[ Capítulo 1 ]
[CONTRATOS]
Adrien
La limosina se detiene frente a la empresa a la que vine a firmar mi contrato, me ajusto las gafas de sol antes de bajar, se supone que quería que esto fuera discreto para poder estar tranquilo, pero siendo hijo de Gabriel Agreste, no ser visto es como un crimen.
Cuando abro la puerta del vehículo para bajar, los flashes son lo primero que impacta mi rostro y muestro mi sonrisa como si aquello fuera normal. He estado ante las cámaras probablemente desde que tengo uso de razón y por ello no me está tan difícil caminar a través de tanta atención, antes me incomodaba, pero con el tiempo, me acostumbre.
Y para qué negarlo, me gustaba ser visto por todo el mundo, de esa forma era más fácil para otros entender porque jamás estarán a mi nivel.
Algo que me fascina demasiado.
— ¡Adrien, danos tu autógrafo!
— ¡Adrien, una foto!
— ¡Adrien!
No vine para convivir con nadie, así que sonríe a todos para evitar rumores más tarde y les indico que por ahora no puedo hacerlo. Ellos siguen insistiendo y agradezco internamente cuando uno de los guardias me empuja adentro de la empresa para evitar aquel momento y cuando estoy adentro, celebro porque me libre de la gente.
No es que sea antisocial, simplemente no me gusta que haya mucha gente a mí alrededor, por más fans que sean, a veces intentan sobrepasarse con uno mismo y la última vez que firme autógrafos, terminaron por robarme mi pasaporte. No fue un buen día porque esa misma tarde tenía que volar a Berlín y no pude hacerlo gracias a un par de payasos ladrones.
Me quedo quieto por un par de segundos viendo a mí alrededor para ver qué sucede, la recepcionista sabe quién soy pero me pide no impacientarme porque me toca esperar, ya que la diseñadora está ocupada con otra persona y tardará 15 minutos más.
Es raro cuando me hacen esperar, usualmente soy el primero en pasar. No es por ser arrogante, pero no todo el tiempo te hacen esperar siendo un Agreste, excepto mi padre.
Él siempre me hacía esperar afuera de su oficina, aunque esa es otra historia.
Doy vueltas en todo el lugar porque me aburro fácil, termino pareciendo un gato moviéndome de un lado a otro y la gente parece mirarme como si estuviera loco. No me gusta esperar, me estreso, no porque me crea especial —algo que soy—, pero esperar me hace darme cuenta de qué en realidad estoy perdiendo tiempo y eso no me gusta teniendo una agenda apretada.
De sólo recordar que saliendo de aquí tengo clases a partir de la una de la tarde hasta las seis, y después tengo que ir a clases de alemán que dura dos horas porque es un curso intensivo, para terminar con clases de piano de una hora para evitar perder la práctica...
No es mucho, es más, es prácticamente un día libre.
— ¿Pero que ven mis ojos?
La voz suave me hace voltear a mi izquierda.
—Kagami. —Murmuro y la japonesa me sonríe quitándose los lentes.
—Adrien Agreste, cuánto tiempo. —Se acerca y me siento como idiota por quedarme quiero, pero no sé de hablar con ella a parte de decirle "hola" o "¿cómo está?". Dios me dio belleza, pero no la habilidad para socializar y supongo que de habérmela dado, sería perfecto—. ¿No vas a saludarme después de tantos años sin vernos?
—Hola... —Siento mi sonrisa chueca y es que llevo días sonriendo, que siento que así se me quedará la cara—. Cuánto tiempo, eh... —Me río y la japonesa niega burlona—. ¿Estoy tú y bien? —Frunce el ceño y me quiero golpear por haber dicho aquello que carece de coherencia.
—Espero que tus padres puedan obtener un reembolso de las clases que te pagan, parece que tienes dislexia, Adrien. —Se ríe—. Tantos años y tú habilidad para hablar con la gente no mejora, sí que eres un caso, Agreste.
— ¿Qué te digo? Si Dios me hacía perfecto, nadie podría tenerme y ni siquiera estaría caminando por dónde todos los mortales hacen. —Bromeo y Kagami rueda los ojos—. ¿Qué haces en Nueva York? Específicamente aquí.
—Negocios. —Responde y noto que como años atrás, su cabello permanece corto y con el mismo estilo, lacio y con un corte perfecto—. ¿Y tú?
—Modelaje, lo de siempre.
Asiente sonriente y esto es lo que no quería de obligarme hablar, ya no hay tema y ni siquiera han pasado cinco minutos. ¿Estará bien si le hablo de aliens? No, la última vez que lo hice me regaño porque era un tema sin sentido.
— ¿Cómo te ha ido todos estos años? —Pregunta—. ¿Alguna novia?
—Nadie puede conquistar al león. —Se ríe.
—A lo mucho eres un gato, Adrien. —Responde rápido y se da cuenta de lo mal que sus palabras suenan. Las mejillas se le ponen rojas, abre sus ojos y me sonríe nerviosa intentando corregir sus palabras, lo que me hace reír—. Yo no quise decir eso...
—Supongo que tú tampoco has mejorado tus técnicas para hablar con la gente como una persona normal. —Se queda callada y me mira mal—. Espero te den un reembolso de las clases particulares, Kagami. —Se ríe y niega sin mirarme a la cara—. He estado bien y por lo que veo, tú también has estado bien. —Asiente y me mira con curiosidad—. ¿Qué?
—No respondiste mi pregunta, Adrien. —Ladeo la cabeza—. ¿Tienes pareja?
—Nadie ha sido capaz de despertar interés en mí. —Soy honesto—. No sé si estoy demasiado metido en cosas de la universidad o del modelaje o simplemente no me interesa tener pareja ahora, pero no he visto a alguien que sea digna de estar conmigo. —Niega divertida—. Lo digo en serio, Nueva York está plagado de gente hermosa, pero no me he interesado por nadie.
—Es algo difícil de creer. —Niego—. Por lo que había escuchado antes de venir aquí, dijeron que te habías vuelto un casanova de esos que no descansa jamás. —Me río.
—Los chismes son sólo eso, Kagami. —Respondo metiendo mis manos a los bolsillos de mi pantalón y volteo a ver a la entrada, la gente sigue esperando por mí afuera—. ¿O tengo cara de casanova? Bueno, eso que ni que, soy muy atractivo y es difícil creer que alguien tan perfecto como yo este solo. —Bufa ante mi comentario—. Lo digo en serio.
—No lo dudo. —Suspira—. Pero hablando en serio, ¿No quieres tener una pareja por qué no quieres o por qué tienes miedo a qué no puedas controlar tus emociones?
Kagami Tsuguri siempre ha sido una mujer directa, incluso cuando éramos más chicos, era así. Para quienes no la conocen puede sonar como un comentario grosero, pero Kagami intenta de dar lo mejor a la hora de relacionarse, hay cosas que todavía no regula.
—Porque no quiero. —Relamo mis labios—. No me he interesado por nadie hace mucho.
—Llegará tu día, Adrien, paciencia.
—No me preocupa morir solo o no tener pareja jamás. —Le digo—. No creo que sea tan necesario tener una pareja, es complicado.
—Cuando la persona indicada llegué, no dirás eso. —Ladeo mi rostro para evitar mirarla porque la risa quiere salir de mí interior y sé que si ve que me burlaré de ella, va a golpearme.
Sin embargo, mis ojos se quedan pegados mirando lo que entra por la puesta de cristal. Siento que el mundo se detiene por un momento, o tal vez por más, no lo sé, sólo sé que mi atención se la acaba de robar la mujer de melena oscura que viene siendo protegida por dos guardaespaldas.
Intento pasar saliva para calmar lo que se desata dentro de mí, pero tengo la garganta seca y se me hace difícil concentrarme cuando aquella mujer se quita los lentes negros dejándome ver el color de sus ojos. Son azules claros, intensos y llamativos, como el color del mar y pese a ello, la sonrisa que muestra deslumbra más cuando sus labios tienen ese rojo carmesí encima.
Siento que mis ojos tienen que apreciar más aquella desconocida, me quito los lentes de sol creyendo que será buena idea y me doy cuenta de que no soy el único mirando aquella mujer. Me regaño a mí mismo por haber sido tan obvio.
—Parece que el león fue domado en cuestión de segundos. Quiero volver a escuchar tu discurso de cómo nadie es digna de ti. —Murmura con burla la japonesa—. ¿Te gusta esa chica?
Despego mis ojos sonriendo y niego repetidas veces.
—Claro que no. —Me río e intento no volver a ver aquella mujer—. Claro que no.
—Te gusta.
—Que no.
—Eres obvio, Agreste, no sabes esconder tus emociones y se nota que la pelinegra capto tu atención es segundos. —Sonríe cínica y aprieto mis labios para no decir nada más. Me doy la vuelta para huir de ella, pero se me pega como chinche en todo el camino—. ¿Quieres que te ayude para que hables con ella? Puedo hacerlo.
—No gracias, con tus habilidades sociales, seguro la espantas. —Aseguro y me golpea el brazo con fuerza, me sobo la parte que me duele y la miro mal— ¿Y eso por qué? No dije mentiras.
—Eres un odioso. —Levanto mis hombros mostrando que aquello no me importa. No digo mentiras y tampoco contradigo verdades—. ¿Quieres conocerla sí o no?
—No me interesa. —Le aseguro y la japonesa suspira—. Además, soy muy capaz de conseguir una cita por mí mismo, ¿Sabes? —Se ríe de mí—. Dios me dio este cuerpo para poder conquistar a la gente sin necesidad de hacer mucho, es un don, una carga poderosa.
—Basta que no eres Spiderman. —Ruedo los ojos y me quedo quieto cuando llego con la recepcionista. Me da las indicaciones acerca del camino que tengo que tomar para ir a la oficina de la diseñadora y la japonesa no deja de darme ideas pésimas para conquistar—. Hazme caso por una vez en tu vida, Adrien, puedo ayudarte a conseguir una cita con ella.
—Seguro que si vas tú, me terminará por demandar por acoso.
Rueda los ojos.
—Confía en mí, puedo conseguirte una cita con ella, sé que puedo.
— ¿De dónde tanta insistencia?
— ¿Quieres o no?
—Paso de ello, gracias. —Rueda los ojos y antes de abrir la puerta dónde yace la diseñador que solicitó por mí presencia hoy, me giro a ver a Kagami—. Gracias por intentar ayudarme, pero te lo dije antes, no quiero una relación ahora y si no quiero eso, no tiene sentido que busque salir con esa chica, porque no quiero lastimarla tampoco y mucho menos usarla. —Aseguro.
—Realmente cambiaste, Adrien...
—No cambie, sólo sé lo que es importante y pese al hijo de perra que según dicen que soy, sé quién no merece ser herido. —Beso su mejilla para despedirme—. Adiós, Kagami. Espero tengas buen viaje a París. —Me doy la vuelta y abro la puerta.
Quisiera decir que mis palabras eran honestas, que realmente no tenía ganas o intención alguna de conocer aquella bella mujer, pero soy yo. Tarde o temprano, terminaré haciendo lo de siempre, huir de mis emociones cuándo no puedo controlarlas y es que no sé hacerlo.
—Adrien, buenos días, dame un segundo más que estoy esperando a otras persona.
Me quedo quieto un rato, pero mi ansiedad me impide quedarme sentado todo el tiempo cómo lo pidió y me termino por parar porque siento que mis nalgas se acalambran. Me acerco al librero que tiene, observo todos los libros y revistas que tiene acomodadas, veo también los marcos de fotografía de ella y sus modelos con sus diseños.
Evito ponerme a decir cosas tontas cuando por más vueltas que le doy a la oficina, encuentro todo en orden, no en uno normal, sino es uno obsesivo. Todo el lugar está pulcro, no hay hojas tiradas de un lado a otro y todo esta acomodado de forma alfabética en su librero, sin mencionar los colores que mantiene por su gama.
No hay duda.
Me viene a meter a la oficina de una loca, eso es seguro.
Pero si la llamo loca, tengo que admitir que mi padre está más loco, porque sé que su oficina es incluso más ordenada que está. Gabriel Agreste es un hombre hermético. No le gusta perder el tiempo y tiene todo ordenado por un orden que el miso se inventó, pero que le funciona bien. Creo que a veces ser loco, te ayuda para algunas cosas.
Me pregunto si algún día terminará por desarrollar el nivel de locura de estas personas que se hacen llamar "diseñadores de moda". ¿Será que todos los diseñadores son unos locos? Es una posibilidad y me pregunto a mí mismo, qué si no fuera por mi madre, su esposo se habría vuelto incluso peor de lo que ahora es en el sentido de controlador. Ni siquiera sé porque me cuestiono eso, claro que ser volvería loco, sería otro que iría a parar al psiquiatra.
¿Pero quién soy yo para criticarlo?
Solo su hijo, pero no creo ser tan "criticón".
La puerta del lugar se abre mostrando a un tipo desarreglado, parece un vagabundo que no ha dormido en más de 24 horas, y que parece no tener sentido alguno de la moda aunque sostenga un cuaderno con diseños de ropa que se ven decentes.
Lo miro de arriba abajo notando cada detalle de su ropa. Está usando un pantalón gris con una playera blanca que tiene una mancha gigante de lo que parece ser mostaza y sus accesorios no combinan. Lo miro a la cara, pero no presta atención y noto las ojeras. Espero que su falta de coordinación para su ropa sea porque no ha dormido y no porque tenga un estilo mediocre.
Me quedo quieto cuando me doy cuenta de que tal vez sí soy una persona que crítica demasiado, pero en mi defensa, no crítico a la gente, sino a su ropa y mala forma de escoger accesorios y cortes de cabello, y tal vez a sus hábitos raros también.
El tipo sale y miro a la diseñadora.
—Lo sé, su vestuario deja mucho que desear a veces, pero no los culpó. No te puedes vestir perfectamente cuando estás trabajando en crear más obras de arte. —Hablará por ellos, porque yo incluso en crisis de pánico me veo hermoso—. Mejorará cuando la temporada de creación de diseños termines, es sólo que todos están bajo estrés. —Explica y evito decir lo que pienso.
—No hay problema, todos pasamos por eso, ¿No? —Asiente y me muerdo la lengua para evitar restregarle a la cara que yo no me vi así ni siquiera en mi peor momento. Soy hijo de un diseñador, tengo vestuarios hasta para cuando no tengo ganas de lucir perfecto todo el tiempo. Yo llamo a esa colección: "el vagabundo guapo"—. ¿Él era la persona que...?
No termino de hacer mi pregunta cuando la puerta vuelve abrirse de nuevo, pero esta vez no entra el chico con "cero estilo", sino una mujer pelinegra, la misma de hace rato.
Su aroma a cereza se impregna en la oficina, las cuatro paredes parecen presenciar algo único cuando se quita las gafas de su rostro y me quedo callado cuando puedo ver sus ojos más cerca. Mis ojos recorren su cuerpos in poder evitarlo, deleitándose con la silueta delgada y alta de la aquella mujer, que a diferente del tipo, se muestra con estilo y elegancia.
La mujer nota mi presencia, sus ojos parecen dilatarse y siento mi pecho latir con fuerza cuando me sonríe. Siento que mi cerebro no funciona, porque no soy capaz de ponerme la máscara de indiferencia de toda la vida con ella y creo que no me llega suficiente oxígeno a la cabeza.
—Adrien, déjame presentarte a Marinette Dupain, quién será tu compañera de trabajo como modelo mientras tu contrato esté hábil. —Explica sonriente—. Marinette, él es el famoso Adrien Agreste, y como dije antes, tu nuevo compañero de trabajo para estos seis meses.
La chica se me acerca y siento que algo explota en mi cabeza cuando su aroma se vuelve más intenso, intento no hacer nada que me haga quedar mal y termino congelándome.
Extiende su mano hacía mi dirección y me obligo para reaccionar porque de otra forma, sé que lo lamentaré y termino por estrechar su mano. No hay palabras de por medio entre los dos, pero siento que no es necesario con la sonrisa que brinda y no tengo idea de porqué por más que quiero, no puedo actuar como una persona normal frente a la chica.
Es porque me burle de Kagami y sus habilidades sociales...
Cuando la vuelva a ver, le pediré disculpas todo un día entero y si es necesario lo haré durante una semana completa, porque se me olvida que el karma funciona rápido conmigo y no tiene piedad. Y es que mi cerebro que yace sin oxígeno, me está haciendo ver como un idiota.
—Alisten maletas que en una semana nos iremos a París para preparar todo. Y espero que se lleven bien, chicos, será bueno para la campaña mostrar la química que pueden tener como compañeros y puedo imaginar desde este momento las revistas hablando de los diseños. —La diseñadora se pierde en su mente imaginando cosas que ni siquiera han pasado, y no estoy mejor yo que ella que parece volverse más loca—. ¡Claro que hablaran de mí!
Bridgette empieza a murmurar para sí misma mientras que Marinette parece verse ligeramente confundida con aquella acción, se da la vuelta para mirarme y discretamente se acerca a mí.
— ¿Siempre es así?
—No tengo idea, apenas la conocí anoche. —Soy sincero y miro a la diseñadora que sigue hablando sola—. ¿Tú qué crees?
—Que puede contagiarnos su locura. —Murmura divertida y evito reírme para que la diseñadora no nos regañe. Aunque lo dudo, porque parece haberse perdido en su propia cabeza imaginando escenarios—. ¿Crees que podamos irnos para dejarla hablar sola?
—Probablemente.
Marinette habla para preguntar si podemos irnos, la diseñadora mueve su mano de manera eufórica y nos indica que su asistente tiene los contratos hechos para ser firmados. Mi asistente no vino para leer todo ese papeleo, y no tengo ganas de hacerlo yo, así que pido una copia para mi abogado en caso de alguna laguna importante y cuando todo parece estar listo, decido firmar.
Y aunque para mí se me hace algo sencillo e incluso normal, la pelinegra parece tener dudas a la hora de ver su contrato. No soy de clase de persona que se mete en asuntos ajenos, no quiero serlo, debe haber un límite entre compañeros de trabajo y pese a que muero por hacerlo, uno de sus acompañantes de hace rato sale de quién sabe dónde para ayudarla.
Debe ser el novio, tiene pinta de serlo, lo que hace lógica en mi cabeza porque vamos, ella no pasearía y traería a cualquiera para darle apoyo moral o lo que sea. ¿Verdad? Muerdo mi lengua para evitar soltar una tontería, dejo el contrato original con el chico sin estilo alguno y me doy la vuelta tomando la copia que es para mí abogado, recordándome a mí mismo que debo ser firme con mi decisión de hace rato. No me interesa nadie.
Con aquello en mi cabeza, me doy marcha atrás de manera triunfal y sonriente porque nadie me vence en este juego llamado miserable vida. A veces siento que soy pesimista y al mismo tiempo optimista, no sé cómo, pero lo soy, no tengo dudas de eso.
Antes de dar un paso adelante, siento que la máscara del "modelo perfecto" ha vuelto a colocarse sobre mi rostro e inhalo con fuerza cuando las puertas se abren y los flashes vuelven a golpear mi rostro como hace una hora no hubiera sido igual. No se cansan de gritar mi nombre, gritan admirarme y quererme, pero me pregunto si lo harían de conocerme bien...
Firmo autógrafos queriendo olvidarme de lo de hace rato y para evitar le mediática negativa de no hacerlo, sé cómo son los medios, y si no firmo aunque sea un par de libretas se dirá que soy un petulante engreído y todo cierto, obviamente, pero no me conviene tener a la prensa encima.
Me rasco la cabeza cuando siento la gente amontonarse alrededor de mí y los gritos de los fanáticos me aturden por un momento. Seguridad llega auxiliarme, veo la limosina llegar de nuevo y me abren paso para poder moverme hasta el vehículo.
— ¡Adrien, estás muy guapo!
Me río queriendo mostrarme carismático.
—Dime algo que no sepa. —Los gritos de emoción me hacen agachar la cabeza y meterme dentro del vehículo, dónde mi manager espera sentada con los brazos cruzados y con un gesto serio—. Tardaste en llegar, Cassie, esas personas casi me arrancan el cabello.
— ¿Pero estás vivo, no?
—Sí, pero casi me quedo pelón y así nadie querría contratarme. Aunque si lo piensas, sería un pelón muy guapo. —Se ríe, pero el gesto no dura mucho—. ¿Sucedió algo?
—Nada realmente, solo me encargó de tramitar tus papeles para que puedan transferirte a la universidad en París que tu padre escogió para ti. —Que sorpresa—. Ha sido pesado, son tantas materias que tienes matriculadas que es complicado llevar una pauta concreta. —Admite y me mira con pena—. ¿Cómo haces para sobrevivir esa carga?
—No es cara para mí, sino costumbre puesto que llevo años haciendo lo mismo de siempre. —Recargo mi brazo en el costado del respaldo del asiento y me fijo en la ventana—. Creía que era difícil, lo era cuando era niño, pero cuando te acostumbras se vuelve sencillo. —Suspiro—. No es cómo que tuviera otra opción de todas formas.
—Entonces siempre ha sido así.
Asiento.
—No es tan malo, supongo. —La miro—. Solo cansado de momentos.
—Nunca imagine que tu vida fuera tan deprimente y llena de cargas. —Admite sin burla alguna y me río para evitar que el ambiente se torne incomodo—. ¿Cómo te fue en la reunión con la diseñadora? ¿Pudieron hablar de todo?
—No realmente, solo me presento a mi compañera de trabajo y nos mandó a firmar el contrato, que por cierto, traigo la copia para que mi abogado pueda leerla y determinar si hay algo ahí. —Suspiro. Otras veces no firmo algo hasta que mi abogado no lo revise, pero esta vez lo hice por impulsivo e idiota—. No sabía que tendría una compañera.
—No sabía que estaba buscando dos musas. —La miro—. ¿Cuál es su nombre?
—Marinette. —Respondo serio—. Es algo infantil y extraña, pero es bonita.
—Detecto cierto interés hacía ella de tu parte.
Sonrío burlón.
—Nunca he salido con compañeras de trabajo, ni lo haré porque rompe las reglas de mi contrato y también el de ellas, además, parecía tener novio y no soy un rompe hogares o alguien que se meta en relaciones ajenas. —Bromeo con ella y se me queda viendo con pena—. Además, Gabriel Agreste no permitiría que salga con alguien que no posee lo mismo que yo.
—La vida de una estrella es dura, ¿No?
—Te lo dije, la fama es más cruel que el destino, Cassie. —Le aseguro y ladeo mi rostro mirando la ventana—. Una vez estás en la cima, debes cuidar de no caer porque entonces dolerá y perderás todo de golpe, y caer duele demasiado. —Murmuro bajo—. No necesito que Gabriel me dé más lecciones de vida, estoy bien como estoy, créeme.
—Alguna vez tendrás que revelarte, Adrien, no te digo esto como tu manager, sino como tu amiga. —Habla de forma honesta y miro mis manos—. Tú padre no puede controlar tu vida para siempre, no debería ser así. —Suspiro.
—El detalle es que con mi padre tengo un contrato de por vida. —Admito sin poder evitar sentirme peor—. Es el único contrato que no podré romper jamás.
—Lo harás si forjas tu camino, como dijiste anoche. —La miro—. Tal vez no sea cosa de destino, sino cuestión de ti mismo, tenías razón cuando dijiste que uno tiene que hacer las cosas por sí solo y sólo así obtendrá la ganancia del premio. —Suspira—. Destino o no, llegará el día en que tendrás que revelarte, Adrien, tiene que ser así en algún momento.
Sonrío débilmente.
—No voy arriesgarme por nadie, Cassie.
—No lo sabes todavía.
—Ni quiero saberlo.
—Pero lo harás, Adrien, todo llega a su tiempo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top