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En un día de verano, el Dios de la guerra y la mortal, habían estado trabajando arduamente con lo que sería su hogar, luego de la guerra la mortal, deseaba descansar rodeada de naturaleza pura, sabía de los riesgos pero poco le interesaba, ella sola había podido manejarse toda la vida.

—Luba...—la llama una voz varonil.

Ella se da la vuelta, observando un físico trabajado sosteniendo sobre sus hombros un gran tronco.

Logrando que trague saliva, pero por su orgullo hizo como si nada..

—¿Qué deseáis? —pregunta ella.

Ares la mira y sonríe, le encanta su poca educación con él.

—Ya falta poco para que la cabaña esté lista, estaba pensando si luego quieres inaugurarla —dice Ares.

La mujer hace una mueca, y luego se alza en una coleta su larga cabellera.

—Bien, ambos cocinaremos y luego lo inauguraremos —dice Luba

Una vez terminados los últimos arreglos para la cabaña, ambos fueron de pesca y obtuvieron muchos peces para la cena.

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Luego de ambos hacer un trabajo en equipo al cocinar la cena, al verse ambos comiendo a gusto la cena, el ambiente que los fue rodeando cambio por minutos.

>>Ayudaré a Ares y la mortal, me fastidia su rudeza de ambos nunca hacen un acercamiento<< habló Afrodita.

Ares observaba como Luba comía los peces, y ver que relamía sus labios, haciéndolos apetecibles para él.

Por otro lado Luba al notar la mirada de Ares en ella, fruncía el ceño ante tal hecho, pero al notar que mirada directamente a sus labios, su corazón empezó a latir con fuerza.

Nerviosa, otorgando paso al sonrojo, logrando ver aquello para Ares, un signo adorable.

Ambos hace tiempo habían terminado de comer, y con aquel signo, Ares no pudo soportar mas la lejanía en ambos, acercándose

Luba traga saliva al verlo.
Y al instante se siente el ambiente caliente en ambos, todo esto producido por una Diosa.

—Luba, cuando más te veo, con tu rudeza y tu corazón, en estos años juntos me he quedado prendado de amor por ti —dijo Ares sincero

Mientras le acercaba a él, tomándola por su cintura.

—Ares, ¿sólo por mi rudeza? —pregunta enarcando una ceja.

Ares la mira, y se acerca, era difícil conquistarla por completa, pero al Dios le encantaba los desafíos.

—Tu Rudeza, belleza, personalidad y en especial tus labios —dice con seguridad Ares.

Dejando sin aire a la mujer, quien al instante le remojó su labio, ocasionando que Ares se acercara y rozara sus labios.

Luba ansió en ese momento que la besara como la primera vez, por lo que con sus manos acunó el rostro de Ares, y lo acercó mas para fundirse en un beso lleno de compatibilidad, de sentimientos.

A pesar que Luba era una mujer, terca, inexpresiva y ruda, con aquel gesto pudo lograr demostrar a Ares que también lo amaba.

No pasó tiempo que el beso se transformara en un frenético y necesitado, por lo que Ares la cargó, llevándola al cuarto donde se podía ver una manta acolchada en el suelo–la cama–.

La colocó con una ligera suavidad en esa superficie, quedando él sobre ella, cuando ambos conectaron miradas, notando su cercanía. Ares aprovechó y acercó mas su cuerpo a ella, ocasionando que ella se estremeciera.

Logrando que ella disfrutara. Por lo que se acercó nuevamente y la besó con frenesí, otorgando paso a que ella lo abrazara y buscara mas cercanía de él, sobre ella.

Ares no perdió el tiempo por lo que empezó a dejar que sus manos recorrieran el cuerpo de la hermosa mujer que estaba entre sus brazos y corazón.

Luba se mantenía concentrada en saborear aquellos labios que la volvían inquieta casi podía llegar a la locura. Ella poseía cubriendo su cuerpo una fina camisa roja, con unos vaquero mostaza y fino.

Al notar que la mano de Ares se movía por su cuerpo, acariciándola, por acto reflejo de su sistema se empezó a estremecer ante tal tacto.
Pero cuando sintió el tacto caliente y duro de la mano Del Dios de guerra, quien había pasado su mano bajo la camisa, para empezar a acariciar su vientre.

Produciendo un millón de sensaciones nuevas en Luba. Ares se separa del beso que los unía, y empezó a retirar la camisa de ella, otorgando una digna mirada de admiración ante el cuerpo que observaba.

No era un cuerpo perfecto, tenía algunas cicatrices de batallas pasadas y un pequeño tatuaje, que se podía leer "Soldatina".

Sorprendiendo a Ares, esta parte de ella, lo encendió, y no hubo marcha atrás por lo que fue directamente plantando lujuriosos y suaves besos por el vientre de la mujer a la que amaba...

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