Capítulo 42: Mandrágora
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La mandrágora
crecerá suficiente.
Por favor, vuelve.
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Eternidad, así se veía el tiempo en todo Hogwarts, todos estaban emocionados por el comienzo de los partidos de Quidditch, justamente en una semana, a excepción de dos personas que contaban los días para ver a su amiga despertar de una vez por todas.
—Entonces, profesora, ¿cuándo podrá despertar? —cuestionó Lily a la maestra Sprout con Meryl y Minerva acompañándolas.
—Dentro de ocho días estará de vuelta, las mandrágoras están casi maduras —aseguró la profesora mientras se volvía hacia las plantas que estaban junto a ella en el invernadero.
—Gracias —respondió Lily reprimiendo su felicidad en ese momento.
Meryl y Lily salieron del invernadero, directamente a su sala común rápidamente, evitando la nieve que aún persistía, volviendo los alrededores fríos y helados. Las bufandas rojo con amarillo ondeaban por el viento mientras las chicas intentaban calmarlas. Llegaron a los terrenos de Hogwarts y se encontraron con los aurores que vigilaban por los perímetros del jardín del colegio. Eran aproximadamente cincuenta magos, todos con una túnica de colores rojos, verdes o negros con la varita en mano, escudriñaban a cada alumno con la mirada y aunque a veces los intimidaban, estos magos les sonreían a los estudiantes para parecer inofensivos. Pasaron cerca de una mujer que estaba casi frente la entrada del castillo y se apartó para darles el paso amablemente.
Entraron al colegio sin rodeos y a pesar de las buenas noticias Lily estaba bastante deprimida.
—Ocho días es demasiado —comentó Lily a Meryl.
—Hace poco faltaban veintidós —la animó la rubia—. Además, Frank Longbottom ha recibido su merecido.
—Buen punto —afirmó Lily mientras quitaba uno de los pocos carteles que quedaban en contra de su amiga.
—Y hemos logrado que dejara de colocar más carteles desde ese día, eso es un mérito —celebró Meryl bastante contenta.
—¿Habrá sospechado que fuimos nosotras? —preguntó la pelirroja sin poder ocultar un poco de miedo en la voz.
—Lo dudo, nos debió haber visto sentadas en la biblioteca, y no le tengas miedo, solo es un chico inofensivo —respondió Meryl terminando confundida.
Lily asintió, no podía ocultar que su amiga tenía razón. Subieron dos pisos más y entraron por el cuadro, no tenían otra alternativa que hacer la tarea de pociones. Lily se sentía extraña, recordaba que Frank acostumbraba a ayudarlas a realizar los deberes, pero ahora solamente las observaba a la distancia, totalmente en silencio. Meryl notó a Lily que veía a Frank y esta lo miró amenazante mientras el chico cambiaba su expresión facial para removerse incómodo y posteriormente levantarse y subir, con su cuaderno y pluma, al dormitorio de los chicos sin dejar de observar a sus antiguas amigas.
—¿Qué ha sido eso? —cuestionó Lily curiosamente.
—Es una buena manera de mantenerlo lejos —aseguró Meryl, soltando una risa que Lily no pudo evitar imitar.
La oscuridad fue cubriendo la sala común a pesar de que fuera iluminada por algunas antorchas y la acogedora chimenea donde Lily y Meryl trabajaban dejando una pequeña distancia entre ellas y el fuego.
Meryl emitió un bostezo lo que solo podía demostrar lo cansada que estaba. Las clases, aunque era algo que no disfrutaba, la fatigaban demasiado.
—¿Quieres subir a dormir? —propuso la pelirroja poniendo punto final a su trabajo que entregarían en algunas horas.
Meryl lo pensó por un momento, su escrito, comparado con el de Lily, era pequeño e insignificante, le faltaban muchos datos importantes y el tamaño de los párrafos no cubría ni la mitad del pergamino. Suspiró y luego respondió.
—Creo que será lo mejor. —Tomó la pluma y la regresó al tintero para después colocar el pergamino en su antebrazo para poder subir todo de una vez, se levantó del suelo y esperó a que Lily la siguiera.
Ambas se cambiaron y se acostaron en el desierto dormitorio donde todo estaba muy silencioso, lo que las ayudó a dormir sin problemas.
Gritos. Todo estaba oscuro, no podía observar nada, y su capacidad de escuchar no era tan perfecta, las voces que lograba percibir parecían distorsionadas y no podía reconocer ninguna. Parecía haber muchas personas donde se encontraba, sobre todo parecía estar en una situación peligrosa. De la nada todo se iluminó, pero los gritos cesaron, estaba en otra parte, en otro lugar, no podía moverse, no podía hablar, solo observaba totalmente inmóvil mientras veía de nuevo aquel acabado verdoso de ese lugar al que llevaba la trampilla del Bosque Prohibido. Frente a ella pudo ver los ojos amarillos del basilisco, pero a pesar de todo parecía no pasarle nada y en cuanto miró fijamente los ojos de la serpiente todo se volvió oscuro de nuevo, pero esta vez nadie la había despertado pues lo que no sabía es que estaba petrificada, sin poder gritar y tan solo observando esas pesadillas en su cabeza sin razón alguna.
El día comenzó perfecto, el sol brillante y los ánimos de ambas chicas no estaban tan mal. Desayunaron rápido mientras El Profeta arribaba a sus destinatarios, Lily volteó a ver a Meryl preocupada mientras esta desenrollaba el periódico y buscaba noticias importantes en relación con Calynn. Meryl negó con la cabeza, pero comenzó a hablar.
—Algún estudiante ha hablado mal de los aurores que están alrededor del castillo a El Profeta, han publicado una noticia sobre eso, de seguro ha sido algún Slytherin —terminó Meryl casi escupiendo las últimas palabras de la oración.
Lily rodó los ojos por la actitud de su amiga, pero no le interesó leer el artículo, sabía que estaba lleno de nada más que mentiras. Levantó la mirada de su desayuno y observó que Lucius, Avery y Mulciber se aproximaban a la mesa de Gryffindor. Lily frunció el ceño, totalmente confundida dejando la mirada fija en ellos hasta que Meryl también se dio cuenta, pero esta mostró un gesto de asco y desaprobación.
Lucius contó hasta tres con sus dedos para darle una indicación a sus amigos y enseguida comenzaron a cantar.
"Black practica magia negra
y por eso está congelada.
Su marca no le ayuda
y a sus padres no les importa"
Todos en el comedor volvieron la cabeza hacia el grupo de Lucius hasta que alcanzaron los lugares de Lily y Meryl después de haber cantado aproximadamente seis estrofas de su nueva melodía.
—Otra vez tú, Malfoy —exasperó Lily con la varita en la mano. Algunos estudiantes se alertaron de esto y corrieron a buscar algún profesor.
Malfoy se burló al exclamar gritos de asombro en un tono totalmente sarcástico. James, que estaba a tan solo unos lugares de Meryl y Lily reía por lo bajo, aunque un poco avergonzado.
—¿Quién te ha llamado a ti? Asquerosa sangre sucia —se burló Lucius—. Por cierto, ¿cómo están tus padres? —exclamó el rubio con una sonrisa de lástima en el rostro.
A Lily se le llenaron los ojos de lágrimas mientras parpadeaba para lograr retenerlas, y antes de que Meryl lograra actuar para defender a su amiga, se escuchó una voz a las espaldas de Lucius.
—¡Sectumsempra! —exclamó un chico de pelo grasiento mientras el hechizo le daba a Malfoy y sus colegas escapaban sin mirar atrás.
Lucius cayó al suelo mientras comenzaba a desangrarse en medio del comedor con algunos chicos gritando por lo que pasaba. Severus palideció a tal grado que parecía que iba a desfallecer mientras retrocedía. Le entregó un libro abierto a Lily y salió corriendo del lugar llorando, como muy pocas veces se le veía.
Lily extrañada leyó lo que venía en aquel ejemplar con ayuda de Meryl quien señaló un hechizo.
—¡Es el contrahechizo! —exclamó Meryl mientras a su alrededor llegaban McGonagall y Slughorn para colocar un poco de díctamo a Malfoy, un intento en vano porque eso no paraba la sangre; Lucius estaba cada vez más débil.
—¡Profesora! —llamó Meryl—. Creemos que este es el contra hechizo —terminó mientras le entregaba el libro señalando algo que estaba dentro de un círculo. La maestra sacó su varita y comenzaba a decir esas palabras.
—Vulnera Sanentum, Vulnera Sanentum —mencionó Minerva varias veces mientras la sangre cesaba y regresaba mágicamente hasta que lo hizo por completo—. ¿Ustedes lo han conjurado?
Las chicas negaron con la cabeza mientras en una camilla, delante de ellas, se llevaban a Lucius al que se le veía inconsciente.
—Ha sido Severus —confesó Lily con cierta culpa mientras sollozaba, aunque no sabía si las lágrimas eran por lo que le había dicho Malfoy o por lo que había sucedido—. Ha salido corriendo, parecía arrepentido.
—Necesitamos encontrarlo. Johnson tú vienes conmigo y Evans encuentre al señor Snape lo más pronto posible —le ordenó la mujer.
Lily asintió mientras la rubia se despedía y seguía su paso rápido hacia donde se había dirigido Severus antes de escapar de lo ocurrido y vaya que no había corrido mucho. Lo encontró recargado en el muro del Gran Comedor, en la esquina oscura para que nadie lo viese.
—Severus —lo llamó la pelirroja. El chico solo levantó el rostro mostrando sus ojos rojos que indicaban que no había parado de llorar—. McGonagall lo ha solucionado, el hechizo del libro ha funcionado, Malfoy parece estar bien —explicó Lily mientras se secaba las lágrimas mientras se tranquilizaba. Estas palabras funcionaron para que Severus se calmara y pudiera decir lo que tanto se había estado guardando.
—Fue un error. No había probado el hechizo nunca, nunca pensé que tendría ese efecto, yo... —calló por un momento para pensar cómo seguir—. Yo no quería que te lastimaran, pero tampoco quería herir a Lucius, yo no soy así —exclamó molesto consigo mismo mientras se tomaba el antebrazo izquierdo, lo cual Lily no notó pues aún pensaba sobre lo que acababa de decir Severus sobre ella y lo que había hecho para protegerla.
Por un momento los sollozos de Severus era lo único audible en la habitación.
—McGonagall me ha pedido que viniera por ti —indicó la pelirroja después de que recordara los motivos a los que había ido a buscar a su compañero.
Severus suspiró y se puso de pie aún triste y molesto, no podía creer lo que acababa de suceder y que ese hechizo había salido directamente de su varita tan bien para ser la primera vez. ¿Y si realmente esa era su personalidad? Fría, malvada; por eso su varita podía conjurar cualquier hechizo ya que se adaptaba totalmente a su dueño. Severus observó aquella varita, reteniendo el impulso de partirla en pedazos—. Vamos —apuró la pelirroja volviendo a entrar al Gran Comedor donde, en una esquina bastante lejana, Meryl y Minerva hablaban seriamente—. Aquí está, maestra. —Severus avanzó cauteloso.
McGonagall volteó rápidamente mientras se dirigía a interrogar al chico en seguida.
—Señor Snape, ¿usted conjuró el hechizo? —preguntó la maestra, incrédula.
—Así es, profesora —mencionó Severus, pero sin dejarla continuar este prosiguió—, ha sido un accidente —terminó, dejando a la maestra sin comprender del todo. McGonagall lo miró confundida y el chico pareció haberlo notado—. El hechizo lo creé yo pensando que su efecto sería como el de un Rictusempra, no esto. —Severus se tragó las lágrimas—. Maestra yo no quería causarle a Lucius este conflicto porque de ser así no les hubiera dado el libro con el contrahechizo —argumentó Severus.
Minerva veía a ambos mientras pensaba un poco.
—El señor Malfoy se encuentra en la enfermería del colegio, creo que un castigo, señor Snape no le vendría mal —comenzó Minerva—. Ambos tendrán sus consecuencias, pero por ahora el señor Malfoy necesita recuperarse de ese hechizo mientras, usted puede irse ocupando de la limpieza del pasillo de la enfermería sin hacer ningún ruido porque eso será aproximadamente a medianoche —ordenó la mujer mientras meditaba la situación—. Úselo con sabiduría —mencionó entregándole el libro que le había dado a Lily para solucionar el problema.
La profesora se retiró dejando a los tres chicos solos en el comedor.
—¿Tú creaste ese hechizo? —cuestionó, sorprendentemente, Meryl. Lily volteó a ver a su compañera incrédula, ella le estaba dirigiendo la palabra a un Slytherin.
Severus, como conocía tan poco a Meryl tan solo contestó con un movimiento de cabeza.
—¡Qué fantástico! —exclamó Meryl reflexionando, posiblemente, en la manera en que el chico pudo haber creado ese conjuro.
El silencio reinó la habitación por un momento, los tres sumidos en sus pensamientos.
—Será mejor que me apresure —comentó Severus—, en unas horas tendré que estar limpiando el pasillo, aprovecharé un rato para dormir después de pociones.
Ambas chicas se despidieron, Meryl un poco más cortante que Lily.
—Será mejor ir a pociones, todo este alboroto nos ha retrasado —comentó Lily.
Ambas comenzaron a subir las escaleras para ir a por sus libros, estaban a punto de llegar cuando una voz las llamó.
—Evans, Johnson —dijo McGonagall—, es bueno encontrarlas de nuevo. La profesora Sprout me ha notificado que una de las mandrágoras ha madurado más rápido de lo que había esperado y que mañana temprano podrán hacer despertar a Calynn —sonrió—. ¡Son buenas noticias! ¿No lo creen? —terminó con una gran sonrisa en los labios.
—¡Fantásticas! —exclamó Lily abalanzándose sobre la profesora para agradecerle.
Meryl se limitó a sonreír.
—Muchas gracias —mencionaron ambas chicas mientras la profesora esbozaba otra sonrisa para después separarse e ir a clase.
—¡Mañana! ¿Puedes creerlo? —dijo Lily, estaba tan entusiasmada que no lo podía ocultar.
El día comenzó normal, como si no se supiera la alegría que habría en dos niñas en unas cuantas horas que pasaban muy lentamente.
Lily abrió los ojos lentamente con el poco sol de la mañana que lograba colarse por un pequeño hoyo que había en el dosel de su cama, pero Lily no pensaba en eso ahora, lo primero que se le vino a la mente fue el saber que hoy tendrían de regreso a Calynn, sonrió y con esa misma energía se levantó dando saltos hasta el baño para cambiarse.
Lily estaba sumamente emocionada, aunque cayó en la cuenta de algo, McGonagall no les había dicho una hora específica, ¿qué debían hacer? ¿Ir a desayunar como todos los días? Posiblemente Minerva las buscaría o al menos eso pensaba Lily. Salió del baño y vio a Meryl recién levantada y comenzó a apurarla, simplemente sentía tanta emoción que no podía esconderla.
Bajaron dando zancadas, incluso Meryl tuvo que detener a Lily para que no se cayera bajando por las escaleras movibles.
—Ten más cuidado, no te queremos muerta —regañó la rubia ligeramente, terminando con un buen sentido del humor.
Desayunaron como si solo tuvieran cinco minutos antes de que empezara una clase, pero la verdad era que el Gran Comedor estaba casi vacío, la mañana del sábado era muy silenciosa, casi todos los alumnos disfrutaban del descanso que se podrían permitir solo dos días a la semana.
Estaban terminando con un pan dulce recién salido del horno, o al menos eso parecía cuando, de la esquina del Comedor, se aproximó la profesora con su túnica verde característica.
Lily y Meryl entendieron que Minerva se aproximaba a ellas cuando dieron el último bocado rápidamente y se levantaron para ir a alcanzar a la profesora que cesó el paso para encontrarse con ellas.
—Acompáñenme —ordenó Minerva con ambas siguiéndole los pasos.
Iban a paso lento o al menos eso creía la pelirroja, estaba impaciente por llegar.
La enfermera estaba esperándolas con un frasco en la mano, la sustancia que contenía no se veía nada agradable, pero en cierta forma era un milagro tenerla en las manos indicadas. El único sonido eran las quejas del dolor por parte de Lucius, lo cual era comprensible por lo sucedido ayer, aunque no podían negar que Malfoy exageraba las cosas. Llegaron hasta estar junto a la pequeña Black dejando pasar primero a la enfermera, para que después Lily se sentara a los pies de la cama junto a su amiga y Meryl observara de pie junto a McGonagall.
La enfermera destapó el frasco, lo reclinó sobre los labios de su amiga, y lo empujó bastante para asegurarse que todo el contenido se pasara por su garganta.
Ahora que despertaría, ¿cómo tomaría las ofensas de Frank? ¿Y sobre lo que había hecho Lucius? ¿La broma a Frank? Lily cayó en la cuenta de que no tenía otra alternativa que despertar ahora y enfrentarse a la realidad, era lo mejor.
La poción comenzó a hacer efecto porque la pequeña Black comenzó a toser por lo que recién había consumido y empezó a mover los ojos lentamente.
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"Esta es la resurrección.
Esta es la razón".
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