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Las cuatro mujeres entraron al Galeón Gran Casino Bar, el nuevo lugar del que le hablaron las 'chicas'. Observó muchas maquinas traga monedas, gente que se enojaba porque perdía y otras que saltaban de júbilo porque ganaba, en el centro del casino estaban ubicadas las mesas de juego VIP, al fondo se encontraba el bar con mesas distribuidas de manera que la persona que llegara a tomar le llamara la atención los juegos de mesa y se quedara jugando. Se ubicaron en una mesa junto a la barra que le permitía una vista general de toda el área de las mesas.
Galia vio un hombre sentado en la de ruleta con el rostro desencajado, frunció el ceño tratando de verlo mejor, abrió los ojos como plato y se puso de pie. - Me disculparan un momento, pero tengo algo que resolver -se giró dirigiéndose a la mesa.
Las tres mujeres la observaron pero no comentaron nada. Ellas se caracterizaban por ser prudentes.
Se detuvo al lado del hombre con los brazos cruzados sobre su pecho. - ¿Jhordan?
Jhordan se giró bruscamente hacia ella. -Galia -dijo al reconocerla.
- ¿No se supone que estás pasando por un mal momento? ¿Qué haces aquí?
- Quise ver si podía recuperar algo de lo que perdí.
- ¿Aún no te apartas del juego?
Él la miró con vergüenza y culpbilidad, pero también con un atisbo de molestia. -Te juro que es la primera vez después de quince años -la vio hacer una mueca con la boca-. Por favor no se lo digas a nuestro hijo. Te juro que no volveré a entrar.
- No se lo diré. Serás tú quien lo haga.
- Sí. Se lo diré y no volveré a entrar.
- Bien -dijo regresando a su mesa. - Disculpen chicas pero me tengo que ir. Me acaban de arruinar la noche.
- Tranquila, cuando desees hablar de ello, aquí estaremos para ayudar en lo que más podamos.
*****"
Dmitri llegó a su apartamento, lo sintió silencioso, miró en la cocina pero no vio a nadie y tampoco vio cena. Seguramente su madre estaba muy cansada después del club que se acostó temprano, mejor no la molestaba y la dejaba descansar. Se dirigió al estudio tomó el libro que había tratado de leer hace dos días y se lo llevó a su habitación, lo puso en la mesa al lado de su cama, se dio una ducha con agua caliente para relajarse, se acostó con el albornoz puesto y se dispuso a leer.
Estaba cerca de las oficinas de Cowell y Asociados, debía llegar pronto a la reunión con su padre, divisó la moto negra que tanto lo desestabilizaba parqueada en la entrada del edificio, aceleró su auto llevándosela por delante, miró hacia las puertas de la empresa y ahí estaba ella, con los brazos cruzados en su pequeño pecho, apoyando su peso en una pierna y lo veía con esos ojos color oro echando chispas.
- ¡Maldito desgraciado! ¡Mira lo que has hecho! -gritó-. ¿Te sientes satisfecho? -dijo entre dientes, soltando sus brazos y posándolos en sus caderas.
- ¿La verdad? Sí -dijo con una sonrisa de triunfo mientras salía de su auto, apoyó su cuerpo contra la puerta de éste y cruzaba los brazos en su pecho y las piernas al mismo tiempo-. ¿Acaso no aprendí como tratar a la gente? -la miró divertido. Ella abrió los ojos, enrojeciendo de cólera.
- ¡Tú! ¡Maldito hijo de la gran puta! -vociferaba mientras caminaba hacia él.
Él se descruzó, borrando su sonrisa del rostro y caminando hacia ella, encontrándose a mitad del camino. -No te permito que hables así de mi madre -puso su rostro lo bastante cerca del de ella como para verle los nervios ópticos inflamarse por la ira.
Ella acercó más su rostro al de él. - ¿Ah no? ¿Y qué vas hacer hijo de puta? ¿Pegarme? ¡Anda! ¡Atrévete!
Sus rostros quedaron a pocos centímetros, nariz con nariz, podía oler su cálida respiración, miró sus enfurecidos ojos oro, bajó un poco más la mirada hasta sus labios rosados, observó esa boca sexy entreabrirse, invitándolo a entrar.
- Yo no le pego a las mujeres, pero contigo haría una excepción -se acercó más, vio cómo pasaba la lengua por sus labios rosados para mojarlos y eso lo excitó de una manera inexplicable. Quiso probar a qué sabían sus labios y...
El ruido de unas llaves al caer, provenientes de la habitación contigua a la suya lo sacó de su sueño. Despertó bañado en sudor, se levantó y entró al cuarto de baño mirándose al espejo.
"No puede ser que tenga ese tipo de sueños con esa mujer" -dijo para sí mismo. Abrió el grifo del lavamanos y se mojó el rostro y el cabello-. No vas a poner mi mundo de cabeza -se señaló con un dedo ante el espejo-. ¡Arg! -gruñó-. Me estoy volviendo loco.
Salió al pasillo deteniéndose en la puerta de la habitación de su madre, estaba abierta-. Pensé que estarías dormida -dijo apoyándose en el umbral de la puerta.
- No. Salí con las chicas un rato.
- Me alegra que te diviertas mamá.
- Gracias, ¿y tú qué tienes?
- Nada. No es nada -frunció el ceño-. Descansa. Yo también necesito hacerlo -regresó a su habitación, se acostó pero no pudo conciliar el sueño. Dio vueltas en la cama hasta el amanecer. Debía hacer algo, pensar en el sueño que tuvo estaba acabando con su paciencia.
Bajó a la cocina, salió a la terraza trasera y saludó a Sofía, se tomó un café, le dio un beso a su madre que iba entrando.
- ¿Tuviste una mala noche?
- Casi.
- ¿Deseas hablar de ello?
- Por ahora no -salió de la cocina, se dio un baño y fue a dar un paseo por los parques de la ciudad.
Paró justo en el mismo semáforo donde la vio por primera vez, meneó la cabeza sonriendo para sí mismo. De soslayo vio aparcarse una moto al lado de él, giró la cabeza y no pudo creer que ella estuviera ahí. Ella volteó para verlo, tenía el parabrisas del casco abierto y no llevaba pasamontañas en esa ocasión, pudo admirar más de ella, como el tatuaje que llevaba en la punta del ojo izquierdo, una estrella pequeña de cinco puntas, tenía un color azul rey que contrastaba con sus ojos oro y su piel color blanco crema. Frunció el ceño. Ella lo saludó estilo militar pero con el dedo medio de la mano derecha estirado dejando ver otra estrella de cinco puntas, ésta más grande que la anterior, también azul rey, en el interior de su muñeca, le guiñó un ojo.
El semáforo cambió de luz, la vio acelerar la moto y la siguió, ella dobló una curva con la agilidad de un corredor de carreras experto, él también dobló, pero la perdió de vista. Frenó dándole un golpe al volante.
- ¡Proklyatiye! -un policía de tránsito le levantó una multa por exceso de velocidad-. ¡tysyacha raz proktyatiye!
Llevó el auto a un taller, debía arreglar el rayón ocasionado por esa mujer y para su horror el daño era más grande de lo que pensaba y no se lo entregarían hasta dentro de tres días.
Regresó a su apartamento en un taxi tarde en la noche. No quería que su madre lo viera de tan mal genio. Ella nunca lo había visto así y quería evitar el interrogatorio que vendría con la preocupación. Preparó la bañera con agua caliente, necesitaba relajarse, había tenido un mal día. Se metió en el agua recostando la cabeza al borde de la bañera y dejando que el agua relajara sus músculos, cerró los ojos tratando de disfrutar lo único tranquilo que tenía en todo el día.
Aparcó su deportivo detrás de la moto negra que estaba enfrente de las oficinas de su padre, entró al edificio y ahí estaba ella apoyada en el mostrador de la recepción charlando con Mara, se detuvo a poca distancia detrás de ella. -Tú -la llamó, ella se giró para verlo. Tenía una ceja alzada y los brazos cruzados en el pecho-. Me debes un rayón al auto -la vio apoyar sus manos en la cadera.
- Te lo merecías -le dijo inclinándose un poco hacia adelante, sus ojos oro lo miraba con enojo.
- ¿Me lo merecía? -frunció el ceño y se acercó un poco más.
- Sí. Casi me arrollas con eso que llamas auto -él dio un paso más adelante, ella no se movió.
- Te pedí la vía ¿cómo dices que casi te arrollo? -dio otro paso más. Quería tenerla lo más cerca que pudiera.
- Sí. Y yo te la cedí, y aun así -lo golpeó con el dedo índice en el pecho fuerte de él- me pegaste en la llanta trasera haciéndome perder el equilibrio. ¡Casi me caigo!
- Pero no te caíste. Por desgracia -esto último lo dijo entre dientes de manera que ella no pudo oírlo-. ¿Acaso no tienes sentido del humor? -acortó la poca distancia que quedaba entre ellos.
- No quieras ser un hijo de puta conmigo -lo amenazó acercando su rostro hasta que la punta de sus narices se tocaron.
- ¿Querías que aprendiera a tratar a las personas? Te mostraré lo bien que puedo tratarte -dijo ofreciéndole una media sonrisa malévola, la tomó por la cintura con las dos manos atrayéndola hasta chocar con su cuerpo, ladeó la cabeza y rozó sus labios rosados, suaves. La vio entreabrir la boca invitándolo y entonces...
El sonido de su teléfono lo despertó.
- ¡Proklyatiye! -agradeció estar aún sumergido en agua, así no tendría que ir al lavamanos para refrescarse. Salió de la bañera, contestó la llamada, era Sue.
- Dmitri -contestó.
- Hola, hablas con Sue Patterson, he estado tratando de localizarte -oyó del otro lado de la línea. Miró con extrañeza el móvil.
- ¿Cómo para qué me buscabas? ¿Y cómo conseguiste mi número?
- Tengo mis conexiones, además eso no es importante, lo realmente importante es que te tengo una buena noticia -¿se oía entusiasmada?-. Pude hacerte una cita con Emily.
- ¿Cuándo?
- Dentro de tres días.
- ¿No podría ser antes?
- Lo lamento. Pero en estos momentos se encuentra en Boston, su vuelo tuvo un contratiempo y regresará dentro de tres días. Además agradece que te esté cediendo una cita. Ella no hace eso con nadie.
- Está bien. Disculpa. ¿En su oficina o en la de Jhordan?
- Ella no recibe citas de ninguna especie en su oficina y no quiere a Jhordan presente. ¿Conoce el Galeón Gran Casino Bar? Lo abrieron hace poco.
- Sí. Sé dónde queda.
- Bien. En tres días, a las cinco de la tarde. Sea puntual. No tendrá otra oportunidad igual de hablar con ella personalmente.
- Pierda cuidado. Ahí estaré sin falta -cortó la llamada.
Se acostó en su cama tratando de dormir sin conseguirlo. Realmente tenía que hacer algo con esa mujer. ¡Lo estaba enloqueciendo!
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