35| CENSURANDO UNA ESTRATEGIA

—Ahora sí, necesito que me cuentes todo —indica Jack con expresión más templada.

—Sí. No sabría por dónde empezar.

—Por la herida en tu cabeza, puede ser —incita.

Joseph deja de fijarse en el techo para centrarse en él, soltando un suspiro que tenía atrancado.

—Bien. Ese golpe lo recibí en la casa del mejor amigo de Dafne: Steve; resulta que él la secuestró. —Una expresión impertérrita contornea el rostro del abogado—. El tipo era satánico, practicaba brujería, qué sé yo. El caso es que manipuló su voluntad hasta el punto de que no me reconociera...

—Dime que ya no respira.

—No, ya murió. —A su hermano parece agradarle esa respuesta—, pero gracias a mi novia.

Jack no lo comprende. La situación se vuelve cada vez más oscura y laberíntica.

—¿Qué rayos? Bro, no estás bien —refiere con preocupación.

—Lo sé.

—¿Es porque ella está distante?

—Sí. Mis fuerzas no son las mismas.

—Se notaba desde nuestra última misión. Estar lejos de ella te hace débil.

—Sí, ya entendí. Esta vez no sé cómo solucionarlo. —Emprende una andanza por la habitación, ansioso.

—Deberías pensarlo. Esa herida se ve mal. —Una actitud defensiva cruza el rostro de su hermano—. Puff. De acuerdo, solo decía —medita entre tanto para bajar las aguas—. ¿Y Dafne?, ¿sigue con la amnesia?

Él asiente cabizbajo, respaldado a la reja.

—¿En dónde está ahora? —El defendido le señala la celda vecina, donde ambos prisioneros están durmiendo—. Uh, está absurdamente cerca.

—Y tan lejos a la vez —pronuncia con acritud.

—Bro... descuida, después la llevaremos con algún chamán para que la ayude.

—Sí, hermano —determina, viendo hacia un punto fijo: su amada—. Ahora te contaré lo que más te concierne: de lo que nos acusan.

Con atención y cuidado, Areleous recopila información mientras reconstruye la historia de la pareja, desentrañando las numerosas injusticias que han padecido. Una vez tiene conocimiento de todo, se prepara para pulverizar al dúo venenoso.

Le encanta el reto de enfrentarse a víboras. Él también puede llegar a ser bastante tóxico.

—Listo. ¿No se te escapa nada? —Guarda ciertas cosas en su maletín.

—No, es todo. —Lo da por hecho—. Oh, no es cierto, sí me falta algo. —Jack lo observa con curiosidad—. Mmm... para ellos, yo soy el cuñado de Dafne.

—Ah, sí me dijiste. ¿Y quién es el novio?

Joseph hace un esfuerzo por no partirse de la risa. Su hermano conoce ese semblante contraído.

—Oye, no. ¿Es en serio? —Joseph asiente, alzando los hombros con inocencia—. Cielos, recuérdame pedir un chamán para ti también.

Queen se burla por lo bajo, notando la confusión de su pobre hermano.

—Ahora entiendo los secreteos de los otros dos. Ah... y la chica mencionando a mi novia, me pareció extraño.

—Sí, a Belinda no le cae en gracia Dafne.

El joven sonríe de medio lado, sospecha el por qué de eso.

—Bien. Ahora iré con tu chica. —Se pone de pie.

—¿Qué pasará si toman las muestras?

—Esperemos que ya estés lejosss de aquí. —Guiña el ojo, dándole alivio.

Él procede a llamar a la guardia para que se le abra el enrejado y, posteriormente, la de enfrente. Así sucede, puesto que la jefa dejó la orden de que se le concediera el acceso.

—Dafne, levántate. Es tu abogado —avisa la guardiana, despertando a la joven.

—¿Mi abogado...? —pregunta descolocada.

—Sí, tranquila. Vengo a ayudarte. —Sonríe amistoso y le ofrece su mano—. Me llamo Jack.

—Hola. —Estrecha su mano con incomodidad, acabando de despertar.

La guardiana los deja solos y, al otro lado está Joseph, sentado en el suelo con la vista hacia ellos, pero ajeno a su conversa.

—Bueno. —Toma asiento y se muestra prevenido ante el otro recluso, sin saber su condición—. ¿Por qué te metieron con este hombre? —susurra.

—Porque el de enfrente quiso abusar de mí.

«¿Qué rayos, Joseph? En verdad la dañaron». Piensa al ver a su hermano.

—Eso suena terrible, lo siento. —Vuelve a verla—. ¿Y este hombre? ¿No ha intentado...

—No, él vive en su mundo. —Lo observa con pena—. Creo que ni sabe que está en la prisión.

—Ok. Mejor por ti. —Una sonrisa afable, producto de la alegría de conocerla, se manifiesta en su cara—. Estem... necesitamos hablar de tu situación.

—No sé por qué estoy aquí. Dicen que había múltiples asesinatos en la casa de alguien importante, pero yo no estaba ahí, yo estaba con mi novio. —La vista se le vuelve vidriosa—. Por accidente le disparé, en realidad quería asustar a James. ¡Lo... m-maté!  —Su voz suena estrangulada.

—Tranquila. —No sabe cómo consolarla y toma su mano, ella en un reflejo la retira—. Solo puedo decirte que no todo es tan gris como parece. No siempre la razón tiene la última palabra, debemos dejarnos llevar por el instinto. ¿Qué dice tu instinto, Dafne?

La chica sorbe su nariz, analizando esas palabras tan llenas de sentido y calidez.

—Que eres bueno. Pero no me vuelvas a tomar de la mano —aconseja.

—Así será.

—¿Quién te pagó para que me saques de aquí?

—La cuestión es que no me pagaron. También voy a defender a James, es mi hermano.

—Ouh, diablos.

—Sí, pero no tienes que sentirte en deuda o algo parecido. Él lo hace porque se siente responsable... de acosarte. —Sigue el papel para persuadirla—. Irá a terapia después de esto.

Dafne le da una de sus tantas miradas características. Esta sería: búrlatedetuabuela, pero Jack no lo sabe.

—Es que sí, está bien enfermito —dice "apacible"—. ¿Sabes? Si la terapia le resulta, le dices que me busque. —Lo confunde con cierta coquetería.

En esta oportunidad, al igual que con todas las mujeres, el rastreador de malévoledades de Jack pierde señal. Por lo tanto, se pone feliz por Joseph.

—Claro. Estará encantado. —Se dirige disimulado hacia su hermano para guiñarle, indicándole que todo va excelente.

Joseph se huele todo lo contrario. Tratándose de su novia y en ese estado, hay que cuidarse hasta dormido.

—Espero que no seas como tu hermano.

—¿En qué sentido?

—En lo intenso, pervertido, infiel y raro. Aunque tú te vistes mejor. —Chulea su atuendo.

—Ah... supongo que no me parezco. —Su risa es discreta—. Además, tengo a mi novia.

—Ja. James igual tiene novia.

—Pero...

—Y, como tú, dijo querer "ayudarme y protegerme", al rato estaba insinuándome cosas.

El chico se queda boquiabierto.

—Igualitos.

—Te puedo asegurar que no soy el caso.

—Y eso también lo dijo. —añade, poniéndolo nervioso.

—Te veo como familia, ¿sí? La familia se protege. Después lo entenderás.

Ella decide escucharlo y comportarse. Tiene algo que "James" no: su mirada no es pretenciosa, tampoco sus palabras. Agradece que la llame por su nombre.

—Bueno. Digamos que acepto su ayuda. ¿Qué debo hacer?

—Tal vez no lo entiendas y sea difícil para ti, pero mi hermano le dijo a la secretaria y al poli que él era tu cuñado, o sea que tú y yo... —Dafne y su frente ceñuda casi revelan lo que piensa—. Lo sé... yo tampoco lo sabía... pido una disculpa en su nombre. —Se cruza de brazos, negando con la cabeza—. Era una improvisación necesaria.

—¿Necesaria para qué?, ¿para saciar sus fetiches retorcidos? ¡Qué asco me dan! —brama, levantándose.

—No. —No abandona su lugar, manteniéndose relajado—. Es porque Belinda gusta de James. Entonces, al pensar que estaba soltero, le permitió hacer la llamada para contactarme. —Sus ojos de esfinge se encuentran con los de su cuñada, ahora más aplacada.

Bennett se desploma en su cama, abrumada por una sensación de vacío, tratando de aplacar la guerra interna que libra contra ¿los celos?

—¿Te sientes bien? —Palpa su inquietud.

La prisionera se lo confirma con un débil asentimiento, pero en el fondo está luchando fuertemente por reconocerse a sí misma y a tan desconocidas sensaciones.

—Bien. Entonces, ahora que sabes esto, quisiera saber cuál es tu posición... ¿Nos seguirás?

—Solo a ti. De James no quiero saber por ahora —establece.

—Cuenta con eso. —La joven observa sus movimientos, al pretender salir—. Ahorita te veo. —La guardiana le abre y él regresa hacia la reja de su hermano.

—¿Qué te dijo?

—No están sencillas las cosas...

—No si, ya me imagino...

La guardiana se hace la desinteresada, pero en realidad tiene todas sus parabólicas bien puestas en ellos. Sacará una ventaja con su jefa como le lleve algo de importancia.

—Me contó algo terrible, bro.

—¿En serio? Espero no haya sido sobre mí.

Aquella mujer afina más sus oídos, fuera de simular ser invisible. Jack, para darle más de qué morder, estrecha la cara contra la rejilla y susurra para Joseph, todavía audible:

—Espero que todavía no te hayas acostado con ella. —A forma de regaño, suena alarmista—. Tiene sida.

«Ahora sí... corre, ve a contarles». El júbilo interioriza en Joseph.

Sufre un fuerte ataque de tos, asimilando tal revelación. Golpea su pecho con la mano, buscando compostura. Luego, se vuelve a su oficio o, como es de esperarse, con Beli.

Los hermanos más estrategas comparten risotadas. Dafne los observa condenada, imaginándose que solo la manipulan para lograr sus fines.

El novio se pone de pie para arrimarse a Jack, comenzando a entablar la conversación oficial.

—Ella aceptó, pero no quiere que intervengas. Está muy molesta contigo.

—Mmm...

—Sé que no es fácil, pero ya habrá tiempo para convencerla.

—Sí, no te preocupes.

—Ok. Iré a solicitar la habitación para reunirnos todos. —Con un golpecito en el hombro y palmada en la mejilla, transmite su afecto antes de retirarse.

—Está bien. Hey, y gracias, hermano.

En medio del camino, el abogado hace un gesto militar hacia arriba, agregando un toque de humor al pasillo.

Al mismo tiempo, frente a unas computadoras, un detective experimentado busca conectar pistas mediante unas grabaciones de seguridad. En los videos, dos personas llaman su atención: una joven de piel clara y mirada penetrante, con cabello largo y una actitud que sugiere vanidad, aparece acompañada por un chico de tez oscura con una chispa en sus ojos. Las imágenes revelan momentos del Jazz Pub y la prisión.

El susodicho se toma un trago de crema de café, su licor predilecto, a la vez que adelanta y retrocede los videos con interés. Opta por aumentar el zoom para detallar el rostro de la muchacha y confirmar sus sospechas.

—Así que eres tú, colombianita. —Da otro sorbo, saboreándolo con amargura. Devuelve la copa a su lugar.

Ignorando que se trata de Dafne, piensa que su nuevo objetivo es Mandy, la mejor amiga de Jeremy.

«Perra, ¡Mil veces perra! No te duró mucho "la asexualidad"». Está por arrancarse los pelos.

Con un gesto brusco, se levanta de la silla giratoria, sorprendido y enfurecido. Rodea el cuarto de inteligencia, un espacio sombrío con un gran ventanal que ofrece una vista panorámica de la ciudad, elegido por su tranquilidad y privacidad. Su escritorio, equipado con ordenadores, teléfono y libretas, es el punto de partida para una investigación que ahora cobrará ritmo.

El trigueño de aspecto distinguido, ojos rasgados, barba definida y de aroma amaderado exótico, más conocido como 'El hilandero' por su capacidad de mover influencias y conseguir evidencias, se da a la marcha.

George saca su móvil y teclea inexpresivo, dirigiéndose directo al chat de una conocida que es psicoterapeuta, la más reconocida en el país. Su orden es clara: debe enviar un comunicado a todas las clínicas, clandestinos o particulares de ese régimen para que, si les llega la solicitud de atender a Jeremy, se le aconseje que tomó una pésima decisión al dejarlo. No importa qué métodos usen, lo quiere de vuelta. También hace unas llamadas adicionales.

En un breve lapso, todo un equipo se mueve a su disposición. Necesita desesperadamente conocer todo sobre su nueva adversaria: pasado, presente, planes, quiénes la conocen, antecedentes, debilidades, secretos.

Termina de beberse su trago, aquel de aroma impregnoso e inconfundible, y procede a sacar la imprenta del rostro de la chica. En pocos instantes, tendrá toda la información con respecto a su vida e intimidad. La recámara estará plagada de ella, "la más hipócrita de las contrincantes".

Deja el vaso, toma la fotografía y se encamina al tablero de evidencias incrustado en la pared, tanteando un punto.

—Haré que te regreses a tu país, asquerosa. —La foto se fija por una tachuela, la cual clava con mucha sevicia.

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