C A P Í T U L O 15
La música aturdía, el olor de la nicotina mareaba, los recuerdos eran estocadas de espada y el licor era amargo y asfixiante.
Los chicos me rodeaban, reían y bailaban, Verónica estaba a mi lado, me abrazaba y besaba. Yo solo recordaba el primer encuentro entre el principito y la serpiente.
«También se está solo donde los hombres»
Me safé de los brazos de Verónica, me levanté y me alejé. El lugar que antes me parecía agradable ahora era una tortura.
-Marco ¿Qué está pasando? Has estado distraído en los entrenamientos esta semana y mirate ahora -era Pablo, no soportaba ver a alguien que no se estuviera divirtiendo-. ¡Vamos, anímate!
Yo no le estaba prestando atención a nada ni nadie, mantenía mi vista fija en la pista de baile.
-Ya veo... amigo, déjame decirte: mujeres hay muchas.
Lo miré con desconcierto. Pensé que había descubierto el motivo de mi angustia, pero por lo visto él creyó que yo estaba celoso porque Verónica bailaba con otro chico, además se rumoraba en la universidad que salía también con uno de mis amigos... pero lo que hacía Verónica ya no me importaba.
«Sí, mujeres hay muchas pero ninguna es como Ana, ella es única en el mundo ¡Ninguna es como mi flor» gritaba en mi interior, quería dar gritos a todos y que ellos supieran lo maravillosa que es ella, pero me quedé sentado en silencio.
-Tomate un trago te ayudará a entrar en ambiente. ¡Vamos! No me gusta verte así -Pablo me pasó una cerveza y se fue a bailar.
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