Un paraíso para el amor
La mirada de un esmeralda intenso se perdía en el paisaje que tenía delante suyo.
Era la primera vez en mucho tiempo que se sentía liberado de tantas presiones y podía disfrutar de unas pequeñas vacaciones junto a la persona que amaba más que a su propia vida.
Sintió unos brazos fuertes rodear su cintura desde atrás y sonrió cerrando los ojos, perdiéndose en el perfume y loción de afeitar, girando dentro de ese abrazo para robarle un beso.
Los ojos ámbar se cerraron entonces, disfrutando del contacto y sonrió también dentro del beso.
-Te amo tanto, mi cielo...
-Yo aún más...
-¿Apostamos?
-¡Kanon! ¿Cómo podrías apostar con nuestros sentimientos?
-Jamás lo haría pero sería un juego divertido a tu lado... lo podemos pasar muy bien... pero, si no quieres...
Hizo esa sonrisa traviesa que lo enloquecía, que le recordaba cada día porqué lo seguía eligiendo, porqué le había entregado en bandeja de oro su corazón.
-Pero no se vale que hagas trampa.
-Rada, amor mío, siempre quitándole la emoción a la vida...
-¡Ya estar contigo es vivir en una emoción constante!
-¿Y acaso te arrepientes?
Sus labios bajaron con lentitud por su mandíbula hasta su cuello, dejando rastro de besos, apenas suaves roces que lo hacían temblar inconscientemente.
-Jamás en la vida, eres mi complemento perfecto...
-Eso pensé...
Un último beso en su nuez de Adán y se alejó lo suficiente para observarlo con picardía pero también con mucho amor...
-Te amo tanto como para haber cruzado el Mediterráneo en un barco comercial hasta Inglaterra, sólo para pedir tu mano a tus padres...
-Yo te amo lo suficiente como para haber enfrentado al celoso de Saga cuando le dije que te quería...
-Hmmm... creo que entre tus padres incluido el viaje en barco y mi hermano gemelo, tú fuiste quién más se arriesgó.
Sin que Radamanthys se lo esperara, su esposo se quitó la remera haciendo sexys movimientos... eso impulsó al rubio a ser un poco más profundo en sus confesiones y ver cómo se daba el sensual juego.
-Te amo tanto que hablé con mi jefe Hades para que me permitiera salir temprano el día de nuestro aniversario y así prepararte una sorpresa.
-Yo te amo tanto Cejitas bellas, que hablé con tu jefe para que me dejara hacer horas extras a tu nombre así no salías tan tarde de trabajar y descansabas mejor.
Radamanthys no supo qué decir, eso no lo había esperado y su felicidad fue tan intensa que olvidó el juego y se tiró sobre el peliazul, llenándolo de dulces besos.
-¿Hiciste eso por mí?
-Por supuesto mi vida, trabajas demasiado, sigues en casa desde tu laptop y, si bien yo también trabajo, siento que no descansas lo suficiente.
-Siempre eres tan atento conmigo, a veces siento que no merezco tanta atención...
-Eso lo decido yo y para mí, mereces todo y más... Rada, debes entender que yo te amo con todo mi ser, sin dobles intenciones más que las de hacerte feliz y que formemos la familia que tanto deseamos.
-Yo también deseo verte feliz junto a mí por el tiempo que nos reste de vida, compartiendo cada instante.
-Bueno, aclaradas las cosas, sigamos con lo nuestro.
Una sonrisa traviesa se instaló en el hermoso rostro mientras se acercaba seductoramente al rubio, moviendo sus caderas y tomando sus manos para acercarlo a él.
-Es tu turno de quitarte una prenda, amor mío... en esta ronda fuiste quién perdió...
Radamanthys hizo lo que le pidió y tras robarle otro beso, se dejó guiar, la música tenue del ambiente era propicia para bailar lento, suave, sintiendo el aroma masculino cuando apoyó su rostro en el pecho contrario.
No pudo evitar el roce de sus labios contra el lampiño torso, ni que sus manos recorrieran en toda su extensión los pectorales, los fuertes y musculosos brazos para perderse luego en la sensación de estar con el amor de su vida.
¿Quién hubiera dicho que terminarían así?
Tres años atrás... Inglaterra.
Radamanthys, el hijo único del multimillonario empresario siderúrgico Hefesto y una hermosa diseñadora de interiores, caminaba como león enjaulado por el living de su mansión.
-No es justo, padre, no me puedes hacer esto... no lo deseo...
-Lo siento hijo, pero es la única exigencia que me ponen para firmar este importante contrato, que traerá aún más prestigio a nuestra familia.
-¿Acaso conoces a la señorita Pandora? Es insoportable, altanera, prejuiciosa y ni hablar de su modo de tratar a los demás. Yo no podría estar a su lado...
-Hazlo por nosotros, hijo, es importante...
-¿Para qué necesitas más renombre? Eres el más importante de toda Europa...
-Y con este trato seré reconocido en los demás continentes.
-No quiero hacerlo, no me obligues...
-No tengo opción, la señorita Pandora ha exigido casarse contigo como única cláusula...
-Lo siento padre, no será así... yo ya tengo pareja.
-¿Cómo es eso? ¿Y por qué nunca nos hablaste de ella?
-Porque no es ella sino él... y no sabía si ustedes lo aceptarían.
-¿Eres homosexual? Pero... yo... no entiendo... jamás creí que tú...
-No tienes que preocuparte por tu nivel social, padre... nadie lo sabrá.
-¿Crees que es eso lo que me importa? ¡No soy homofóbico! No puedo creer que nunca me di cuenta, que te puse en esta situación pensando que con el tiempo aprenderían a quererse...
-Ya ves que no... eso no puede pasar y no será jamás... además, Pandora sólo me quiere para tener una fachada ante sus padres. Tiene pareja desde hace tiempo, es el hijo del principal competidor de Hades en Japón y por supuesto, sabe que no lo aceptarán nunca.
Hefesto se quedó pensativo, eso cambiaba sus planes pero podía mover sus hilos y tratar de hacer negocios en conjunto con el otro empresario japonés, para darle una oportunidad a la chica. Él bien sabía que el amor no se elige...
-Puedo hablar con Hades, veré qué hago...
-¿Puedo traer a mi pareja para que lo conozcan?
-Por supuesto, hablemos con tu madre y organicemos una cena.
Abrazó a su hijo feliz, había temido que su único hijo lo odiara por esa decisión que había estado a punto de aceptar.
-Kanon, tendremos una cena en casa y mis padres quieren conocerte.
-¿Les hablaste de mí?
El asombro de su pareja le dolió, sabía que había sido injusto al mantener su relación a escondidas.
-Perdóname... culpa de mis miedos hoy estuve a punto de perderte para siempre.
-No te entiendo... yo no pensaba alejarme aunque fuera una relación en las sombras...
El rubio se acercó a su pareja e introdujo sus dedos en largos mechones azul cielo y lo besó con la profundidad de sus sentimientos.
-Lo sé mi amor, pero al no haber hablado antes, mis padres se sintieron en la libertad de arreglar un matrimonio por conveniencia.
El rostro de Kanon palideció y se soltó del contacto.
-¿Te ibas a casar con alguien más?
-No, jamás... le hablé de ti a mi padre y le dije que conozco a la pareja de Pandora.
-¿Te querían casar con la novia de Ikki? Ese chico es capaz de secuestrarla si intentan algo así!
Radamanthys rió fuerte, amaba esas expresiones de su novio pero sabía que tenía razón.
-Ya no nos preocupemos de lo que no será... mis padres desean conocerte...
La mansión de la familia del rubio era exuberante, a ojos de Kanon, demasiado lujosa para sus tres habitantes.
Él era una persona simple, que no fanfarroneaba del dinero de su familia ni su estatus social.
Sus padres los habían criado en el confort de una familia trabajadora, que había amasado una fortuna con su trabajo y eran dueños absolutos de los mares, con sus flotas mercantes en todo el mundo.
Ambos gemelos trabajaban allí, Saga y Kanon manejaban las finanzas, sus hermanos mayores Caín y Abel, controlaban el funcionamiento de las flotas en los diferentes mares y sus padres se encargaban del personal, Aspros y Sasha eran excelentes patrones y todos trabajaban en un ámbito familiar.
Entraron a la mansión y fueron recibidos por una hermosa mujer, que Radamanthys presentó como su madre Tanya y un hombre apuesto, de cabellos cortos rubios y muy similar a él, que introdujo como su padre Hefesto.
Kanon saludó sonriendo, besando el dorso de la palma de la dama y entregándole un ramo de flores silvestres y una botella de whisky escocés de antigua cepa al anfitrión.
Los mayores quedaron impresionados con los regalos del joven, a lo que el peliazul les dijo que Radamanthys le había contado que a Tanya no le gustaban las flores caras.
-Pero sí le he traído varios plantines para su jardín, de flores recolectadas en cada puerto al que llegamos.
La noche se fue dando entre charlas y sonrisas, los mayores entendiendo que su hijo tenía muy buen gusto para buscar pareja. Kanon no sólo era evidentemente atractivo, sino que era inteligente y lo principal, era transparente, todo estaba a la vista. Su forma de mirar al rubio, las sonrisas cómplices y sinceras, los abrazos que le regalaba...
Su hijo estaba en buenas manos y eso los hacía muy felices.
Saga no estaba tan contento de que su hermano menor hubiese buscado pareja en un Inglés, cuando en la compañía tenía a varios griegos babeando tras él.
Milo Metaxas era uno de ellos, un poco menor que el gemelo pero con una personalidad arrolladora, que ponía a los demás a sus pies...
Pero no a Kanon.
Otro era el hermano menor de su pareja, Aioria, que lo amaba desde que era pequeño y era bien sabido por todos. Pero para Kanon, el pequeño león como le decía por sus rizos ensortijados y sus colmillos bien delineados, no podría ser jamás más que un hermanito menor.
Hasta había un francés que lo miraba con adoración, embelesado con su físico, su corazón y sus sonrisas. Claro que era demasiado tímido y jamás se lo haría saber...
Pero Kanon se había prendado de un rubio inglés, un joven de alcurnia que correspondía sus sentimientos.
Él nunca lo aceptaría como su cuñado.
Prefería a Camus para su hermano, ese chico tenía clase, era inteligente y culto, con una belleza masculina increíble.
-¿Recuerdas todo lo que pasamos cuándo me pediste matrimonio y fuimos con nuestras familias?
-¡Por supuesto! Había planeado hacerlo por días pero Saga insistía en que debía darle oportunidad a Camus y siempre ponía pretextos para reunirnos todos.
-Jaja, sí, creí que me mataría cuando fui a verlo y decirle de mis intenciones contigo. ¡En verdad, ser el hermano menor no es fácil!
Tus hermanos mayores también estaban allí y me enloquecieron a preguntas sobre mis sentimientos por tí...
-Pero los convenciste y yo fui con tus padres para tener su bendición. Sasha estaba tan emocionada y feliz de que su retoño se casara...
-Es que te amaron desde el primer momento en que te conocieron...
La música seguía sonando, el baile era cada vez más lento porque las que cobraban vida eran las manos, las bocas, que se devoraban hambrientas, deseosas de mayor contacto.
Mientras bocas, lenguas y dientes se debatían en un duelo por poder, las manos no perdían tiempo y buscaban quitar del medio toda prenda que se cruzara en su camino.
Los cuerpos bien trabajados, músculos definidos, se enredaban en la danza erótica más vieja del universo.
Radamanthys cabalgaba en olas de placer mientras era penetrado hasta lo más profundo de su ser, las manos de Kanon dibujando sobre su cuerpo, mapeando de memoria cada centímetro de piel, cada gota de sudor que era delineada con la lengua, cada embestida que daba en su punto erógeno...
Todo de Kanon era fuego y se estaba quemando dentro de su cuerpo que lo recibía gustoso, abierto a todo lo que quisiera darle y hacerle, porque ese hombre era todo en su vida.
Y cuando llegase su turno de tomarlo, cuando estuviera bien hundido en la profundidad de su ser, se lo demostraría, llevándolo a los elíseos, donde esperaba que ambos fueran, al terminar su vida terrenal.
Por ahora se dejaba llevar sin prisas, disfrutando de ese hombre que amaba más que a su vida...
El calor empezó a ser abrumador, su cuerpo se tensó aunque deseaba continuar sintiendo a su esposo dentro suyo. Olas de placer lo arrastraron, perdiendo el sentido, pero sabiéndose entre los brazos más seguros.
Kanon le besó dulcemente mientras salía de su interior y lo cambió de posición, dejándolo sobre él.
-¿Listo para tomar lo que clama por tí?
Radamanthys sonrió aún entre nubes y observó el reloj en la mesa de noche.
Se incorporó apenas lo necesario para recorrer con su lengua ese cuerpo perlado de sudor que lo enloquecía.
Lo lamía, besaba, mordía... Kanon instintivamente abría sus piernas, dándole espacio y el rubio lo aprovechó al máximo.
Bajando hacia su entrepierna, lo tomó con la boca sintiendo su propio aroma, sus dedos tomando de su propia semilla para lubricar la entrada del peliazul.
Los dedos se insertaron con facilidad y pronto Kanon, ya pedía a gritos que lo penetrara.
No se hizo rogar, hundiéndose en ese calor único que siempre lo recibía gustoso, deseoso...
Cuando recuperó el aliento, sus manos se posaron a ambos lados del rostro contrario, el que lo miraba con amor y sus ojos destilaban lujuria.
Lo besó con pasión, perdiéndose en su mirada tranquila y risueña.
Las estocadas eran profundas y lentas, el interior del gemelo ardía y Radamanthys debía hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no acabar en segundos.
Lo miraba sonriendo, lo besaba en cada estocada y amaba verlo arquearse, buscando más contacto.
Lo volteó y se recostó sobre él, separando sus glúteos y hundiéndose nuevamente en su cuerpo, sintiendo el escozor inicial por no tener espacio pero sabía que eso era lo que más le gustaba a su adoración.
Arqueaba las caderas para volver a entrar en lo profundo, corriendo el largo cabello para buscar sus labios, metiendo su mano por debajo de su cuerpo para tomar su miembro y darle atención.
El calor que emanaba del cuerpo de Kanon, la fricción y el apriete, no le dejaron más opción que acabar muy profundo dentro suyo, vaciándose, exhausto, pero no lo suficiente como para ponerse entre sus piernas y tomar su sexo en la boca, succionando hasta hacerlo estallar en un clímax increíble.
Ambos se sentían en un estado de éxtasis total y el cansancio empezaba a hacer mella en ambos.
Radamanthys hizo una larga caricia desde la nuca hasta sus glúteos, donde volvió a insertar sus dedos buscando su próstata.
Kanon gimió en un suspiro.
-¿Quieres más?
Dijo el rubio, mientras unía su lengua a los dedos, saboreando su propia semilla junto a esa entrada dilatada que pedía por más.
Tras otra entrega lujuriosa, los cuerpos lucían satisfechos.
-¡Feliz cumpleaños mi vida y feliz aniversario!
FIN
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