19
Aspiró el aire salado profundamente hasta llegar a llenar sus pulmones con sus aromas. Hace tiempo que no llegaba a su tierra y agradecía que ese crucero tuviera que regresar a Cambridge. Lo tomó en el puerto de Mar de verano en Ipswich. Debía llegar a su tierra natal a cumplir una cita y lograr el perdón de Emily; pero quería relajarse, saber que pronto la vería lo tenía con los nervios a millón. Se sentía el adolescente que se enamoró de ella cuando la vio con su vestido verde esmeralda el día de su graduación y tuvo miedo de ese sentimiento.
La había estado persiguiendo por donde supo que estaría hasta que su padre enfermó y tuvo que hacerse cargo del negocio familiar del cual no entendía mucho. Era abogado y había levantado su propia firma de abogados, firma que estaba progresando fuertemente, pues sólo contrataba a los mejores y él era uno de los mejores, después de Mauricio Thomson, debía reconocer y se le había escapado de las manos.
Estaba fuera de Londres tratando de resolver un problema con algunos proveedores pero en definitiva la empresa de su padre ya no tenía solución, la única esperanza que guardaba era que Emily lo perdonara y quisiera retomar la historia que habían dejado el día de la fiesta del cisne azul. Esperaba que el imbécil que contrató Natalie no le hubiera hecho daño ese día. No se enteró del suceso hasta que ella dijo: "espero que la sorpresa que le tengo en el callejón que debe cruzar para ir a su casa le dé lo que buscaba en ti" -recordó con amargura. En ese momento rogó porque hubiera llamado a Hernie para que la buscara; pero luego se enteró que había sido atacada por un extraño y se encontraba fuera del país con sus padres. Se odió por no estar con ella en ese momento para defenderla. Desde ese día rompió todo enlace de amistad y de negocio con Natalie Walker y su familia, sacándola de su vida para siempre. Sintió una mirada familiar en su cuello y se giró a buscando esa mirada azul como el océano y dulce como el algodón de azúcar. Frunció el ceño. Nunca pensó que sería poeta describiendo sólo la mirada de una mujer; pero esta era diferente. Le hizo sentir cosas que prefirió no darles la mayor importancia. No quería complicarse la vida. Quería concentrarse en Emily, su Emily. Encontró esa mirada intensamente azul y le sonrió, luego se giró marchándose. Se sintió extraño cuando se volteó y la dejó ahí mirándolo; pero pensó que era por el afecto que había llegado a sentir por ella en esos días en los que fue su apoyo.
Caminó en busca de su auto que ya Henry, su ayudante, debería haber llevado al puerto de Cambridge. Condujo su Aston Martin gris por la calles de Londres y aparcó en el sótano del edificio donde tenía su firma de abogados y su piso. Al entrar en su oficina revisó todos los compromisos que tenía pendiente y cuando se disponía a subir a su piso su secretaria, Ivonne Farah, una turca hermosa y muy eficiente que creía estar enamorada de su jefe hasta que conoció a Mattew Zalaket, la mano derecha de él, y se dio cuenta que él era el real amor de su vida, ahora era su mejor amiga. Ambos eran sus mejores amigos. Lo detuvo. - ¿Jack? -dijo ella con su acento turco.
- Si, Ivonne.
- Llamaron de SEI, la cita la aplazaron, la propietaria tuvo que viajar con su esposo a Rusia.
- ¿Esposo, dices? -dijo frunciendo el ceño.
- Sí.
- Oh. Está bien Ivonne -dijo intentando estar tranquilo-. ¿Sabes cuándo se llevó a cabo esa boda?
- La prensa y las revistas del corazón comentan que fue una boda relámpago -ella vio su cara de consternación y se preocupó por él-. ¿Estás bien?
- ¿Qué? Ah sí, sí... estoy bien -pero realmente no lo estaba. No esperaba que su Emily estuviera casada, ahora "¿cómo haría para recuperarla?" -se preguntó y recordó lo que le dijo la bella dama: "en la guerra y en el amor todo se vale. Y si no puedes reconquistarla al menos hazle saber que tú la amas. Quizá no sirva de mucho para ti; pero para ella lo será todo" -recordó-. "Y sí, eso haría" -se dijo con firmeza. Ahora lo único que tenía que saber era cómo proceder ante esta nueva situación. Pensó un largo rato y luego decidió que llamaría a su bella dama.
- ¿Ivonne?, ¿para cuándo aplazaron a reunión?
- Para el lunes.
- Bien, eso me dará un poco de tiempo para planear algo. Gracias -le dio un beso en la mejilla y subió a su piso. Ella lo miró con un poco de preocupación.
*****
Llegó al jardín de la mansión Vladislavich en el helicóptero personal de Nicolai. Dmitri le dijo que su abuelo se empeñó en enviarle el helicóptero familiar para trasladarla a su mansión, pues no permitiría que una nuera-nieta suya llegara en un avión comercial. "Como si ella pudiera viajar en un avión comercial teniendo su propio jet privado" -pensó. Salió del monstruoso aparato y bajó su cabeza sosteniendo un sombrero para que no se le volara mientras salía de debajo de las aspas del helicóptero. Cuando por fin las aspas se detuvieron pudo enderezar su cuerpo. Caminó con una gracia dejando con la boca abierta a Dmitri que esperaba al lado de su abuelo y sonrió al ver su expresión. Notó como su abuelo le daba un codazo haciendo que su sonrisa fuera más amplia.
Al acercarse a ellos con mucha gracia se le antojó conocido ese hombre. Lo recordaba vagamente de una vez que entró en la oficina de su padrino cuando ella se despedía de él. Tendría en ese entonces unos catorce años. Él la había saludado en ruso y ella le había contestado en el mismo idioma. Ahora lo había mejorado perfectamente.
- Hola -saludó en un perfecto ruso y sin acento-. Mi nombre es...
- Lady Emily Elizabeth Jhonsson O'Brian -terminó Nicolai, así que sí era cierto, debía ser él, de lo contrario no sabría su nombre.
- Así es, ¿cómo lo supo? -tanteó el terreno en el que se metía.
- No olvidaría tu rostro jamás. El lirio de Londres. Una belleza totalmente natural y veo que has seguido conservando esa belleza.
- ¿Pero... cómo?
- Conocí a tu padre hicimos un negocio juntos en una ocasión.
- Oh... Ya lo recuerdo. Lo vi saliendo de la oficina de mi padrino una vez.
- Así es.
Dmitri no daba crédito a lo que veía. Ella estaba más hermosa que siempre, tenía un vestido floreado, largo hasta arriba de los tobillos, sandalias altas descubiertas en los tobillos que permitían apreciar otro tatuaje que parecía una cadena tobillera y llevaba un sombrero elegante de ala ancha muy femenino. Se comportaba como toda una dama de sociedad dejándolo mal parado ante su abuelo que le había dado un codazo diciéndole: "yo no te he enseñado hablar mal de las damas Dmitri". Aún le dolía el golpe que le había dado.
El día transcurrió con lentitud y no veía la hora de poder salir de ahí. Sentía que su abuelo podía descubrir la farsa que tenía por matrimonio y no quería rendirle cuentas a él sobre la honorabilidad.
Ella estaba nerviosa en la biblioteca de Nicolai. Lo conocía muy poco y eso hacía que su corazón latiera con fuerza y le costaba trabajo tranquilizarse. Decidió entretenerse viendo los libros que tenía en sus estanterías. Oyó la puerta abrirse y una mujer se le acercó tomándola desprevenida lo cual la hizo saltar y retroceder temblando. Esa acción no pasó desapercibida por Nicolai quien la miró con el ceño fruncido. Ella lo vio y sonrió forzadamente tratando de controlarse. Nicolai se acercó a ella cuidadosamente ofreciéndole un vaso con agua que ella agarró con manos temblorosas.
- ¿Estás bien? -le preguntó en ruso.
- Sí, estoy bien -contestó igual en ruso.
La puerta volvió a abrirse nuevamente y en el umbral apareció la imagen de Dmitri. Lo vio mirarla con el ceño fruncido. Al darse cuenta que era el único al que conocía y con el que tenía contacto directo, dentro de todo lo que cabe, decidió correr y abrazarse a él.
Dmitri la vio extraña y luego notó que corría hacia él. Se sorprendió al darse cuenta que lo tenía abrazado con fuerza y la abrazó. La sintió temblar y decidió sobarle la espalda para tranquilizarla un poco.
Ella se separó de él cuando se hubo tranquilizado y retrocedió un poco, sonrojada pero con su posición fría nuevamente.
- Gracias -le dijo con una voz tan baja que Dmitri tuvo que esforzarse para poder escuchar lo que le decía.
- Fue un placer tenerte entre mis brazos -ella lo miró con los ojos abiertos.
- Bien, espero que lo hayas disfrutado porque no volverá a suceder -seguían hablando en susurros para que Nicolai no sospechara nada.
- Bueno ya le dije a Milla que pusiera sus cosas en su habitación -dijo Nicolai sorprendiéndola.
Ella lo miró a los ojos y vio una nota de diversión en sus ojos.
- Si piensas que será fácil, estás muy equivocado.
- Tranquila, ni loco te tocaría. No pienso perder la empresa por complacer a mi libido -le dijo con voz tranquila.
Era cierto, una de las cláusulas del contrato decía, que en el momento en que él intentara tocarla daría por terminado el contrato y la empresa pasaría a manos de ella. En ese sentido no debía sentir miedo. Se irguió todo lo que su tamaño le dio quedando su cabeza por debajo su nariz. Levantó la cabeza quedando sus rostros bastante cerca.
- En ese caso creo que descansaré un poco -dijo con un brillo malicioso en sus ojos dorados y le dio un beso en los labios a Dmitri sorprendiéndolo y dejándolo como estatua. Se retiró y se recostó en la cama enorme que había en la gran habitación. Observó el balcón que tenía como de cuentos de fantasía. Una chimenea que calentaba el dormitorio, por esos días de intenso frío. Una pequeña sala de estar que había antes de entrar al dormitorio, dos cuartos para cambiarse de ropa, un cuarto de baño con jacuzzi. Era una maravilla estar en un palacio ruso lo único que dañaba la maravilla era que debía compartirlo con el imbécil hipnótico de Dmitri. Suspiró.
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