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3/X

- Buen día Dmitri -saludó Mauricio.
- Mauricio, Jack, señores -respondió el saludo viéndolo entrar a su oficina en Cowell y Asociados seguido de Jack y cuatro hombres más-. ¿A qué debo el honor de tu visita?
- He venido a traerte los papeles del divorcio para que los firmes -Dmitri lo miró con el ceño fruncido.
- Ella me ofende y es ella quien impone la demanda de divorcio, ¡vaya! Cómo han cambiado las cosas.
- ¿Vas a firmarlos? -preguntó Jack.
- Eso quisieras, ¿no? -suspiró. No sentía ganas de discutir con nadie. Llevaba dos días tomando y era hora de seguir adelante, no permitiría que un tropezón amoroso lo detuviera. Tomó el bolígrafo y firmó sin leer el motivo de la demanda. Sólo quería deshacer cualquier lazo con ella. La amaba aún pero le dolió la traición de ella. Su madre le había dicho que no la juzgara que buscara primero la verdad de los hechos pero las pruebas que tenía lo decían todo. "Algunas pruebas muestran lo que no es" -le había dicho su madre y esas palabras venían dando vueltas en su cabeza esos dos días.
- Bien -habló Mauricio interrumpiendo los pensamientos de Dmitri y haciendo pasar a un séptimo hombre a la reunión- Dmitri te presento a Julio Stronburg, dueño de Construcciones Stronburg. Debe estar presente en este asunto -dijo haciendo las presentaciones debidas-. Habiendo firmado los papeles del divorcio procederé a abrir el regalo de bodas de Jack y Galia -los tres hombres lo miraron con curiosidad.
Él abrió el sobre y sacó una primera carta en la que se leían una serie de cláusulas para poder abrir el sobre antes de la fecha indicada, entre ellas el divorcio. Luego sacó una segunda carta en la que leía:
- Queridos ahijados de bodas. Espero que este regalo haya llegado a su fecha límite y yo ser igual de feliz que ustedes al lado de Dmitri, de lo contrario estaré lejos y pasando mi fracaso en mi refugio infantil -Dmitri escuchó las palabras escritas por Emily y sintió un golpe de emociones que venían a confundirlo-. Mi regalo es la empresa de Cowell y Asociados que en adelante se llamará Manzon y Vladislavich Enterprise, tendrá la misma misión. Los empleados seguirán en sus puestos sin modificación alguna. Sé que no querrán aceptarlo, por eso he puesto dos condiciones: la primera, de aceptarlo, no podrán tener más asociados que ustedes mismos. Las acciones de la empresa las dividí en un cincuenta por ciento cada uno. Y la segunda, de no aceptarlo, la empresa pasará a manos de Construcciones Stronburg quien la derribará para convertirla en otro centro comercial. Como sé de ante mano el gran corazón que tiene Galia y el fuerte sentido de justicia de Jack, sé también que no permitirán que más de cincuenta personas se queden sin empleo. Así que disfruten mi regalo. Los quiere Emily.

Dmitri no entendía lo que pasaba. Le arrebató el sobre de las manos a Mauricio y sacó el documento de traspaso de propiedad. Leyó confundido. La empresa la había traspasado días antes de la boda. En ese momento ella pensaba en ser feliz con él. Curiosamente no le importaba la empresa sino lo que ella sentía en ese momento, pero, ¿qué pasó?, ¿por qué todo se dañó? Ella lo había traicionado, ¿o no? Su madre le había dicho que algunas pruebas muestran lo que no es, ¿estaría juzgándola nuevamente sin conocer la verdad de los hechos como era su costumbre? - ¿Dónde está ella? -exigió saber acercándose a Mauricio.
- Todo lo que quieras decir tendrás que hacerlo a través de mí.
- No. Es mi esposa y exijo saber dónde está -dijo acercándose aún más a Mauricio con los ojos inyectados de odio.
Jack caminó hacia él lleno de rencor y le propinó un puñetazo en el ojo que lo tiró de culo al suelo. - Ya no es tu esposa. Acabas de firmar el divorcio ¿no recuerdas imbécil?.
- ¿Para qué la quieres? ¿Para seguir haciéndole daño? -dijo Mauricio. Él lo miró indignado y gruñó.
- Por favor señores -intervino Julio-. No convirtamos esto en un circo. A lo que vinimos -los hombres recobraron la postura y se ubicaron en los puestos correspondientes.
- ¿Jack? -preguntó Mauricio-. ¿Cuál es tu decisión?
- La acepto -dijo mirando a Dmitri.
- Bueno amigo -dijo Mauricio dirigiéndose a Julio-. Será en otra ocasión.
- ¡Diablos! Y yo que quería este terreno. Tiene tanta salida comercial.
- Tranquilo, Emily te tiene un contrato muy lucrativo.
- Esa es mi chica. Sabía que no me decepcionaría. Ella siempre con su enorme corazón.
- Nos tenemos que ir -dijo Mauricio-. Que tengas un buen día.
Dmitri gruñó y los vio salir con gran impotencia. Él también se marcharía. No tenía nada que hacer ahí. Tenía hasta ese día para desocupar la oficina.
Reunió a todo el personal de la empresa. Les explicó y los tranquilizó con respecto a las condiciones del cambio de dueños. Ellos se alegraron al saber que sería su madre la nueva dueña de la empresa. Dejando todo claro se marchó directo a su casa.

***

Galia le ofreció un té a Emily. Estaba contenta de verla, pero le parecía muy distante. Ella había llegado al piso de Jack para avisarle que Mauricio lo esperaba abajo. Irían a abrir el sobre que ella les había dado como regalo de bodas.
- Jack quiere tener hijos -dijo Galia con entusiasmo.
- Pero tú ya no puedes.
- Él lo sabe, por eso decidimos adoptar.
- Qué bueno -dijo ella un poco distraída.
- Sí, nos enamoramos de un par de gemelos, se llaman Anwar y Salim -dijo tratando de animarla pero no lo consiguió-. Hay algo que te tiene pensativa, ¿quieres decirme de qué se trata? -ella la miró un largo rato antes de contestar.
- Me divorciaré de tu hijo -dijo con los ojos aguados. Galia la miró con ternura.
- Dale una oportunidad. Él te ama -dijo con dulzura.
- Si de verdad me amara no me habría tratado como lo hizo.
- No lo pienso defender, pero creo que te estás precipitando -el ruido de la puerta hizo dejar la conversación hasta ese punto.
- ¿Te gustó mi regalo de bodas? -le preguntó a Jack cuando lo vio atravesar el umbral de la puerta. Él le dio un beso en la frente a ella y uno tan apasionado a Galia, que Emily se sonrojó hasta el cuello.
- Sí, pero parece más una imposición que un regalo -contestó él con reproche.
- Era la única manera de que lo aceptaran -dijo en tono inocente.
- Con esa cláusula cualquiera -la reprendió.
- ¿Por qué no te pasas unos días con nosotros en Brasil? -le propuso Jack.
- Eso suena bien, pero no quiero molestar.
- Tú no supones ninguna molestia -dijo Galia-. Además de no ser por ti nosotros no estaríamos juntos ahora.
- Está bien, pero sólo unos días.

****

- Bueno, ¿dónde está mi lirio de Londres? No. Mi lirio de San Petersburgo -gritó Nicolai en ruso emocionado desde el umbral de la puerta. Dmitri estaba sentado en el sofá de la sala frente a la chimenea. Se levantó viendo a su abuelo entrar con una sonrisa que iluminaba todo su rostro.
- Hola abuelo. Yo también estoy bien. Gracias por preguntar -contestó en ruso igual.
- No te pongas celoso muchacho sólo quiero saludar a mi nuera-nieta.
- Sí como digas. Emily ya no vive aquí.
- ¿Qué quieres decir con que ya no vive aquí?
- Que me divorcié de ella esta mañana.
- ¿Y por qué harías algo tan estúpido?
- Porque me traicionó.
- ¿Cómo te traicionó?
- Con otros hombres -Nicolai rió con ganas-. ¿Por qué te ríes? Tengo pruebas. ¿Quieres verlas?
- No -dijo Nicolai borrando la sonrisa de su rostro-.Y no sé por qué hiciste lo que hiciste; pero te diré una cosa que mi padre me dijo una vez -lo miró con firmeza-. Un Vladislavich no duda de la mujer que ama. No la juzga, le DA el beneficio de la duda. Le pregunta a ella directamente el qué y el porqué del supuesto problema aunque unas pruebas digan lo contrario. ¿Sabes por qué? Porque un Vladislavich sabe reconocer la verdad en los ojos de la mujer de la cual de enamoró y si tú no pudiste ver eso... es porque no te la mereces.
- Abuelo... -quiso objetar, pero Nicolai levantó una mano haciéndolo callar.
- No. Escúchame ahora Dmitri Sergei Vladislavich Ivanov. Buscarás a esa mujer y harás lo imposible para ganarte su perdón. Tendrás mucha suerte si ella decide regresar contigo. De lo contrario será mejor que no pienses en regresar a San Petersburgo, ¿me entendiste? -como él no dijo nada le repitió en inglés-. ¿ME ENTENDISTE?- repitió con más fuerza. Dmitri asintió con los puños tan apretados que los nudillos se le volvían blancos.
- Sí, señor, lo entendí -dijo entre dientes.
- Bien. Había venido a compartir las fotos que con tanto orgullo me regaló Pierre. Eran de cuando su ahijada le sirvió de modelo y le llamaron el lirio de Londres; pero veo que ya no será posible -tiró las fotos sobre la mesa ratona enfrente del sofá y se marchó.
Dmitri cayó sentado en el sofá viendo cómo se alejaba Nicolai. ¿Qué le pasaba a la gente? ¿Por qué tenían que verlo como el culpable cuando fue ella quien cometió la falta? Pensaba en las palabras de su abuelo, un Vladislavich reconoce la verdad en los ojos de la mujer que ama. Recordó el día que salió del hospital, ella lo había visto a los ojos y le había dicho que lo amaba. Él la había besado con locura porque había visto la verdad en sus ojos. ¿En qué estaba fallando? No lo sabía. Apoyó la cara en las manos y se peinó la cabeza rapada hacia atrás. Sus ojos se posaron en las fotos y notó la belleza natural que tanto le atrajo de Emily. ¡Proklyatiye! ¿Se estaría equivocando? ¿Pero... y las pruebas? "Algunas pruebas muestran lo que no es", las palabras de su madre le daban vueltas. "¡Dios! Ayúdame, envíame a un ángel para que me guíe. Te necesito" -dijo en sus pensamientos llorando.

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