Granada (Dip)
¿Qué podría ser mejor que estar junto al ser amado? Eso pensaba el apuesto jovencito quien no dejaba de vigilar a la hermosa rubia a su lado; una esplendorosa vista a su parecer, en donde ella apenas y se cubría con un delicado vestido blanco sentada entre todo un verde paraje que la hacía lucir como la más bella joya.
-Estella – Pronuncio su nombre a lo bajó con suspiro enamorado.
La joven sintió ese llamado y lo encaró cruzando ambas miradas, pero muy al contrario de él, se dejó ver con su habitual semblante mostrando otro tipo de sentimientos; hastío, cólera y quizás odio.
- ¿Qué quieres, Phillip? – Respondió con molestia cansada de su sola presencia.
Todos se preguntaban ¿Cómo alguien tan bello y bondadoso amaría tanto a alguien de corazón pútrido y avaricioso? Antes se pensaba que se trataba solo de algún extraño deseo, pues muchos la han llegado a admirar de esa forma queriendo solo acariciar su voluptuoso cuerpo y hacerla suspirar bajo algún lecho. No obstante, de al poco tiempo se daban cuenta de lo sincero que era su amor por ella y aunque quisieran abrirle los ojos al chico, él se mantenía firme en sus sentimientos.
Pip creía ciegamente que la rubia lo correspondía por completo, pero todos sabían que Estella sólo se aprovechaba de ello, usándolo para su puro placer de hacerlo sufrir.
-Te amo.
- ¡Eso ya lo sé! ya estoy harta de que me lo digas cada día.
La dura contestación de la rubia caló su pecho como ya estaba acostumbrado, pero aun así se desvivió por solo escuchar su voz.
Toda persona estaría feliz de tener el amor de alguien como lo era Pip, pero no era el caso de Estella ¿Por qué permitía su cercanía? Nadie llegaba a una clara conclusión, solamente pensaban en la maldad de la joven, ver con tristeza su deleite por ver los ojos afligidos de Pip aguarse por ella.
De cualquier forma, eran una pareja y el jovencito la seguiría a donde fuera complaciéndola en todo lo que estuviera a su alcance y ella no haría nada por alejarlo.
Ambos ganaban la atención de las personas que les rodeen, curiosos en su supuesto noviazgo indagando un poco sobre su torcido amorío y nada más allá en realidad de lo que estaban dispuestos a presenciar, nadie gustaba de meterse en relaciones ajenas y más si estas se distinguían de entre teñiduras ponzoñosas. Sin embargo, alguien absolutamente ajeno a su dimensión no pensaba de esa manera y los vigilaba con sumo cuidado sin perderse ningún mínimo detalle.
¿Qué clase de embrujo dejó sobre en ese noble corazón esa chica? Sino no lo amaba ¿Por qué se mantenía esa relación, por qué Pip le era tan leal? En las oscuras sombras del averno un especial individuo se preguntaba eso y muchas más sobre ese par, interesándose especialmente por la adoración y estupidez del joven.
El príncipe del inframundo siglos se había preguntado a sus adentros ¿Qué es lo que siempre he necesitado como el heredero de este infierno? Una pareja leal al más grande de los demonios. Exijo tener a alguien cuya bondad e inocencia sepa amarme aun entre tinieblas, cumpliendo todos mis mandatos esclavizándose solo por amor a mí.
Desde la primera vez que observó al chico se asombró por sus extraños suspiros hacia la despreciable Estella y a partir de ese momento quedó completamente prendado sobre él, viéndose a sí mismo en la imagen de la hermosa rubia teniendo a su enamorado como suyo.
El demonio había buscado mucho por ese mortal y no dejaría que el ciego amor de Pip se desperdiciara en una tonta e insignificante humana de efímera existencia, lo necesitaba para él y lo conseguiría sin importar el modo.
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Caminar a solas en medio del bello prado era una tranquila costumbre para la pareja o al menos solo para Pip, pues pareciera que para Estella era una aburrida agonía aceptando ese paseo con molestia, pero era de las pocas veces que admitia algo para complacerlo y mantenerlo así durante el resto del día sin tener que escucharlo sobre el cariño que tanto le declaraba y se trataba del único lugar y ocasión donde podía hacerlo.
En medio de su pequeña caminata, Pip pensaba en lo mucho que quería a su amada y después de tanto tiempo de estar juntos se preguntaba si ella en verdad era feliz con él. Estella jamás regalaba sonrisas a nadie, aunque solo lo hacía cuando el rubio llegaba a cuestionar si ella coincidía en su sentir, siempre respondía que sí y que lo amaba más que a nada. Sin embargo, nunca llegó a tener un verdadero afecto de su parte, antes solo se conformaba con sus palabras. Si Estella así lo decía él se daba más que satisfecho.
Pero el tiempo pasa y su corazón se estrujaba todos los días con sus hirientes miradas que le dedicaba, una cada vez más dura que la anterior.
Día a día que va pasando se sentía más lejos de su negro corazón, necesitaba preguntar, tener de nuevo esa seguridad de saber que lo seguía amando como todas esas ocasiones en las que le había sonreído. Necesitaba esos labios curvearse para él.
-Estella – La llamó encontrándose de nuevo con su expresión de completo desagrado atormentándolo.
- ¿Y ahora qué quieres?
- Amor mío, hemos llevado muchos años de estar juntos y estoy seguro de mi amor por ti, pero aun así necesito preguntártelo ¿De verdad eres feliz conmi...
- ¡Oh no! ¿Otra vez esa estúpida pregunta?
Lo interrumpió de repente no esperando ese tipo de contestación doliéndole profundamente. Esperaba esa sonrisa que ansiaba ver, pero al parecer ya hace mucho que le fue negado ese privilegio.
-Sabes que te amo más que a mi vida y necesito saber si realmente me amas como para ser feliz a mi lado.
- ¡Por favor! Estoy aquí contigo ¿o no? ¿Qué más quieres de mí? ¿No te es suficiente tenerme todos los días en este aburrido lugar, tomarme por las noches cada vez que quieres y tener que soportar verte la cara cada mañana? ¡No seas un marica, Pip! – El jovencito de pelo dorado se tensó con la colérica voz de Estella y entre esas palabras ninguno se percataba que la tierra escasamente empezaba a temblar, para ellos solo había dolor y deleite cada uno por su parte. Pip no asimilaba muy bien lo que decía ni lo que pasaba, pero parte de él sentía que se estaba muriendo. –¡Ya me tienes harta, te odio! ¡Ojalá te fueras de mi vida!
Dicha esa última frase Estella sonreía de gozo viendo el destrozado rostro del chico, para ella era su apreciado alimento convirtiéndose en la arpía más despreciada para un joven enamorado. Y en ese instante, en el corazón de Pip se abrió una grieta tan grande como la que se empezaba a percibir en la fértil tierra.
¿Qué pasaba? Una colosal fisura junto con otras más pequeñas aparecían bajo sus pies y la brecha más grande rápidamente logró separarlos empujándolos en lados opuestos. Todo el suelo agitaba sus delgados cuerpos y dentro de la abertura se escuchaban gigantescos galopes de caballos y relinchos de estos, inundando todo de un terrible olor a pasto calcinado.
Estella se encontraba totalmente aturdida y solo se encogía en el suelo asustada, Pip no pensó en nada más que en protegerla y con desesperación quería moverse hacia ella.
El sonido de un carruaje y los relinchos bestiales se sentían más cerca y los estremecía con más violencia.
- ¡Estella! – Gritó su nombre, pero su voz apenas era audible hasta para sus propios oídos.
Enfocaba su vista hacia su amada que permanecía en su agobiante posición, y repentinamente fue bloqueada con la llegada de dos escalofriantes orbes sobre él.
Pip estupefacto contemplo desde la calcinada hierba al demoniaco ser que estaba en medio de ambos. Un hombre de piel pálida, cabello sumamente negro y ojos penetrantes color escarlata se montaba en un grotesco carruaje plateado guiado por tres fieros caballos negros.
El príncipe del averno por fin se encontraba cara a cara con el mortal que tanto había querido conocer, después de tanta vigilia lo tenía a su merced.
- ¡N-no le hagas daño a Estella! – Fue lo primero que pronunció Pip, solo pensaba en Estella, ella y nada más. El demonio pensaba en lo idiota que era, puesto que como siempre estaba enterado de lo que pasaba entre ellos, por supuesto había escuchado las fuertes declaraciones de la rubia.
- ¿Estella? ¿Te refieres a esa perra de ahí? – El jovencito le dedico una mirada sorprendida y cabreada por cómo se le había referido – No, niño, no estoy interesado en esa insignificante basura –– De la boca del demonio empezaron a surgir partículas de ceniza que iban en dirección a Pip y en susurro dijo su principal motivo – Yo vine solo por ti.
Las cenizas tocaron los labios del jovencito y éste cayó inconsciente.
Estella presenciaba como podía lo que pasaba delante suyo y con miedo observó como el príncipe de escalofriante esencia bajaba de su carruaje y tomaba en brazos al pequeño Pip.
- ¿Qui-quien eres tú? ¿Qué vas a ha-hacer con él?
El temible príncipe volteó a verla de reojo con desinterés, a pesar de ser el segundo al mando de los infiernos no implicaba que no la odiara también como muchos otros mortales en ese mundo. No entendía como esa mujer no estaba en las profundidades de su reino atormentando almas.
- Yo no soy alguien de tu interés, ni tampoco de lo que haga con este bello humano. Tu misma dijiste que lo querías fuera de tu vida y es justo lo que voy a hacer.
Subió a su carruaje con el rubio en su regazo y los colosales caballos empezaron a retomar el camino hacia el averno.
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Un peculiar olor dulzón lo despertaba y el abrir los parpados le causaba jaqueca.
-Estella... – Articuló esperando a que su amada atendiera su llamado, pero en vez de eso; de nuevo esos ojos escarlatas lo aprisionaron clavándose en su persona.
- No, Phillip. Estella ya no existe, solo existo yo para ti – Pip se levantó con el corazón a punto de salirse del pecho. Era ese mismo demonio que los había separado.
- ¿Quién eres? ¿qué quieres de mí?
-Tranquilo mi dulce niño. A partir de este momento vivirás aquí en mi reino, sirviéndome con tu más profundo amor. Soy tu compañero eterno, Damien; heredero del infierno.
El jovencito no asimilaba nada de lo dicho por Damien ¿Estará soñando? ¿Cómo un demonio lo raptaría así sin más?
-N-no es verdad, yo ahora mismo estoy teniendo una pesadilla. Yo estoy con Estalla, durmiendo junto a ella ¡Quiero despertar ya! – Se tapó el rostro asustado no queriendo ver nada a su alrededor. El príncipe lo tomó de ambas manos obligandolo a verlo a los ojos carmesí.
-No Pip, no es un sueño. Tu estas aquí conmigo y esa puta a quien tanto llamas está lejos ¿Cómo no puedes darte cuenta? A ella no le importas y deseó verte lejos – El joven rubio de inmediato recordó lo último acontecido con la hermosa chica – En cambio yo, te deseo más que a nada, no sabes el tiempo que tenido que aguantar por encontrar a alguien como tú. Quiero tu amor Phillip Pirrup – Pip estaba aún sin comprender a Damien y lo miraba lloroso negándose a entender a un demonio – Eres el único capaz de amar a alguien de entidad maligna y corazón negro ¡Naciste para ser mío!
-Estás loco... – Fue lo único que pudo responder y Damien cabreado lo soltó con fuerza saliendo de la elegante habitación infernal.
Pip se quedó solo y se aferró a las sabanas en donde había despertado, llorando y liberando toda su frustración.
Dentro del mundo del averno era difícil saber cuándo era de día o cuando era de noche y Phillip ya no sabía cuánto tiempo había pasado desde que el príncipe lo raptó, pero sabía que los días seguían pasando y no dejaba de pensar ni una sola vez en Estella.
-Estella, mi Estella... – Era lo que más articulaba, a quien más nombraba y eso hacia arder en furia a Damien.
Todo el tiempo era así. Pip se encontraba con el príncipe y de él emanaba un fuerte aroma dulce, pero a la medida que chocaban palabras no muy gratas ésta desaparecía y recibía las coléricas miradas de Damien recordándole de cierta manera a su amada.
-Pip – A sus espaldas lo llamó el príncipe y de nuevo se respiraba ese particular olor – Necesito que dejemos de pelear.
-Devuélveme a mi mundo – Soltó sin más cruzado de brazos.
El de ojos escarlata suspiró harto de terminar siempre en una peligrosa discusión, trataba de relajarse cada cuando no queriendo lastimarlo.
-No lo haré, tú deber es estar aquí junto a mí.
- No, eso no pasará. Yo soy un humano y debo relacionarme con humanos. Tu eres el príncipe del infierno y te relacionas con demonios. Mi lugar no es aquí, sino con Estella...
Ese nombre ¿Por qué siempre debe mencionar ese maldito nombre cada que se cruzan? Cada vez más odiaba a esa humana, lo tenía totalmente atado.
- ¡No! ¡Tú podrás encajar en cualquier otro lugar menos con esa ramera!
La esencia dulce de Damien empezaba a desaparecer y de sus ojos salían chispas de pavesa ¿Qué significaba aquello? Al principio era lo que menos le importaba a Pip, pero llegando a la costumbre de siempre reñir con el príncipe del averno su atención cada vez se fijaba más en esos detalles.
El jovencito ya dejaba de replicar cada molesta contestación de Damien y éste lo notaba a la medida que pasaba, los ojos azules solo se sujetaban a los suyos lleno de curiosidad.
- ¿Pip?
- ¿Sí?
Y de nuevo esa fragancia hacia presencia y sus ojos volvían a como estaban antes.
- ¿Por qué me miras tanto? – El jovencito se sonrojó por sentirse descubierto y desvió la mirada concibiendo un ligero deja vú.
- ¿Por qué me miras tanto?
La suave voz de la pequeña Estella sonó en su cabeza, recordando los ayeres de su niñez en donde se embelesaba por la fuerte mirada de la niña y su singular belleza.
¿Por qué lo relacionaba con Estella siempre que veía sus ojos? Damien, aunque fuera el príncipe de los demonios, poseía una belleza que se comparaba con su amada, ambos de fuerte carácter y miradas infernales. Sin embargo, el príncipe parecía tener más humanidad que ella, llegando hasta a sentirse querido por él.
-No es nada, Damien...
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La luz dejaba de existir para Pip, pues era un lugar donde no tocaba el sol y solo había penumbras y almas extraviadas más allá del paisaje. El joven solo recorría los alrededores del castillo sin nada más en particular ¿Quién diría que un simple humano de corazón noble como él llegara a acostumbrarse a un lugar como el infierno?
Había entablado una buena relación con el rey y sorpresivamente con el príncipe Damien, había aprendido que en los demonios podía haber un poco de humanidad y en los ángeles un poco de maldad. Aun no comprendía del todo lo que en verdad albergaba dentro de esos seres místicos del que su mundo creía y no se apresuraba en hacerlo. Solo estaba ahí, enfocado en su situación dentro del averno.
¿Qué será de Estella, se habrá olvidado de él?
¿Qué sentimientos tenía por Damien? Estaba seguro de que su compañía hace mucho que dejó de desagradarle, pero esa rara sensación que aparecía en su pecho empezaba a confundirlo.
Por parte del Príncipe, seguía de cerca a Pip yendo a su lado. Con su elegante túnica negra de hombreras doradas y mentón alto lo observaba esperando a que sintiera su mirada y lo esperara.
Pip presenció la cercanía de Damien y sonrió esperando por él, tal y como quería el de grandes orbes infernales.
-Hola Pip
- Hola Damien
Ya no había tensión entre ellos y en su interior pasaba algo que los hacia dichosos. Para Pip no era claro, pero el príncipe siempre fue consciente de lo que le pasaba.
Damien se encontraba profundamente enamorado de su dulce niño Pip. No lo admitía a palabra suelta, pues quería mantener su impenetrable imagen.
¿Cómo era posible él siendo el gobernante de los demonios llegó a amar con intensidad al joven humano de noble corazón?
-Si eres el príncipe del averno ¿Por qué luces como un humano? – La inesperada pregunta de Pip sorprendió a Damien ¿Cómo contestaría eso?
- ¿Qué pregunta es esa? – Refutó con gracia, era la primera vez que le preguntaban algo así – Tengo mi verdadera apariencia demoniaca si es que quieres verla, lo cual dudo.
El jovencito río por el incrédulo rostro de su acompañante.
-Entonces ¿Ésta no es tu verdadera apariencia?
-Ambas son mi verdadera apariencia, solo que opto más por esta forma. Me parezco más a ti – Sincero respondió con un leve rubor en su pálida piel y Pip percibió ese aroma de nuevo; eso significaba una cosa.
-Sé que me amas demasiado cuando desprendes ese agradable olor a granada y te sonrojas.
La granada, la fruta del infierno como le había dicho Damien a su amado mortal. Cuando el demonio exponía sus sentimientos al ser amado éstos soltaban el aroma a granada, lo único dulce y vivo en las tinieblas. Pero si estos demostraban cólera salían rastros de pavesa en sus ojos.
-Cierra la boca Phillip ¿Quién dijo que yo te amaba?
-No necesito que me lo digan, lo sé.
- ¿Eres feliz a mi lado?
- ¿Qué dices? Por supuesto que te amo Phillip. Ya deja de preguntarme eso.
El recuerdo de Estella aun lo tenía presente y no estaba seguro qué significaban para él esas escenas en su cabeza.
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Ambos se hallaban sentados junto al árbol de granada, pequeños besos se repartían por todo el rostro y los labios de Damien le sabían a la idolatrada fruta del averno envolviéndose en sus brazos junto con esa fragancia que tanto adoraba.
¿Cuánto tiempo había pasado ya? No lo sabía y en esos momentos no le interesaba.
El príncipe se aferraba al delgado cuerpo de su amado y enredando sus uñas largas entre los largos hilos de oro.
-Damien – Susurró el rubio y el nombrado sonrió saberse correspondido con escucharlo decir su nombre.
-Phillip – Nombró de igual manera con voz enamorada.
Dejaron de besarse y se miraron a los ojos sin pensar en nada, más que en apreciarse el uno al otro. Pero pronto la mente de Pip se llenaron de recuerdos y la fría mirada una hermosa rubia apareció de inmediato.
Sus ojos azules se abrieron sorpresivamente y desvió el rostro no queriendo verse descubierto por el príncipe. Damien se vio preocupado y rápido comprendió lo que le pasaba a su amado.
- ¿La extrañas? – Preguntó tristeza, apenas percibida por Pip.
-Yo... - Ligeras lagrimas empezaron a rodar sus mejillas y Damien las limpio con uno de sus dedos –Sólo quiero asegurarme de que ella está bien, ha pasado tanto y no he sabido nada de Estella desde... aquella vez.
El heredero no quería que Pip viera de nuevo a esa chica, era de alma pútrida y aunque estuvieran lejos, lo tenía atrapado entre sus garras. Le dolía que el rubio deseara ver a Estella, eso solo le daba a entender que no había dejado de amarla.
-Puedo hacer que la veas, Pip – Su amado levantó el rostro incrédulo y con una sonrisa apareciéndose.
- ¿Lo dices en serio? ¿Me dejarías ver a Estella?
Damien asintió y arrancó del árbol el fruto que tanto caracterizaba al infierno.
-Pip, jamás te lo he preguntado y sé que no sería necesario hacerlo porque estoy seguro de lo sientes por mí, pero debo preguntártelo – El de ojos escarlata llenos de amor extendió la granada hacia Pip – ¿Tú me amas?
El rubio no necesitaba entender el porqué del regalo y lo aceptó con el corazón palpitante.
-Más que a mi propia existencia, Te amo Damien.
El demonio se alegró con esas palabras y lo besó con delicadeza dejando rastros de ceniza en sus labios.
-Yo también te amo, mi dulce Phillip – El pequeño quedó desmayado en los brazos del príncipe – Solo quiero que seas feliz y si tu felicidad es estar con ella, no seré un obstáculo. Estaré velando por ti y si un día decides volver a mi; come la granada y pide en lo mas profundo de tu ser que volvamos a estar juntos.
Todo se había vuelto negro para Pip y la voz de Damien dejó de escucharla despues de aquellas palabras. Su consciencia se quedó dormida hasta sentir los rayos solares en sus parpados y despertó en un hermoso prado.
- ¿Damien? – Aun aturdido esperaba la gruesa voz del príncipe hablándole, pero luego se dio cuenta del lugar donde estaba y unos ojos azules lo miraban fijamente.
- ¿Phillip? – Una mujer rubia, de peculiar belleza estaba parada frente a él con una canasta en mano. Reconocería donde fuera el iris de esos ojos fríos que empezaban a aguarse.
- ¡Estella!
- ¡Pip! – Estella corrió hacia él aventando la canasta. Lo abrazó con desespero y lloró con añoranza en su pecho.
-E-Estella... – ¿Ella llorando por él, realmente eso estaba pasando? Correspondió el abrazo llorando de la misma forma.
-Pip, no sabes cuánto he sufrido por tu ausencia, creí haberte perdido para siempre ¡Perdóname Phillip! ¡Perdóname, amor mío!
El jovencito escuchaba a la chica con felicidad. Ella después de todo siempre lo amó, aun con sus hirientes actos hacia él sabía que Estella lo quería, pero tal vez no cómo ella pensaba.
-Estella mía, no llores por favor – La levantó del mentón y secó sus lágrimas – No sabes lo feliz que me haces, sabiendo que todo este tiempo de verdad me amabas me hizo comprender una cosa.
- ¿Qué has comprendido, Pip?
-Que ahora supe, lo que es sentirse realmente amado – Le alegraba esa parte de saberse querido por la rubia, pero de un lado temía romperle el corazón haciéndole entender lo que de verdad sentía, la seguía queriendo, pero no de la misma forma. Su amor ya le pertenecía al príncipe del averno – Te adoro Estella, pero no como solía hacerlo...
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Los días pasaron y Pip ahora vivía soltero. Estella tuvo que marcharse de su vida resignada a tener que aceptar los sentimienros del chico. Nada podían rescatar, pues nunca hubo un amor de verdad y aun así habían jurado jamás olvidarse.
-Damien... – Por supuesto, no dejaría de pensar en ese demoniaco príncipe.
Se encontraba recostado en su pequeña cama, observando la fruta del infierno que nunca se pudría. No se atrevía a comerla, cada que pensaba en su amado demonio tenía la inmensa necesidad de devorarla.
Era el único recuerdo que tenía de él ¿Y si la abría y se estropeaba la fruta? No quería arriesgarse, pero había veces en que rascaba la cascara para saciar su tentación.
Pasó la vista a la ventana y admiraba el sol poniéndose dejando entrar la noche. Los parpados los sentía cada minuto más pesados y a las pocas horas quedó ausente del mundo real.
En sus sueños, se encontraba él mismo aun lado de un árbol de granada ¿Acaso era el infierno? Puso más atención al lugar y efectivamente, eran las afueras del castillo.
-Pip – A sus espaldas la voz que tanto había querido escuchar lo llamó. Volteó con emoción y lo vio, con su elegante túnica y sus ojos escarlata.
- ¡Damien! – Corrió hacia el apuesto ser y se colgó de su cuello besandolo efusivamente, claro que Damien lo aceptó con la misma intensidad - ¿Qué es lo que hago aquí? ¿He vuelto al infierno?
-No, sigues en el mundo humano, pero me colé en tus sueños solo para recordarte algo muy importante, que tal parece ya olvidaste.
- ¿Qué? ¿Olvidar algo?
Damien suspiró con una sonrisa regañando mentalmente al chico.
-Si, amor ¿Recuerdas la granada que te di de este árbol? – Señaló el árbol y Pip asintió no entendiendo, recordaba claramente el día en que le obsequió el fruto, pero ¿A qué venía eso?
-Sí, por supuesto
-Bien y me dijiste que me amabas. Lo sigues haciendo ¿no?
-Te amo Damien
-Me alegra tanto saber eso – Y de su manga, sacó la misma granada que Pip observaba esa tarde – Quiero estar junto a ti, pero necesito escuchar de ti si tú también quieres estar a mi lado. No importa donde, si en el mundo humano o en el infierno y si deseas compartir toda una existencia con el príncipe de los demonios, solo pídelo desde lo más profundo de tu ser y come unas cuantas semillas de esta fruta – Damien la puso entre sus manos – Te amo Pip, pero solo se hará lo que tu desees.
Phillip Pirrup con ambas manos abrió con facilidad la granada y sacó de ella varios granos llevándolos a la boca. Un placentero sabor dulce inundó sus sentidos y los saboreaba con la imagen de Damien, deseando estar junto a él por la eternidad...
Pip despertó con un aroma que le era inconfundible y el sabor a granada le hizo incorporarse de golpe. Todavía adormilado notó que en su mano descansaba la fruta que tanto cuidaba, abierta y con visibles huecos entre los granos rojos.
La había comido, su sueño había sido real...
Una cálida respiración chocaba con su cabello y volteó hallando a su lado a quien no esperaba ver en ese mundo.
- ¿Damien? – El mencionado lo miraba fijamente haciendo notar algo que sorprendía al jovencito. El príncipe mostraba una apariencia más humana, con rasgos más frescos y joviales con los ojos de un tenue carmesí viéndose como un mortal más – ¿De verdad eres tú?
-Soy yo, Phillip. Tu deseo se cumplió y el mío también.
La pareja se abrazó con suma alegría y con el amor a flote. Estaban juntos para la eternidad y nada ni nadie destruiría el amor inmortal de entre un demonio de corazón enamorado y de un humano de bondad pura. Phillip de verdad que había encontrado la felicidad junto a un demonio.
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Hola!! Espero les haya gustado esta primera historia :D Iba a empezar con Creek, pero ésta fue la que salió primero XD
Esta fuertemente basada en el mito griego de Hades y Perséfone, de mis leyendas favoritas :3 y le quedaba perfecto con ésta pareja, si ya la conocian y se les hacia familiar el concepto, pues ahí tienen xd
En cada historia diré si se basan en alguna cosa de la que me haya inspirado.
La proxima historia ahora si será Creek.
p.d. Si ven faltas ortográficas o cualquier cosa fea ruego disculpas, tengo vista horrible y siempre hay algo que se me suele escapar aunque lo revise mil ocho mil veces.
Hasta lueguito <3 Besos!!
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