El invierno dio inicio con la copiosa lluvia más dolorosa de mi existir. Seguí mi rutina, la de la flor, pero esta vez me senté en el pupitre más cercano a Ana para ver su reacción.

Al momento en que Ana llegó el profesor de música la llamó desde la puerta. Los vi conversar como íntimos amigos y sonreír como yo amaba que ella sonriera, solo que no era común verla tan feliz y tristemente no era por mí causa. Al despedirse, él besó su mejilla y sentí arder la ira. Pero lo peor llegó después.

-Chris, por favor deshazte de esto -caminó hasta el escrito, sujetando firmemente su bastón con la mano derecha, tomó la flor y se la entregó al tipo ese.

En otra época Christopher me parecía agradable y hablamos de música como amigos, de todas maneras él era joven y podía confundirse con un estudiante. Pero en ese momento los celos que experimenté cambiaron mi punto de vista acerca de él.

Pero, en realidad caí de la cuerda floja y mi cuerpo quedó destrozado en el momento que vi a mi maestra favorita subir al auto de él después de clase. No me importó si eso la cuidaba de la lluvia, debía ser yo quien la protegía.

-Marco. Los chicos y yo iremos por unos tragos ¿Vienes? -me invitó Verónica, yo seguía estático, siguiendo con la mirada el auto mientras desaparecía.

-¡Vamos!