34| ABOGADO DEL DIABLO
La secretaria platica con la recepcionista conforme ésta computariza el sistema de registros y cartera al otro extremo de la vitrina. Brien aparece en ese instante para involucrarse en la conversa, se trae un ánimo tan entusiasta como el de sus compañeras. Todos acuerdan irse juntos a la hora de salida.
El trío se ríe de los malos chistes del policía y su pose de "conquistador".
—Aguarden aquí, voy por mi bolsa y salimos. —Belinda abandona el espacio, seguido de fijarse en su reloj.
La jovencita detrás de la mesa de cristal bendice el momento aquel, justo y preciso en que puede inhalar el mismo aire del chico que se le hace tan guapo. Ahora también se han quedado solos, lo cual es muy positivo.
Ella procede a destapar un paquete de club social, muerde las galletas sabor a mantequilla para después ofrecerle amistosamente. Jeremy accede, sin notar malicia alguna, y masca la crujiente galleta por donde la chica dejó su marca. El plan "maestro" sale a pedir de boca y su presa ha probado sus babas. Indirectamente "la ha besado" y quiere brincar de alegría.
—Gracias, linda. —Le entrega de vuelta.
—Señor, lo buscan —anuncia la guardiana y él atiende, notando que viene con compañía—... y a la señorita Belinda igual.
El patrullero escudriña al desconocido que tiene enfrente. Para nada lo conoce.
—¿Que quién me busca? —Llega la secretaría, imponiendo su presencia.
—Yo... —habla por fin el sujeto en un tono perspicaz. Es de descendencia griega, luce un traje clásico, su complexión es fornida, cabello marrón de reflejos rubios con corte Messy y mirada relajada.
—Ah. —Pasa de él como cualquier cosa—. Puedes decirle que ya terminé mi turno y me fui —comenta a la custodia, como si el presente no existiera—. Vamos, chicos. —Toma a su amigo de gancho y la asistente los sigue.
La grosería de la muchacha le saca una sonrisa al visitante. No demora en sacar el teléfono y simular tener una "conmovedora charla con el alcalde de la ciudad", mismo que, por alineación ancestral, es uno de los peores enemigos del padre de la chica.
—Petrik Belovski, viejo amigo... ¿A que no adivinas en dónde estoy? —Eleva el volumen para picarlos—. Nada que ver. Es un establecimiento con pésimo servicio, ¿qué me darás por decirte quién es el dueño? —Detalla el afiche pegado a una pared. El dúo se inquieta de tal modo que pausa su recorrido—. Un fulano llamado... Déjame ver...
—¡Oye, cuelga ahora mismo! —Beli y su dedo condenatorio, lo sorprenden.
—Ah... espera, una loca me quiere decir algo. —Finge dejar la llamada que nunca hizo.
Stuart marcha airada hasta el sujeto, dándole un manotazo en su palma para que se le resbale el móvil, en defensa del patrimonio familiar. El movimiento es tan repentino que el hombre solo alcanza a mirar.
—Uh —murmura al bajar la cabeza—, por lo menos tiene la resistencia de un Nokia. —Se inclina por el artefacto, el cual está intacto como previnió.
Una vez se levanta orgulloso, Belinda lo recibe con una actitud distante. Jeremy interviene, preocupado:
—¿Por qué nos buscaba? —Se digna a preguntar.
—Hum... alguien tiene que llevarme con mis clientes, ¿no les parece?
Ambos se miran entre sí, alarmados.
—Me presento: soy Jack Areleous, el abogado de James y Dafne. —Le ofrece la mano a cada uno con cordialidad.
—Yo me llamo Jeremy Brien. —Lo estrecha dudoso, ganándose una mirada tóxica de parte de su compañera.
—Un gusto. —Hace una reverencia—. ¿Y tú eres? —Enfoca a la joven.
—Depende. —Sonríe sin ganas—. Para mis amigos, Belinda; y para mis enemigos, Stuart.
—¿Y para alguien más listo que tú? —Se buguea y no sabe qué responder. Jack sonríe discreto, entre dejando ver su luminosa dentadura.
—Me habías dicho que no tenía como costearse un abogado —reclama Brien entre dientes.
—Eso me dijo. ¿Qué quieres que haga? —musita estresada.
—¿Ahora qué harás? —susurra tras de ella.
—¿Qué harás tú, querido? —Sonríe frívolamente para el hermano de Joseph—. Te cuento que éste es el novio de Dafne.
«¡¿What?!». Se le salen los ojos de las órbitas con la noticia.
El abogado presencia los secreteos con cierta diversión.
—¿Cómo que es su novio? —La inquietud viene con agarre de chaqueta incluido.
—Es lo que aseguró James. Y ya quítate. —Lo palmetea, yéndose hacia Jack—. ¿Eres el hermano de James?
Él asiente, simpático.
—No mencionó que fueras su abogado.
—Tampoco tenía por qué hacerlo.
—Bueno, no lo digo por nada malo... es que ya le habíamos pedido uno, financiado por el gobierno —miente.
El chico alza el rostro, detectando sus intenciones.
—Se les agradece —Mira a los dos con disimulo—, pero mi hermano ya está en las mejores manoss. —Por una razón desconocida, la "s" al final de su oración es prolongante.
—Y tu novia, seguro. —Termina de completar Beli.
Areleous parpadea, un tanto desorientado.
—Sí. Pero no veo qué tiene que ver mi vida personal con esto, lo siento. —Belinda pone cara de malcriada y su amigo quiere llorar—. Si no les importa, ¿me enseñan el camino?
La secretaria da el brazo a torcer, no muy feliz, y el patrullero los acompaña solamente por curiosidad de ver la reacción de Dafne apenas vea al tipo. Todavía no asimila que su enamorada ya tenga dueño.
Mientras se dirigen al pabellón, la guardiana y la recepcionista se quedan chismoseando acerca de lo acontecido.
En cuanto llegan a la sección de las celdas, Jack hace una inspección rápida en las instalaciones antes de encontrarse con la mirada de su hermano, quien se levanta de su lecho esperanzado.
—Jack. —Saca sus manos a través del enrejado.
—Bro, aquí estoy. —Entrelazan palmas—. ¿Cómo te sientes? —Al momento de acariciar su melena para despeinarla como de costumbre, se da cuenta del hematoma. Los hermanos se tensan en una mirada cómplice.
Belinda es atenta a la reacción en ambos; se pregunta si James es capaz de mentirle a su hermano.
Por otro lado, Jeremy se aburre; pues Dafne parece dormida y el tipo ni siquiera pregunta por ella.
—Bien. Ahora necesito conversar a solas con mi defendido —requiere ante los espectadores, separándose de Joseph—. ¿Me permiten? —Con un ademán exige que se le abra la reja.
A Stuart no la convence ese método.
—No es necesario. —Se opone a la idea—. Tenemos una habitación acondicionada para que los abogados y sus defendidos puedan dialogar con tranquilidad.
El prisionero está a la expectativa de lo que diga Jack.
—Me temo que declino la oferta. —Sonríe por lo bajo, oliéndose la infinitud de posibles cámaras que debe tener aquella habitación—. Los tres estaremos allá en un momento, descuiden. —Guiña un ojo.
Una vena visible late con fuerza en la frente de Beli.
—Como quiera —responde con brusquedad, pidiéndole a su amigo las llaves para abrir el calabozo.
Una vez se adentra con su familiar, los dejan en su intimidad.
—Te tardaste demasiado. —Comienza Joseph con un tono de voz moderado.
—Lo sé. —Inspecciona también las paredes de la celda antes de continuar. Joseph sigue parloteando y él alza un dedo, pidiendo silencio. De pronto, pone el colchón en donde está sentado su hermano cuesta arriba, obligándolo a ponerse de pie.
—¿Qué haces? —No entiende nada.
—No hay micrófonos, qué alivio. —Deja caer la colchoneta para tumbarse sobre ella—. Y bien, respondiendo a tu pregunta: me tardé porque fue complicado rastrear el dispositivo de donde me marcaste. Te aseguraste de borrar tus códigos.
—Era necesario. —Se echa junto a él.
—Eso pensé. —El dúo mira hacia el techo—. Y tuve una linda bienvenida, por cierto; esos dos son unos personajes. La chica es algo...
—¿Impulsiva? —Le saca la palabra de la boca.
—Eso —ríen simultáneamente—. Y el poli está muy pendiente de Dafne, me dio esa impresión.
—Que siga soñando.
Jack curva sus labios en una sonrisa perversa.
—Si yo fuera él, reprendería esos sueños. —Ambos se miran con satisfacción, reflejando en sus vistas destellos huracanados de color fluorescente (azul por parte de Joseph y verde por el lado de Jack).
Minutos más tarde, Belinda y Brien se alojan impacientes en la oficina de la chica.
—¿Cuál nombre crees que debería usar para referirme a alguien más listo? —Camina con incertidumbre.
Su preciado amigo, el cual aprovecha la oportunidad para vaciarle el dispensador, la observa preocupado.
—¿Sí te diste cuenta que su comentario era para tomarte del pelo?
—Puede que sí. Pero, igual, quisiera encontrar la respuesta para no volver a bloquearme frente a ese estúpido. —Frota en su sien indignada.
—Linda, olvídate de eso. —La hace sentar cabeza—. El tipo se quiere hacer el inteligente, pero es pésimo actor. Tú no lo notaste, en cambio yo sí. —Tiene un aire calculador.
—¿De qué estás hablando, Jeremy? —Al fin toma asiento.
—De que Dafne no le interesa. No creo que sean pareja.
La secretaria procede a masajear su mentón, contemplativa.
—A ver... es cierto que es algo indiferente, pero puede ser para mantener su profesionalismo. ¿O por qué lo dices?
—Cariño, porque soy hombre.
—Medio hombre —corrige sin tapujos, restregándole en la cara que no tiene experiencia.
—A veces me caes mal, de veras. —Bebe chocolate para ahogar el veneno.
—Ajá. Mejor consíguete una novia y luego me hablas de "masculinidad".
—Si en todo este tiempo no he sido un "hombre" para ti, ¿entonces qué se supone que soy? —El desánimo prima en su entonación.
—Mi mejor amigo, tonto. Y nunca tuve nada en contra de tus decisiones, a pesar de que fueran horrendas; lo que no quiero es que andes por la vida presumiendo de algo que no eres ni sabes. Al menos, inténtalo primero...
—Pero pones en duda mi identidad. ¿Es justo?
—La pones tú, querido. —El policía se extraña—. Un hombre hecho y derecho jamás te está diciendo: "Es que soy hombre… porque soy hombre... los hombres sabemos..." —La chica entre deja ver una mueca de gracia—. No soy psicóloga... pero creo que más que convencerme a mí, tratas de convencerte a ti.
El joven se estremece, sintiéndose expuesto ante su amiga con tan fatídico comentario, y no halla mejor manera de escapar que retomando el tema de Jack:
—Pero bueno... volviendo a lo importante: decía lo del abogado porque él usó una mirada que yo también suelo usar para ciertos momentos. —Su amiga le sigue la corriente, fingiendo que ese acto tan repentino le salió natural—. Beli, cuando le mencionaste su novia al tipo, se confundió y lo disimuló. Después, estando en las celdas, ni la alzó a mirar. ¿Te parece que es normal?
—Quería hablar con su hermano, ¿no?
—¡Beli, no! Escucha... creo que James inventó todo.
—¿Eh?
—Él te dijo que su hermano era el novio de Dafne. —Ella asiente—. ¿Y si era mentira?
—No sé qué ganarían con eso.
—Es lo que estoy intentando reunir en mi mente. Hay algo que no encaja.
—¿Y si estamos equivocados con ambos? —Jeremy levanta la cabeza—. Tanto James como Dafne son peligrosos.
—No quiero pensar eso.
—Hay que hacerlo, Jeremy. Es nuestro trabajo.
—Lo sé; sin embargo, tengo una intuición con ella —expresa triste, acabando su bebida.
—Me pasa lo mismo con James. —Un nudo se le incrusta en la garganta—. Y, aún así, no se me olvida que puede ser un psicópata. ¿Sabes lo aterradora que sería esa realidad?
—Admito que lo dije para salvar a Dafne. Ojalá no sea cierto.
Stuart suspira conmocionada.
—Igual, los análisis en su ropa nos darán la respuesta —reacciona ella.
—Sí... —Da unos pasos, colocando el vaso sobre la mesa—. ¿Y de qué crees que estén hablando esos dos? —Se percibe ansioso.
—Eso quisiera saber. —Enlaza sus dedos a forma de mantra para sostener su barbilla—. Hubiésemos puesto aunque sea un micrófono allí —maldice.
—Ese maldito venía preparado, se nota.
—Pero no podrá sacarlos, no conmigo aquí.
—Tienes que ir con tu papá; además, no has dormido.
—Te recuerdo que tú tampoco.
—No, pero de aquí no me muevo sin ti. —La chica sonríe agradecida, a lo que él responde con un gesto placentero.
—Tu recuerdo sigue aquí... como un aguacero... rompe fuerte sobre mí... ¡Ay, pero a fuego lentoo-oh! —desentona Maricela, echada en la barra cóctelera a la vez que se bebe su Brandy—. Quema y moja por igual... y ya no sé lo que pensar... ¡Si tu recuerdo me hace bien o me hace mal! —Alza su copa, temblequeando como si de párkinson se tratase, aumentando el reguero para que su compañera limpie—. Salud, manzana podrida. —Cada zona de ella respira por la herida al recordar al sujeto que la desafió y, que de igual forma, también le maravilló.
La llegada de nuevos invitados inyecta energía al bar nocturno, haciendo que la música de fondo cobre más vida. Aunque la mayoría de la clientela se compone por hombres, algunas chicas son la excepción; Mandy y Denisse lo comprueban.
—¡Tu recuerdo sigue aquí... Elolai, elolelo, oh-oh! —canta más fuerte, sumergida en su miseria.
Denisse, inquieta por su actitud, se acerca a Mandy:
—¿Qué le sucede? —Ambas la observan cuando brinda al aire.
—No lo sé. Me dieron varias versiones —cuenta mientras hace una mezcla de licores—. A ver qué opinas: 1. Un tipo quería robarse su peluca. 2. Se agarró con otro de los pelos porque tenían el mismo vestido. 3. Enamoramiento obsesivamente prematuro. 4. Stalkeó a su ex.
—Uhm... —Se fija de nuevo en ella, analizando las opciones—. Yo diría que si está cantando esa canción en particular, es por algo.
—Touché. —Le da la razón con semblante agrio—. No entiendo cómo es que "se enamora" cada semana de alguien distinto.
—No lo sé, todavía no me pasa. —Sonríe maliciosa—. Aunque, ¿sabes? Anoche conocí a un chico guapísimo, de todo mi gusto.
—Ay, ya me dio miedo. —Engalana los cócteles.
—¡No! —Se ríe de su cara, tomándole de la mano—. De verdad, era guapo. Lo malo es que me puse nerviosa.
—Vaya, eso sí es un problema. —Deja por un instante su oficio—. Pensé que harías lo que me dijiste.
—Lo hice, créeme que lo hice. Pero ya no quería hablarme por mensajes, ¡quería escuchar mi voz!
—Chico listo. Lástima que se perdió la encamada por eso mismo. —Le cae en gracia la situación.
—Nel, igual no pasaría. Tenía novia.
Menzel se vuelve hacia su pedido con desesperanza. Cada anécdota de sus amigos es más inoficiosa que la anterior.
—Algo que me llamó la atención es que la novia era idéntica a ti, mira. —Saca su teléfono para enseñarle la fotografía que le tomó a Dafne, a lo que Mandy se muestra un tanto reacia—. Qué loco, ¿no?
—Sí. —Su sonrisa contenida es una súplica agonizante para que le evite ver más de esa imagen—. Voy a atender las mesas, cuida a Mari de que no se tambalee.
Su amiga asiente con la mejor de las disposiciones, reservando el móvil. Siente admiración por aquella mesera, nunca le ha visto cansada ni quejosa en tanto tiempo. Pareciera que nunca duerme, tal como los vampiros.
—¡Que te lo crea tu madre, yo no te creo nada! —Ahora canta otra canción, más devastada—. ¡Me estabas engañando, quién sabe desde cuándoo! ¡Pero todo en la vida se pagaaa-ah... —Un gallito se le escapa, haciendo más carrasposa su voz. Hace un intento por levantarse, pero se va de lado.
Denisse la atrapa, y también a su 'Mari Gold', que se le deslizó de su lugar.
—Oye, ya estuvo, ¿no crees? —Le ayuda a sentarse y le acomoda su peluquin.
—¡No! —Se quiebra—. Anoche el amor estuvo a punto de matarme y no lo consiguió. —Lo dice a forma de metáfora, cuando en realidad fue literal—. No sabes cómo me hubiera gustado morir y no estar aquí, llorando como una Magdalena.
Su amiga más joven se compadece, regalándole un abrazo.
—No digas eso. No puedes morirte, me harías mucha falta, Mari.
—Solo a ti te haría falta si eso pasara. —Se deprime más.
—Y a la vampi. A todos aquí.
—Gracias, pero me refiero a un chico. ¿Por qué no puedo ser amada?
—Ya somos dos, amiga.
—¿Por qué? —Le empieza a punzar la cabeza.
—Tengo un detalle que espanta a los hombres. —Agacha la cabeza, sintiéndose maldita—. Pero, eso no importa ahora, quisiera que me cuentes qué sucedió anoche. ¿Por qué estás así?
—Conocí a la encarnación de la desgracia en un rostro angelical, cuya presencia fue tan fugaz como un sueño. —Maricela pronuncia esas palabras son pesadumbre, ya mareada por los tragos.
—Está bien, eso suena intenso. —Nota el estado en ella y toma su copa, se dispone a pedirle a algunos muchachos que la suban para la sesión de cuartos del club y, una vez allí, la acomoda.
En medio de los inconscientes balbuceos de Mari, menciona a un chico moreno de exactas medidas y ropas desaliñadas. Parece atormentada por un aspecto en especial: el chico también tenía novia.
Ella no sabe qué pensar. Es mucha coincidencia, tal vez escuchó la conversación que tuvo con Mandy y sea producto de su borrachera.
Por si acaso, resuelve sacar su teléfono y enseñarle una foto del Instagram de Joseph.
—Mira. De casualidad, ¿este era el chico? —Pone la pantalla frente a sus ojos.
Los alaridos ensordecedores de las películas de terror serían susurros en comparación con el grito desgarrador de Maricela.
Gracias a la ruidosa respuesta, la chica deduce que se trata del mismo hombre: misma noche, comprometido, descripciones similares. Sin embargo, lo más misterioso del caso, era la novia y su extraño parecido con Menzel. ¿Por qué a ella no le sorprendió?
«¿Tú también los conoces, Mandy?».
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