IV
(Tu POV)
Me quedé boquiabierta en cuanto escuché la persona con la que me había tocado hacer el trabajo. ¿Acaso Christina me tenía manía también? Quería levantar la mano y quejarme pero mi instinto me decía que no solo iba a quedar mal, sino que también Sergio podría molestarse y odiarme todavía más, asi que consideré que lo mejor que podía hacer era hablar con ella después de clase.
Para mi sorpresa a dicho individuo no le importaba el quedar mal asi que se adelantó y le preguntó a Christina si se podía hacer un trabajo individual, cosa que por parte agradecí. Pese a ello acabé decepcionada al escuchar la respuesta de la profesora de inglés y finalmente opté por aceptar mi destino. Posiblemente Nuria fuese capaz de leer mi expresión de sorpresa mezclada con un poco de miedo, pues segundos más tarde me empezó a tocarme el hombro y a llamarme.
—Pssstt, eh... (T/n). —me llamó por lo bajo y yo me giré lentamente hacia su dirección.
—Amiga, ni de coña te voy a dejar que lo hagas con él en su casa. —dijo la rubia con una mirada solemne y no pude evitar malpensar.
—Eso es muy malpensable. —murmuré entre risas.
—Serás mente sucia... ¡Me refiero al trabajo! —contestó elevando un poco el tono voz y luego empezó a reírse conmigo.
—Suficiente. Nuria y (T/n) estáis castigadas después de clase. —enunció Christina de forma autoritaria y nuestras risas cesaron de inmediato.
Este día... ¡¿Acaso puede ir a peor?!
Estúpida de mí, eso nunca se dice.
Desde aquel momento Nuria y yo no hablamos más y esperamos a que acabara la clase. Me recosté en mi pupitre y respiré hondo, los minutos parecían horas y cada vez estaba más desesperada por que sonara el timbre. Estaba a punto de quedarme dormida cuando por fin sonó la campana y yo me levanté para dirigirme hacia mi casillero. Fui detenida por Nuria a mitad de camino y juntas nos fuimos a coger el libro de geometría, acto seguido regresamos a nuestros pupitres y nos sentamos. Faltaban todavía cinco minutos para la siguiente asignatura por lo que se acercaron Óscar y Rebecca y empezamos a hablar un rato.
—Oye (T/n) si quieres te acompaño y hablamos juntos con Christina para que te cambien de pareja. —me ofreció Óscar de manera que pareciera que lo hacía más por él mismo que por mí.
—Para que te pongan a ti con ella ¿huh? —dedució Rebecca con una ceja enarcada.
—¿Q-Qué dices tú enana? No es por eso es solo que... Estoy preocupado por ella. —aclaró el chico moreno con cierto nerviosismo.
—Afortunadamente me ha tocado con Rebecca jaja. ¿Y quién te ha tocado a ti? —inquirió Nuria.
—Ah yo estoy con Elisa. —respondió Óscar. —En verdad es maja y eso pero... —empezó a decir pero fue interrumpido por una joven de pelo marrón claro que corrió hacia nosotros.
—Hey Óscar ¿te apetece hacer el trabajo en tu casa o en la mía? —dijo la chica mientras agarraba al chico de ojos miel por el brazo como si se conocieran de toda la vida.
—Eh... ¿Hola a ti también? —pronunció mi amiga rubia con el ceño fruncido pero la muchacha pasó completamente de ella.
—Ah... ¡Óscar no me has presentado a tus amigos! —exclamó la tal Elisa en un tono de voz bastante agudo que me irritaba.
Óscar nos dirigió a todas una mirada suplicante que claramente pedía a gritos que le salváramos. Sentí pena por él ya que aparte de que se le había pegado una chica que no le gustaba, a esa misma chica le envolvía un aura de niña repelente.
—¿Conque tu eres Elisa? Un placer... Supongo. —habló Rebecca dando a entender su obvio sarcasmo.
—Mhm, ¿vosotros sois? —preguntó con una sonrisa falsa.
—Nuria.
—Rebecca.
—(T/n). —dije.
Juraría que esa estúpida sonrisa falsa se había desvanecido por unos segundos una vez había dicho mi nombre. ¿Me odiaba o algo? Parece ser que fui la única en darse cuenta de ello ya que los demás ni se inmutaron. Justo después entró el profesor de geometría y Óscar, Elisa y Rebecca se fueron a sus sitios.
Al menos la clase pasó un poco más rápida que la de inglés anterior, pero eso no impidió que saltara de mi asiento cuando sonó la última campana. Me disponía a coger la mochila y un par de libros pero me detuve en seco cuando escuché el comentario de mi compañera de ojos azules.
—(T/n) adónde vas tan rápido. Detención, ¿te suena? —me recordó imitando un tono de emoción.
—Joder... ¿Es que quieren matarme? —repliqué en forma de queja.
Mis ganas de matar a alguien parecían incrementar con el paso de los segundos, pero de todos modos decidí ser una niña buena y esperar con Nuria a que la profesora de inglés llegase. Si es que no se le ha olvidado claro está.
Esperaba con lo más profundo de mi ser que mi teoría fuese corroborada y que a la señora Williams se le he hubiese pasado por alto el castigo, pero todo se fue al garete en cuanto escuchamos la puerta abrirse. La mujer de cabello rubio entró y nos saludó al vernos allí de pie en medio de la clase y nos señaló que viniéramos, cosa que obedecimos rápidamente.
—Por esta vez os dejaré que os vayáis pronto pero eso no significa que a la siguiente os deje iros. ¿Entendido? —nos dijo y nosotras respondimos con un ''vale".
Seguidamente ambas cogimos nuestras pertenencias y nos largamos de clase, hartas de estar encerradas en ese recinto por tanto tiempo. Recorrimos los pasillos para llegar a la entrada y continuamos nuestro camino a través de las calles del área urbana, eso sí, manteniendo una larga conversación sobre el día tan recargado que habíamos tenido. Debido a que éramos prácticamente vecinas, siempre solíamos caminar juntas a clase tanto de ida como de vuelta, pero considerando que había llegado tarde por la mañana solo pudimos hablar en el viaje de vuelta a casa. A mitad de camino Nuria frenó en seco y puso una cara como si hubiese recordado algo muy importante.
—Mierda... Hoy tengo clase de baile. —recordó y luego miró la hora en su reloj plateado. —¡Empieza en cinco minutos! Vale me tengo ir osea ya. Lo siento (T/n), nos vemos luego. —me despedí de ella y salió corriendo cuan torpedo hacia una calle de la derecha, dejándome ahí sola.
Una pequeña risa se escapó de mis labios al recordar el torpe comportamiento de mi mejor amiga y posteriormente saqué mi móvil del bolsillo izquierdo de mi mochila. Mis ojos se abrieron como platos al ver la hora que era, pues le había prometido a mi hermano que hoy haría yo la compra de regreso a casa, y juzgando por la hora a la que cerraba la tienda me iba a echar una buena bronca en cuanto entrase por la puerta de casa con las manos vacías.
Tenía 15 minutos antes de que cerrara la tienda asi que empecé a correr por las calles, torciendo por varias esquinas y esquivando algunas personas y farolas hábilmente. En cuestión de unos cinco minutos llegué al establecimiento y entré por la puerta automática, para luego coger una cesta rápidamente y caminar por los numerosos estantes en busca de aquello que me fue encomendado comprar: huevos, leche, harina, levadura... Me faltaba algo pero no sabía de qué se trataba asi que intenté hacer memoria e ignorar la presión del tiempo límite que me quedaba.
Espera... ¡Eso es, tomate frito!
Exploré los diversos pasillos y llegué a la sección de salsas donde pude divisar a lo lejos una estantería con un bote de tomate frito restante. Sin prestar mucha atención me dirigí hacia allá y estiré el brazo en un intento fallido para alcanzar dicho bote. Al ver que no llegaba y mis esfuerzos eran inútiles decidí dejarlo estar pero de forma repentina una mano apareció por mi derecha y se estiró para coger el bote de tomate frito con facilidad. Después me ofreció cogerlo y yo lo acepté sin rechistar, dispuesta a darle las gracias a aquella persona.
—Muchas gracias... —le agradecí y giré mi cabeza para ver de quién se trataba. —¡¿Sergio Carvajal?! —exclamé atónita al encontrarme cara a cara con aquellos peculiares ojos oscuros que eran capaces de atravesar mi alma.
—¿Que? Ni que hubieras visto un fantasma. —respondió de forma monótona, sin embargo, en sus ojos pude distinguir un sentimiento distinto. ¿Acaso estaba enfadado?
De manera automática empecé a analizarle con la mirada; llevaba puesto una cazadora vaquera negra y una camiseta blanca debajo, junto con unos vaqueros y unas zapatillas blancas de Nike. El chico me miró con una cara extrañada y al ver que me había quedado paralizada decidió dar media vuelta e irse, esto hizo que recobrara mis sentidos y reaccionase.
—Espera. —le llamé, provocando que el muchacho voltease y me mirara con desinterés, como si fuese un ser inferior o algo, y eso hizo que me enfadara un poco.
—¿Qué quieres? —soltó de mala gana, como si cada una de sus palabras fueran dagas de hielo atravesandome, esto causó que la inseguridad volviese a apoderarse de mí. Y como si nada me quedé sin palabras por unos segundos.
—Eh... —empecé a decir. Corre, piensa en algo joder...
—Ah si, lo del trabajo... Esto... —mencioné cabizbaja.
Pero. Que. Haces. Tonta.
—¿Tanto te preocupa eso? —dijo con una expresión despreocupada.
—Bueno tampoco es eso pero... —me crucé de brazos y me atreví a volver a mirarle a los ojos, esos ojos tan vacíos y misteriosos.
—Me da igual dónde. —se limitó a responder. —Dime tu número. —me ordenó de forma exigente mientras sacaba su móvil del bolsillo.
No me esperaba eso para nada pero aun asi fui obediente y me aclaré la garganta antes de comenzar a dictarle mi número de teléfono a medida que él lo escribía y guardaba en su lista de contactos. Una vez terminó volvió a guardar su móvil negro en el bolsillo y me dio la espalda segundos antes de irse sin siquiera despedirse, cosa que me molestó bastante.
—Adiós a ti también. —mascullé para mi misma.
De pronto una voz mecánica resonó por todo el mercado:
—"Atención clientes, la tienda está a punto de cerrar y se les requiere a todos aquellos que permanezcan dentro que abandonen el recinto en menos de dos minutos. Repito, todos..."
Me tomó un par de segundos analizar la situación y llegar a la conclusión de que debía darme prisa y salir cuanto antes. Sin malgastar un segundo más agarré la cesta con firmeza y realicé un sprint hasta la caja registradora, donde conseguí colocar todas las cosas lo más rápido que pude. Saqué mi monedero al mismo tiempo que la trabajadora escaneaba los productos y en menos de un minuto logré meter la compra dentro de una bolsa de plástico. Una vez había pagado cogí la bolsa y salí de la tienda, permitiéndome respirar hondo. Descansé un poco más apoyada sobre la pared y acto seguido retomé mi rumbo hacia casa, que me pillaba a unos diez minutos de allí.
Pasados dichos diez minutos, finalmente me detuve en frente de una casa (tamaño) de color (C), para después sacar las llaves y abrir la puerta. Nada más entrar arrojé las llaves sobre la mesa de la entrada y me dirigí hacia la cocina para dejar la bolsa de la compra. Cuando llegué allí me encontré con mi hermano Damien apoyado sobre el mostrador y con los brazos cruzados.
—¿Por qué has llegado tan tarde?
—inquirió en un tono serio y preocupado.
Suspiré en derrota y solté la bolsa sobre la mesa.
—Es una larga historia...
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