45
Bueno amigos. Les traigo el capítulo un día antes ya que esta semana he tenido problemas con el internet y n quiero aprovechar este momento en el que está estable.
– Bueno. Tal parece que en dos días ya podrás usar tu mano y apoyar el pie siempre que no te excedas –dijo el doctor revisándola después de haber quitado las escayolas–. El yeso de tu brazo derecho tendrá que esperar cinco días más para hacer el retiro. ¿Cómo vas con tu visión?
– Ya logro diferenciar las imágenes, pero no le diga nada a mi esposo. Quiero darle una sorpresa –lo que en verdad quería era ver qué hacía cuando ‘ella no lo veía’.
– Ya, entonces no lo haré –dijo y le guiñó un ojo.
***
Despertó y notó que veía más nítido. El dormitorio era como lo recordaba. Grande, baño, jacuzzi, un balcón con una vista hermosa, el espejo de tocador enfrente de la cama. Oyó la puerta del cuarto de baño abrirse. Se sentó y fingió que aún veía borroso. Cuando Dmitri pasó por el frente de ella con solo una toalla cubriendo su cintura y dejando el torso bien formado y marcado por el ejercicio al descubierto, con gotas de agua aún cayendo por su cuerpo, acercándose al espejo delante de la cama, apartó la mirada para evitar que él viera el sonrojo que empezaba a evidenciarla.
– ¿Cómo va tu vista? –preguntó con el ceño fruncido.
– Aún veo un poco borroso –mintió y sintió que su cara le quemaba.
– Hmmm –dijo como respuesta.
No se oyó del todo convencido. Sin embargo, él se quitó la toalla, se secó y caminó desnudo hasta el guarda ropa. Sacó de los cajones un bóxer oscuro y se lo puso.
– ¿Sientes calor? –dijo volviéndose a ella.
– ¿Por qué lo preguntas? –se oyó más nerviosa de lo que hubiera esperado.
– Tienes la cara enrojecida –dijo él haciendo que su voz se oyera asombrada.
– Eh… ¡ah!, sí…, estoy… sintiendo calor.
– Mentirosa –dijo sosteniéndole la mirada.
– ¿De qué hablas? –se movió nerviosa en la cama.
– Hablo de que puedes ver claramente –le contestó con el ceño fruncido mirándola fijamente a los ojos.
– No sé a qué te refieres –dijo sin atreverse a mirarlo.
– No juegues conmigo moya lyubov’, me he estado cambiado delate de ti los últimos días desde que llegaste y es la primera vez que apartas tu mirada cuando me pongo enfrente del espejo y encima te sonrojas. Anteriormente no tenías ningún tipo de reacción. Simplemente te limitabas a oír lo que sucedía a tu alrededor; pero hoy… has estado observando, ¿o me equivoco?
Ella se quedó sin palabras. No sabía qué decir para salir del lío. Él sonrió. Caminó hasta ella y notó cómo el rubor se le extendía hacia el cuello. Se sentó a su lado y le puso una mano en su mejilla acariciando su labio inferior con el pulgar.
– No sabes cómo me pones cuando te sonrojas –dijo con voz ronca provocando en ella un estremecimiento.
– Yo…
– Shhh –la calló– no digas nada. Déjame hacer esto pozhaluysta, sino enloqueceré.
Se inclinó hacia ella colocando los labios de él sobre los de ella. La acarició con la lengua haciendo que separara los labios un poco. Luego reclamó su boca en un beso suave, tierno, que se fue volviendo apasionado en la medida en que ella le respondía con el mismo ardor. La inclinó un poco hasta que la cabeza de ella tocó la almohada. Abandonó su boca para dejar un camino de besos que iban desde la parte baja de la oreja, siguiendo por el cuello hasta el hombro donde le bajó el tirante de la blusita de seda rosa del pijama de ella. Su piel era suave. Llevó una mano a un seno acariciándolo con sutileza por encima de la tela. Ella gimió. Él se colocó encima de ella dejando que sintiera su peso y la erección que tenía. De pronto ella se tensó y empezó a temblar.
– ¡proklyatiye! –se maldijo con dientes apretados. Se retiró inmediatamente de encima de ella atrayéndola consigo y abrazándola para calmarla–. izvinite, moya lyubov’, no fue mi intensión asustarte. Jamás te haría daño, perdóname, pozhaluysta –rogó.
La abrazó contra su cuerpo hasta que ella dejó de temblar–. Debo llevar a Sofía donde el veterinario –añadió con suavidad, por fin después de un tenso silencio.
– ¿Qué le sucede a Sofía? –preguntó con evidente preocupación tratando de olvidar lo sucedido.
– No se ha sentido bien estos días –dijo acariciando su mejilla con los nudillos de la mano– ¿Estarás bien mientras regreso? –preguntó mirándola a los ojos.
Ella asintió. La besó en la frente, se terminó de vestir y salió de la habitación.
Ella lo vio marcharse cerrando la puerta tras él. Suspiró. Su corazón corría un serio peligro. Lo amaba y temía salir herida nuevamente. Debía escapar de ahí en cuanto pudiera. ¡Cielos! No podía creer cómo la había hecho sentir cuando la besó. Eran sensaciones nuevas para ella y no quería que se detuviera hasta… hasta que la imagen de Jhordan encima de ella se apoderó de su mente y empezó a temblar. Luego sintió la perdida de él y se lamentó por permitir que eso le dañara el momento; pero al tiempo lo agradeció porque de lo contrario lo habría dejado tomarla ahí. Definitivamente debía alejarse de él.
– ¡Fernanda! –llamó a gritos Dmitri– ¡Fernanda!
– Dígame señor Dmitri.
– ¿Cuántas veces le voy a pedir que no me llame señor?
– Lo siento Dmitri.
– Así está mejor. ¿Dónde está Emily? He subido en cuanto llegué de donde el veterinario y no la encontré en la habitación y sus cosas tampoco están.
– La señora se mudó a su antigua habitación. La he tratado de convencer que no era adecuado; pero ha decidido ignorarme.
– Gracias Fer –subió los escalones de dos en dos. Se detuvo frente a la puerta de Emily y llamó.
– Adelante –escuchó.
Abrió la puerta y la vio sentada con las piernas encogidas en un sillón que seguro había hecho subir. Llevaba puesto un vestido holgado que se deslizó dejando ver sus hermosas piernas cuando colocó el libro de León Tolstoi que leía sobre el brazo del sillón para prestarle atención. Se veía preciosa.
– ¿Por qué te mudaste a esta habitación? –preguntó desde el umbral de la puerta.
– Ya no necesitas estar cuidándome –contestó con aparente calma.
Él sonrió pesaroso. – ¿Acaso no ves que me gusta cuidar de ti?
– Pero ya no es necesario. Puedo valerme por mí misma.
– No debes excederte. Fue lo que te recomendó el doctor. Tú misma lo oíste.
– Y acataré la orden. Además, dentro de tres días me quitaran el yeso y podré moverme con más libertad.
– No podrás moverte con mayor libertad de inmediato. Tendrás que asistir a terapias.
– Sí, lo sé, pero ya no tendrás que estar cargándome para todos lados ni tendrás que bañarme y tampoco será necesario que veles mi sueño por las noches –dijo un poco nerviosa.
– ¿No es sólo por eso, cierto? –ella bajó la mirada.
– También necesito estar sola. Tu presencia me abruma. Me pone nerviosa.
– ¿Y eso es malo? –dijo acercándose a ella.
– No lo hagas.
– ¿Hacer qué?
– Acercarte a mí de esa manera. Yo… necesito… mi espacio –él se detuvo.
– Está bien –no quería molestarla. Aunque con la distancia que ella colocaba sería mucho más difícil acostumbrarla a su toque–. Si es eso lo que necesitas te lo respetaré, pero no pienses que estaré muy lejos de ti.
Espero que lo hayan disfrutado.
El lunes estaré subiendo otro capítulo.
QAP.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top