Capítulo 4: Revelaciones

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Toda la magia
puede ser peligrosa
y muy hermosa

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—¿Es acaso eso una ofensa? —preguntó la pequeña Black con un gesto de confusión en el rostro, era evidente que todavía no se familiarizaba con ese término extraño.

—Para mí sería un halago —mencionó Severus, quien se levantaba del suelo con cierto pesar. Solo con la ayuda de Lily había podido salir de aquella arena movediza.

—¿A qué te refieres? —Calynn se preguntaba cómo ese adjetivo podía ser un halago, en realidad no entendía completamente lo que estaba pasando.

—Eres una bruja —dijo el chico directamente. Lily lo volteó a ver ligeramente incómoda, sabía que su amiga no entendería la connotación del término en aquel momento.

—¿Se te hace lindo decirle eso a una chica? —espetó Calynn con mucho enfado, tenía la voz temblorosa y el corazón acelerado. ¿Por qué de repente sus dos mejores amigos se ponían en su contra de esa forma? La niña fulminó a ambos con la mirada antes de salir corriendo hacia su hogar sin voltear atrás, estaba cansada de tener que lidiar con problemas en los que ella no era la causante.

Llegó al pórtico de su hogar para después comenzar a abrir la puerta cuando el cielo comenzó a oscurecerse, era obvio que la lluvia llegaría en algunos minutos, por lo que se apresuró a introducir la llave en la cerradura, intentando ver a través de las lágrimas cristalinas que cubrían sus ojos.

Abrió la puerta en cuanto las primeras gotas comenzaban a descender y entró con rapidez a la casa. Cerró de un portazo y se fue directo a las escaleras después de escuchar un grito procedente de su madre.

—¿Tus amigos ya te rechazaron? ¡Qué lástima, pensé que no volverías! —La voz de Druella resonó en sus oídos, lo único que habían ocasionado esas palabras eran un sentimiento de culpa y tristeza más profundo del que ya traía.

Subió los escalones y se dirigió a su habitación sin volver la mirada a su madre, no estaba de humor para escuchar más comentarios relacionados con sus amigos. Solo se sentó ahí, en la cama, sin saber exactamente qué pensar. Tenía dos principales preocupaciones: La actitud de sus amigos y cómo es que había ocurrido lo del incidente de la arena movediza, ¿cómo es que Severus estaba tan seguro de que había sido ella?

Las horas pasaban con lentitud, ya no quería hacer nada más que llorar, no tenía hambre a pesar de haber pasado varias horas sin haber comido. Necesitaba que alguien la abrazara, sentía que en unos cuantos minutos no comprendía lo que sucedía a su alrededor.

Cuando casi era hora de cenar, alguien tocó la puerta de su habitación.

—Hija, sal por favor, es hora de cenar —comentó su padre desde el otro lado de la puerta.

—Déjame sola —respondió la niña con bastante tristeza en la voz.

—Hija, por favor, tu madre está furiosa. Es hora de cenar y yo le he dicho que te esperemos, ahora no deja de maldecir porque está muriendo de hambre —dijo el hombre bastante apenado y comiéndose las palabras.

—No me esperen, no creo salir de aquí nunca. —Calynn habló más alto de lo que hubiera deseado.

Un pequeño silencio se hizo después de ese comentario, por lo que Calynn pensó que Cygnus ya se había ido cuando su voz por lo bajó delató su presencia.

—Druella no me deja hacer esto, mucho menos en casa, pero creo que no tengo elección —dijo mientras se escuchaba cómo buscaba algo en la bolsa de su abrigo—. ¡Alohomora!

Al instante, la puerta del cuarto de la pequeña se abrió con rapidez, provocando un estruendo mientras el hombre que portaba una varita en la mano la guardaba disimuladamente y se acerca a su hija que se encontraba bastante asustada. Sabía que la puerta estaba cerrada con llave, ¿cómo la pudo haber abierto sin lastimarla ni un poco?

—Ya, no pasa nada, ¿qué ha pasado hoy con tus amigos? —preguntó el hombre sin evitar sonar preocupado. Había pasado un brazo detrás de ella para reconfortarla.

—Uno de mis mejores amigos me ha insultado y Lily no ha hecho nada para intentar defenderme, sino hubiera sido por sus actitudes tal vez no me hubiera escondido para escucharlos —sollozó mientras abrazaba a su padre, finalmente tenía a alguien que la abrazaba y le inspiraba confianza.

Un segundo después el hombre se alejó un poco de Calynn y con tono serio le preguntó:

—¿Y qué te han dicho?

—Me han dicho bruja, el muy indecente —dijo todavía con enfado.

—¿Quién ha sido? —cuestionó el hombre en el mismo tono.

—Severus —musitó—, Severus Snape —mencionó con una voz más alta para asegurarse de que la hubiera oído.

—¿Y por qué te lo dijo? —Calynn notaba cierto gesto mucho más serio que el que tenía cuando la había abrazado.

—Eso no importa, no quiero hablar de eso —dijo cortante mientras se quitaba las lágrimas del rostro. Un minuto de silencio se hizo entre ambos hasta que la chica lo rompió con bastante curiosidad—. Papá, ¿cómo abriste la puerta?

El hombre que se limitó a dedicarle una sonrisa no sabía bien qué contestar, se quedó pensando por un momento hasta que se atrevió a decir algo.

—Eso no importa —terminó con una sonrisa mientras la pequeña se la devolvía y se abalanzaba a sus brazos, el padre fue recíproco hasta que un grito los sacó de su ensimismamiento.

—¡Ya baja niña squib o yo subiré por ti! —La voz desesperada de Druella se escuchó desde abajo, a la vez sonaba demasiado molesta.

La cena estuvo bastante tranquila, nadie habló sobre el tema. Sin embargo, Calynn todavía no sabía muy bien por qué su padre no le había explicado cómo había abierto la puerta, tendría que quedarse con esa curiosidad por lo menos durante esa noche.

La niña subió a su habitación para dormir mientras sus dos padres se quedaban en el piso inferior a charlar un momento más.

—Si lo dice su hijo debemos de creerlo Druella —comentó Cygnus mientras terminaba lo que quedaba en su plato—. Debe haber sido algo extraordinario para que el chico lo haya mencionado —agregó.

—Eso ya lo sé, nos vamos a ver obligados a arriesgarnos por las palabras de un chico —comentó está vez la mujer con reproche.

—-Mañana se lo diremos, creo que ya lo sospecha ligeramente después del incidente de la puerta —Cygnus se le veía cansado, al parecer ya no estaba seguro de lo que decía, como si las acciones no fueran enteramente suyas.

—Eso también ya lo sé. Pero no quiero que se junte mucho más con esos amigos que tiene —agregó.

—Pero Druella, son gracias a ellos que nos enteramos de que nuestra hija tienes poderes, ¿por qué no permitirle que esté con ellos?

—No, fue gracias a mí que supimos eso y es una orden. No se juntará más con esos niños —dijo la mujer. Cygnus iba a replicar, pero hizo un gesto de confusión y se quedó en silencio, con la mirada baja—. Además, entre más pronto mejor, no creo soportar más tiempo en esta casucha —terminó mientras acababa la cena y se levantaba de la mesa sin decir una palabra. Cygnus únicamente se quedó ahí sin saber exactamente qué hacer.

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