hermione, ¿a qué se debe tu visita? —inquiere pasando su peso a la otra pierna, incómoda por su apariencia y la mirada de la otra.
—Quería charlar con ustedes —responde.
Ante la palabra "ustedes" los ojos oliva de la Malfoy se tornan tristes.
—Me temo que solo me tienes a mí —murmura.
—Oh, entonces... ¿Podría pasar, Astoria?
Se lo piensa unos segundos, luego suelta la puerta y termina de abrirla.
—Bien, ¿quieres té?
—Por favor —dice con educación.
Avanza dentro del lugar con cierto recelo. Bien, la casa tampoco estaba encantada para torturarla. Buena señal, supuso. Siguió a Astoria hasta la que sería la sala. Fue despojándose de su túnica antes de sentarse. Miró a todas partes esperando la aparición de algún elfo doméstico. La verdad esperaba poder criticar a Astoria por tener uno, pero fue Astoria quien se retiró unos momentos y luego volvió con una bandeja con té.
—Tienen días libres, Granger —le dijo con cierto tono ofendido, pudo leer la expresión de la castaña—. Ya no estamos en tiempos de explotación de elfos.
—Lo sé perfectamente —habla con un tono chillón mientras sus mejillas se sonrojan con pena.
Astoria suspira, otra vez ese suspiro cansado. A Hermione le intrigaba su comportamiento. Aceptó la taza de té que le tendía y no dejó de mirarla en cada uno de sus movimientos.
—Entonces, ¿viniste a desmentir tus prejuicios o solo para mirarme? —pregunta, más rubor a las mejillas de Hermione.
Carraspea —Bueno, venía a hablar con Draco.
—Con Draco —repite, extrañada y dolida—. Pues no está.
—Oh, ¿a qué hora vuelve?
—No vuelve —niega con la cabeza, bebe un gran trago de té. Se queda mirando a la nada—. Él ya no vuelve.
— ¿Qué? —frunce el ceño—. No te comprendo, Astoria.
Respira hondo, como si costara admitirlo.
—Se ha ido. Hace días. Ya no volverá.
Hermione permanece estática unos momentos. Varias ideas cruzan su mente. Pero decide primero interrogar a Astoria.
— ¿Se fue de viaje?
Astoria sacude la cabeza, nota las lágrimas en sus ojos —Me dejó, Hermione. Se fue con otra —añade, aunque no muy segura.
Otra vez queda perpleja. Bueno, Astoria Malfoy acaba de confesarle que su marido la dejó por otra, eso no sucede todos los días. Bebe de golpe el té y deposita la taza en la mesita antes de girarse hacia ella.
—Se había comportado tan extraño en los últimos meses —se lamenta, ignorando a quien se lo estaba contando, nada más quería desahogarse—. Todas esas malditas noches donde solo repetía su nombre.
— ¿Bella...? —comenzó a murmurar, pero Astoria le interrumpió.
—Anabelle —escupe con rencor—. Anabelle esto, Anabelle aquello. Lloraba por Anabelle, soñaba con Anabelle. Todo era la maldita Anabelle.
Se tapa la boca al sollozar, Hermione permanece en silencio esperando algo más.
—Hablé con Narcissa sobre ello. Pero hasta ella se comportó extraño con el tema. Como si conociera a Anabelle —se gira hacia Hermione, tiene el rostro hinchado y mojado—. Mi suegra sabía que me engañaba o... —un corto silencio, lo piensa—. O esa Anabelle era otra cosa. Me digo que era como una prima, pero ya no lo sé.
— ¿Anabelle qué? —inquiere entre cerrando los ojos.
—No sé. Solo decía Anabelle —calma un poco su llanto, quita un pañuelo de su bolsillo y se limpia la nariz—. No sé si está con ella, o en otro lugar. Pero hace días que no se aparece, no da señales de vida.
Parece leer las ideas de Hermione en ese momento, porque de inmediato chilla.
— ¡Draco no es quien ha estado matando! —sacude la cabeza en negación—. Él no fue. Él está avergonzado con su pasado y no tiene por qué hacerlo.
—Él odia a los Weasley —murmura.
—Él tiene cosas mejores en las que pensar —repone, frunciendo las cejas a más no poder—. No va a pasarse toda la vida pensando en acabar con un montón de pelirrojos. Tiene trabajo, un hijo... A mí —culmina en voz baja—. El punto es que en todo este tiempo no ha demostrado que quiera hacerles algo malo, ¿o acaso Draco es quien comienza la pelea cada vez que se encuentran?
Hermione enrojece, obviamente se refería a Ron. Y si lo pensaba mucho, pues sí era Ron quien comenzaba todas las discusiones. No podía ver a Malfoy sin recordarle que era un mortífago despreciable. Entonces sintió vergüenza de su marido.
—Hemos pasado los últimos veinte años intentando arreglar lo que sucedió... Delatamos a más mortífagos, lo que era poner nuestra vida en riesgo. Tuvimos que empezar de cero en muchos aspectos. Mi hijo sufre de discriminación al igual que nosotros —su voz tiembla, pero sigue—. Y en ningún momento hemos pensado en hacer algo malo por eso. Solo pensamos en salir adelante, en ignorarlo. Y ahora somos los sospechosos de todas sus desdichas.
— ¿Uh?
—No me engañas, viniste para culpar a Draco por la desaparición de la niña Potter —limpia sus mejillas—. Las noticias viajan rápido, todos aquí están enterados de eso. Es el por qué de ese rayón en mi puerta, y de mi cerca rota.
—Astoria, debes admitir que es sospechoso —se tensa en su lugar—. Me dices que ha desaparecido hace días, y anoche Lily fue secuestrada...
—No fue él —murmura.
— ¿Por qué estás tan segura de eso? Él...
—Draco estuvo por última vez en Escocia —respira hondo, su cuerpo se estremece—. Estuve haciendo algunos encantamientos para encontrarlo. Su esencia llegó hasta un lugar apartado de Escocia, y en cierto punto desapareció. Y ya no la encontré más —retuerce su pañuelo—. Hablé con la gente de allí, una mujer se lo llevó.
— ¿Y? ¿Crees que fue la tal Anabelle?
Muerde su labio inferior —Se lo llevó inconsciente, no es que él se fue con ella. Y... Yo... Encontré...
Comienza a respirar con dificultad, Hermione se inclina hacia ella y toma sus manos.
—Una carta —balbucea—. De la tal Anabelle. Creo que hubo más pero él tal vez las hizo desaparecer.
— ¿Qué decía?
Traga saliva antes de decirlo —Decía que lo esperaba, y que si no iba Scorpius y yo tendríamos que esperarla a ella.
Hermione se estremece, era una clara amenaza. Astoria no parecía mentir, se veía aterrada y preocupada.
—No sé quién es Anabelle, pero tiene aterrados a Draco y a Narcissa al punto de que no quieren hablar sobre ella —explica mirándole a los ojos con sinceridad—. Tal vez ella...
—Tenga algo que ver con lo nuestro —completa respirando hondo.
Astoria asiente, Hermione la suelta para pasar una mano por su cuello.
— ¿Por qué no lo dijiste antes, Astoria? A los aurores, sobre la desaparición de Draco.
—A los aurores no les importa que un ex mortífago desaparezca —suelta alterada y triste—. El haber sido mortífago, por gusto o por obligación, ahora es un castigo, Granger. No es una nueva era donde todos somos iguales, es lo mismo que antes pero al revés.
—Pero...
—Es tu esposo el primero en juzgar —le recuerda, la mira fijo a los ojos—. No puedo ir a la oficina de aurones y declarar desaparecido a mi esposo si el tuyo está ahí para decir que se lo merece, eso y mucho más.
Otra vez las mejillas de Hermione están rojas. Ahora además de vergüenza siente enojo hacia Ron. Bien, Draco fue un maldito que discriminaba a todos. Pero no por eso Ron debía convertirse en uno igual. No tenía excusa, él ya sabía que eso estaba mal.
—Astoria, yo... Lamento eso —murmura.
Una pequeña sonrisa aparece en la de ojos verdes.
—Y yo lamento aquellos años de colegio, Hermione —ríe un poco—. Y henos aquí, pidiendo perdón por las idioteces de nuestros esposos.
Granger también sonrió un poco —Cosas de la vida.
Un corto silencio se extiende, la antigua cerebrito vuelve a hablar.
—Entonces, ¿estarías dispuesta a ayudarnos? Con respecto a Anabelle.
Astoria lo piensa unos segundos —Sí. Quiero encontrar a mi marido. Y tampoco quiero que dañen a mi hijo.
—Bien —dice aliviada—. Pues, primer paso: hablar con Narcissa Malfoy.
—Ya mismo —asegura levantándose—. Espera me cambio, vamos juntas. Tal vez me necesites para poder pasar.
***
—Malfoy desaparecido, Lily desaparecida. Esto es obvio como a mil kilómetros de distancia —dice Ron mientras camina por el despacho de Harry con el rostro colorado—. No entiendo por qué seguimos el juego que Malfoy fue secuestrado por una tal Anabelle.
—Astoria se mostró muy sincera —le asegura Hermione—. Y estaba más que dispuesta a ayudarnos.
— ¡Pues claro! ¡Para despistarnos y así no encontrar a Lily más rápido!
Ginny cierra los ojos con dolor y Harry le frota la espalda mientras dedica una mirada de advertencia a su amigo. La pelirroja no se sentía bien, su embarazo se estaba convirtiendo en riesgoso y su hermano no hacía más que gritar.
—Además, qué sabemos nosotros si la tal Anabelle es real —añade como niño caprichoso, tomando asiento y cruzando los brazos sobre su gran barriga.
—Es real —recalca otra vez Hermione, hace a un lado su cabello con enojo—. La forma en la que Narcissa actuó cuando le preguntamos sobre ella... Sabe algo, pero no es capaz de decirlo.
—Entonces no sirve.
—Ron, maldita sea, ¿podrías cerrar tu bocota por un minuto? —Harry gruñe, ya hasta el límite con sus comentarios.
—No podría haberlo dicho mejor —susurra Ginny frotando sus sienes—. Estaba por silenciarlo con un hechizo... Un avada, yo que sé.
Ron le da una mirada ofendida.
—Herms —hace un gesto hacia su amiga.
—Bueno. Pues fuimos a hablar con Narcissa Malfoy —vuelve a su relato—. Y aunque les sorprenda, ella no me trato tan mal, solo estaba un poco inquieta. Respondió a las preguntas. Sí, Anabelle existe. Sí, es una persona real. Sí, Draco y ella la conocen, o al menos la conocieron. Pero en ningún momento respondió a la pregunta de quién era con exactitud.
— ¿Una mortífaga? —adivina Ginny, a pesar de tener el rostro descompuesto por el dolor de que su hija fue secuestrada, seguía pensando en todas las posibilidades—. La habrán conocido por las reuniones en su casa.
—Sí, es lo más probable. Pero... No nos dice su apellido —resopla molesta—. Hay información importante, yo lo sé. Pero ella tiene miedo de decirlo.
—Es un truco —vuelve a mascullar Ron, los demás deciden ignorarlo.
—Y lo que tenemos es a dos familias afectadas —comienza Harry, levantándose para poder caminar en círculos—. Los Malfoy y los Weasley. Además de que todos repiten el nombre de Bellatrix Lestrange, pero todos sabemos que Molly la mató. También está la tal Anabelle. Todo debe estar conectado de alguna forma.
— ¿Y si Anabelle es Bellatrix? —Ginny respira con fuerza—. Tal vez mamá no la mató, tal vez... Bellatrix halló una forma para fingir su muerte y ahora vuelve con el nombre de Anabelle. Narcissa no quiere delatarla porque es su hermana.
Se hace un silencio. Si eso era posible, estaban en grandes problemas. El silencio se rompe con los sollozos de Ginny.
—Mi hija fue secuestrada por Bellatrix Lestrange —se lamenta apenas, posa una mano en su barriga—. Mi niña.
Harry se acerca otra vez para abrazarla. Ginny llora sin cesar los siguientes minutos. Ron y Hermione se dan miradas cargadas de tristeza y preocupación. Si aquello era así, ¿qué les aseguraba que Lily seguía viva?
—Vamos a encontrarla, Ginny, tranquila. Por favor, el bebé —le susurra acariciando su cabello.
Con eso la pelirroja intenta controlarse. Se aferra a él mientras respira hondo.
—Promete que eso no va a pasar con mis otros hijos, Harry —exige—. Si no me dejas llevarlos, jura que estarán a salvo.
—Hogwarts es el lugar más seguro —dice como respuesta y a los segundos su esposa ya lo había soltado.
—Dumbledore dijo eso, y dime, Harry, ¿qué tal te fue en tus años de estudiante? —gruñe. Él balbucea cosas mientras intenta defenderse—. Vas a cuidarlos.
—Claramente. ¡Yo también los quiero a salvo! —frunce el ceño ofendido—. Solo dos semanas, Ginny, luego todos irán a sus hogares por las fiestas e intentaremos solucionar todo esto.
—Vamos a solucionarlo —corrige, con excesiva confianza—. No voy a dejarlo pasar.
Harry suspira y toma su mano —Tú deberías preocuparte en no alterarte para cuidar del bebé.
—Yo voy a buscar a mi hija —se levanta y camina tambaleándose hacia Ron, quien sostiene uno de sus brazos—. Y tú harás de este colegio algo seguro, Potter.
Asiente en silencio mientras la ve retirarse. Hermione se acerca a su amigo para palmearle la espalda.
—Vamos a encontrarla, Harry. Verás que vamos a arreglar todo esto.
—Solo espero que no perdamos a alguien más en el camino.
***
Y ahora solo me quedan ocho capítulos, más el epílogo. Solo tomó como dos años, ke kreisi.
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