22


Dmitri entró al estudio y escuchó a Emily hablar por teléfono. Ella se giró encontrando la mirada de él.
– Entonces nos encontramos en el mismo café de siempre –le oyó decir-. Bien voy saliendo, ve pidiendo algo para mí –colgó, agarró su móvil del escritorio y lo guardó en una cangurera que llevaba atada a la cadera sobre los vaqueros negros ajustados-. Hola –dijo por fin después de colgar.
– ¿Revisaste los correos con los reportes de Johana?
– Sí, coloqué mis observaciones, sólo falta que coloques las tuyas.
– Gracias –se miraron por un largo rato.
– Bien, voy saliendo. Tengo una cita importante que atender hoy.
– Está bien. Que tengas un buen día.
Se hizo a un lado para que ella pasara, pero cuando ella pasó por su lado, él la agarró del brazo haciéndola girar hasta estrellarla contra su cuerpo y atrapando su cintura con un brazo y la besó. No pudo resistir más la tentación de probar nuevamente sus labios dulces, suaves que lo volvían loco. Ella se dejó llevar por el beso sin comprender por qué lo hacía. Sólo sabía que en sus brazos se sentía diferente. Cuando la soltó, los dos respiraban agitados. Ella estaba sonrojada y tenía los labios hinchados por el beso. Él miró por encima de ella y luego la miró a ella y le sonrió.
– Que tengas un buen día –le volvió a decir, esta vez con un susurro muy cerca de su oído.
– Gracias –dijo aún sonrojada.
La había besado sin tener que fingir. Eso era algo para pensar.
Se dio la vuelta y vio a Galia que los observaba con ternura y su sonrojo se convirtió en decepción. Lo había hecho porque su madre estaba ahí, viéndolos y tenía que aparentar mientras ella estuviera en casa. Agarró su casco del perchero que estaba a un lado de la puerta del estudio y lo miró por encima del hombro con una mirada fría. Gracias a Dios sabía ocultar bien sus sentimientos, lo había aprendido durante todos estos años de tratamiento conductual contra la hafefobia.
– Galia –dijo con una inclinación de cabeza a manera de despedida.
– Por favor, llámame Mamá o Madre –ella abrió los ojos sorprendida.
– No te prometo nada; pero lo intentaré. Hasta luego.
– ¿Hey, acaso tu Madre no se merece un beso de despedida? –dijo haciéndola detener en seco.
Emily se giró lentamente hasta quedar de frente a ella. Galia la veía con una sonrisa en el rostro. Mientras su mirada pasaba de Galia a Dmitri, recordaba las palabras de Sue: “esto te servirá como la prueba final del último nivel del tratamiento conductual”. “Sí, Sue tenía razón, si no empezaba por un simple abrazo a un desconocido, entonces, cuándo sabría que estaba lista para enfrentar al mundo” –se dijo. Con las soluciones de los problemas que se le presentaban con las empresas no importaba porque tenía personal capacitado para esas labores y con las fundaciones que requerían su presencia, siempre viajaba con Mau y él mantenía a raya, de una manera disimulada, a cualquiera que quisiera acercarse a ella. La miró. “Tranquila, ya lo hiciste una vez y no dolió” –intentó calmarse- “¿Entonces, por qué estás ahí y no te mueves?” –se regañó a sí misma. Dio un paso al frente y luego otro lentamente. Vio cómo Dmitri fruncía el ceño sin dejar de mirarla. Terminó de acortar la distancia y la abrazó. Listo lo había hecho, lo había logrado otra vez. ¡Eso sí era un gran avance! “Felicidades Emily, ¿ves que no era tan difícil?” –se elogió a sí misma y sonrió para sus adentros.
– Bienvenida a la familia Vladislavich –le dijo Galia cuando la soltó.
– Gracias –dijo con voz casi ahogada y salió lo más rápido que pudo salir de ahí.

Dmitri pensó que no lo haría. Ese repudio por la gente sin título alguno en ocasiones no se le notaba; pero en otras ocasiones, como esta, se le veía muy palpable. ¿Y él se estaba enamorando de una mujer así? Debía estar loco para que le interesara una mujer como esa. Entró al estudio y remarcó el número al que ella había llamado antes de salir. Sentía una mórbida curiosidad por saber con quién y de qué se trataba la cita que tenía ese día.
– ¿Hola? –escuchó la voz de Sue al otro lado de la línea.
– ¿Sue?, soy Dmitri. Emily salió muy deprisa y dejó olvidado unos papeles en el escritorio no sé cuán importantes pueden ser así que si quieres me puedes decir dónde será la reunión y se los hago llegar.
Es extraño, ella nunca deja olvidado nada; pero supongo que serán los nervios los que la tienen así –Sue le dio la dirección y él la anotó en un papel y salió casi e inmediato.

*******

Escuchar la voz de su bella dama y las palabras que le había dicho lo dejaron más tranquilo, hablar con ella siempre lo tranquilizaba. Le había aconsejado que le dijera lo que sentía no importando si lo había dejado de querer. Lo importante era que ella supiera que él sí la amó que no la quiso herir y eso es lo que haría; pero si veía que aún quedaba algo por qué luchar, lucharía hasta recuperarla. Bien, ahora tenía que revisar los detalles para la reunión que tenía hoy. Llegó en su Aston Martin al lugar acordado. Suerte que quedaba algo cerca de su empresa. Recordó lo sencilla que era en sus gustos y le compró una chupeta con forma de corazón, de hecho fue el mismo regalo con el que se le acercó para conocerla esa tarde de otoño mientras estaba sentada bajo el gran cedro del parque cerca de la escuela donde esperaba todos los días a su chofer que llegara a recogerla. Oos niños la molestaban sólo por ser hija de un lord e intentaba mantenerse alejada de todos.
La vio sentada en una mesa que tenía una vista hacia el río Támesis. Estaba acompañada de una mujer con facciones latinas, cabello negro, no debía medir más de ciento sesenta y cinco. Entró y se acercó a la mesa.
– Hola Emily.
La vio apartar la vista del río para posarla en él como en cámara lenta. Su cabello rojo intenso recogido en una coleta baja, sobre la nuca, hizo un giro brusco pocisionándose encima de su pecho.
– Jack… -la oyó pronunciar su nombre con un asombro y algo combinado entre rabia y dolor.

Wand- Batt Coffe” –leyó Dmitri mientras le paga al señor del taxi en el que decidió ir. Pensó que si Emily veía su coche empezaría hacer preguntas que no estaba seguro de querer responder. Entró al café y se sentó en una mesa apartada lo suficiente como para que no notaran su presencia en ese lugar. Vio al hombre blanco, de cabello negro, de más o menos su edad y estatura, estaba enfrente de Emily y ella al verlo se había puesto pálida. ¿Quién sería ese que lograba que se le fueran los colores del rostro? ¿Algún amante, quizá? La vio levantarse y dirigirse a la puerta. Él se cubrió el rostro con la pequeña carta del menú que ofrecían en ese lugar.
– Emily, por favor, deja que te explique –escuchó la voz del hombre muy inglés. Dmitri quería salir a su rescate y alejarla de ese tipo, llevársela lejos donde nadie la tocara pero quería saber qué papel figuraba ese tipo en su vida.
– Jack, lo que tenías que decirme quedó claro aquella noche –Dmitri no daba crédito a lo que oía.
– No. Emily, no lo entiendes –los vio salir del café, ella enojada se acercaba a su moto dispuesta a marcharse-. Sí te amé –escuchó el grito desesperado del tipo y notó que se detenía y empezaba a girarse hacía él. Lo vio caminar lentamente hacia ella, ella no se movía. De pronto el tipo cayó arrodillado y a ella le brotaron lágrimas, luego le dijo algo mientras lo acariciaba en la mejilla, el tipo se levantó y la abrazó apretándola contra él por la cintura. Ella le rodeó el cuello aferrándose a él, metiendo su cara en su cuello. Dmitri no pudo aguantar más, golpeó con tanta fuerza la mesa que Sue se sobresaltó y observó cómo salía del café.

Jack veía cómo se le escapaba Emily de las manos y no podía dejarla ir una vez más, así que cuando le gritó que la amó y ella se detuvo, le dio una pequeña esperanza de recuperarla. Avanzó lentamente hacia ella.
– ¿Qué dijiste? –le preguntó queriendo saber si había escuchado mal.
– Te amé, aún siento algo por ti. Cuando te marchaste corriendo –comenzó a explicar aprovechando el momento de silencio que se sumó a la expresión asombrada de ella-. Quise detenerte; pero Natalie me arrastró hacía dentro mientras se regodeaba de haberte dejado una sorpresa en el callejón que debías cruzar a tu casa, entonces lo entendí y rogué a Dios para que ese malnacido no te hubiera hecho daño. Cuando al fin me pude liberar de esa manada de canallas corrí hasta el callejón suplicando a Dios que te encontrara con bien, sana y al llegar vi que no estabas, solté un profundo suspiro pensando que habías decidido llamar a Hernie y que estabas en tu casa sana y salva, hasta que me enteré que fuiste atacada por un maldito en el callejón y me odié a mí mismo por no haber estado para ti en ese momento –vio que a Emily le rodaban algunas lágrimas por las mejillas-. Me odié por no haberte detenido en el mismo momento en el que te marchaste. Debí detenerte, no dejarte ir, decirte que me había enamorado de ti pero tenía miedo. No sabía cómo afrontar ese sentimiento que crecía con rapidez cada día. Perdóname Em. Perdóname.
Lágrimas rodaron por el rostro de él. Emily alargó un mano y lo acarició.
– Te perdono, te perdoné hace tiempo.
Él se levantó y la abrazó fuertemente contra su cuerpo tomándola por la cintura y apretándola contra él. Ella se colgó de su cuello enterrando la cara en el hueco de este y dejando aflorar el llanto contenido durante todo ese tiempo.

********

Esa era la cita tan importante que tenía que cumplir. Un reencuentro de amantes. Un estúpido que le había hecho daño y ella lo perdonó.
Por eso la cláusula. Por eso no quería que la tocara más nadie sino sólo su amante y eso no era justo. ¿Cómo podría decidir ella por alguno de los dos sí ni siquiera ha sentido su toque?
Pero no crea que le será fácil tenerla.  Si la quería tendría que pelear con él por ella porque sí, se enamoró de su esposa y sería de él y nadie más. La conquistaría. Poco a poco se le iría metiendo en su corazón y cuando ella se diera cuenta… ya no tendría lugar para más nadie porque ese corazón sería de él. Sólo de él. Le daría guerra porque no pensaba dejarse quitar a su esposa así de fácil.

Aquí dos capítulos más.
Espero que les haya gustado.
La próxima semana espero poder subir otro nuevo capítulo.

Y sorpresa, sorpresa. El lunes 28 haré una maratón de seis capítulos.

Bien mis hermosos lectores
QAP

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