30| CONFIDENTES
—¿James? —pronuncia, aún meditabundo—. Querida, pero vas de mal en peor...
—Ya, no me regañes.
—No lo hago, solo es un poco... inesperado. ¿Acaso han cruzado palabras?
—Así es. Y ha tenido una absurda facilidad para volverme idiota —resopla en el teléfono.
—Eso no me gusta.
—Aquí te cuento a más detalle. No tardes.
—Está bien.
Mientras tanto, Joseph y Dafne tienen una mini conversación después de haberse profundizado durante un breve periodo de tiempo. Ninguno siente el pasar de las horas allí, tampoco saben si es de día o de noche, la única presencia que los acompaña es la del otro.
—Cuando salgamos de esta sala, necesito que hagas algo por mí —refiere su novio.
—¿El qué, amor?
—Necesito que por ningún motivo menciones mi nombre, Joseph; y, si puedes, te hagas la que ha perdido la memoria y no me recuerda...
—¿Y eso?
—¿Recuerdas la pregunta que me hiciste hace algunos meses sobre la amnesia?
—Uhm... eso creo.
—Precisamente necesito que sigas ese papel. De ese modo, podremos estar en una misma celda los dos. ¿Te gustaría?
—Sí. —Atrapa su labio inferior con el diente—. ¿Qué debo hacer exactamente?
—Llámame James, mi vida. Y pretende que no soy de tu agrado.
La chica se queda silenciosa unos segundos.
—Bien, puedo hacerlo. Si así estaremos juntos...
—Claro que sí, princesita.
A ella le emociona la idea y busca los labios de su chico para sellar un beso. Seguido de esto, los enamorados buscan posicionarse para volver a dormir en el rasposo suelo.
El patrullero se estaciona afuera y entra a la estación. Todavía con la mente divagante y pasos de plomo, se pregunta si la muchacha estará bien. Como su amiga lo necesita, decide darle mayor importancia y se encamina por su oficina; a lo que ella le abre, lo recibe con un abrazo. La chica no suele expresarse de esa forma por lo que, cuando lo hace, quiere decir que ha hecho un sobre esfuerzo por no tirar la oficina por la ventana o incinerar a aquella persona responsable. Los Stuart se caracterizan por ser altamente explosivos y no dejar nada al azar.
Los mejores amigos deshacen su agarre y toman una taza de chocolate espresso. Belinda todavía tiene los ojos irritados, con el hilito de su voz le comenta a su confidente cómo fueron los sucesos con ese hombre. Jeremy lo escucha todo e inexorablemente se ve reflejado en su compañera: tan apresurado e ingenuo.
¿Y si George tenía razón? Tal vez no le convenía sentir esas cosas por Dafne, mucho menos confesárselas. Terminaría llorando como su amiga, sería peor que una perdición.
Jeremy no podía dejarse maltratar. No otra vez.
—...Y así fue como me destrozó. No sabes lo que sentí, sus palabras fueron tan crueles y humillantes. —Rememoriza con asco—. No parecía él, te lo juro.
Él todavía está impresionado.
—Es que no puedes esperar mucho de alguien que apenas conoces, cariño. —Esas palabras van dirigidas más hacia sí mismo.
—Lo sé, pero, dime... ¿qué puedo hacer? Es algo tan... no sé, solo lo siento, siento que él puede ser distinto.
—Sí, ha sido muy distinto a todos. Te ha hecho llorar desde el día 1.
—Bueno, tal vez yo se lo permití...
Brien se manda la mano a la cara, restregándose pesadamente la palma con impaciencia. Él jamás quiere verse así de tonto por alguien, antes prefiere tragarse todo lo que siente.
—En caso de que así fuera. —Hace una pausa para no exponer sus pensamientos—, no es bueno que bajes la guardia. Mantente más segura de ti, creo que eso le gusta a los tipos.
—Es difícil. Es que no te conté todo... —Ella mira al techo con indignación—. La verdad me da vergüenza admitirlo, pero lo que más me dolió de sus comentarios fue la manera en que idolatró a Dafne.
Eso pica su atención.
—¿Y por qué haría eso?
—Está embobadísimo con ella. Me lo dijo —admite perturbaba.
—¿Qué te dijo exactamente? —Su cara es una mezcla de curiosidad con horror.
—Que la ama... Hasta le recita poemas, ¿puedes creer? —critica abiertamente.
De sus ojos desprende un brillo sombrío. James nunca le cayó bien, pero esto... esto no es negociable.
—No tienes que preocuparte por ella. Lo detesta. —Sonríe para aplacar a su amiga.
—¿De verdad?
—De verdad. Cuando los traía en el auto, tuve que separarlos porque ella lo quería golpear en el asiento trasero. Y, antes de eso, también recuerdo que lo acusó de andarla persiguiendo.
La secretaría se queda reflexiva.
—¿Y si en realidad James no está enamorado sino obsesionado? —Desvía toda la atención hacia James con el objetivo de liberar a su enamorada—. Ay no, te pegaste de un psicópata.
Ella alza la vista con semblante preocupado, empieza a atar cabos.
—Ahora que lo dices... encontré unas manchas de sangre en su camisa. Me parece que oculta algo.
—¿De quién será?
—No sé. Pero pediré una orden de análisis.
—Está bien.
—Lo bueno es que no tiene abogado. Le hice creer que el gobierno le financiará uno. —Se cruza de piernas en la mesa.
—Eres terrible.
—Tú también. Sé que algo pasó con George y no me has contado.
—Ah, sí. Sobre eso... —titubea mientras va por otro chocolate—. Él y yo terminamos.
Beli se levanta de una estocada, totalmente incrédula.
—¿Al fin te decidiste?
—Sí, por más extraordinario que suene. —Se boga todo el chocolate.
—Eso es realmente bueno. Ya te hacía falta salir de eso, aunque —Escanea la extraña actitud de su amigo y casi adivina que hay más—, algo muy significativo debió pasar para impulsarte a tomar semejante decisión...
—Un poco.
—Habla. —Le señala con un bolígrafo en forma demandante.
El joven rendido sabe que no puede escapar de la penosa situación, por lo que resuelve abrirse a la vez que se sienta.
—Estoy muy atraído de Dafne... —Cierra los ojos nervioso en cuanto menciona su nombre, sabe que a Belinda le genera malestar.
Ahora ella también se va por otra tazada de chocolate. Al parecer ambos se desquitan con el pobre dispensador, dejándolo seco.
Toma asiento a su lado y, finalmente, se rinde. De sus labios sale una exhalación de desconcierto.
—Quisiera pensar que todo esto hace parte de una iluminación ancestral para con mi mundo. —El policía observa a su compañera con incertidumbre—. Es que no es normal que la chica tenga tanto impacto a mi alrededor, en menos de un día.
—No quiero defenderla, pero no es el tipo de mujer pretenciosa cuyo propósito es atraer a los hombres para divertirse. Ella ni se imagina lo que causa.
Esas palabras le caen como una indirecta, sin embargo, no argumenta al respecto.
—Entonces... Según lo que dices, ¿a los hombres les gusta ser ignorados?
—No al extremo. —El inexperto aconseja a la más cabeza dura—. Por ejemplo: me gustaría que Dafne me pidiera ayuda más seguido y me sonriera con desinterés.
—No te estoy entendiendo.
—O sea, que nosotros no necesitamos de tanto realmente. Solo pequeñas cosas...
—Querido, no puedes hablar por todos los hombres cuando tú estás medio. —Le hace caer en cuenta.
Brien hace un puchero, apoyando su cara sobre la mano con desanimo.
—Conmigo no saques tus garras, reservalas para James —dice ardido.
—Ay, lo lamento. —Coloca el recipiente sobre la mesa y atrapa las manos de su acompañante—. Sabes que te adoro. Solo que, en casos como este, devengo de alguien con experiencia.
—No tienes qué decírmelo, cariño. —Él corresponde el agarre con afecto—. Es más, si lo encuentras, también me lo presentas para que me dé unos tips. Me volveré un toro para Dafne.
Belinda suelta una carcajada, ahora se le riega el maquillaje por una cuestión distintamente agradable. Una vez se limpia con un paño, agradece infinitamente la presencia de Jeremy en su vida.
Un dispensador vacío, corazones momentáneamente felices e intenciones desviadas: James Wolts ahora era el blanco y, Dafne, solo una víctima de todo este enredo.
—Preciosa, ya me voy. Haré la última ronda y vengo a despedirme. —Se pone de pie.
Beli solo puede hacer una mueca de nostalgia. Esa sensación de saber que de nuevo se queda sola y atormentándose con tonterías, le encantaría ahorrársela.
Su amigo lo percibe.
—Cariño... todo estará bien. —Se vuelve hasta su lugar y esta solo puede afirmar abnegada—. Te quiero mucho, recuerda.
—Y yo a ti. —Sonríe triste.
El policía se levanta, viéndola desde lo alto. Conoce su semblante.
—No le des mente a esos dos, sobre todo a Dafne; capaz y ni siquiera te recuerda.
Las sabias palabras de su amigo calaron en las entrañas de la secretaría. ¿Será que ella era tan insignificante en la mente de ellos?, ¿estaba despilfarrando momentos de su vida en personas arrogantes?
Varias preguntas comenzaron a rondar y replantearse en su cabeza desde que su mejor amigo se marchó, luego de soplarle un beso.
Brien se dirigió al pasillo de las celdas antes de volver a la patrulla, quería saludar a la chica de sus nuevas fantasías. Todo se oscureció en su horizonte cuando vio la celda vacía y, al darse la vuelta, encontrarse lo mismo en la jaula de James.
«¿En dónde podrían estar ambos?». Esa era la duda que nadaba en su mente ahora mismo.
Interrogó a una de las guardianas y esta le hizo saber que los dos estaban castigados. Bajo ningún concepto él permitiría que Dafne pasara un minuto más ahí y se fue a su rescate.
Es cuando Joseph y Dafne luego de una larga espera sienten movimiento. Es la puerta. Ambos se separan, ella se va en busca del extremo contrario del cuarto. La imponente y ruidosa lámina se abre, dejando entrar un rayo de luz enceguecedor que se aplaca gracias a una silueta gratamente tonificada de un ser masculino. Todo su uniforme talla de forma precisa su cuerpo, especialmente los pectorales y muslos, también usa botas gruesas. Su cabello está ceñido al cráneo con mechones rebeldes y brilla en tono violáceo, su quijada marcada da la impresión de que siempre está de mal humor.
Los dos pozos negros del joven poseen una profundidad abismal, con ellos ubica al hombre de facciones oscuras enfrente suyo y, pasando de este como si fuera un desperdicio, se sumerge en ella... la única e incomparable diosa misteriosa, la que parece creada en base a mismísima lactosa por su espesa tonalidad blanquecina, la que más curiosidad le provoca: Dafne.
—Acompáñame a tu celda. —Se dirige a la joven intentando no temblar. El almíbar empañando su campo visual es inconfundible.
Ella mira al sujeto perpleja, no tiene idea de quién es. Se levanta desconfiada conforme observa a su novio.
Jeremy la toma del brazo como haría con cualquier otro recluso, no desea demostrar interés ni estupidez por ahora. O eso intenta.
—¿Y yo? —Al ver que solo se llevan a su amada, Joseph interpela—. Yo también llevo horas aquí.
—No he recibido orden para tu liberación —responde cínico.
—Quiero hablar con tu jefe.
—Es jefa y ya lo hiciste... —Con satisfacción le menciona—. Ella te envió para acá, ¿sabes?
«Carajos». Maldice Joseph, observando como se le vuelven a cerrar todas las vías.
Dafne se preocupa e instintivamente sigue el plan de no reconocer a su pareja. Confía en que más tarde estarán juntos, si todo sale como se planean.
El policía le dedica a su rival una última mirada desafiante antes de partir con la mitad de su vida. A pesar de todo, Joseph sabe que Dafne no estará en peligro con él, es egoísta pero no un desequilibrado como Steve.
—Aquí estarás más cómoda. —La hace entrar en su celda para encerrarla.
—Gracias —contesta seca, apreciando su nuevo refugio.
—Sé que aquí tampoco te gusta, pero allá es mucho peor.
—Ah, descuida... —Ella sigue procesando todo.
—Lamento que te hayan metido con James. No estuve para impedirlo. —Se culpa.
—Sí, no me cae bien ese tipo. —La chica ve al policía con suma curiosidad—. Pero, aquí estoy, sobreviví.
Jeremy sonríe. Al parecer ella está más apacible que antes.
—Me da gusto eso. Bueno, yo tengo que irme a patrullar. Volveré al rato a saludarte. —Masajea la reja con ansiedad, como si no encontrara las palabras adecuadas para despedirse—. También lo siento por no traerte una pijama bonita y el capuchino que pediste... Yo... —Empieza a hablar de más—. No sé mucho de esas cosas...
La chica se pierde.
—¿Okay? Sí, está bien. —Hace una mueca en línea recta.
El joven se despide y, dos pasos más tarde se devuelve, mencionando algo:
—Confío en que tú no hiciste nada... Sé que fue James, lo estamos investigando. —Dafne levanta su ceja inquieta y finge agrado—. Así que tranquila, te sacaré de aquí.
Se termina de ir a sus labores, dejando a Bennett con la nueva novedad.
«Imbécil». Ladea los ojos fulminante en dirección del susodicho. No lo conoce pero está claro que detesta a su novio, así que, automáticamente, también lo cancela.
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