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Dmitri la observó marcharse, no entendía cómo esa mujer que no podía dejar que la tocara pudiera desconcertarlo con su actitud. Algunas veces lo abrazaba y aceptaba su abrazo, pero inmediatamente reaccionaba y se alejaba y se encerraba en su burbuja. Ahora abrazaba a su abuelo sin más ni más, pero lo que más rabia le daba era que ella se marchara después de esa llamada como si un amante la esperara. De repente cayó en cuenta que estaba molesto porque ella no le hubiera explicado quién la había llamado y qué quería. "Oh, maldición, ¿estaría celoso?" -se preguntó- "No, no podía ser posible" -se calmó a sí mismo. Suspiró. "No estaba celoso, porque el estarlo implicaría que también estaba enamorado" -razonó- "Y no estaba enamorado, ni siquiera era su tipo. Podía admitir que le atraía de una manera diferente a las demás; pero ¿enamorado? Definitivamente no... ¿o sí?" -sacudió la cabeza obligándose a centrarse en lo que debía, su contrato con Pierre, que entre otras cosas resultó ser el padrino de Emily. Suspiró otra vez. Ni hablar hoy firmaría para empezar dentro de cinco días cuando hubieran exportado todo el material que utilizaría en la construcción del proyecto hotelero de Pierre. Bajó las escaleras y se dirigió a donde se encontraba su abuelo
- ¿Qué problema debía resolver con urgencia Em? -preguntó su abuelo en cuanto estuvo a su lado.
"Así que eso le había dicho" -pensó- "Si supiera que sospecha de que le es infiel" "¿Infiel? ¿De dónde había sacado esa locura? Si ni siquiera su matrimonio no era real".
- Creo que tuvo problemas con una de sus empresas -respondió después de un rato en silencio.
- Se veía muy preocupada. Ojalá y pueda solucionarlo pronto.
- Sí. Ojalá -aunque realmente él no creyera eso. Seguro le preocupaba que su amante la chantajeara por haberse casado tan apresuradamente. "Ya, está bien" -se reprendió. Debía obligarse a enfriar sus pensamientos sino acabaría enloqueciendo.
- Debo irme ya abuelo.
- Oh sí, ve pronto y éxito en ese nuevo contrato.
- Gracias.
- Supongo que después de eso te irás lo más pronto posible a Londres para apoyar a tu esposa.
- Sí, seguro.
- Bien, entonces, que tengas un buen viaje y llévate el Vladiscóptero, así te gustaba llamarlo cuando eras niño, ¿recuerdas?
- Sí, lo recuerdo. Y gracias -rió evocando el recuerdo-. Hasta pronto abuelo.
- Nos veremos en Londres cuando mejore.
- Te estaré esperando -le dio un caluroso abrazo y se marchó.

*********

Llegó tarde el domingo, eran casi las ocho de la noche cuando atravesó la puerta de su casa. Su casa, era raro sentir esa palabra tan familiar cuando la compartes con alguien que te afecta de la manera en que él la afectaba a ella. Había leído cuando adolescente y aun creía en el amor, en las novelas románticas que tanto le gustaban, antes de que Jack entrara a su vida y destruyera su corazón. Ya lo había perdonado; pero aun sentía miedo de enamorarse y que no le correspondieran. Y el trauma que le dejó el malnacido ese que la atacó no le colaboró lo suficiente. Ahora estaba aterrorizada por lo que empezaba a sentir por Dmitri. Creyó que el problema que se le presentó con la Fundación Ángeles Dulces iba a mantenerla lo suficientemente ocupada como para que se le olvidara un tiempo el confort que sintió en los brazos de Dmitri cuando el ama de llaves la sorprendió con la taza de té; pero la verdad era que conseguir la insulina para los niños no supuso mayor esfuerzo en cuanto oyeron quien solicitaba la medicina y por cual motivo. Tampoco se tardó nada en hacer los papeles, firmar, sellar y poner su huella para hacer efectiva la compra de la dotación mensual que cada vez era mayor porque cada vez llegaban más niños con diabetes crónica a la fundación y sin embargo, ella los ayudaba con todo el amor que una vez le ofrecieron sus padres.
Entró al estudio a dejar unos papeles en la parte que le correspondía. Habían mandado a colocar dos escritorios con dos laptop cada uno, la personal y la empresarial. Un escritorio para cada uno. De esa manera cada quien tendría privacidad en sus negocios. Cuando se giró para disponerse a salir ahí estaba él, acompañado de una mujer de más o menos cuarenta y cinco años, ojos azules, rubia y de piel dorada, a la que veía con ¿dulzura? En sus ojos pero... ¿por qué?
- Hola, ¿cómo te fue?
- Bien, gracias, todo solucionado -dijo ella mirando a la mujer. Dmitri vio la dirección de su mirada.
- Oh, lo lamento. Emily ella es mi madre, Galia.
- Ah, mucho gusto.
- No, khermoza, el gusto es mío. Tenía tantos deseos de conocer a la mujer que le robó el corazón a mi hijo que no me importaba como eras físicamente; pero me doy cuenta que eres realmente hermosa.
- Gracias -dijo sonrojándose.
- Ah -gritó Galia de emoción- todavía se sonroja -ella abrió los ojos sonrojándose aún más.
- Lamento no poder acompañarlos esta noche -dijo tratando de zafarse de esa penosa situación-; pero estoy muy cansada, necesito dormir un poco.
- Tranquila ve y descansa, mañana hablaremos con más calma -ella se dirigía a la puerta y Dmitri la detuvo.
- Te acompaño -dijo tomándola por la cintura haciéndola dar un salto-. Tranquila, mi madre no sospecha nada.
- Gracias -dijo y se dejó guiar por él hasta su habitación.
La llevó hasta su habitación. La vio tan cansada que temía que se cayera de las escaleras. Se notaba muy agotada, somnolienta y no quería que tuviera un accidente que después lamentaría.
- Dormiré en el piso de tu habitación esta noche, mañana ella se ira a mi apartamento en la ciudad.
- ¿Qué?
- Tranquila, sé cuáles son los términos del contrato y no te tocaré un pelo. Puedes confiar en mí.
- Sólo esta noche -dijo con toda la frialdad que pudo-. Si se te ocurre ponerme un dedo encima... no amanecerás para contarlo. ¿Entendiste?
- Sí, mi lady -ella gruñó y cerró la puerta dejándolo a él afuera. Él suspiró.

Al día siguiente ella se levantó se duchó y se vistió dentro del cuarto de baño por temor a que él despertara y la viera desnuda. Bajó las escaleras y entró a la cocina, ahí encontró a Clara, Fernanda y a Galia sentadas en la mesa tomado un café y hablando como si se conocieran de toda la vida. Deseó poder tener esa habilidad de compaginar con alguien; pero... no quería pensar en eso ahora.
- Buen día, ¿cómo amanecen? -saludó al grupo de señoras.
- Buen día -contestaron al unísono.
- ¿Quieres un poco de café? -preguntó Galia.
- Gracias pero prefiero té frío.
- En la nevera ya tienes listo tu té mi niña -dijo su nana-. La señorita Sue llamó. Dijo que le dejó un correo. Estuvo tratando de comunicarse con usted; pero la línea estaba fuera de servicio.
- Estuve en Moscú arreglando un problema con la fundación nana -dijo y notó las miradas de las mujeres posarse en ella-. Voy a revisar esos correos y llamaré a Sue. Estaré en el estudio -terminó su té y salió de la cocina.

- Ella ha tenido una vida dura, ¿no? -preguntó Galia.
- Así es mi señora.
- Ay, no, llámame Galia.
- Está bien.
- ¿Qué fue lo que le pasó?
- Realmente no lo sé. Yo llegué a su vida cuando sus padres ya habían muerto, su padrino me contrató para cuidarla mientras él hacía los papeles para llevársela a Delfos.
- ¿Cuántos años tenía cuando murieron sus padres?
- Tenía dieciséis.
- ¡Santo Dios! Era sólo una niña.
- Sí una niña que ya tenía traumas a causa de un ataque que sufrió a los catorce años.
- ¡Oh! ¡Pobre!
- Nadie sabe de ese suceso sólo ella y la señorita Sue. Así que es mejor que no lo comente. Ni siquiera a su hijo para no preocuparlo.

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