Capítulo 37: Clases

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El sentir miedo,
nos lleva a desconfiar
de los héroes.


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—Pero... ¿Cómo... —comenzó la pequeña Black, totalmente confundida.

—Lo supe desde el primer momento que llegó, señorita Black, y puede que su secreto ya haya llegado a conocimiento de otros —respondió Dumbledore.

—¿A qué se refiere? —cuestionó la chica con nerviosismo.

—Cualquiera con una capacidad de Legeremancia básica podría leer fácilmente sus pensamientos —comentó el profesor.

Hubo un momento de silencio donde Calynn tan solo sujetaba su antebrazo izquierdo fuertemente. Al parecer el director se percató de eso y no pudo evitar sorprenderse.

—¿Puede acercarse un poco más, señorita Black? —pidió amablemente el anciano. La pequeña que estaba casi bajo el marco de la puerta se acercó cautelosa hasta estar justamente enfrente del escritorio del director—. ¿Me permite? —preguntó el hombre con ademán de tomar el brazo izquierdo de la mortífaga, quien después de dudar un poco accedió a mostrarle lo que tanto ocultaba de la realidad. Dumbledore arremangó con facilidad la túnica y fue cuando se dio cuenta de la gravedad de la situación, observó detenidamente la calavera y serpiente que formaba aquella marca por un momento hasta que apartó la vista, decepcionado, mientras se levantaba y daba la espalda por un momento a la pequeña Black.

—Iré por mi equipaje —comentó la pequeña nostálgica, a partir de ahora su vida sería un eterno infierno.

—¿Equipaje? —cuestionó el anciano un poco confundido.

—Me echarán del colegio, ¿cierto? —Un tono de tristeza se notaba en la voz de la niña.

—No necesariamente —negó el hombre misteriosamente. Al ver que Calynn no comprendía a qué se refería, este agregó—. Si usted estuviera orgullosa de aquella marca podría ser una posibilidad —explicó Dumbledore—. ¿Lo está?

—No, señor —contestó firmemente mientras pensaba en Bellatrix, pero desvió aquel pensamiento rápidamente.

Por un momento ambos guardaron silencio hasta que el profesor lo rompió.

—Me gustaría que nos encontramos aquí todos los días durante la noche, a las diez para ser exactos, ¿afecta esto de alguna manera su horario? —propuso el director.

—No, no afecta en ningún aspecto —respondió—, pero si se me permite preguntar, ¿con qué objetivo? —curioseó la niña.

—Unas clases que le sirvan para su defensa propia, pero primordialmente para que aprenda a cerrar esa mente —explicó exigentemente.

La pequeña asintió con la cabeza mientras caía en la cuenta de que se le acabarían las excusas que dar a sus amigos, tendría que inventarse algo pronto.

—¿Cuándo comenzamos, profesor? —cuestionó Calynn.

—Mi reloj marca cinco minutos para las diez. ¿Tiene algo mejor que hacer? —preguntó el director con una sonrisa en el rostro.

Pensó por un momento en los incompletos deberes de Galatea que tenía en su baúl unos pisos arriba, pero prefirió pasar la velada en el despacho del director, al fin y al cabo, es lo que siempre había querido; un consejo, una ayuda.

—No, señor.

—Entonces podemos comenzar —indicó el hombre indicándole que se sentase en la silla frente al escritorio mientras él se colocaba enfrente. —Durante las vacaciones navideñas, ¿alguien leyó sus pensamientos? —continuó el anciano.

—El mismo Voldemort —confesó la pequeña recordando ese momento tan doloroso y vergonzoso a la vez.

—¿Y lo vio todo? —Un tono de preocupación sonó entre sus palabras.

—Tan solo observó algunos recuerdos sin importancia, ya que no duró mucho el hechizo —recordó Calynn.

—¿Me permitiría? —solicitó el profesor tomando su varita.

La niña asintió lentamente con la cabeza, cerró los ojos y se aferró a la silla para no caerse. El anciano apuntó a la alumna y mencionó:

¡Legeremens!

Y pasaron sus vivencias una vez más, pero esta vez la pequeña no haría ni un pequeño esfuerzo por evitarlo, terminaría en el suelo y no lograría nada. Las clases, el viaje de vacaciones navideñas, algunos momentos con Frank e incluso algunos fragmentos de su iniciación pudieron ser vistos; pasaron las discusiones con Bellatrix cuando de la nada volvieron al presente.

Dumbledore la miró seriamente para después agregar:

—Debe de aprender Oclumancia antes de sus próximas vacaciones, lo más pronto posible, su mente es un banquete de revelaciones —ordenó el director preocupado. Y fue con esas palabras cuando comenzaron las sesiones de verdad, pues nuevamente los esfuerzos de la niña de cerrar su mente la mandaban de nuevo al suelo, creándose ligeros moretones, por lo que optaron que mejor se quedara en el suelo durante las prácticas—. No debe dejar que el oponente observe ningún recuerdo, haga su mayor esfuerzo —le recordaba el profesor antes de emitir cada hechizo.

Al cabo de una hora, Calynn tenía un horrendo dolor de cabeza causado por el esfuerzo erróneo que hacía. Aunque había mejorado un poco en el hecho de que conseguía durar más tiempo, esto no justificaba el hecho de que el profesor pudiera seguir viendo cada recuerdo. La pequeña comenzaba a desesperarse mientras aguantaba las punzadas dentro de su cabeza.

—No tiene de qué preocuparse, con el paso de las sesiones podrá ir mejorando —comentaba positivamente el profesor mientras Calynn se sujetaba la cabeza con los ojos cerrados. El director observaba todo, pero no decía una palabra. Estuvieron cerca de cuarenta minutos más practicando hasta que un avance mayor se vio reflejado cuando la chica sacó al profesor de su mente de una vez por todas—. Muy bien. Creo que ha mejorado bastante en una clase —la felicitó Dumbledore.

—Gracias —le correspondió mientras se levantaba del suelo.

—Puede retirarse si así lo desea —le comentó al anciano.

Calynn pensó por un momento en quedarse, pero el dolor de su cabeza le exigía un descanso a gritos.

—Gracias profesor, lo veo mañana a la misma hora —se despidió mientras se dirigía a la puerta y bajaba los escalones silenciosamente. De camino a la sala común tenía la vista muy abierta para evitar encontrarse con Filch y tener que dar algunas explicaciones. Subía las escaleras de mármol cuando se dio cuenta que ahora tendría que explicarles a Frank y Meryl sobre su secreto, y no es que no confiara en ellos, sino que el cómo se lo tomarían la mantenía ocupada. Llegó al cuadro, dijo la contraseña y entró a la sala común que se encontraba desierta, subió los escalones hacia el dormitorio de chicas y se encontró con la mayoría de los doseles corridos, tapando así a quien dormía del otro lado; sin embargo, aún quedaban dos que estaban abiertos y de los cuales se podían ver unas luces de las lámparas que venían de la mesa cercana. Se acercó cautelosa mientras Lily se sobresaltaba y comenzaba a susurrar sus preguntas.

—¿Qué te ha dicho? ¿Por qué has tardado tanto? ¿Fue un castigo equitativo? —murmuraba la pelirroja impaciente.

—Espera —la tranquilizó, no sabía cómo explicar todo con Meryl a unos metros—. No puedo decirlo aún —explicó señalando a la rubia con la cabeza.

La pelirroja comprendió el mensaje.

—Mañana, ¿de acuerdo? —propuso Lily.

—De acuerdo, ahora a dormir —mencionó la pequeña Black mientras se dirigía a su cama para acostarse en ella sin siquiera cambiarse, durmiéndose con el uniforme de ese día. 

—Buenos días, dormilona, creo que deberíamos darnos prisa, la mayoría ya ha bajado a desayunar —la despertó la pelirroja. La pequeña Black agradeció el haber tenido una noche tranquila, libre de sueños y se levantó de buen humor. Cuando se hubo puesto ropa limpia, Lily se dirigió hacia ella—. Me he encontrado con Frank cuando bajé a la sala común por un par de zapatos que había olvidado y me pidió que te entregara esto —mencionó la chica mientras sacaba un sobre que estaba ilustrado con un corazón.

Calynn sonrió al ver la carta mientras sus ojos se iluminaban hasta que decidió que era hora de bajar a desayunar.

—¿Y Meryl? —cuestionó Black sorprendida de que su amiga no estuviera con ellas.

—No lo sé, no la he visto desde anoche —respondió Lily mientras bajaban más escalones—. Por cierto, ¿qué te dijo Dumbledore?

—Cierto. Tomaré clases de defensa propia con él cada noche y me enseñará a cerrar mi mente —exclamó la chica entusiasmada.

—Al parecer esto va mejorando, ¿qué mejor que unas clases privadas con el director? —expresaba Lily maravillada.

—Tienes razón —reflexionó Calynn cuando llegaron al piso inferior. Algunos alumnos observaban a la pequeña Black con miedo y otros con repugnancia, pero al final la niña no podía hacer nada.

Se sentaron en los lugares de siempre mientras se servían un poco de sus platillos favoritos. Calynn aprovechó el momento para abrir la carta que le había dejado Frank, estaba bastante impaciente.

Querida Calynn:

Me gustaría darte algo en persona. ¿Crees que pudiéramos reunirnos el viernes por la tarde junto al mismo lago?

Te dejo una pequeña probadita de lo que llevaré este viernes.

Frank

El sobre contenía un cromo de magos y una deliciosa rana de chocolate.

Sonrió de alegría, tan solo faltaba menos de una semana para encontrarse con su querido Frank quien siempre la buscaba y con quien compartía momentos inolvidables.

—¿Eso es un sí? —interrogó el niño que observaba desde la distancia la sonrisa pícara de su amiga. La niña le correspondió con un asentir de cabeza y volvió su mirada al huevo que descansaba en su plato junto a un par de papas.

—Siento llegar tarde —explicó la rubia dejando dos libros a su lado.

—¿Teníamos tarea de Encantamientos? —preguntó Calynn preocupada.

—No, tranquila, solo los he bajado para no tener que ir por ellos —confesó Meryl.

—¡Por Merlín! Me diste un buen susto de todas formas —replicó la chica.

Siguieron desayunando mientras una voz arrogante se acercaba por detrás de ellos:

—¿Has visto la nueva foto que proporcionó El Profeta? —cuestionó Lucius sorprendido—. Han colocado a sus hijas, pero a ella ni siquiera la han nombrado, es una lástima —hablaban mientras caminaban más a lo lejos y ahí fue donde observó que El Profeta que tenían sus compañeros ofrecía una foto de primera plana con sus padres y sus tres hermanas, faltando de una forma u otra la pequeña Black, algo que realmente le tranquilizaba. Fue ahora cuando se puso de pie para poder mirar con más facilidad entre las cabezas de los alumnos cuando localizó a su hermana en la mesa de las serpientes rodeada de algunos compañeros con los que parecía tener una discusión.

—¿Me permiten un momento? —comentó Calynn antes de levantarse de la mesa dejando el tenedor incrustado a una de las salchichas. Aceleró el paso hasta llegar a la esquina contraria de donde se encontraba, topándose con las miradas de los Slytherin sobre ella. Llegó al lado de su hermana, pasando a Severus totalmente de largo y la llamó con la mano, Andrómeda extrañada se levantó del lugar dejando a sus compañeros peleando para atender a su hermana menor.

—¿Qué ha pasado? —interrogó la chica cuando llegaron a un lugar más seguro.

—¿Has visto la portada de El Profeta? —le cuestionó la pequeña rápidamente.

Ante esto, Andrómeda pensaba dónde podía conseguir un ejemplar hasta que lo pidió a una de las niñas sentadas en la mesa más próxima.

—Qué suerte tienes de no aparecer. Míranos, en esta foto pareciese que somos la familia ideal, mientras es todo lo contrario —exasperó la castaña—. Pero gracias, nos servirá de mucho.

Calynn se alejó por donde había venido, dejando los comentarios sarcásticos a sus espaldas.

El día transcurrió perfectamente bien, en Encantamientos comenzaban a ocupar un poco más la varita. Como había prometido, la pequeña asistió a sus clases en el despacho del director, y este le notificó que hasta que dominase el arte de Legeremancia y Oclumancia no pasarían a otra cosa, lo que fue una motivación para la mortífaga.

Al final de su clase se ganó un aplauso pues el profesor podía observar cada vez menos recuerdos que antes. Los últimos diez minutos los dedicaron para hablar sobre el artículo de El Profeta mientras la pequeña escuchaba las recomendaciones del anciano.

—Debemos darnos prisa, tarde o temprano su nombre también será parte de este periódico y su vida peligrará, para entonces deberá saber cerrar su mente como lo hizo hoy —terminó esbozando una sonrisa—. Felicidades, puede retirarse.

Se despidió del hombre para posteriormente salir del despacho y tomar el camino de siempre hacia su sala común. Andaba con cuidado mientras observaba cada pasillo antes de pasar en busca de Filch, quien durante las noches merodeaba los pasillos en busca de alumnos fuera de la cama. Estaba a tan solo un piso de su sala común cuando observó a una persona sentada en un pasillo. Antes de seguir caminando trató de ver quién era, cuando vio que se encontraba abrazando sus rodillas mientras lloraba; se acercó un poco más sin hacer ruido y lo identificó por su cabello negro y grasiento que era iluminado por la antorcha más cercana. El chico levantó la mirada y la pequeña pudo notar que su antebrazo izquierdo, donde se podía observar la marca, había sido lastimado pues tenía raspones y algunos cortes que comenzaban a cerrarse y que habían sido generados por el mismo Severus, quien tenía una navaja pequeña a su lado.

—¿Qué haces aquí? —preguntó el chico seriamente en cuanto vio a su amiga mientras se tapaba la marca y la navaja con la túnica.

—Lo siento —balbuceó la niña—, no quería interrumpir —se disculpó.

—Pues lo has hecho —contestó Severus mientras se levantaba molesto—, pero no le dirás a nadie sobre lo que has visto.

La niña lo pensó por un momento y después agregó:

—Solo si me dices por qué lo haces.

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From the playlist

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"Hay un tic tac debajo de sus pies.
Hay una trinchera donde debería de estar su alma
y en la noche
ella escucha explosiones".

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⌞ Already Broken - Karliene  ⌟

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