Día 31
✎ La felicidad en los momentos más oscuros ⊹
Disclaimer: Referencias al Potterverse propiedad de J.k Rowling.
Le llevó bastantes años entender que la felicidad no era un estado permanente, sino fugaz. Que, de hecho, era maravilloso que así como llegaba así pudiese marcharse. De ese modo, lo que percibía en sus instantes de mayor alegría eran momentos altamente valiosos. De aquellos que podrían, y lo harían, conjurar un patronus perfecto.
La guerra que cayó en Corea mágica no podía compararse aun con la que alzó contra la Luz aquel Lord que no podía ser nombrado, pero no tardaría en descarrilarse. Sin embargo, Seokjin se mantuvo con la esperanza intacta de que conseguirían librarse del avance enemigo.
Pero llegaron ellos: los dementores.
Una horda de dementores flotó con hambre por el cielo de la ciudad, como una tormenta siniestra que redujo al ejército de magos a tembloroso y sollozantes hombres. Y entre ellos, Seokjin se vio influenciado por la perversa saña de estas criaturas que pretendían arrebatarle cualquier gramo de dicha que vivió hasta el momento.
Aferró la varita sintiendo un temblor sacudirle el cuerpo cuando más de los dementores se cernieron sobre ellos y tuvo que apretar los labios para no gemir como un cachorro adolorido. Una fría desolación lo cubrió como un invierno de presagios oscuros y trágicos. Y aunque tenía los ojos abiertos, no veía más que sombras. Por eso, dejó caer los párpados.
Tenía entrenamiento militar mágico, había combatido desde el primer estallido de la guerra y aun así, sucumbió ante los dementores. Fueron acorralados. Tuvo que volver a sus tiempos de escuela, a Defensa contra las artes oscuras. Las lecciones que siempre halló fastidiosas serían hoy las que le salven la vida, pero condenado sea si podía llevar la teoría a la práctica.
Seokjin. Decía una voz entre las tinieblas de sus penas, y solo reconocerla lo sumió más en la desolación.
Esa voz que llevaba meses sin oír. La que le reclamó su huída con la angustia impresa en sus palabras, mientras le pedía por favor que se cuide, que regrese al cuartel sano y salvo. Con él.
—Jungkookie —susurró, todavía acurrucado en el suelo y apretando en un puño la varita.
Pensó en sus instantes de alegría y estos habían sido tan pocos que confirmó que perdió el tiempo negándose a lo que sentía. El jovencito que conoció en una ponencia de Defensa personal que dio en la escuela de magia y hechicería lo buscó meses después de su graduación. Y Seokjin, que no lo recordaba, pero era gratamente recordado por el muchacho, rechazó cualquier avance y coqueteo.
Hasta que lo encontró en una fiesta del Ministerio y, dirá ahora que fue el whisky de fuego o cualquier otra excusa, se permitió ceder a la atracción. Y tuvieron sexo. Sexo del que le hacía envidiar la juventud de Jungkook para poder seguirle el ritmo. Y si hubiera sido más sensato, menos egoísta, lo habría dejado marchar. Pero no.
Lo buscó. Y los encuentros se sucedieron casi a diario. Y el sexo fue otro contacto más, pero aparecieron los abrazos al dormir. Las charlas largas. Las miradas cálidas. Los secretos revelados. Las confidencias. Los miedos compartidos. Los sueños y proyectos. Y fueron conjurando sentimientos ajenos a la pasión y la atracción, pero nutridos por ella. Ahora no tenían sexo, hacían magia. Porque el amor, sabían bien, era la magia más poderosa.
Y pensar en Jungkook entre la bruma oscura de los dementores, entre el helado ataque de estas criaturas despiadadas, lo hizo sonreír. Y ese primer indicio de alegría bastó para que Seokjin recuerde que ese romance secreto no había acabado. No. Y debía enmendar el daño que causó al pedirle a Jungkook que no lo busque. Que finja ante la tropa de magos aurores que no son amantes, que no se han amado hasta perder la razón y recuperado la cordura lo suficiente para estrecharse y quererse en el silencio de un lecho del cuartel.
Seokjin. El llamado angustiado de su amado lo espabiló un poco más y remojó sus resecos labios antes de aclararse la garganta. Invocó el recuerdo de la primera vez que Jungkook le dijo que lo amaba. Él, tan valiente e impulsivo, arrebatado y caprichoso, arrojó sobre Seokjin aquella confesión que lo desarmó. Y esperó una respuesta que no llegó, pero que Seokjin trae consigo entre los dientes, la prueba ahora en su lengua y sabe que debe decirla antes que esta lo asfixie. Porque es esta distancia la que le deja el amargo sabor de la soledad. Una vida insulsa sin el calor y la dulzura de Jeon Jungkook.
El dementor se percata de su recuperación y ataca con más fuerza, queriendo drenarlo más rápido, pero es tarde. Seokjin encontró la felicidad, la más absoluta felicidad, cuando se permitió admitir que está enamorado. Que es amado y ama en respuesta con todo de sí, con su alma, su magia.
—¡Expecto patronus!
Y la luz brota del canal estrecho de su varita y se expande, primero tímidamente, pero es tan poderoso aquel recuerdo, aquella memoria de Jungkook, con ojos de cervatillo, el rostro sonrojado del éxtasis y la sonrisa pícara de quien sabe que está jugando con fuego, pero quiere quemarse; no tarda ese hilillo de luz en crecer, volverse ondas que se expanden con una calidez ofensiva para las frías criaturas que se espantan ante el conjuro. Y no es el único, al parecer, ha despertado a los demás con su resistencia y más luces se alzan al cielo, empujando lejos la negrura del enemigo.
Primero un borrón luminoso, un escudo. Lo siguiente es un hocico fino, mientras el escudo se alarga en un cuerpo pequeño y elegante, y finaliza con una cola espesa. Allí su respuesta, si tuvo duda sobre la resolución de sus sentimientos: un zorro. Esplendoroso y brillante, correteando por entre los dementores como si jugase con ellos. Seokjin lo siguió con la mirada, sonriendo más. Y si bien pierde la consciencia ante el despliegue de magia, no deja de sonreír. Porque tras esto solo puede ser feliz.
Nota:
Me re costó pensar en solo felicidad, la verda'. Lo primero que pensé era algo altamente empalagoso y a mitad de lo que escribí me rendí. Y luego fui a Twitter y todo el contenido de Harry Potter que amo me hizo asociar felicidad + patronus. O nomás porque amo fuerte jajaja
No sabía con quién emparejar a Seokjin, pero pensé que ya que estaba usando el mundo que creó Jk Rowling, podía ir por el JK divino de Bangtan. Y como no hice Jinkook hasta el momento, listo.
Se supone que los zorros cazan conejos, me pareció chachi. Y sí, me inspiré en los patronus de Ron y Hermione, que tienen una relación así.
Quejas:
:)
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