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6/X

– Hola ¿Demian, Said? –saludó Dmitri voz temblorosa que a James no le pasó desapercibido-. Él es James Callaghan –los tres hombres hicieron un asentimiento de cabeza.
– ¿Estás muy lejos de tu tierra Dmitri? –dijeron en coro y su voz se oía como de ultratumba y los dos se estremecieron.
– ¿Con qué clase de personas nos enfrentaremos? –le susurró James a Dmitri. Los gemelos lo fulminaron con la mirada obligándolo a callar y Dmitri le propinó un codazo en las costillas.
– He venido a ver a Emily –la voz le salió un poco más segura para su propia satisfacción.
– ¿Sí? –ellos se miraron con complicidad-. Primero tendrás que ajustar una cuenta con nosotros –siguieron hablando en coro.
– Lo sé, y estoy dispuesto a saldarla si así me dejan verla.
– Bien, entonces síguenos –lo guiaron hasta los establos en el ala este del castillo. James iba detrás de ellos.
– Sólo promet… -no pudo completar la oración. Un puñetazo en el diafragma le sacó el aire doblándolo hasta caer de rodillas en el suelo. James quiso intervenir pero Demian lo detuvo apuntando con un arma, que sacó del cinto del pantalón, a la cabeza de él.
– Es mejor que no intervengas o le irá peor –James asintió lleno de impotencia. Said siguió golpeando a Dmitri. Este no se defendía y eso le extrañó a James porque él fácilmente pudo acabar con los dos chicos a pesar de verse como gorilas y mucho más fuertes que su amigo porque Dmitri era cinta negra en kung fu y además fanático de modo de combate de Jakie Chan y lo practicaba a menudo.
– ¿Qué sucede aquí? –una voz francesa los detuvo de seguir golpeando a Dmitri y todos giraron para ver a Pierre de pie en la entrada de los establos con cara de pocos amigos, los brazos en jarra y las piernas abiertas haciendo de su presencia imponente-. ¿Dmitri? ¿Qué haces aquí? –preguntó en inglés- Demian baja ese arma –le ordenó a su hijo.
– Estoy saldando una cuenta con tus hijos para que me permitan ver Emily –Pierre frunció el ceño enojado fulminando a sus hijos con la mirada. Ellos se sonrojaron.
Pierre también estaba enojado por lo que le había hecho Dmitri a su hija pero odiaba las injusticias y sus hijos se habían pasado con lo que le hicieron.
– ¿Acaso no te dijeron que ella no está aquí? –Dmitri se levantó del suelo en el que estaba arrodillado irguiéndose en toda su altura. Era más alto que los gemelos. Los miró con reproche y ellos le sonrieron con un poco de culpa.
– Teníamos que hacerle pagar por el sufrimiento de Em –se excusó Said.
– Hijos yo también quisiera matarlo, pero no olvidemos que es el hombre del que se enamoró su hermana. Piensen en lo que ella les haría si supiera lo que acaban de hacerle ustedes.
– Pero ella ya no lo quiere ver. Hasta quemó su pasado. No quiere volver a toparse con su PASADO –dijeron a coro.
– Pero eso no quiere decir que de la noche a la mañana lo haya dejado de amar. Además esa es una decisión que debe tomar ella.
– ¿Dónde está? Por favor necesito encontrarla. Necesito que me perdone. Necesito recuperarla –Pierre y los gemelos lo vieron con compasión. El pobre tenía un moretón en la mejilla y en el cuerpo aunque no se le notara por su color oscuro, y el labio partido.
– Sígueme –dijo Pierre. Dmitri empezó a caminar detrás de él y cuando pasó por el lado de James este lo detuvo por el brazo.
– No creo que sea seguro amigo –dijo dudoso.
– Tranquilo. Él no es como los hijos.
Los dos lo siguieron hasta la biblioteca del castillo. Era enorme y las estanterías cubrían las paredes completas de la habitación. En el centro estaba un escritorio de roble en color marrón.
– Siéntense –les ofreció Pierre al entrar y acomodarse detrás de su escritorio. Ellos se sentaron en dos sillones que estaban frente del escritorio de roble.
– ¿Entonces me dirás dónde está? –preguntó Dmitri con esperanzas.
– No lo sé –y sus esperanzas se esfumaron.
– En su refugio infantil –dijo Demian.
– ¿Sabes dónde queda? –le preguntó a Pierre y él sonrió. Eso hizo que sus esperanzas resurgieran.
– No –y puf nuevamente al suelo-. Nadie ha entrado a ese lugar. El único que sabe dónde queda es Hernie. Él siempre la ha llevado ahí y le ha guardado el secreto tan herméticamente que por eso Emily lo ama –oír aquello hizo que Dmitri le diera vueltas el estómago.
– Creo que el prometido es quien debe saber –dijo Said. Dmitri respiró. No recordaba que Hernie es homosexual- Se casará con él y no le guardará ningún secreto.
– ¿Y quién le guardaría un secreto a ese hombre? –comentó Demian batiendo las pestañas.
– Sí, y menos sabiendo que Andrés Toyas es un hombre sensible –siguió Said. Dmitri vio a Pierre con frunciendo el ceño confundido.
– No digas nada –dijo Pierre sobándose el puente de la nariz-. De no ser porque han tenido escándalos amorosos con mujeres hermosas diría que son gay pero son totalmente heterosexuales y de mente demasiado abiertas.
– Claro por eso es el director de su fundación Ángeles Desamparados en Boston- continuaron los gemelos como si no hubiesen oído a su padre.
Dmitri los miró con los ojos entornados y ellos le guiñaron un ojo al tiempo. Se volvió a mirar a Pierre y este simplemente se encogió de hombros. Luego miró a James. Él le asintió comprendiendo lo que deseaba hacer. Se pusieron de pie y se dispusieron a salir apresurados. Estando en la puerta Pierre los detuvo.
– Dmitri –él se giró y vio a Pierre escoltado de los gemelos detrás del escritorio.
– ¿Sí?
– Hazla sufrir una vez más Dmitri, y lo que te hicieron los gemelos no será ni un tercio de lo que te yo mismo te haré –detrás de Pierre los gemelos chocaron sus puños sonriendo de medio lado y con una ceja alzada. Dmitri sintió un escalofrío recorrer su médula espinal. James palideció y lo haló poco a poco, asintiendo, hasta desaparecer de su vista y echar a correr hasta el helicóptero que esperaba por ellos.

– ¿Joven, qué le pasó?
– Solo un contratiempo –le respondió a su piloto-, llévanos a Boston.
– Como ordene, joven.

Después de hablar con Andrés sobre el amor. Lo que significaba. Lo que significaba Emily para él. Los problemas que conllevaban los celos cuando se amaba a una persona. Los sacrificios que implicaba muchas veces intentar recuperar el corazón de la persona amada. Él había accedido a explicarles lo que sabía de dónde se encontraba el lugar que buscaban. Estaba en las afueras de Londres, cerca de Kingston. En un pueblo llamado La Colina, nombrado así por la hermosa colina que se elevaba en los límites del pueblo. Era famosa por sus árboles de colores plantados de manera circular dejando un hermoso claro en el que se podía apreciar la luna en su fase de llena porque se posaba en el centro del claro donde ella había levantado una pequeña cabaña en la que se refugiaba. Era como su burbuja personal.
Hernie la había llevado ahí la primera vez cuando recibió la noticia de la muerte de sus abuelos después de la escuela.
Regresaron al helipuerto de Londres en horas de la madrugada. Tomaron un taxi y se dirigieron a casa de Dmitri.
– ¿Pensé que iríamos directamente a Kingston? –preguntó Dmitri confundido.
– Y lo haremos cuando hayas descansado y atendido esos golpes. Debes estar presentable para verla.
– Pero no tengo mucho tiempo –dijo recordando lo que le había dicho Jack durante el camino. Se ofreció a llevarlo al aeropuerto a coger su avión: “¿Sabes?, yo tuve que buscarla alrededor del mundo hasta dar con ella en Londres y luego arrodillarme. Humillarme para que me perdonara. Y duré casi trece años buscando su perdón. Hice una apuesta con unos amigos y en la fiesta del cisne azul la puse en evidencia. Humillándola delante de todos ellos. Y no sabes cuánto me arrepentí. Me había enamorado de ella y cuando quise buscarla ella ya se había ido del país con sus padres” –le había dicho. “Si le hiciste eso y duraste casi trece años en encontrar su perdón…, eso quiere decir que yo tardaré más o incluso jamás logre obtenerlo” –le había contestado.
No quería perder ni un minuto más; pero James tenía razón. No podía presentarse en ese estado ante Emily. Debía descansar. Por lo menos ya sabía dónde quedaba su refugio infantil y si tenía que plantarse en ese lugar durante días lo haría con tal de obtener su perdón y recuperar su amor. Con la ayuda de un milagro.

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