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HOLA MIS QUERIDOS LECTORES.
ESPERO QUE LES GUSTE ESTE CAPITULO. A MI ME EMOCIONÓ
Le gustaba la velocidad, sentir la brisa en su cuerpo; cuando manejaba su moto, una Suzuki GSX1300 Hayabusa negra, se sentía libre. Esa moto era el último regalo hecho por sus padres antes del accidente de avión en el que murieron al año siguiente de su graduación y que mantenía como nueva por ese motivo.
Por la avenida central aminoró la velocidad, el semáforo cambió a rojo y cedía el paso a un auto deportivo que pedía la vía con desespero, sin embargo, el conductor, la golpeó en la llanta trasera intencionalmente haciéndole perder el equilibrio, afortunadamente, sus reflejos son buenos y pudo evitar caerse.
El deportivo se detuvo delante del semáforo esperando el cambio de luz. Emily se acercó al auto y miró al conductor. Un hombre de color moreno oscuro, tenía la cabeza rapada; sólo se le veía una sombra del cabello, llevaba unos lentes de sol y a pesar del traje gris que vestía, se podía notar que tenía un cuerpo fuerte, la tela de la camisa se tensionaba bajo los músculos del brazo que apoyaba en la ventanilla del auto.
El hombre volvió su mirada a Emily y ella notó una sombra oscura en forma de candado alrededor de su boca, con una línea en medio de la barbilla subiendo hasta el labio inferior haciéndolo ver peligrosamente sexy. Lo vio bajarse un poco los lentes permitiéndole ver sus ojos azul zafiro con destellos verdes. Era hermosamente raro ver una imagen como esa, su color oscuro contrastaba de una manera hipnótica con sus ojos.
- ¿Se te ha perdido algo? -dijo con acento ruso y una arrogancia que la enojó sacándola de su hipnosis.
Emily llevó su mano derecha al extremo del casco negro que llevaba puesto hundiendo el botón que abría el parabrisas de este. Sonrió y sus ojos rayados del color del oro fundido lo miraron malévolamente. -Lindo auto -levantó una ceja mientras sacaba una navaja de su bota y la abría delante de sus ojos-. Veamos si así aprendes a tratar mejor a las personas -el semáforo cambió de amarillo a verde y ella, antes de que él pudiera acelerar su auto, se había adelantado; y con la navaja rayó todo el extremo del auto dejándolo a él atónito por lo sucedido y sin poder seguirla, pues le había puesto toda la velocidad a la moto.
- ¡chert voz'mi! ¡Esa mujer me las va a pagar! ¡Y le saldrá caro! -dijo mientras golpeaba el volante del auto con el puño-. ¡Argg! -gruñó-. ¡Debí arroyarla con el auto! ¡Te lo mereces! ¡Todos los malditos motociclistas se lo merecen!
Dmitri odiaba a los motociclistas y con mucha fuerza. Dos años después que su madre lo llevara a vivir con su abuelo, éste le había regalado un perro San Bernardo y al que adoraba, era su amigo en los momentos de tristeza; pero un día se enfermó, lo llevaba en su bicicleta al veterinario y de pronto una moto lo atropelló mientras cruzaba la carretera lanzándolo lejos a él y a su perro quien había saltado de la canastilla de su bicicleta para protegerlo; el perro murió, él quedó inconsciente dos días y el motociclista se había dado a la huida. No quiso saber más de mascotas hasta que hace diez años su abuelo llevó a la mansión un cachorro de tigre siberiano, blanco con ojos verdes esmeralda y se enamoró de ella, ahora era su nueva mascota, viajaba con ella para todos lados y ese viaje no sería la excepción. Ella vendría con su madre en el próximo vuelo.
Se dirigió enfurecido por la avenida principal deteniéndose frente a un edificio negro de diez pisos con un gran letrero en la cima en el que se leía Cowell y Asociados. Aparcó frente del edificio, respiro hondo para calmarse; no pensaba demorarse demasiado ya que debía buscar un hotel donde hospedarse porque su papá no lo esperaba ese día. Entró guiñándole el ojo a la rubia esbelta estilo Barbie que atendía la recepción de la empresa y vio cómo se derretía, sonrió, a sus treinta años aún no perdía el encanto con las mujeres hermosas. Entró en el ascensor oprimiendo el botón del último piso, en el que se encontraba la oficina de su padre. Era extraño pensar en que vería por primera vez a su padre después de tanto tiempo; desde que se separaran siempre había hablado con él por celular o video-llamadas y ahora lo vería en persona.
Eran las tres de la tarde y el hombre no saldría hasta las cinco. Abrió la puerta que decía Jhordan Cowell, presidente, con letras doradas, vio a un hombre de cuarenta y siete años de pie junto a la ventana observando la gran ciudad que se extendía a sus pies, de piel blanca, con el cabello negro lleno de canas, parecía un poco más viejo de lo que se veía en las video-llamadas. Tenía el cuerpo musculoso bien conservado para su edad. Estaba un poco emocionado y quería abrazarlo. -Hola, ¿cómo estás? -el hombre se volvió. Tenía los ojos azul cielo con destellos verdes igual que él, sólo que los suyos eran de un azul más intensos, más parecidos a los de su madre. Llevaba una expresión de gran preocupación que contradecía a su figura imponente-. Por tu cara parece que el problema es más grave de lo que pienso.
Jhordan se giró a ver al hombre en el umbral de su puerta, recordó la decepción que sintió cuando Galia le mostró a su hijo y este era de color oscuro, muy diferente a ellos dos, él blanco mantequilla y ella de piel dorada; esa decepción lo llevó a tener una relación con otra mujer que no duró demasiado; decidió vengarse de Galia por haber intentado burlarse de él. ¿A caso creyó que no se daría cuenta que había estado con otro?; pero cuando quiso regresar a la casa de Galia, ella ya se había marchado con su supuesto hijo. Sí. Aún dudaba de él; pero qué mejor venganza preparada que seguir en contacto con el niño y hacer crecer un sentimiento que el mismo Jhordan no sentía, además algún día su supuesto hijo heredaría el imperio Vladislavich y él estaría ahí para gozar de esa riqueza, sólo debía tener mucha paciencia. Se acercó a él y lo abrazó con fuerza. Ahora lo veía como su salvador, él lo ayudaría. Con el dinero de las empresas del viejo Nicolai lograría salvar a su empresa de la quiebra, los clientes inversionistas estaban pidiendo el pago del aval y no sabía de donde sacaría el dinero, podría tomar del su propio dinero; pero no quería enojar ni preocupar a Mónica.
Dmitri se sintió extraño en los brazos de ese hombre a pesar de lo emocionado que estaba y con mucho tacto se separó de él.
Jhordan se volvió al escritorio, agarró la carpeta que contenía el último balance de la empresa y se la tendió. -Como verás la empresa necesita una inyección fuerte de capital. -él la agarró analizando los datos y asintió sin dejar de analizar el balance que reflejaba la gran pérdida de los últimos once meses, después del vendaval que arrasó con las embarcaciones de los productos que importaban desde distintos lugares del mundo, Italia, Alemania, Francia, Estados Unidos y otros más, no quedó más que una pobre y pequeña embarcación que no daría abasto con todos los envíos que aún tenían pendiente.
- ¿De cuánto capital estamos hablando? -Jhordan le tendió otra carpeta con el presupuesto para la recuperación total de la empresa-. La situación es más grave de lo que pensé -dijo abriendo los ojos como plato-. ¡Está prácticamente en quiebra!
- Pero tú puedes inyectar el capital que necesita para sacarla de ahí, ¿no?
- ¿Estás de broma? Sólo puedo tocar el dinero que provee mi empresa y ese ya lo usé para el proyecto de Pierre que llegó a San Petersburgo.
- ¿Y el dinero de las empresas de Nicolai?
- Ese no lo podré tocar hasta que no esté casado y le haya dado un heredero -hizo una pausa sopesando las opciones- ¿Hablaste ya con los accionistas minoritarios? Tengo entendido que los tienes como soporte, sin embargo, la responsabilidad es de todos incluyéndolos. -Jhordan asintió-. ¿Y qué proponen ellos?
- Sólo quedan dos accionistas. Alexis tuvo que devolverse a Colombia y le vendió sus acciones a Sue Patterson y la opinión de ella me es inclusive -Dmitri frunció el ceño. No lo comprendía.
- ¿Quién más está aún contigo?
- Mariano Paredes.
- Bien. Ahora es muy tarde para citarlos y ya pisa fin de semana. El lunes les llamaremos y los citaremos para una junta, necesito saber lo que piensan.
*******
- Hola amor.
- ¡Jhordan! ¿Cómo te fue con tu hijo?
- No tiene el dinero que necesitamos para salvar la empresa.
- ¿Qué vas hacer ahora?
- Estaba pensando en tomar un poco del dinero de nuestra cuenta para solventar algo de la deuda mientras ideo una propuesta para los bancos.
Mónica lo miró con recelo. -Está bien. El lunes después de la junta nos encontraremos en el banco para retirar el dinero y abonar a las deudas dejadas por el tornado.
- Gracias amor, no sabes el peso que me quitas de encima -le dijo dándole un beso.
********
La mujer sacó una navaja de su bota abriéndola delante de sus ojos. - Veamos si así aprendes a tratar mejor a las personas -dijo arrancando su moto y rayando el carro desde la puerta hasta la nariz, se detuvo un segundo delante del deportivo para voltear atrás y guiñar un ojo. Arrancó nuevamente la moto haciendo patinar la llanta de atrás y dejando solo el humo del mofle.
Dmitri lanzó una maldición golpeando el volante con el puño, pisó a fondo el acelerador para darle caza a la maldita mujer, pero por más que corrió todo lo que el auto le dio no pudo alcanzarla...
Despertó lanzando con fuerza la sábana a un lado, entró al cuarto de baño molesto por dejar ir una vez más a la maldita mujer, vociferando y maldiciendo por tenerla ahora en sus sueños, ¿cómo era posible que no haya podido atrapar a esa mujer? Abrió la ducha buscando calmar con el agua fría el enojo que sentía. - ¡chert voz'mi!-dio un golpe a la pared del baño. Debía darse prisa para llegar a tiempo a la junta con su padre. Después de eso compraría un piso para vacacionar cada vez que llegara a Londres con Sofía que en esta ocasión la traería su madre en el próximo vuelo...
Dmitri al entró en la oficina de Jhordan y lo vio acompañado de un hombre de más o menos cuarenta años, cabello castaño, un poco bajo y regordete. -Buen día caballeros. ¿Y la señora Patterson no se presentará?
Jhordan hizo una mueca de desprecio. -No necesitamos la opinión de ella. No sabe nada de la empresa, sólo heredó las acciones de su difunto esposo.
- De igual manera ella es accionista de la empresa y por lo que me dijiste ayer tiene un gran porcentaje de esas acciones.
- Además, Sue Patterson vendió sus acciones a una tal Emily Jhonsson -dijo Mariano.
- ¿Emily? ¿Y cómo sabes eso? -preguntó Dmitri.
- La oí hablar por teléfono cerrando la venta.
- ¿Saben quién es esa mujer? -preguntó Dmitri con interés.
- Es la dueña de SEI Jhonsson Internacional, una empresa de soluciones empresariales integrales.
- ¿No crees que ella pueda ser la solución?
- Ni de broma. Ella no hace préstamos ni acepta propuestas. Ella compra empresas en quiebra para sacarlas a flote.
- ¿Por qué mejor no vendes? -preguntó Mariano.
- No te equivoques, yo no quiero vender, quiero recuperar la empresa que con esfuerzo construí. Mejor analiza esta propuesta -le extendió una carpeta a Dmitri-, quizá a ella le interese, era para ti, pero ya dejaste claro que no tienes mucha solvencia económica -dijo con reproche.
Dmitri sintió una punzada de dolor, tanto tiempo sin verlo ¿y era así como lo trataba? - No serviría -dijo observando la propuesta-, esa empresa no podría hacer nada por ti.
- ¿Por qué dices eso? ¿Acaso no se ve muy lucrativo?
- No. De hecho se ve demasiado lucrativo que se podía pensar que esconde algo debajo y ningún empresario o banco en su sano juicio aceptaría sin antes hacer una minuciosa inspección que llevaría meses y tú lo que necesitas es una solución pronta. Y como tú mismo dijiste, esa empresa compra empresas en quiebra y las saca a flote. Y por lo que acabas de enfatizar, tú no quieres vender
- ¿Cómo es que no conoces nada de ella si tiene varias empresas en Rusia?
- Claro que sé de ella; pero nunca se le ha visto en público, se esconde detrás de su mano derecha. Esa tal Emily es un fantasma, parece ser un seudónimo del verdadero dueño. Siempre sale en las revistas sin rostro. Todo contacto se realiza a través de Sue Patterson, su mano derecha, por eso quería que ella estuviera presente en la junta.
Jhordan miró a su hijo y agarró el teléfono hundiendo el botón que lo comunicaba con su secretaria. - ¿Johana? Comuníqueme con la señorita Sue Patterson.
- Sí señor -respondió su secretaria.
El teléfono sonó a los veinte minutos. -Dime Johana -contestó Jhordan.
- La señorita Sue se encuentra fuera de la ciudad señor.
- ¡Maldita sea!
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