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Emily luchaba contra su agresor cuando oyó la voz de Dmitri llamándola, abrió los ojos y ahí estaba él, de pronto se sintió segura y se sentó bruscamente abrazándose a él, rodeándole el cuello con los brazos mientras sollozaba. Sintió los bazos de él rodear su cuerpo y su voz tranquilizándola.
- Shhh. Está bien. Yo estoy aquí y no dejaré que nadie te dañe.
Cuando por fin se calmó, notó que él le acariciaba la espalda mientras la apretaba más aún contra su cuerpo sintiendo que el suyo se estremecía y sabía que no era por la hafefobia pero de igual manera no sabía por qué era su reacción y se asustó. Se apartó de manera repentina. ¿Cómo había permitido que alguien desconocido la tocara? No podía entenderlo. Lo vio fruncir el ceño y levantarse lentamente de su cama.
- ¿Estás bien? -le preguntó con un deje de preocupación.
- Sí. Gracias, pero... lo mejor será que... salgas de aquí.
- Sí. Será lo mejor...
Se dio media vuelta sin decir una palabra. Ella lo vio salir de su habitación. Cuando la puerta se cerró comenzó a temblar y se abrazó a sí misma. Sin embargo, ahora no sabía si temblaba por su hafefobia o por otras razones diferentes a esa. Haber abrazado a Dmitri había sido reconfortante y lamentó mucho haberse comportado de esa manera, quiso detenerlo cuando lo vio salir de su habitación; pero lo que sintió con su abrazo la asustó demasiado.
Durante los cinco días siguientes al día de la pesadilla de Emily ellos no se vieron. Ella intentaba no encontrárselo, evitaba el mayor acercamiento hacia él, tanto así que decidió llegar a la empresa en su moto y no con él en su Jaguar.
A esas alturas ya habían retomado los contratos que por negligencia no concretaron, en esos cinco días la empresa había empezado positivamente, Johana llevaba con eficacia el mando de las empresas y eso era muy conveniente porque así podría ocuparse de sus propias empresas. Debía hacer una visita a cada empresa y a cada fundación verificar que todo marchara bien.
Dmitri se detuvo en la puerta de su oficina y dudó en tocar; pero al fin lo hizo. Algunas veces ella lo confundía. Se mostraba dura, fuerte; pero esa noche cuando la vio en su pesadilla, la vio tan vulnerable que despertó en él un sentimiento de protección que no comprendía, era como si no quisiera que ella sufriera y era raro, no la conocía bien y sin embargo era como si la hubiera esperado toda la vida.
Se asomó sin esperar respuesta y la vio alzar la vista de su laptop con eso lentes que tanto le gustaban. La notó un poco nerviosa, pero se dijo que podía ser su imaginación. Llevaba una camisa de mangas tres cuartas azul con un escote que dejaba ver parte de sus senos. Tragó saliva.
- Hola -él la saludó y ella le contestó-. James me llamó -hizo una pausa-. Pierre quiere que me reúna con él en una comida familiar que está ofreciendo en su hogar en San Petersburgo.
- Y quieres que vaya contigo -concluyó Emily.
- Sí, hace parte del trato, ¿recuerdas?
- Sí, claro que lo recuerdo.
- Bien, aprovecharemos y visitamos a mi abuelo de paso.
- ¿Y para qué fecha está previsto la invitación de Pierre?
- Para este fin de semana -ella lo miró durante un rato.
- Bien. Déjame ver qué puedo hacer. ¿Eso era todo?
- Sí, era todo.
Ella lo vio cerrar la puerta tras irse. Estaba enojada, le había dicho con anticipación que tendría una cita diferente para el fin de semana y a él le había importado un rábano. "Bien, se lo haría saber en cuanto llegaran a su casa" -se dijo y pensó en su casa, era extraño cómo se sentía compartir la casa con alguien como él. Le daba cierta inseguridad en sí misma, él le afectaba de una extraña manera, ni siquiera Jack habría logrado hacerla sentir de esa así. Se sorprendió recordando a Jack, hacía años que no pensaba en él. Desde ese día en la escuela ella decidió no estar tanto tiempo en un lugar, movilizarse constantemente para poder tener su mente ocupada y lo había logrado; pero no comprendía porqué había estado pensando en Jack ese día. "Debe ser porque no tengo con quien comparar lo que me sucede con Dmitri" -se explicó a sí misma, y era cierto porque desde lo que le había ocurrido con él el día de la fiesta en la escuela no había vuelto a salir con nadie más y eso no tenía nada que ver con su hafefobia, era más bien por el gran temor de ser rechazada, humillada y burlada nuevamente; quería proteger su corazón de los hombres y no le permitiría a ninguno el placer de hacerle daño otra vez. Eso era algo que ni Sue sabía de ella, de lo contrario la habría psicoanalizado más profundo y se habría dado cuenta de su humillación. No soportaría que tuviera lástima por ella.
Al llegar a su casa se acercó al estudio donde supuso que lo encontraría, su voz la hizo desistir de tocar la puerta.
- Espero que no te lleves una decepción con ella -le oyó decir-. Ella es algo muy diferente a lo que estás esperando en una nuera-nieta -se dio cuenta que hablaba de ella-. Ella es una mujer de negocios sí pero... -oyó un silencio, seguramente su abuelo le preguntó ¿por qué? Ya que él había contestado-: Mientras está en su área de trabajo parece ser una persona culta; pero en su entorno natural es más como un muchacho -otra pausa-. Sí, un muchacho. Ella... viste en una combinación de hombre y mujer. Mira, sé que querías que me casara con una mujer muy femenina; pero por favor no la vayas hacer sentir mal -otra pausa-. Gracias abuelo.
"Así que un muchacho, ¿eh? Bien, te mostraré que tan muchacho puede ser" -pensó con sarcasmo y malicia. Llamó a la puerta.
- Hola, ¿a qué hora tendremos que salir? -él la miró sorprendido.
- El vuelo sale a las diez.
- Está bien -dijo y salió del estudio. No le importaba aplazar la cita que tenía para este fin de semana, de igual manera era una cita a la que no quería asistir y podía esperar hasta el lunes. Llamó a Sue para que aplazara su cita hasta entonces. Además no quería perderse de la cara que él pondría cuando lo dejara mal parado ante su abuelo.
************
- Damas y caballeros -oyó la voz del capitán por los altavoces-. Por problemas mecánicos no vemos forzados a regresar antes del tiempo previsto. Por favor disculpen las incomodidades.
Galia se lamentaba de regresar tan pronto. Al principio quería marcharse porque se había enterado de la boda de su hijo con una mujer que ella no conocía; pero conoció a un hombre que la tenía sintiéndose como una adolescente de dieciséis años y aunque era menor que ella, no le importaba, de todas maneras él ya tenía una mujer por la que suspirar y le había pedido consejo para recuperarla, cosa que hubiera deseado hiciera Dmitri con ella.
Recordó el momento en el que lo conoció, ella bajaba las escaleras con una copa de vino en la mano, lo vio subir y sus ojos azules se encontraron con los verdes de él, le sonrió y su corazón se saltó un latido, resbaló y casi cae de no haber sido por él que la había agarrado por la cintura y la tenía pegada a su cuerpo, se estremeció y sintió o creyó sentir lo mismo en el de él. Su piel blanca le parecía de ensueño y contrastaba con su cabello negro azabache, sedoso. "Hmmm" -pensó en ese momento-, su ciento noventa de estatura lo hacía parecer un dios egipcio, en versión blanca, claro.
- Cuidado, bella dama -le había dicho y su voz se escuchó seductora.
- Perdón. No fue mi intensión -la de ella en cambio, tenía un deje de vergüenza.
- Tranquila -dijo mirándola a los ojos-. Por tu acento deduzco que es rusa.
- Sí -dijo soltándose de él al darse cuenta que aún seguía entre sus brazos.
- Te invito a una copa.
- ¡Oh!. Perdón pero no acepto invitaciones de extraños.
- Es una pena, sin embargo, si te digo mi nombre ya no sería tan extraño.
- ¿Estás intentando coquetear conmigo?
- Me has atrapado; pero no me puedes juzgar por admirar tu belleza.
- No sabía que fueras tan mentiroso.
- No lo soy, mentí una vez y perdí a una muy buena mujer.
- Oh -ella le sonrió y él le correspondió la sonrisa-. Mi nombre es Galia Vladislavich.
- ¿Tienes relación alguna con el empresario Dmitri?
- Es mi hijo.
- Hubiese jurado que era tu hermano.
- Vuelves a mentir -hizo una pausa-. Aún no me dices cómo te llamas...
- Es una pena que tengamos que regresar tan pronto, pero es mejor -la voz de él la sacó de sus recuerdos.
- ¿Lo dices por lo de tu empresa?
- Y por...
- Oh, sí. Por ella -dijo bajando la mirada.
- Perdóname si te he lastimado -dijo levantándole la barbilla para que lo mirara.
- No tienes porqué disculparte. Yo sé bien que un chico como tú debe estar con una mujer de su misma edad.
- No digas eso. Tú eres muy hermosa aún, ni siquiera aparentas la edad que dices tener, ¿segura que tienes cuarenta y cinco?, ¿no me estarás mintiendo? -ella sonrió y a él le gustó haberla hecho sonreír-. Así está mejor. ¿Sabías que cuando sonríes te ves aún más hermosa?
- No me digas esas cosas -dijo ella y sentía que se sonrojaba.
- ¿Por qué?, sí es cierto.
- Tú sabes por qué.
- Entonces... ¿por qué me ayudas y me aconsejas?
- También sabes por qué.
- ¿Me dejarías hacerte un regalo antes de despedirnos? -ella lo miró y asintió con la cabeza, entonces, él la tomó por la cintura y la besó, suavemente. Después de ese beso no lo volvió a ver hasta que desembarcó y él le sonrió antes de marcharse.
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