Capítulo 19
—Nos vemos el lunes —dijo Gonzalo a modo de despedida una vez que regresamos a mi casa.
—¿Seguro? ¿No preferís quedarte a dormir? —pregunté.
No quería separarme de él. Estaba segura de que estaba pasando por un momento muy malo y yo esperaba que pudiera desahogarse hablando conmigo. Además, me hacía ilusión volver a dormir abrazada a él.
—Sí —afirmó secamente.
—¿Y si salimos mañana? —insistí.
—Tengo algunas cosas que hacer. Prefiero que sea el lunes.
—¿Me das un beso antes de irte? —pregunté del modo más tierno del que fui capaz.
Se acercó a mí y me besó de forma lenta y dulce. Pude percibir el dolor en cada movimiento de sus labios. A mí también me dolía, porque creía que era por otra mujer por quien estaba sufriendo.
—Bueno, te veré en la escuela —dije resignada cuando nos separamos.
Al entrar en la sala, me puse a ordenar entre bostezos los restos de la fiesta. Me aseguré de lavar bien las copas y las tacitas de café, así como de tirar en el contenedor de la calle los restos de bebidas alcohólicas. No quería que mi madre me regañara por no haber respetado la norma de no beber alcohol.
Cuando me acosté, ya estaba muy cansada y lo último que vi antes de que me venciera el sueño fue la imagen de Gonzalo pateando a aquel sujeto indefenso en el piso. Era evidente que mi novio tenía problemas serios con el manejo de su ira y esa parte suya me comenzaba a preocupar.
Me desperté pasada la hora de almorzar y encontré a mi madre tomando mate sentada frente a la televisión. Pasaban un programa de chimentos que no me interesaba en lo más mínimo, pero aun así me senté con ella.
—¿Qué tal la fiesta? —interrogó cuando empezaron los comerciales.
—Estuvo linda. ¿Cómo te fue con tus amigas?
—Bien, aunque todas fueron muy condescendientes. En cuanto comencé a hablar sobre la separación, se apresuraron a cambiar de tema, como si mi soltería pudiera ser contagiosa. Hablando de tu papá, el muy hijo de puta no me dio señales de vida. ¿Vos sabés algo?
Negué con la cabeza. Me preocupaba su ausencia y esperaba que no le hubiera ocurrido nada. Sin embargo, la otra opción era que no quisiera verme y no sabía cuál de las dos me resultaba más dolorosa.
—¿Cómo va todo con Gonzalo? —preguntó.
—Bien, me regaló este dije —respondí mostrándole el corazón de plata.
—Oh, "siempre te voy a cuidar". Parece que la cosa va en serio. ¿Ya tuvieron sexo?
Su pregunta me tomó desprevenida y grité:
—¡Mamá!
—¿Qué tiene? Es algo natural que esté interesado en esas cosas. Solo intentá no ser tan tonta como yo y no te vayas a quedar embarazada siendo tan joven porque te va a arruinar la vida.
Ahí estaba otra vez mi madre recordando, por enésima vez, la pesada carga que yo había sido para ella y cómo había desperdiciado su vida cuidando de mí, de la casa y de un marido que no la valoraba.
Pasé el resto del domingo en casa, mi mamá necesitaba alguien con quien practicar diseños de uñas novedosos y llamativos para perfeccionarse en su trabajo. Me fui a dormir con una uña de cada color, algo que para nada era mi estilo, pero al menos había hecho feliz a mi madre.
El lunes, antes de entrar a clases, pasé por el baño de mujeres del colegio, ese que estaba en el segundo piso y que nadie usaba durante las primeras horas de la mañana, y me convertí en una estatua de piedra al ver aquella escena. No lo podía creer. Julián, que siempre me había parecido un muchacho amable y decente, estaba teniendo un encuentro íntimo con alguien que definitivamente no era Lorena, ya que la había visto formada para el izamiento de la bandera un segundo antes de esto.
—¡Julián! —grité enfadada.
No entendía por qué me había pedido que le presentara a una amiga si en menos de cuarenta y ocho horas se iba a buscar a alguien más. No era más que un mujeriego calenturiento. Me sentía culpable por haberle insistido a mi única amiga que le diera una oportunidad.
—¡Perdón! —dijo nervioso y se separó de la joven que lo había estado abrazando entre sus piernas sentada arriba de la mesada en la que estaban los lavabos.
En cuanto dio un paso atrás para acomodarse el pantalón descubrí que la joven era Karen.
No entendía nada. Si se suponía que a ella no le interesaba Julián en lo más mínimo y yo había arreglado aquella cita con Lorena en la fiesta para ayudarlo a olvidarse de Karen. Me pregunté si ella podía ser tan caprichosa para solo fijarse en él cuando otra mujer lo quería.
—Maya, ¿no tendrías que estar en clases? —preguntó ella bajando al suelo y acomodándose la falda.
Julián se escabulló sin mirarme y salió del baño. Pensé que era un cobarde, ni siquiera se dignaba a darme una explicación.
—¿Por qué ahora? —increpé a Karen.
Había tenido miles de oportunidades con él. Julián le coqueteaba cada vez que la veía, pero justo cuando otra chica se mostraba interesada, había decidido que lo quería para algo más que una amistad.
—¡Preguntale a tu amiga! No sé qué le habrá dicho al pobrecito, pero tenía la autoestima por el piso y decidí que era mejor subírsela un poco —respondió y comenzó a arreglarse el maquillaje que se le había corrido.
—¿Qué? ¿Lorena?
—Sí, esa perra insensible. La persona con menos tacto en el mundo.
—¿Por qué? ¿Qué dijo?
No entendía nada. Lorena siempre me había parecido muy amable y lista.
—No sé, pero lo que le haya dicho, lo destrozó. Pobrecito mi Juli.
—¿Tu Juli? ¿Ahora están saliendo?
—¡¿Qué?! ¡No! Yo soy una mujer libre. No salgo con nadie.
—Entonces, ¿qué? ¿Fue sexo por lástima?
—Mmh... No, también es lindo y lo quiero mucho, pero después de... después de una mala experiencia que tuve el año pasado con alguien, prefiero no "salir" con nadie hasta estar segura.
Era evidente que la mala experiencia había sido con Gonzalo. Él podía ser temperamental e incluso violento. Me pregunté si habría sido capaz de hacerle daño físico a Karen. No tuve el valor para preguntarle y ella se fue del baño antes de que pudiera decirle algo más.
Cuando me encontré con Lorena, fui directa con ella al preguntarle:
—¿Qué pasó con Julián después de que se fueron de la fiesta?
—Fue muy amable y me acompañó hasta mi casa. Me preguntó si quería que saliéramos el domingo, pero fui sincera con él —respondió en voz baja.
—¿Qué le dijiste? —pregunté con miedo.
—Le dije que había pasado una bonita noche, pero que prefería no volver a verlo. Jamás formaría pareja con alguien que bebe como él lo hizo y que intelectualmente no está a mi nivel.
—¡¿Qué?! ¡¿Cómo le vas a decir eso?! Hubiera sido mejor que no le dijeras nada.
—Es que es la verdad. Me dijo que tenía cuatro materias bajas.
—¡Yo también y aún somos amigas!... ¿Me considerás inferior?
—Es distinto, Maya... Nosotras somos amigas, pero si proyecto hacia el futuro lo que quiero en una pareja, pienso que las calificaciones son importantes —explicó.
Después de aquella respuesta, comprendí por qué Julián se había sentido herido. Al fin y al cabo, a nadie le gustaba que lo hicieran sentirse inferior.
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