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Hola mis lectores. Aquí les traigo otro capítulo de Amor talla XL y espero que lo disfruten.
Voten. Comenten. Acepto críticas, de esa manera crezco como escritora.
Gracias por apoyarme.
La velada en el piso de Jack fue tranquila. Al menos, él no estuvo pendiente de Emily. Quizá porque estaba muy ocupado fingiendo su supuesto amor por su madre. ¡Arg! ¡Cómo le molestaba aquello! Temía que su madre saliera lastimada en todo eso. Nunca la había visto llorar de felicidad y le daba miedo que dañaran su corazón. Había pedido perdón a su madre y, aunque le costó demasiado, a Jack también. Decidió apoyarla; pero iba a seguir vigilándolo de cerca. Se sorprendió al saber que la boda se llevaría a cabo en sólo seis días. Emily estaba muy emocionada por poder ayudar en la preparación de la boda de su madre. Ellas habían construido una amistad sólida y no quería arruinar eso.
******
Jhordan se acercó a la oficina del presidente en su empresa y vio a Emily sentada detrás del escritorio que debería ser de él. La miró con un brillo malévolo en los ojos. Estaba distraída, con la cabeza enterrada en su laptop. Colocaría a funcionar su plan y esa era una prueba. La puerta estaba abierta y entró sigilosamente. Se sentó en la silla que estaba enfrente del escritorio.
– Hola, lindura –dijo con voz casi ronca y sonrió al ver la tensión con la que ella levantó la mirada para observarlo del otro lado del escritorio.
– Hola –dijo tratando de sonreír.
– Vengo a que me muestres el avance de la empresa. Deseo saber que el préstamo contigo se va saldando –ella lo vio y el temor lo volvió fuerza.
– No tengo nada que mostrarte. El único a quien le debo cuentas sobre la empresa es a tu hijo porque fue con él con quien hice contrato no contigo.
– Tranquila. Cuelga los guantes.
– Entonces cuélgalos tú primero antes de dirigirte a mí y has el favor de salir de mi oficina
– ¿Tu oficina? –dijo con burla-. Te recuerdo que esta oficina es mía.
– Te pediré, amablemente que la próxima vez que quieras acercarte a mi oficina pidas por favor una cita, de lo contrario absténgase de venir.
Él se levantó de su silla y empezó a rodear el escritorio. Se acercó más a ella y se inclinó sobre ella apoyando las manos en el reposa brazos del sillón en el que estaba ella sentada. Ella se paralizó en ese momento.
– Como digas lindura –dijo acercando los labios al oído de ella y arrastrando las palabras.
– ¿Qué sucede? –la voz de Dmitri hizo que él se separara rápidamente.
– Nada. Sólo me despedía de tu esposa.
– ¿Emily? –ella lo miró tratando de retener dentro su miedo para que él no lo notara. En ese momento deseó estar en su refugio infantil. Le daba la paz que necesitaba en ese instante.
La primera vez que estuvo ahí, la había llevado Hernie. Ese día, a sus pocos doce años, tuvo que afrontar la cruel noticia de la muerte de sus abuelos. Ellos la cuidaban cuando sus padres tenían que hacer largos viajes. Sus padres no se encontraban en la ciudad y ahora estaría al cuidado de Hernie. Él era un joven gay de apenas veintidós años y no sabía qué hacer, así que la había llevado a su pueblo, fuera de Londres, cerca de Kingston. Tenía una colina bastante inclinada famosa en ese lugar por los árboles de colores que se alzaban en la cima formando un círculo dejando un claro en el centro desde el que se apreciaba, por las noches, la luna en todo su esplendor. Ese medio día subieron y se sentaron en el claro sobre una sábana que llevó Hernie. Esa cima pertenecía a su familia; pero tuvo que venderla para pagar una operación a un padre que repudiaba de él por su condición sexual y sin embargo, él lo seguía queriendo igual. La compró su padre, Thiago, así fue como Hernie llegó a trabajar con ellos. Luego volvió a visitarla cuándo el ataque en el callejón. En esa ocasión había una cabaña en el centro que su padre mando a construir para pasar días de tranquilidad alejado, desconectado del mundo y de los negocios para pasarlos con su esposa e hija y regresó posteriormente tras la muerte de sus padres. Finalmente decidió remodelar la cabaña de su padre y pasar ahí los días que necesitara para reflexionar. Tomar la decisión de casarse con Dmitri había sido apresurada, así que viajo a su refugio infantil para reflexionar si había sido lo correcto, pero tuvo que reconocer que él ya le atraía desde que golpeara su moto con el auto.
– ¿Emily? –dijo él, regresándola de golpe a la realidad. Con ceño fruncido y ladeando la cabeza.
– Estoy bien –dijo mirando a Jhordan. No sabía por qué se sentía inquieta cuando estaba cerca de él.
– Bien, me tengo ir –dijo Jhordan acercándose a la puerta sosteniéndole la mirada a Emily.
– ¿Irás este fin de semana a cenar? –preguntó Dmitri pasando la vista de uno al otro.
– Claro, no me lo perdería –contestó con una sonrisa sin dejar de mirar a Emily quien se sintió muy incómoda.
Emily lo vio alejarse a través del umbral de la puerta. Sus manos sudaban. Su corazón latía desbocado. “¡Maldita sea!” –dijo para sus adentros-. “Ya estaba curada y ahora aparecía él y lo dañaba todo”. Se puso de pie y caminó hasta la ventana de la oficina perdiéndose en su paisaje. Ver un paisaje, sus colores, imaginar sus olores, le recordaba su refugio infantil y le profería una calma, una tranquilidad que siempre lograba relajarla. Se analizó a sí misma “¿en que estaba fallando?” –se preguntó. No lo sabía. Lo único que sí tenía claro era que Jhordan le ponía los nervios de punta y se le olvidaban los pasos que debía seguir para calmarse. Cuando él estaba cerca de ella todo el control ganado se iba al traste. Debía mantenerse alejada de él. Al menos hasta controlar su hafefobia delante de él o descubrir por qué su presencia, su energía, su voz le hacían evocar ese día que quisiera borrar de su memoria. Se volvió hacia Dmitri descubriendo que él la miraba con el ceño fruncido como buscando respuestas de preguntas que no era capaz de formular.
– Dmitri.
– ¿Sí?
– En adelante, tú manejarás las decisiones y reuniones de esta empresa –dijo cruzándose de brazos para ocultar un poco el nerviosismo que aún llevaba enterrado en su ser.
– ¿Por qué?
– Porque quiero estar más pendientes de las otras empresas. Además, esta empresa ya ha cogido suficiente vuelo como para que yo esté todo el tiempo aquí –hizo una pausa. Cuando vio que él no diría nada, continuó-. Johana te ayudará. Ella sabe lo que hace y así tú también podrás estar más pendiente de la construcción del hotel de Pierre.
– ¿Emily, qué sucede con papá? –quiso indagar un poco.
– ¿Eh?, nada, es sólo que… -se detuvo.
– ¿Es solo qué…? –la animó a seguir.
– Nada, no quiero hablar de eso ahora –dijo en un susurro.
– Ni ahora ni nunca –murmuró él. Ella lo miró a los ojos y vio dolor.
– No es que no quiera decirte –dijo caminando hasta él y colocando una mano en su mejilla-. Es sólo qué no sé lo que es. Sólo sé que… no me siento cómoda cuando él está presente.
Él asintió. No quiso preguntarle nada más, pues sabía que no obtendría respuestas. Tendría que trabajar más en eso. Tendría que hacer que confiara más en él como para contarle sus temores.
– De acuerdo –le dio un beso y la vio salir de la oficina.
El resto de los días Dmitri se la pasó supervisando la construcción de Pierre, que entre otras cosas estaba a punto de culminar. En una semana le entregaría el proyecto hecho realidad. No quería pensar que la boda de su madre estaba próxima a llegar. En vez de eso trabajaba haciendo méritos con Emily. La llevaba a cenar, a bailar, al cine, al teatro, a pasear en lancha, le compraba ramos de lirios. La besaba con toda su pasión mostrándole lo mucho que la amaba, lo importante que era para él. Lo mucho que lo afectaba; pero… cada vez que le acariciaba la piel por debajo de su camiseta, o el muslo, o la pegaba contra la pared, ella siempre se alejaba. Empezaba a creer que le era repugnante para ella. Aunque la respuesta que recibía de sus labios le decía lo contrario. No podía dejar de pensar de esa manera.
******
Emily estuvo todo el tiempo ayudando a Sue y las damas del Club de Bordado a preparar la boda de Galia. Estaban emocionadas por comprarle el vestido. Visitaron muchas tiendas hasta que ella vio el que quería. Era un sencillo de color blanco y escote recto, con tirantes. Ceñido a un cuerpo envidiable por las mujeres de su edad. Una falda volada hasta las rodillas que dejaba ver sus piernas. Lo había escogido así porque de esa manera también le serviría como vestido de viaje. No quería esperar para marcharse a Brasil con Jack.
También estuvo supervisando las otras empresas que tenía repartidas, lo cual la hacía viajar con mucha frecuencia en compañía de Jack ya que Mauricio llegaría el mismo fin de semana en el que viajaba Jack a Brasil.
Visitó a Dale, el hijo de Sue. Dentro de tres meses lo operarían. Le harían un trasplante de médula espinal para curarle la leucemia. Estaba contenta de poder estar presente el día de la operación.
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