CAPÍTULO 7: LAS ENTREVISTAS
CAPÍTULO 7: LAS ENTREVISTAS
El último gran momento para conseguir patrocinadores había llegado, les harían entrevistas a cada tributo para que los pudieran conocer mejor en el Capitolio. Era un paso importante, tenían que conseguir conquistar los corazones de los espectadores. Finnick y Peeta sabían que tenían una ventaja y era que llamarían la atención porque eran la primera pareja que se encontraba en los juegos.
Les habían puesto unos pantalones muy ajustados y que marcaban mucho sus cualidades y su camisa tenía dos botones desabrochados, de manera discreta pero mostrando los perfectos pectorales que tenían los dos.
El primero en encontrarse frente al presentador, Carlo McKey, fue Peeta. Finnick lo besó rápidamente en los labios antes de que subiera al escenario y saludara a la persona que haría la entrevista. Los dos se sentaron, dispuestos a tener una animada charla frente a las cámaras, bajo la atenta mirada de todo Panem, especialmente de Odair, que quería que su amado consiguiera el apoyo que tanto merecía.
– Bienvenido Peeta. – El hombre llevaba una peluca amarilla y un traje rojo brillante.
– Gracias. – El tributo mostró su mejor sonrisa.
– ¿Qué te parece el Capitolio? ¿Es muy diferente a tu distrito?
– Sí. Hay cosas muy diferentes... Pero descubrirlas junto a Finnick está siendo interesante.
– Finnick y tú sois...
– Novios. – Mellark respondió con firmeza.
– Una pena que los dos seáis tributos, no vais a poder estar juntos mucho más tiempo.
– Lo sé, fue un golpe muy duro cuando mi nombre salió de la urna después de que él hubiera sido elegido. Era nuestro último año y soñábamos con un futuro juntos. Es una lástima que todo se quede en eso, un sueño. – La sonrisa de Peeta desapareció unos minutos. Dolía, hablar de la soledad y la muerte era un golpe duro. Sobretodo cuando sólo se tenían dieciocho años. Pero no era algo que pudiera cambiar, era su presente y su futuro más inmediato.
– ¿Qué pasará si al final os encontráis los dos solos en la arena? ¿Cómo decidiréis cuál es el ganador?
– No he pensado en ello, es una situación que es difícil que se produzca, por lo que no voy a gastar ni un segundo en pensar qué pasará en ese caso. Si llega ese momento, tomaremos una decisión. – Mellark se mostró firme.
– Te deseo mucha suerte. Peeta Mellark, señoras y señores.
Carlo abrazó al joven a modo de despedida y los aplausos llenaron el lugar.
– Y ahora, demos la bienvenida a Finnick Odair.
El joven subió al escenario y saludó al presentador, que sonreía para darle confianza.
– ¿Cómo te encuentras?
– Triste, la verdad. – El joven confesó.
– ¿Porque Peeta está también aquí?
– Sí. Podría haber venido y luchado para volver a su lado pero ahora, si gano Los Juegos del Hambre, no seré un vencedor feliz.
– Es una lástima... Un momento... ¿Significa ésto que no vas a intentar ganar los juegos?
– No, he dicho que si gano no seré feliz. No voy a salir a la arena sin ganas de luchar, que nadie se confunda.
Finnick y Peeta entraron a la habitación esa noche en silencio. La atmósfera era diferente, era su última noche juntos. A la mañana siguiente comenzaban Los Juegos del Hambre y ellos estarían en peligro (incluso podrían estar muertos) en menos de 24 horas.
Sin embargo, por muy triste que fuera todo, no iban a dejar que esa noche fuera diferente. Era su última oportunidad de amarse, de demostrar esos sentimientos que tenían desde hacía tanto tiempo. Sus labios se juntaron de manera muy suave al principio pero después muy pasional. La temperatura iba subiendo y la ropa iba siendo innecesaria por lo que fueron retirándola con mucho cuidado. Cada centímetro de piel descubierto era cubierto de besos y caricias.
Era su última vez, por lo que el dolor también se reflejaba en forma de lágrimas. No podían evitarlo, era una despedida. A la mañana siguiente se verían y en la arena probablemente también (aunque sólo fuera unos segundos si uno de ellos -o ambos- morían en el baño de sangre).
Se entregaron de una manera única y diferente a todas las anteriores. Esa vez no tuvieron cuidado y dejaron varias marcas en la piel del otro, hechas con sus dientes y sus uñas. El mundo sabía que se amaban y ya no tenían que ocultarlo.
Finnick fue el primero en despertar y sintió una punzada en su corazón al darse cuenta de que esa podía ser la última vez que se despertara abrazado a su amado. Lo que sí era seguro era que sería la última vez que se despertaría relativamente tranquilo.
No quería despertar a Peeta, por lo que decidió no moverse y dedicarse a contemplar al joven que todavía dormía plácidamente sobre su pecho. El sol había salido ya pero no sabía cuánto tiempo tenían antes de que los obligaran a levantarse pero, si por él fuera, se quedaría así eternamente.
Después de un rato, Mellark se despertó y le dedicó una sonrisa tímida a su amado, que lo miraba con tristeza.
– Todo estará bien. – El rubio prometió, aunque sabía que no era cierto. No sería la primera promesa que rompería pero no quería que el miedo y el dolor se apoderara de ellos porque eso no les ayudaría a obtener la victoria.
– No lo estará, pero no hay nada que podamos hacer.
Se ducharon juntos y, aunque no lo esperaban, tuvieron un gran momento de pasión mientras el agua recorría sus cuerpos. Era una nueva sensación y se preguntaron por qué no habían hecho eso antes.
Se pusieron los trajes que les habían preparado para la competición. Impermeables y muy ajustados y fueron a desayunar. Unos últimos consejos antes de que cada uno de los tributos saliera hacia el lugar desde el que entraría a la arena.
Finnick estaba temeroso de lo que le esperaría, pero sabía que no tenía alternativa. Tenía que llegar a la arena y morir. No estaba preparado, sentía que le quedaban muchas cosas por vivir, pero no había nada que pudiera hacer.
Odair se metió en la cápsula que lo elevaría a la arena y escuchó la cuenta atrás. 10, 9, 8... Cuando la voz llegó al 0, comenzó a elevarse y el sol lo cegó durante unos instantes antes de ser consciente de donde se encontraba.
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