Capítulo 16: El Callejón Diagon parte III
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Cada varita
elige a su mago,
señorita Black.
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Los niños estaban caminando por el callejón mientras sacaban su lista de Hogwarts y observaban las cosas que aún faltaban por comprar.
—Nos faltan todavía la varita, el caldero, la balanza, la lechuza... —empezó Severus—, creo que deberíamos buscar la tienda de varitas y también las cosas para pociones.
—¿Qué te parece si Severus y yo vamos a comprar las cosas de pociones mientras tú vas por tu varita? —preguntó Lily amablemente.
—¿También podrían comprar mis cosas de pociones? —preguntó la pequeña mientras comenzaba a rebuscar en la bolsa de las monedas.
Ambos chicos asintieron. La pequeña les entregó el dinero, se despidió de sus amigos y comenzó a buscar la tienda de varitas.
Calynn caminaba y contemplaba las tiendas, la gente que pasaba y el clima, dio gracias a que el clima se mantuviera bien porque aún les quedaba mucho por recorrer. Estaba emocionada, al fin tendría una varita y estaba ansiosa por saber cómo sería y en qué podría utilizarla.
Miraba ansiosa todos los escaparates de las tiendas esperando ver cajas con varitas de todos los estilos posibles.
La pequeña pasó por una tienda colorida que al parecer vendía artículos de broma donde varios niños se abalanzaban para ver los artículos mientras que una que otra bomba de humo inundaba el lugar, dejándolo totalmente lleno de humo y los niños salían corriendo, sin mirar atrás, huyendo de aquel lugar y logrando su objetivo, se detuvieron un poco más adelante para recuperar el aire. Siguió caminando, tratando de contener la risa y pasó frente a una tienda de ropa de segunda mano donde un grupo de personas observaba una túnica de color verde mientras negaban con la cabeza, siguió caminando sin detenerse y a lado de la tienda de segunda mano encontró al fin las cajas de varitas exhibidas en los escaparates que se podían ver desde afuera. Alzó la vista y encontró que la tienda era de un color negro, en la fachada, con letras doradas, decía Ollivander's y se veía un poco vieja Entró a la tienda tratando de controlar su entusiasmo, aunque le era imposible.
—Buenas... —empezó la pequeña, pero no terminó ya que no sabía qué hora era.
—Tardes —completó la frase amablemente el hombre encargado de la tienda.
—Quisiera comprar una varita, ¿me podría mostrar algunos diseños? —dijo Calynn casi gritando de alegría.
El hombre esbozó una sonrisa y después rio.
Calynn se quedó paralizada y a la vez confundida, no sabía qué era lo gracioso, incluso pensó que tal vez algo había pasado a sus espaldas y ella no se había inmutado. Después de un momento el hombre dejó de reír y volvió a la postura con la que lo había encontrado al entrar al lugar.
—La varita escoge al mago, señorita Black, no el mago a la varita —dijo el hombre con una sonrisa en el rostro.
La muchacha abrió los ojos bastante impresionada no solo por lo que acababa de explicar el hombre, sino por escuchar su nombre.
—¿Cómo sabe usted mi nombre señor...? —dijo la niña desconcertada y sin saber cómo llamar a aquella persona.
—Ollivander —dijo el hombre mientras le estrechaba la mano a la niña y esta se la devolvía, aún desconcertada.
Después de una pausa el hombre continuó.
—Tienes la cara de tu madre, Druella —dijo Ollivander con una sonrisa.
La pequeña deseó no haber escuchado eso ya que de nuevo sentía enojo y tristeza dentro de ella, lo último que deseaba era tener algún rastro físico de aquella bruja, no quería ningún resto de aquella mujer en ella.
—Gracias —contestó la pequeña casi en un susurro, sin que esa palabra lograra ser enteramente convincente.
—Y la amabilidad de tu padre —agregó el hombre después de la cordialidad de la pequeña.
Calynn no sabía que responder ante eso, porque su padre realmente no tenía pizca de amabilidad, o al menos el padre de estos últimos días era totalmente diferente al que conoció anteriormente. Hubo un momento de silencio que se volvió incómodo, lo que tal vez Ollivander notó porque fue dentro de la tienda a buscar algo entre todas las cajas.
—Cierto, vienes por tu varita —comenzó el hombre—. No solo a conversar conmigo —terminó riendo por lo bajo.
La niña asintió, aunque el hombre no la vio ya que estaba de espaldas a ella buscando entre las cajas de toda la tienda.
Después de un tiempo el hombre regresó con varias cajas apiladas que colocó frente a la chiquilla con mucho cuidado.
—Escoge la que quieras y pruébala —le dijo el hombre amablemente.
La oportunidad que tanto había deseado la pequeña se estaba presentando justo ante ella. Escogió la primera varita de la pila, abrió con mucho cuidado la caja y sacó una varita pequeña de color negro.
—Nogal negro, núcleo de pelo de unicornio, veinticinco centímetros, flexible —describió el hombre.
Calynn tomó con cuidado la varita e hizo un movimiento causando que más de veinte cajas de madera se cayeran mientras se escuchaba un estruendo de vidrios rotos.
—¡Oh cuánto lo siento, señor Ollivander! —dijo la niña mientras dejaba la varita en la caja y la hacía a un lado con cierto temor, no esperaba que con tan solo una sacudida causara todo ese desastre.
—No te preocupes, yo lo arreglo —dijo el hombre a la vez que sacaba su varita. La pequeña dio un paso hacia atrás inconscientemente, no estaba completamente segura de por qué lo había hecho.
—¡Reparo! —gritó el hombre a la vez que todas las cajas volvían a su sitio y los vidrios volvían a sus respectivas cajas creando un cristal liso y transparente que protegía cada varita.
—Continúa, pequeña —dijo Ollivander señalando las cajas de varitas que había sobre la mesa. La niña se acercó y sacó otra varita con la esperanza de que fuera la indicada. Removió el cristal que protegía la varita y sacó una varita color marrón.
—Cedro, núcleo de pelo de cola de Thestral, treinta y cinco centímetros y no es flexible.
La niña apuntó a la ventana e hizo un movimiento que causó que la ventana se hiciera añicos. Ollivander arregló la ventana y la niña escogió otra varita, esta era demasiado pequeña y de un color blanco brillante, aunque tampoco funcionó ya que una caja de varita se rompió en dos. Después de un rato, la niña tomó la penúltima varita de la pila que le había traído el encargado de la tienda, le quitó el cristal y contempló la varita.
—Endrino, núcleo de Fibra de dragón, treinta y dos centímetros, flexible —describió de nuevo el hombre.
La pequeña tomó la varita y en seguida unas chispas comenzaron a salir de la punta de la varita. Al parecer esa era la varita indicada para ella.
—Esa es su varita, señorita Black —dijo el hombre, iba a agregar algo más, pero fue interrumpido por unas personas que habían llegado a la tienda. Cuando Calynn vio al chico rubio y a su acompañante hizo una mueca de horror.
—Muchas gracias, señor Ollivander, ojalá lo pueda ver después, hasta luego —se despidió la niña después de pagarle y salió corriendo con su varita en la mano antes de que uno de los niños la detuviera. Al salir de la tienda chocó con un niño que llevaba muchos libros cargando.
—¡Cuánto lo siento! —se disculpó el niño mientras recogía sus libros.
—No te preocupes —contestó Calynn ayudándole con los libros.
—Gracias —dijo el niño cuando la pequeña le entregó los libros—, Frank Longbottom —continuó el chico presentándose. El niño tenía el pelo negro y rizado, era alto y tenía ojos color marrón tan oscuro que parecían negros.
—Calynn Black —contestó la pequeña mientras se tomaban de las manos. Frank se quedó perplejo al escuchar el apellido algo que ya le estaba molestando a Calynn, aunque los ojos del chico la habían hecho sonreír ligeramente.
—¿Vas a ir a Hogwarts? —preguntó el niño después de un rato.
—Sí, ¿tú también? —cuestionó la chica entusiasmada.
—Sí —respondió mientras el chico sonreía. Su sonrisa iluminó su rostro, la pequeña se la devolvió y reinó un silencio corto que fue interrumpido por la voz de la niña.
—Espero verte en unos meses —agregó Calynn mientras desviaba la mirada del chico sin saber exactamente qué decir.
—Yo también, ojalá quedes en Gryffindor —dijo el chico—. ¿En qué casa esperas quedar?
La pequeña se quedó un momento callada, eso no lo había pensado, recordó cuando Severus les explicó a Lily y a ella acerca de las casas de Hogwarts.
—No sé mucho acerca de las casas —hizo una pausa mientras se encogía de hombros y continuó—, pero me gustaría quedar en Ravenclaw o Gryffindor —terminó la pequeña.
—Es buena elección —comenzó el chico—. Odio la casa Slytherin, está llena de sangre puras arrogantes —terminó el niño haciendo una mueca de asco.
Calynn se quedó callada, no sabía que contestar a eso, pensó que tal vez era mejor no opinar sin saber exactamente cómo era esa casa. El silencio volvió, pero esta vez fue Frank quien lo rompió.
—¡Nos vemos en Hogwarts! —gritó el niño mientras se despedía de ella con la mano.
La niña se despidió de su nuevo amigo y se dispuso a caminar hacia el lado donde se habían ido sus amigos. La niña empezó a buscarlos escudriñando los rostros de los magos y brujas que pasaban junto a ella. Pasó de nuevo frente a la tienda de artículos de broma y esta vez no pudo contenerse y entró a ver qué podía comprar.
Por dentro, la tienda era muy colorida, había muchas estanterías que contenían muchos artículos, algunos extraños que ni ella sabía exactamente lo que eran, se acercó a un estante y tomó lo que parecían bombas de humo, siguió investigando y encontró unas bengalas que se prendían con la humedad y también las compró. Salió de la tienda y ya estaba por llegar a la tienda de túnicas cuando al fin los encontró.
—¡Lily, Severus! —llamó la niña a sus amigos. Los chicos voltearon y Lily la saludó con la mano con una sonrisa en la cara.
—¡Calynn! —comenzó Lily cuando ya se habían reunido—. Te estábamos buscando, ¿dónde te habías metido?
—Solo fui por mi varita —dijo la pequeña enseñando la varita color marrón—, y compré unos artículos de broma —terminó con una sonrisa, conteniendo las risas que le provocaba esa travesura.
—Severus y yo vamos a ir por nuestra varita, ¿quieres ir con nosotros o quieres ir a comprar tu mascota? —le preguntó Lily cortésmente.
—Voy por mi lechuza —contestó Calynn—. ¿Tienen idea de dónde está la tienda?
—Sí, es para allá —contestó Lily señalando el camino por el que habían venido.
Los amigos se despidieron, esta vez quedaron en verse en la heladería que estaba en medio del callejón. La pequeña caminó por donde la pelirroja le había indicado y después de un momento, en frente de la librería se encontraba una tienda repleta de lechuzas que se veían desde el exterior, había varias jaulas colgando del techo de la tienda de colores muy brillantes.
Calynn entró y observó todas las diferentes lechuzas que había, también vendían todo tipo de jaulas, incluso una para transportar dos lechuzas al mismo tiempo. Notó que vendían comida y algunos recipientes para colocar agua.
Se dirigió hacia donde estaba la encargada de la tienda.
—Buenas tardes —le gritó la pequeña a causa de los aleteos y el ulular que emitían las lechuzas—. ¿Me podría mostrar algunas lechuzas por favor?
La mujer asintió y fue a un extremo de la tienda.
—¿Macho o hembra? —le gritó a Calynn.
—Hembra —contestó la chica mientras observaba una lechuza que estaba en una jaula muy cerca de ella, era de un color pardo y no paraba de ulular.
—Hola, pequeña —le dijo la niña en tono dulce, moviendo un dedo cerca de su plumaje, disfrutando de las caricias de la niña.
La lechuza volteó a verla y dejó de ulular. La chica contemplaba sus ojos amarillentos. Mantuvieron la mirada por un momento y después la lechuza volvió a ulular.
—Tranquila —volvió a decir Calynn.
La criatura de nuevo volteó y cesó el sonido.
—Aquí hay algunas, escoge la que quieras —le dijo la encargada mientras colocaba tres lechuzas en su jaula.
—¿Esta es hembra? —preguntó la niña señalando al animal que tenía a su lado.
La mujer volvió a asentir un poco molesta, no sabía para qué había traído las demás lechuzas si al final no las iba a observar.
—Entonces quiero esta.
—¿Estás segura? —le contestó la mujer con cierto reproche.
La niña asintió mientras volvía su atención al animal. Después de que la mujer la entregara la lechuza, Calynn buscó un paquete de comida y un recipiente y también lo pagó.
Salió de la tienda y se dirigió a la heladería donde quedaron de verse mientras hablaba con su nueva mascota. Sus amigos ya estaban ahí.
—Mira, están hermosas ¿no lo crees? —dijo la pelirroja mientras ambos chicos sacaban sus varitas. La niña dio de nuevo un paso hacia atrás tal cual como lo había hecho en la tienda de Ollivander mientras dejaba desconcertados a sus amigos.
—¿Estás bien? —preguntó la pelirroja mientras Severus miraba hacia atrás pensando que algo los estaba a punto de atacar gracias a la reacción de su amiga. La niña apenas pudo asentir con la cabeza ya que estaba avergonzada.
— Lo hablamos en la heladería —mencionó después de un momento.
—Severus y yo vamos a ir por nuestra lechuza y te alcanzamos en un rato —le dijo la pelirroja mientras se despedía, asegurándose de que su amiga se encontrara realmente bien y dejaba a la pequeña en la entrada de la heladería.
La niña entró y decidió ocupar una mesa que estaba en el exterior, a menudo una persona iba a preguntarle de qué sabor quería el helado y siempre contestaba que estaba esperando a sus amigos. Ella contemplaba el callejón, pero en realidad estaba perdida en sus pensamientos.
¿Es normal temerles a las varitas? Si quería defenderse y evitar que la hicieran la marca tendría que vencer ese miedo y no sería fácil. En el fondo sabía que este nuevo miedo era otra consecuencia de las acciones de su madre y su padre, sabía que su impresión de las varitas fuera distinta tal vez apreciaría esa magia dentro de ellas de una buena forma y no solo como la maldad que esconden.
—Hola —llamó la pelirroja sacando a Calynn del ensimismamiento.
—Hola —contestó torpemente Calynn, regresando a la realidad lentamente.
—Está muy bonito aquí —observó Lily. Hubo un momento de silencio en el que Lily y Snape notaron la tristeza de su amiga—. ¿Estás bien? ¿Qué ha sido eso afuera de la heladería? —susurró Lily.
La pequeña negó con la cabeza, le avergonzaba decir que tenía un miedo tan infantil y tan irónico.
La persona encargada del lugar llegó, los chicos no lo dejaron formular ninguna palabra y pidieron lo que querían. Cuando se hubo ido, Calynn comenzó a hablar.
—Le tengo miedo a... —hizo una pausa mientras se sonrojaba.
—¿A qué? —habló Severus, impaciente.
—A las varitas —terminó la niña con lágrimas en los ojos y más sonrojada de lo que hubiera deseado. Pasó un momento durante el cual nadie dijo nada, al parecer todos estaban analizando lo que había pasado recientemente y cómo es que la niña podía tener semejante miedo. En el momento en que pelirroja se disponía a hablar, llegó el hombre con sus helados, Lily y Severus le dirigieron una mirada amenazadora que al parecer el hombre entendió porque se fue sin dirigirles la palabra. Hubo un silencio en el que Calynn estaba llorando.
—Eso es normal —dijo la pelirroja con el intento fallido de consolarla, realmente no sabía que eso fuera común.
—Es por tus padres —dijo Severus directamente—. No conoces la magia de otra forma, solo como método de tortura —mencionó—. Concuerdo con Lily de que es algo normal.
La pequeña levantó la cabeza dejando ver sus ojos empapados en lágrimas, se quedó pensativa un momento y después se dirigió a Severus.
—¿Qué voy a hacer?, ¿cómo voy a evitar que me unan a ellos? —preguntó angustiada la pequeña.
—No te preocupes, para cuando eso llegue ya habrás perdido el miedo —contestó Severus muy seguro.
—¿Cómo sabes? —preguntó Calynn, quería que le aseguraran que eso realmente es lo que pasaría.
—Porque ya habrán pasado muchas clases en Hogwarts como para que le sigas temiendo a las varitas, encontrarás realmente el lado bueno de la magia —terminó el chico.
La niña no dijo nada por un momento, tal vez sería cierto, perdería el miedo a las varitas después de tantas clases en Hogwarts. La chica asintió con la cabeza después de un rato y esbozó una sonrisa a sus amigos.
—¿Qué mascota compraron? —preguntó Calynn mientras comenzaba a comer su helado con gran rapidez, realmente estaba muy bueno.
—Compramos lechuzas, mira —dijo la pelirroja mientras le enseñaba una lechuza color blanco en su jaula, era una de las que la encargada de la tienda le había mostrado.
—Qué bonita, ¿ya tiene nombre? —le preguntó su amiga.
—Creo que la llamaré Dayanara —dijo Lily antes de seguir comiendo su helado.
—¿Cuál es la tuya Severus? —cuestionó Calynn mientras el niño le mostraba una lechuza color gris casi negro.
—Está bonita, ¿cómo la vas a llamar? —volvió a preguntar la niña.
—Es macho, lo llamaré Ecio —contestó el niño dejando de nuevo la jaula en el piso—. Es una muestra del poder.
—¿Y la tuya Calynn? —le preguntó Lily buscando entre las cosas de la niña.
La pequeña le mostró la jaula donde tenía su lechuza. Era bastante grande, por lo que apenas la pudo levantar para que la vieran ligeramente.
—¡Está preciosa!, ¿cómo la llamarás? —le preguntó la pelirroja con entusiasmo, su expresión era de ternura.
—La llamaré Albana, por su color tan blanquecino —contestó la pequeña mientras se acaba su helado.
Severus que también ya había acabado sacó unas cuantas monedas para pagar su helado, al igual que Calynn, pero Lily solo veía como sus amigos sacaban el dinero.
—No tengo suficientes monedas —dijo Lily mientras se sonrojaba.
Antes de que Severus pudiera decir algo la pequeña Black ya había sacado más monedas de su bolsa de tela y se las entregaba a Lily y esta se lo agradecía.
—Creo que deberíamos ir al Caldero Chorreante para que los padres de Lily nos vean cuando lleguen —propuso el chico mientras se levantaba de su asiento.
Las niñas asintieron mientras tomaban las jaulas y las cosas que habían comprado y salían de la heladería hacia el lugar por donde habían llegado hace unas horas. Su travesía por ese hermoso callejón había sido estupenda y habían regresado con muchas anécdotas que contar a los padres de la pelirroja y muchas cosas que preparar para el colegio.
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