Capítulo 14: El Callejón Diagon parte I
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Sitios mágicos,
objetos fantásticos,
todo es real.
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Era una mañana soleada, el clima había mejorado mucho al día anterior. Lily se levantó antes que su amiga, tomó con sumo cuidado su ropa y salió de la habitación para cambiarse. Cuando regresó traía mucha ropa cargando en los brazos, se le cayó un calcetín y se resbaló cayendo al suelo mientras hacía un escándalo. Se levantó lo más rápido que pudo y vio a su amiga sentada en su cama mirándola.
—¿Estás bien? —preguntó la niña antes de emitir un bostezo mientras se quitaba el pelo de la cara.
—Sí, nada de qué preocuparse —dijo la pelirroja recogiendo la ropa—, vuelve a dormir.
La pequeña negó con la cabeza mientras se levantaba de la cama.
—Me es imposible dormir al saber que hoy vamos a ir al Callejón... —hizo una pausa buscando las palabras, le costaba recordar aquel nombre—, Diagonal —dijo Calynn esbozando una sonrisa.
—¡Cierto! Entre más temprano estemos listas más tiempo nos dejaran estar —mencionó Lily arreglado su ropa lo más rápido que podía.
—Voy a cambiarme —dijo la Calynn mientras salía corriendo de la habitación.
La niña chocó con una niña un poco más alta que ella que reconoció como la hermana de Lily cuando escucho la reclamación de esta.
—¡Fíjate por donde vas, monstruo! —gritó la enojada Petunia. El gesto que le dedicó a Calynn era de un odio profundo.
—¡Y tú despierta de una vez, asquerosa muggle! —le espetó la futura mortífaga, no soportaba a la hermana de Lily.
Petunia no la volvió a ver y siguió su camino mientras
Calynn hacía lo mismo. La niña se sintió mal por haberle contestado de esa manera a la hermana de su amiga, sabía que ambas no se llevaban muy bien pero no era su casa para comportarse de esa manera.
Cuando la pequeña Black regresó a la habitación su amiga ya había hecho las camas y la estaba esperando para bajar a desayunar.
—Te has encontrado con mi hermana, ¿cierto? —cuestionó Lily seriamente.
Calynn se sonrojó, estaba segura de que su amiga había oído su conversación con Petunia.
—Lo siento —tartamudeó la pequeña.
—No te preocupes, yo también pienso que Tunney puede ser un poco fastidiosa —dijo Lily entre risas—. Vamos abajo a desayunar, no creo que mi hermana quiera estar ahí después de encontrarse contigo, es muy rencorosa.
Ambas niñas bajaron las escaleras de madera y saludaron a los padres de Lily como todos los días, se sentaron en sus lugares habituales y comieron rápidamente su desayuno.
Alguien tocó la puerta y toda la familia se sobresaltó, el padre de Lily abrió y supieron que era Severus al oír su voz.
—Madre —llamó Lily a la señora Evans.
—¿Sí? —dijo la mujer mirando a su hija.
—Me preguntaba si hoy podríamos ir con Severus al Callejón Diagon —dijo Lily suplicante y terminando con un poco de trabajo. El nombre del callejón no era fácil de recordar para ninguna de las dos pequeñas.
La madre lo pensó un momento, pero luego asintió. No es que no quisiera llevarlas, sino que le daba miedo dejar a las niñas en un lugar solas y que tal vez los padres de Calynn fueran a buscarla.
—Pero nosotros los llevamos, ¿está bien? —preguntó la mujer dirigiéndose a los niños. Todos asintieron.
Terminaron de desayunar con tranquilidad mientras Severus las esperaba en la entrada de la casa para que, en cuanto terminaran fueran a aquel lugar. Ambas niñas no podían esconder lo entusiasmadas que estaban.
—¿Dónde es? —preguntó el padre de Lily una vez que estuvieron dentro del auto.
—Es en el Caldero Chorreante —empezó Severus—, en la calle Charing Cross Road.
—Está bien, muchas gracias, creo saber el lugar —repondió el padre mientras arrancaba el coche.
Los niños estaban en la parte trasera del auto ligeramente apretados, estaban tan emocionados que estaban impacientes por llegar. Lily tenía su cabeza reposando en el hombro de Severus, quien le tocaba el rojo cabello. Después de aproximadamente media hora, la familia llegó al frente de un pub que parecía abandonado.
—¿Seguros que es aquí? —preguntaron los padres con cierta desconfianza, el lugar se veía completamente abandonado, ninguna persona se atrevería a entrar a un lugar con esa primera impresión.
Lily y Calynn asintieron con una sonrisa en la cara mientras imitaban a Severus y salieron del automóvil rápidamente. Se despidieron de los padres de Lily antes de entrar al pub y se quedaron afuera hasta que perdieron de vista el coche.
—Bien, síganme —dijo Severus tomando el mando y comenzando a caminar con las niñas siguiéndole los pasos.
Los chicos entraron al pub mientras todos los presentes los miraban, Lily cerró la puerta haciendo sonar la antigua campana, esa misma que había recordado la pequeña Black. Recorrieron todo el lugar hasta que llegaron al fondo y salieron por la puerta trasera sin decir ni una palabra. La parte de atrás no era muy grande, tan solo había una pared de ladrillo.
—¿Y ahora qué? —preguntó la pelirroja bastante desconcertada.
—Recuerdo que... que mi padre —dijo Severus un poco nervioso—, me contó que tenías que apretar los ladrillos correctos —hizo una pausa y continuó—, creo que eran tres horizontales y dos verticales.
El niño apretó unos ladrillos y mágicamente la pared se empezó a abrir mostrando gente con sombreros puntiagudos comprando y caminando por todo el lugar y tiendas por todos lados con sus escaparates llenos de productos que los magos observaban con interés.
Los niños caminaron y la pared de ladrillos se empezó a cerrar de nuevo justo detrás de ellos con naturaleza.
—¡Observa eso! —exclamó Calynn sin contenerse—, esto es mágico —comentó mientras veía algunas escobas que se elevaban en el aire.
—¡Increíble! —dijo Lily mientras veía una tienda llena de lechuzas.
—Creo que debemos empezar —mencionó Severus mientras comenzaba a caminar.
—¿A dónde vamos primero, Severus? —preguntó Lily, siguiendo al niño.
—Necesitamos dinero —dijo el niño —Debemos ir a Gringotts.
—¿Gringotts? —preguntaron ambas niñas con extrañeza.
—El banco de los magos —dijo Severus perdiendo la paciencia—. Síganme —terminó rodando los ojos.
Todos caminaron por el callejón mirando cada tienda y lo que vendía, a menudo pasaban lechuzas volando o también se veían niños reunidos en los escaparates de las tiendas.
—Aquí es —dijo Severus señalando la tienda más alta del callejón.
—Asombroso —dijeron las dos niñas contemplando la altura del banco, quedándose a admirar la estructura.
Entraron al banco y se encontraron con un largo pasillo, a los lados estaban unas extrañas criaturas extremadamente enanas, parecían demasiado concentrados en su trabajo, pero aun así las criaturas los volteaban a ver como si tramaran algo. Llegaron a un escritorio alto donde estaba una de esas criaturas trabajando en unas monedas.
—Buenos días —susurró Lily con cierto temor.
La criatura alzó la vista e hizo una mueca al ver a la niña.
—Hemos venido para sacar dinero de nuestra bóveda —dijo Severus decidido y sin cortesía, al parecer sabía cómo tratar a aquellas criaturas.
—¿Y cuáles son sus nombres? —preguntó fríamente la criatura.
—Severus Snape Prince —comentó con orgullo.
—Calynn Black Rosier. —mencionó con cierto pesar.
La criatura levantó la vista al oír el apellido Black, pero siguió escribiendo sus nombres en un libro con rapidez.
—Lilianne Evans —terminó Lily, sabía que, comparada con sus amigos, su apellido sonaba totalmente muggle.
La criatura asintió con la cabeza y después les dio una llave a Severus y a Calynn. Lily se quedó un poco pensativa y reflexiva.
—¿Y mi llave... señor? —preguntó Lily con temor.
—Usted no tiene una bóveda, pero le abriré una. —dijo fríamente y bastante molesto.
Después de un momento de espera, la criatura le entregó una llave a la pelirroja.
—Grinkeek los guiará a su bóveda —presentó la criatura señalando a otro enano que estaba esperando junto a una especie de transporte, este los espero a que se acercaran para darles algunas indicaciones.
—Pueden subirse aquí —dijo su voz aguda señalando uno de los vehículos.
Los amigos se subieron como pudieron ya que el vehículo estaba demasiado pequeño y antes de lo esperado la criatura había arrancado el vehículo y conducía a toda velocidad hasta que se paró en seco y los niños chocaron entre ellos.
La criatura descendió del vehículo con rapidez y desgana.
—¡Señor Snape! —llamó con voz aguda.
Severus le dio la llave y la criatura abrió la bóveda rápidamente y le entregó la llave de nuevo. La criatura jaló la pesada puerta dejando ver el brillante interior de la bóveda.
Severus entró y guardó unas cuantas monedas de oro en su bolsillo.
—¡Lily! —la llamó Severus—, esto te quedaría bien a ti. El niño le enseñó un guardapelo dorado con una piedra verde adentro. Parecía un artefacto con bastante edad, el niño había supuesto que este era una reliquia de su madre.
—Está bonito, Severus —dijo la pelirroja afirmando con la cabeza, aunque en verdad era algo que ella no vestiría.
Severus dejó el guardapelo y siguió recogiendo más monedas. Después de un rato salió de la bóveda sentándose en el vehículo mientras la criatura volvía a cerrar la puerta.
Repentinamente ya estaban andando a toda velocidad y se detuvieron en seco de nuevo, esta vez los amigos ya no chocaron, ya no los había tomado enteramente por sorpresa.
—¡Señorita Black! —llamó la criatura.
La futura mortífaga salió del vehículo y le entregó la llave a la criatura. Cuando se abrió la puerta, la niña dejó escapar un grito de asombro, Dentro había cientos de miles de monedas de oro, así como joyas y piedras preciosas, le llamó la atención una copa totalmente de oro que asomaba entre las monedas y las joyas. Se quedó atónita, nunca hubiera imaginado que todo eso pudiera ser suyo.
—¿Esa es mi bóveda? —preguntó sorprendida mientras le devolvían su llave.
—Así es señorita —le contestó la criatura, terminando de abrir la puerta.
La pequeña entró a la bóveda y empezó a recoger muchas monedas de oro hasta que llenó dos bolsas grandes de tela. Cada vez que recogía una moneda iba encontrando cada vez más y más.
—¿Creen que estas sean suficientes? —preguntó la pequeña a sus amigos mostrándoles las bolsas llenas de monedas.
—Pienso que hasta son de más —dijo Severus, riendo ligeramente.
Calynn sonrió y salió de la bóveda felizmente. Todavía seguía sin creer que ella era dueña de todo eso. Aunque en el fondo también sabía que, en realidad, todo el contenido de esa bóveda era propiedad de sus padres.
—Ahora solo falta mi bóveda —expresó Lily entusiasmada.
—Señorita Evans —comenzó Grinkeek mientras los niños lo volteaban a ver—, su bóveda está vacía ya que fue abierta hace unos minutos.
—Solo traigo estas monedas —mencionó Lily mientras sacaba unas cuantas monedas de dinero muggle y se sonrojaba.
—En un momento se las cambio por dinero mágico —dijo fríamente.
Los niños esperaron fuera de la bóveda de Calynn a que llegara Grinkeek. Lily se sentía un poco mal ya que era la única que en realidad no tenía casi ninguna moneda.
—Si no te alcanzan las monedas yo te puedo comprar lo que te falte —dijo la pequeña tratando de consolar a su amiga.
—Gracias —contestó la pelirroja, esbozando una sonrisa de agradecimiento.
La criatura había regresado con una bolsa con monedas y se la entregó a Lily.
—¿Gusta guardarlas en su bóveda, señorita Evans? —preguntó Grinkeek, era obvio que la criatura esperaba que su respuesta fuera negativa.
—No, gracias —respondió Lily cordialmente.
—Entonces súbanse, los tengo que sacar de aquí —ordenó la criatura un poco molesta.
Los amigos se subieron y se agarraron fuerte mientras viajaban a toda velocidad hasta que llegaron al lugar por donde habían entrado a aquel pasadizo de distintas bóvedas y descendieron del vehículo con lentitud, no podían bajar todos al mismo tiempo.
—Gracias —comenzó Lily—. Hasta luego. —De todos los chicos, Lily era la más amigable de todos.
La criatura no contestó, pero Lily no se molestó.
Caminaron hacia el pasillo por el que habían entrado mientras las miradas intimidantes de las criaturas los seguían hasta que salieron del banco.
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