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Sue salió hecha una furia del casino. ¿Cómo se le ocurría a ese tipo pensar en ella de esa manera tan sucia después de lo que le había costado hacerle una cita con la misma Emily? Y ella creía que él era menos arrogante que su padre, ¡ja!, que equivocada estaba. Pero le saldría caro ese chance y gozaría sacándose el clavo. Sacó su móvil y lo conectó a su 'manos libres' para poder hablar mientras conducía de vuelta a su apartamento.
- ¿Mau?
- Sí.
- Reúnete conmigo en media hora, en mi apartamento.
- Ok. Ahí nos vemos.
- Hola -saludó Mauricio Thomson, un hombre alto y corpulento, de ojos y cabello marrón, amigo y abogado de Sue y Emily. Había llegado cinco minutos antes-. ¿Cuál es la urgencia que tienes para llamarme en mi día de descanso?
- Ven entra, quiero que ideemos la manera de quedarnos con una empresa que el dueño no quiere vender.
- ¿Emily sabe lo que vas a hacer?
- Me dio luz verde para que yo me encargara.
- ¿Y qué quieres hacer?
- Quiero darle una lección a Jhordan, quiero ayudar a dos personas que sé que se necesitan el uno al otro pero ellos aún no lo saben -Mauricio frunció el ceño con incomprensión-. Verás -empezó Sue a explicar-. El tipo es un arrogante que cree que las mujeres le deben pleitesía y aún no ha encontrado la horma de su zapato. Necesita a una mujer que se imponga, que se le enfrente.
- Y esa es Em -dijo Mauricio. Se sentía atraído hacia Sue desde hacía dos años y eso era una de las cosas que más le gustaban de ella, su extraño romanticismo.
- Exacto. Y Emily -continuó diciendo-. Necesita perdonar a los hombres. Necesita a uno que le ayude a superar su hafefobia, ese miedo que siente cuando alguien la toca.
- ¿Y crees que ese hombre es el tipo arrogante del que hablas?
- Estoy segura. Dmitri es arrogante; pero cree en el amor, simplemente no lo encuentra... aún, lo oculta tras la faceta de play boy que él mismo se lo ha creído y yo se lo voy a mostrar.
- ¿Crees que eso funcione?
- No, haré maravillas si es necesario para que funcione. Él tiene un punto a su favor y es que usa mucho el romance, el encanto y la seducción al tratar con una mujer.
- Y sobra decir que Emily no tiene que saber esa parte de tu plan.
- Así es.
- ¿Y qué tiene que ver eso con querer quedarse con la empresa del tipo?
- Eso fue una parte exagerada en mi petición. Lo que quiero es redactar dos propuestas, una en la que ellos se nieguen rotundamente y otra en la que los ate de manos de modo que tengan que aceptarla.
- También quiero mucho a Emily y deseo que sane su corazón; pero ¿cómo la convencerás de eso?
- Fácil, le diré que es un arrogante y que le encanta su libertad, que por nada del mundo accedería a casarse con nadie...
- Y cuando ella sepa eso lo aceptará pensado que el lo rechazará. Cayendo en la trampa.
- ¡Exacto!
- Suena riesgoso, de hecho creo que se enojará en el momento en que se entere -lo pensó un rato. -Cuenta conmigo -ambos se miraron con la travesura de un niño y rieron.
******
- ¿Querías que aprendiera a tratar a las personas? Te mostraré lo bien que puedo tratarte -dijo tomándola por la cintura con las dos manos atrayéndola hasta chocar con su cuerpo, bajó la cabeza y la vio entreabrir la boca invitándolo, entonces, se apoderó de su boca, sintió sus labios suaves, dulces, quería más de ella, la apretó contra su cuerpo y la oyó gemir de placer, la sintió apoyar sus manos en el pecho duro de él notando cómo su piel se calentaba con su contacto...
Despertó sudando y con una erección, ¿cómo era posible que esa mujer despertara sus más bajas pasiones con un beso que sólo se imaginaba en sus sueños? Eso era imposible, a él no le gustaba ese tipo de mujer. Miró la hora de su reloj encima de la mesa junto a la cama marcaba las nueve de la mañana. Salió a la piscina en la terraza trasera de su piso a saludar a Sofía y a nadar un rato antes de marcharse a la oficina de tránsito a terminar el estúpido curso que el maldito agente le había obligado hacer para poder recuperar su auto. Tuvo una duración de tres días y gracias a los cielos que ese era el último día. Luego del curso debía llegar a la oficina de Jhordan a estudiar la propuesta con las modificaciones que le envió por fin Sue. Habían transcurrido varios días desde el mal entendido y ella no se reportaba con ninguna respuesta y ya temía que la hubiera cagado.
Entró a la oficina de Jhordan, tarde, el curso lo habían alargado tres horas más por ser el último día, había pasado dos malditos días en ese estúpido curso y todo para que le devolvieran el jaguar que se demoró una hora más y Jhordan estaba esperándolo, desesperado, para analizar juntos la propuesta de Jhonsson Enterprise, que él llevaba consigo.
- Bueno, en teoría te harán el préstamo -a Jhordan se le iluminaron los ojos por la avaricia-. Pero tiene algunas condiciones.
- ¿Cuáles? -preguntó con preocupación.
- Uno. Estará al frente de la empresa supervisando cada movimiento y procedimiento dentro y fuera de ella durante el tiempo que dura el aval del préstamo, eso es dos años. Dos. La última palabra la tendrá ella en todas las decisiones administrativas y de producción que se tomen. Tres...
- ¿Pero, qué se está creyendo esa mujer? -dijo interrumpiéndolo- ¿Que la dejaré manejar mi empresa a su antojo?
- Deberías pensarlo mejor. A mí me parece bien. Ella ya ha sacado a flote empresas peores que esta. No sé, míralo como unas vacaciones de dos años -decía mientras seguía leyendo la propuesta.
- ¿No te das cuenta que eso y vender es lo mismo? No pienso dejar MI empresa en manos de una mujer con ínfulas de superioridad -dijo con desprecio.
- Hay una cláusula que deberías tener en cuenta.
- ¿Cuál?
- Si en los dos años que dura el aval del préstamo, este no es devuelto en su totalidad, la empresa pasará a manos de Jhonsson Enterprise.
- ¿Ves? Ahí está el engaño -Dmitri frunció el ceño-. ¿Qué me asegura a mí que no hará lo posible para quedarse con la empresa?
- Tienes razón en ese punto -el teléfono de la oficina sonó interrumpiendo.
- Diga Johana -contestó Jhordan pulsando el botón del altavoz.
- Aquí afuera se encuentra un señor que pide una cita con usted. Al parecer requiere de sus servicios de transportación.
- Hágalo pasar.
- Pero señor...
- Ya le dije que lo haga pasar Johana.
- Sí señor -dijo y cortó la comunicación.
- Buen día -saludó el extraño al entrar.
- Buen día caballero. Tenga la amabilidad de sentarse y decirnos ¿en qué podemos ayudarlo? -el invitado no se movió de su sitio.
- Buen día -repitió el señor. Jhordan y Dmitri se miraron extrañados.
- ¿Habla el señor inglés? -dijo acercándose Dmitri.
- No inglés.
- parle francais? -negó con la cabeza-. Spreche deutsch? -otra negación-. Parla italiano? -nuevamente negó-. govorit' po-russki?
- No. Griego.
- Griego -repitió Dmitri y se volvió a Jhordan-. ¿Hablas griego?
- No. Cuando no hablo un idioma lo que hago es ayudarme con el traductor.
- Bueno esta sería una buena ocasión para usarlo ¿no crees? Porque yo tampoco hablo ese idioma -Jhordan se sentó detrás de su escritorio, abrió la laptop buscando el traductor, tecleó lo que quería que le entendiera su invitado y luego leyó la traducción. El griego abrió los ojos ofendido, los insultó en su idioma y salió hablando fuerte dando un portazo.
- ¿Qué le dijiste?
- Sólo intenté decirle que nos explicara lo que necesitaba de nosotros. ¡Demonios! -dijo agarrando el teléfono y presionando el botón de recepción-. Mara detenga al caballero que va saliendo.
- ¿Cuál caballero señor Cowell?
- El griego que acaba de bajar.
- Por aquí no ha pasado nadie.
- ¡Maldición! -colgó y golpeó el escritorio con el puño-. No salió por la principal. Salió por el parqueadero. ¡Arg! ¡Esa era nuestra oportunidad! Debe haber otra manera para que esa mujer no se quede con mi empresa.
- Bueno. Ahí te dejo la propuesta de la señorita Jhonsson. Estúdiala -salió.
- Espérame. Yo salgo contigo -salieron y cada quien cogió su camino.
*****
- Mónica debemos hacer la transferencia de la cuenta personal a la cuenta de la empresa hoy mismo de lo contrario esa tal Emily se quedará con ella y nos dejará en la calle -dijo entrando a su casa; pero no escuchó respuesta-. ¿Mónica? -nada, sólo se escuchó el silencio. De pronto el sonido de su celular lo sobre saltó-. ¿Sí?
- Señor Cowell, le hablamos del banco para informarle que la transferencia de su cuenta personal a la cuenta de la señorita Janna se ha hecho efectiva.
- ¿Cómo dice? ¿Cuánto transfirieron? -preguntó con una combinación de susto y enojo.
- Todo.
- ¡¿Qué?! ¡Eso no puede ser posible, yo no he autorizado esa transferencia!
- De hecho, sí lo hizo. Ella trajo una autorización firmada de su puño y sello.
- Esa maldita me ha robado -gritó con frustración colgando la llamada. Decidió llamar a Mariano, el sabría dónde localizarla- Mariano, qué bueno que contestas.
- ¿Qué sucede? ¿Por qué tan alterado?
- Es Mónica, se ha fugado con mi dinero.
- ¡Ja! No me digas -le oyó decir con sarcasmo.
- ¿Por qué me lo dices de esa manera?
- ¿A caso ya olvidaste a María José?
- ¿Qué tienes tú que ver con ella?
- Te lo dejo de tarea, amigo -eso último lo dijo arrastrando las palabras.
- Alexis siempre tuvo razón sobre ti.
- Así es. Y tú nunca le creíste. Pero qué mal amigo eres -se burló.
- ¿O sea que lo de Anastasio también fue planeado?
- Y lo de los robos a los contenedores y que las embarcaciones salieran con el tornado y que me pagaras una deuda de juego con parte de tus acciones. Que por cierto, vendí en cuanto me enteré que el tornado llegaría a las costas de Canterbury.
- ¡¿Maldito qué has hecho?!
- Nada -dijo indiferente-, en comparación con lo que le hiciste a María José -dijo con odio y colgando de golpe la llamada.
ESPERO LO HAYAN DISFRUTADO TANTO COMO YO.
QAP
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