25
Durante los siguientes dos meses que transcurrieron las cosas marchaban bien. Excelentes, a decir verdad. La Empresa de Exportaciones e Importaciones Cowell y Asociados tomó un auge que empezaba a dar muy buenos resultados en las cuentas y los libros de contabilidad recuperando así la mayor parte de la pérdida que había tenido el año pasado. Los contratos realizados y cumplidos a cabalidad dejaban una muy buena impresión para los nuevos clientes que solicitaban sus servicios. Johana, la nueva Gerente, llevaba con eficacia la empresa y su relación con el greco Luka Stephanidis les había abierto las puertas a otras partes del mundo con las que nunca habían negociado antes y por las cuales habían despegado internacionalmente.
Sue seguía trabajando hombro con hombro al lado de Emily y entre las dos estaban al tanto de los avances que tenía Dale, el hijo de Sue.
Jack intentaba reconquistar a Emily; pero cada día que pasaba se preguntaba si era lo que realmente quería. Hablaba casi a diario con su bella dama pidiéndole consejo que ella con gusto le daba. Le gustaba hablar con su bella dama. Compartir momentos. Experiencias. Sentía que empezaba a interesarse por esa mujer. Aunque mayor que él, aún era muy atractiva, además de dulce y con un corazón que se le antojó ganar.
En un principio había aceptado la propuesta de trabajar con Emily simplemente para poder estar a su lado.
Odió lo que le sucedió el día del ataque en el callejón y se maldijo así mismo por no haber estado con ella en ese momento y gracias a eso sufrió una fuerte hafefobia que afortunadamente ya controlaba. Se sintió culpable. Una basura. Cuando le dieron esa información se llenó de tanta rabia que hasta la misma Emily tuvo que abrazarlo para que se centrara en lo realmente importante. Sin embargo, y pese a todo, notó que lo que sentía por Emily había cambiado de una manera que ni él mismo imaginó que pasaría. Comenzó a verla como ella siempre le dijo desde que se reencontraron. Como amigos. Ahora sus pensamientos los ocupaba otra persona... su bella dama. Y por ella haría lo que fuera para no cometer los errores del pasado y hacerla feliz. Todo lo feliz que no pudo hacer a Emily. Se lo debía a ella y a su bella dama. Por su comprensión. Su paciencia. Por compañía que le brindó en los días en que se sintió abatido. Labraría con Emily una fuerte amistad en adelante y lucharía por convencer a su bella dama de lo que empezaba a sentir por ella.
El acercamiento de Dmitri y Emily iba tomando fuerza. Por lo menos ella ya no le huía ni temblaba tanto cuando él se le acercaba. Sin embargo, aún no entendía por qué lo rechazaba cuando quería pasar a otro nivel con ella.
Había estado aprendiendo a conocerla. Y le estaba mostrando cómo era él realmente.
No se dio cuenta que le gustaban las cosas sencillas hasta esa noche en que le regaló los chocolates y las rosas. Recordó que ella no mostró rastros de estar contenta con el obsequio y al día siguiente vio los chocolates encima de la mesa de Johana y esta le ofreció uno.
- ¿De dónde los sacaste? -le había preguntado.
- Me los regaló Emily. Ella es alérgica al cacao -le había contestado ella encogiéndose de hombros. Ahí se dio cuenta que se los recibió por educación y que él había hecho una mala elección. Luego ese mismo día llegó Mauricio y en plena reunión que tenían ellos, por los avances de la empresa, le hizo entrega de un peluchito colgado a un globo de helio y para avergonzarla le leyó la nota en voz alta: 'gracias por lo de ayer' decía la maldita nota y le había hecho hervir la sangre de una manera que no creía posible. Él estaba que se reventaba del enojo mientras ella estaba radiante de alegría, pero se contuvo. Si quería que las cosas siguieran así tenía que empezar a confiar en ella.
Jack le había dado una guerra que muchas veces llegó a creer que no ganaría.
Recordó el día en que salían de la oficina después de una reunión con unos clientes de Manhattan. Jack la esperó con un cartel hecho por él mismo. Se notaba en los trazos torpes que tenía donde se podía leer: 'siento haberme portado como un idiota'. Luego cayó una lluvia torrencial que empapó el trozo de catón alegrándolo por un instante que no duró lo suficientemente. De pronto ella tomó un paraguas de la canasta dispuesta para los clientes en la entrada de la empresa y se acercó. Lo cubrió, le acarició el brazo y le sonrió cálidamente... y hasta ahí llegó su alegría.
Ese día lo enojó el hecho que ella aceptara tal sencillez y que por educación aceptara su serenata, el paseo en lancha, la pulsera de diamantes y la gargantilla de oro que combinaba con sus ojos. Se supone que es ostentosa, ¿o no?...
De repente lo sorprendió ver cómo ella se soltaba el moño en el que estaba recogido su cabello, le entregó la sombrilla a Jack y salió de su resguarde. Levantó la cara al cielo y sonreía mientras dejaba que la lluvia mojara su bello rostro siempre libre de maquillaje. Ver cómo se quitaba se quitaba las botas y saltaba en el charco de agua que se había formado bajo sus pies lo había dejado mudo. Notó a Jack observarla con una sonrisa en los labios y repentinamente la agarró de la mano y corrió con ella. Ella lo siguió riendo a carcajadas. Fue en ese momento en que se dio cuenta que su esposa era muy sencilla y sintió una opresión al ver que él no era el causante de esa alegría. Y realmente deseaba serlo. Sintió impotencia. Sólo pudo dejar que se marchara con... Jack.
De pronto un día cualquiera Jack empezó a alejarse de ella dejándole espacio para poder actuar. Él se le fue metiendo poco a poco en el pensamiento a Emily. Lo sabía por la forma en la que a veces la sorprendía mirándolo y él la compensaba con sonrisas haciéndola sonrojar. La fue convenciendo con besos fugaces, tiernos y apasionados que le robaba y que ella se dejaba robar. Con atenciones. Caricias furtivas. Descubrió que su flor favorita era el lirio. Amaba la naturaleza, la sencillez de la vida, y todo eso él lo aprendió a golpes. Mientras le enseñó todo lo que era él. Sus pasiones. Sus sueños. Y esas eran cosas que no compartía con nadie. Y a pesar de todo, muchas veces lo consternó las ocasiones en que besándola perdía el control y metía una mano por debajo de su blusa tocando su piel suave o cuando le colocaba una mano en una pierna y la subía a la altura de su cintura o cuando le tocaba un pecho o cuando le colocaba las manos en las nalgas, ella siempre se apartaba y corría diciéndole que no. Dejándolo ahí con el deseo latente por ella. Queriendo echar las cláusulas del contrato al traste. Ya no le importaba la empresa lo único que deseaba era ganársela a ella. Su confianza. Su amistad, pero ante todo su corazón. Quería que fuera suya y de nadie más. Eso lo llevaba a preguntarse: ¿cuán importantes serían las cláusulas del contrato para ella?, ¿aún sentiría algo por Jack que le impedía estar plenamente con él? No creía que quisiera quedarse con la empresa, de lo contrario habría accedido a su seducción. Entonces, ¿por qué lo rechazaba si él percibía que la quemaba el mismo deseo que él sentía por ella? ¿Qué le impedía seguir adelante en la relación que mantenían? Eran muchas las preguntas que le llenaban el pensamiento y de las cuales a ninguna le tenía respuesta...
Aunque su vida sentimental parecía no tener control, en su vida laboral todo marchaba a pedir de boca. Las reuniones siguientes a la cena que tuvo con Pierre daban señales de sacar el proyecto de los hoteles antes de lo previsto y si todo le daba resultado podría pagar el préstamo de Jhonsson Enterprise, tirar al traste el maldito contrato que le recordaba constantemente que no podía tocar a Emily y aun así la deseaba de tal manera que muchas veces quería romperlo en su cara y decirle que dejara eso así y decirle que se estaba enamorando de ella, pero se le venía a la mente la imagen de su papá y recordaba que eso lo hacía por él. Por su empresa. Contrariamente a todo eso, él se estaba enamorando de su esposa y debía encontrar una manera de hacerla suya sin perder la empresa de su padre...
Ya había empezado la construcción de los hoteles de Pierre e iban avanzando sin contratiempo alguno lo cual significaban grandes ingresos a su empresa de construcción en Rusia. Afortunadamente sólo debía viajar a supervisar algunas cosas en la construcción ya que de las demás cosas administrativas se encargaba James y le reportaba todos los días los avances y dificultades del proyecto.
Emily se sentía extraña con Dmitri. Segura. Protegida. Como si con él se volviera más fuerte. No entendía cuándo empezó a sentirse así, sólo sabía que lo había dejado entrar en sus pensamientos y en su corazón y tenía miedo, ¿miedo?, no, tenía terror de lo que sentía por él. Era muy fuerte, incluso más fuerte que lo que pudo haber sentido por Jack la primera vez que lo vio compitiendo junto al equipo de esgrima. Dmitri se había ganado su corazón y le asustaba las veces en que quiso ir más allá de un beso. Siempre que sucedía la imagen del maldito que la atacó en el callejón venía a su mente y hacía que se alejara de él con el corazón a millón, agitada y temblando. Entonces corría para no tener que contestar al interrogatorio que sabía la sometería buscando la respuesta a su comportamiento...
Durante esos dos meses le dio las vacaciones a Mauricio y estuvo trabajando con Jack. Mauricio había puesto al tanto de las funciones que debía cumplir, entre esas la de mantener a las personas lo más sutilmente alejadas de ella debido a su hafefobia. Él había cumplido a cabalidad con las funciones a su cargo y puso a su disposición a sus empleados para colaborarle con la demás empresas. Su tiempo laboral con ella estaba culminando y lo enviaría a Brasil. Él le había dicho que se estaba enamorando de una mujer que conoció en un crucero y con la cual aún tenía contacto. Quería conquistarla antes que tuviera que irse a Brasil. Quería que se casara con él y llevársela a Brasil, así que ella decidió que le alargaría la estancia en Londres. Tendría que hacer varios viajes a Brasil y realizar los procedimientos bases para el reconocimiento del equipo y el lugar de trabajo en el que se movería y que mientras hacía eso podría seguir con ella y aprovechar el tiempo para conquistar a su bella dama. Ella le ayudaría, más concluyendo de quien se trataba.
Emily ató cabos cuando en una ocasión ella y la bella dama de Jack hablaron. Se abrieron la una a la otra. Sus pensamientos, sus sentimientos. Sus sueños. No creyó que algún día pudiera hacerlo pero lo hizo con ella... y no pudo creer cuando descubrió que esa bella dama de la que tanto le hablaba Jack fuera Galia, la madre de Dmitri. Estaba contenta por ellos.
Recordó la cara de Galia cuando le dijo que era a ella a la que su galán de ojos verdes quería reconquistar. Le contó lo sucedido y le aseguró que ella no estaba interesada en él. Sólo quería que él olvidara el pasado y la viera como a una amiga lo cual, gracias a su presencia en la vida de él. Había aceptado aunque aún sentía unas pocas dudas. Ella sabía que no dudaba de lo que sentía por ella, por Galia.
- Te quiere Galia -le había dicho-. Y sé que no se atreverá a cometer el mismo error que cometió conmigo. Jamás te mentirá y tú tampoco lo hagas.
- Lo sé -le había contestado ella-. He aprendido a confiar en él como nunca pensé que volvería a confiar en más nadie.
- Sí, y si tiene que enfrentarse a Dmitri lo hará.
- ¡Ja! -se rió con ganas y ella se contagió de su risa. Era imposible no hacerlo. Ella era una persona muy alegre y de un gran corazón, pero de un fuerte carácter-. Por él no debe preocuparse. Es mi vida y mi felicidad y sobre eso sólo yo tengo la última palabra.
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